* ¿Qué pasó y qué pasará en Rusia?
Juan Alberto Rial[1]
Ya han transcurrido más 500 días desde la invasión rusa a Ucrania. La supuesta “operación militar especial”, que preveía inicialmente llegar a Kiev en pocas semanas, se ha prolongado mucho más de la cuenta, y parece (ahora mismo) encontrase en una suerte de punto muerto. Los llamados a la paz (hasta ahora) han sido desoídos, y muchos de ellos han generado enormes costos políticos para quienes deseaban ofrecer sus buenos oficios (por ejemplo, para el presidente brasileño, Luis Inácio Lula da Silva o, en alguna medida, los propuestos por Beijing) debido a los términos y condiciones en los que eran planteados.
Mientras tanto, la tan anunciada “ofensiva de primavera” del ejército defensor llena de suspenso a la comunidad internacional. Quizás para generar un efecto teatral cuando ella se iniciara, o más que nada, por la demora de Occidente en proveer el armamento que Ucrania demanda hace meses (por ejemplo, los cazas de nueva generación que se esperan hace mucho en la tierra del trigo).
Sin que nada de ello deje de ser un tema secundario en la Agenda Internacional, hace unos días el mundo se vio conmocionado por un suceso imprevisible (aunque todos los caminos, como se sabe, conducen a Roma): el levantamiento contra las autoridades de Moscú del ejército privado (grupo mercenario, para llamarlo por su nombre) Wagner. El día 23 de junio de 2023 todas las cámaras apuntaron hacia el frente de batalla para ver como fuerzas armadas se dirigían desde Ucrania hacia la capital de la Federación Rusa, con la paradoja de que no eran los ucranianos invadiendo a su agresor, sino parte de las tropas que combaten en su pequeño vecino occidental para dirigirse contra quien lo contrató… ¿Qué fue lo que pasó?
Yevgueni Prigozhin[2], quien debe su ascenso y fortuna al presidente Vladímir Putin elevó su pirotecnia verbal contra el ministro de Defensa del país, Serguéi Shoigú, a un punto ¿irreversible? a través de una ofensiva con sus mercenarios lanzada desde Rostov del Don ―a 100 kilómetros de la frontera ucrania y sede del centro de mando militar del distrito sur―, con la mira puesta en llegar a la capital rusa. El mismo sábado 24, sin haber alcanzado su objetivo geográfico, Prigozhin anunciaba el cese de las operaciones, después de las febriles gestiones del presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko.
El jefe de Wagner se había transformado, sobre todo en los últimos 6 meses, en uno de los pocos que se atrevía a criticar la forma en la cual la invasión estaba siendo ejecutada, con la paradoja de que él era uno de los protagonistas de dicha ejecución, en la primera línea en el Donbás. Entre sus quejas se contaba desde la falta de apoyo en algunas batallas hasta el rechazo liso y llano de la necesidad y urgencia de la operación lanzada hace el 24 de febrero de 2022, a la vez que acusaba al ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, de ser su principal artífice. Tampoco ahorró ataques al jefe del Estado Mayor, el veterano Valeri Guerásimov, (algunos de ellos velados, ya que fue recurrente que se mostrara en las redes sociales posando en las trincheras, cerca del fuego enemigo, mientras los principales líderes militares no se movieron de Moscú); a la estrategia militar de los mandos rusos en el terreno, y, sobre todo, acusaciones de operar en su contra por la falta de armas y municiones para los integrantes de Wagner.
Todo pareció entrar en un punto sin retorno cuando Prigozhin denunció que, días antes de su alzamiento, sus filas habían sido objeto de ataques del Ejército ruso durante el repliegue y la retirada. El viernes 23 Prigozhin responsabilizó al departamento de Shoigú de bombardear sus campamentos. Aquello fue la antesala de la ofensiva de Wagner desde la región suroeste rusa de Rostov[3].
¿Cómo es posible que se tolerara durante tanto tiempo los desplantes de Prigozhin hacia el ministerio de defensa ruso? Putin instigó el ascenso de Prigozhin e ignoró las señales de advertencia sobre Wagner, la compañía militar privada bajo el control de Prigozhin. Mientras el ejército ruso luchaba en Ucrania, la estrella de Prigozhin fue en ascenso, alcanzando un punto alto cuando Wagner ocupó Bajmut para Rusia en mayo. Todo indica que el desenlace al cual se arribó en junio fue resultado de una trama oculta de meses, con un golpe de Estado en ciernes, protagonizando disputas públicas con el liderazgo de las fuerzas armadas rusas, ofreciendo críticas populistas del esfuerzo bélico y cuestionando (ello más recientemente) las justificaciones oficiales del Kremlin para la guerra que el propio Putin ha articulado. A pesar de ello, Moscú fue tomado por sorpresa cuando Prigozhin pidió a sus soldados dar inicio a la “marcha por la Justicia” y que fueran parte de una rebelión contra el Ministerio de Defensa ruso[4].
También parece haber causas estructurales que explican la dinámica de los sucesos. Muchos analistas afirman que la forma de gobernar de Vladimir Putin se asienta en el hecho de que, deliberadamente, gestiona en medio de una caótica lucha de facciones que alienta y arbitra. Lo irónico de la trama es que el levantamiento de Prigozhin tuvo su origen en los esfuerzos de Putin por blindar su régimen. La base del poder Putin ha sido una población rusa pro-Putin (o, al menos, indiferente). Basado en ello, ha habido facciones rivales entre las élites y los servicios de seguridad, a las cuales Putin ha hecho enfrentar. La estructura ha permanecido con algo de unidad previniendo el descontento popular y marcando constantemente límites a la élite política. De allí su inclinación por rodearse de una nomenclatura que conocía desde sus días en la KGB, en la década de 1980 y sus días en el gobierno de San Petersburgo en la década de 1990. Este grupo le era leal en la medida que alcanzara cuotas de poder y riqueza, con Putin al frente de ellos. El riesgo para el presidente ruso estaba en quienes habían arribado a los servicios de seguridad y al ejército por méritos propios. Todos ellos deberían ser supervisados y controlados a través “dimes y diretes” constantes, convirtiéndose ellos en la rutina del Kremlin. Con la invasión, ello no cambió. Los líderes militares entraban y salían de escena, en parte porque la guerra no evolucionaba de acuerdo a lo planificado, pero también para evitar que algún general de las fuerzas armadas se destacara tanto como para contar con capital suficiente para desafiarlo. Quizás por ello Putin enfrentó a Wagner con el Ministerio de Defensa ruso, en una arriesgada apuesta para ver quién rendía mejor a durante el conflicto e imponiendo controles al poder del ejército y del ministro de defensa. Los resultados obtenidos por Wagner condicionaron, y mucho, al ejército ruso. Por encima de ese escenario, Putin movía de a una las piezas de su ajedrez personal, hasta que alguien llegó y pateó el tablero[5].
Sin embargo, en esta ocasión, ese caos puede haber dejado huellas indelebles en el futuro (en el mediano plazo) de Vladimir Putin frente a la Federación Rusa e, inclusive, al lugar de Rusia en el tablero internacional. Veamos…
Grietas en la armadura
Putin lleva 23 años gobernando en Moscú con puño de hierro. Este levantamiento es la primera insubordinación grave que sufre durante su mandato, el primer intento de golpe de Estado en Rusia tras 30 años y, sin dudas, no será el último.
Es muy llamativo que, durante el levantamiento, Prigozhin y sus mercenarios no encontraron prácticamente resistencia en su camino hacia Moscú, hasta que desistieron de su actitud, fruto de la negociación política más que de la amenaza de violencia por parte de las fuerzas regulares rusas. De hecho, sólo pueden destacarse varios ataques desde el aire con helicópteros del ejército regular, disparos desde un avión de combate y la voladura de dos depósitos de combustible para dificultar su avance. Una pregunta que sobrevuela por los pasillos del Kremlin es: ¿Tuvo Prigozhin ayuda interna? Varios analistas entienden que algunos altos oficiales militares podrían haber respaldado su intento de destituir al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y al jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el general Valery Gerasimov. O tan solo especularon y quisieron ver qué pasaba. Por lo pronto, ya comenzaron a rodar cabezas, y la primera de ellas fue la del general Sergie Surovokin, arrestado cuatro días después del levantamiento[6]. En otro orden de cosas, los observadores de estos sucesos afirman que Moscú no sufría una amenaza tan seria desde la guerra de Chechenia (más de 20 años). La puesta en marcha de la rebelión puede transformarse en la apertura de la Caja de Pandora en el país poseedor del segundo arsenal nuclear del mundo[7].
Durante el sábado 24 de junio, las autoridades rusas elevaron el nivel de alerta en Moscú hasta el de “operaciones antiterroristas” que prevé cierre de rutas, la posibilidad de espiar las telecomunicaciones y restricciones en la libertad ambulatoria. La primera reacción de Putin fue la de destilar su “bronca” con un furibundo discurso de 5 minutos, transmitido por los canales públicos, en el cual calificó como una traición personal al levantamiento de Prigozhin. Sin nombrarlo (aunque sí a Wagner), el presidente ruso cargó contra el jefe de los mercenarios, a quien acusó de traición, de “apuñalar por la espalda” al pueblo ruso, a la vez que prometía aplastar el golpe “Nuestra reacción será contundente”. Comparó la sublevación con la revolución de 1917 que destruyó el imperio ruso, “cuando el país estaba librando la I Guerra Mundial pero le robaron la victoria”, declaró. “No permitiremos que esto se repita. Defenderemos a nuestro pueblo y nuestro Estado contra todas las amenazas, incluida la traición interna. Las ambiciones desenfrenadas y los intereses personales han provocado la traición a nuestro país y a nuestro pueblo… Cualquier conflicto interno será una amenaza mortal para nuestro Estado, para nosotros como nación. Nuestras acciones para defender la patria contra este peligro serán contundentes.”[8] Por último, manifestó que las fuerzas de seguridad contaban con órdenes de contrarrestar el golpe y de recuperar el control de la ciudad de Rostov del Don[9].
Tan debilitada habría quedado la posición del presidente ruso que se confirmó que cinco días después del motín (el 29 de junio), se produjo una reunión en el Kremlin entre Putin y 35 personas, entre ellos, Prigozhin. La información fue revelada por el periódico francés Liberation y confirmada por el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov[10]. En conferencia de prensa, el portavoz declaró que «Lo único que podemos decir es que el presidente dio su evaluación de las acciones de la compañía (de Wagner) en el frente durante la Operación Militar Especial (en Ucrania) y también dio su evaluación de los hechos del 24 de junio (el día del motín)».
Sumado a esto, el líder del Kremlin «escuchó las explicaciones de los comandantes (de Wagner) y les propuso alternativas» para el futuro. «Los comandantes (de Wagner) dieron su versión de los hechos. Reiteraron ser partidarios incondicionales y soldados del jefe de Estado y comandante en jefe (Vladimir Putin) y dijeron estar dispuestos a seguir luchando por la patria», indicó.
Ha trascendido que durante la reunión hubo un pedido específico: el jefe de Wagner tiene la misión de usar su grupo de mercenarios para asesinar a Volodomir Zelenski (presidente de Ucrania) y «llevar su cabeza» al Kremlin. Naturalmente, esto no ha sido confirmado por ninguna fuente, pero el periodista y premio Nobel de la Paz, Dmitri Muratov, estimó la teoría como verosímil: «él (Prigozhin) puede cometer alguna gran atrocidad en beneficio de Rusia». «Él puede tratar de organizar un intento de asesinato de Zelenski y traer la cabeza del presidente de Ucrania al Kremlin», afirmó. En definitiva, sería su estrategia para «quitar el sabor a lo que Putin llamó ‘una puñalada en la espalda de Rusia'»[11].
Todo esto deja un enorme interrogante sobre el futuro de Putin y de la estabilidad política interna de la Federación. El 17 de marzo de 2024 se producirá la primera vuelta en las elecciones presidenciales rusas, y sí Putin no tuviera para ofrecerle al pueblo ruso una victoria en Ucrania, y un contexto interno libre de sobresaltos a las élites políticas y económicas, es más que dudoso que se le renovara la confianza (salvo que se recurriera a amañar groseramente las elecciones, lo que no sería una novedad en la potencia euroasiática).
Podemos concluir este apartado con el análisis de Tatiana Stanovaya: “Este amotinamiento fue tan impactante que a muchos les pareció que el régimen estuvo a punto de colapsar, lo que socava significativamente la capacidad de Putin para asegurar el control a ojos de la clase política”.
¿Y fuera de casa cómo andamos?
La novedad no produjo enormes sorpresas en Occidente, pero sí mucha incertidumbre, lo que llevó a que las principales capitales se manejaran con enorme cautela, un poco por el temor que despertaba que todo desembocara en un cambio violento del régimen que pusiera en manos de alguien impensable el segundo arsenal nuclear del mundo, y otro tanto para no ser acusados de ser instigadores (o partícipes) de una conspiración.
Cabe recordar que Occidente ya tenía a Prigozhin en la mira hace años. Estados Unidos y la Unión Europea, han llevado adelante una fuerte presión contra el grupo de mercenarios, con acusaciones de reiteradas violaciones de los derechos humanos. Todo ello desencadenó una batería de sanciones contra sus principales dirigentes, tanto en Rusia como en Ucrania, África y Oriente Próximo, disminuyendo (como consecuencia de ello) las arcas del grupo mercenario, que ha encontrado en el tráfico ilegal de madera, oro y diamantes fuentes “alternativas” de financiación. Por su parte, la Organizaciones No Gubernamentales que se ocupan de la defensa de los derechos humanos (entre ellas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch) condenaron las detenciones, torturas y ejecuciones practicadas por los mercenarios. Incluso la ONU publicó un informe en mayo de 2023 en el que culpaba a “personal militar extranjero” ―en referencia a efectivos rusos, pero sin identificarlos― de participar en la muerte de 500 civiles en Malí junto al ejército maliense[12].
Los países del G-7, ante el transcurso de los acontecimientos analizados, celebraron una junta de emergencia y, en sintonía con la UE y los aliados de OTAN, manifestaron que seguían de cerca la situación, sin ir más allá de ello. Así fue que se habló de un “problema interno” de Rusia. Es significativo que el Ministerio de Exteriores de Rusia advirtió a los países occidentales de que no trataran de “explotar” el motín “para lograr sus objetivos rusófobos”[13]. Por su lado, Reino Unido expresó que Rusia afrontó el mayor desafío interno en años, en el que será clave el grado de lealtad del ejército al Kremlin[14]. La enemistad entre el líder de Wagner y el Kremlin se convirtió en una “confrontación militar” y la pasividad con la que algunos militares rusos han aceptado el levantamiento de los mercenarios hace pensar en que lo aceptan, afirmó el Ministerio de Defensa.
En esa ocasión, la viceministra de Defensa ucrania, Hanna Maliar, declaró que la insurrección pone en evidencia las grietas que ya invaden a la sociedad rusa, abriendo una “ventana de oportunidad” para sus fuerzas. Abundó en detalles al sostener que la decisión de lanzar la invasión a gran escala sobre Ucrania ha desencadenado “la inevitable degradación del Estado ruso”[15].
El principal asesor del presidente Zelenski, Mijailo Podoliak, sostuvo que “Todo acaba de comenzar en Rusia”, en su evaluación sobre la división de poder que se produjera en Rusia. “La división de las élites es demasiado obvia” y “alguien debe perder” (o Putin o Prigozhin)[16].
Es innecesario aclarar que cualquier mala noticia para la Federación Rusa es una buena noticia para Ucrania.
En el otro extremo del mundo hubo enorme preocupación por las consecuencias que esta asonada tendría en el inmediato y largo plazo[17]: nos referimos a la República Popular de China. Al respecto, es pertinente recordar que hace apenas tres meses, el líder de China, Xi Jinping, durante una visita a la capital de la Federación destacaba su confianza en el “firme apoyo” del que disfrutaba el presidente ruso entre su pueblo.
Los analistas de la dinámica interna china entienden que el levantamiento puede traer como consecuencia que Xi limite la relación con Rusia (ya que su cercanía ya le ha acarreado enormes costos externos, el exponer a Beijing a la crítica mundial y amenazado algunos de sus intereses en el extranjero). Pero se torna paradójica esa limitación dado que Rusia es un socio imprescindible para que el Imperio del Centro pueda desafiar el orden global dominado por Washington.
Sin embargo, esa sociedad es sostenible en el tiempo en la medida que el líder del Kremlin se encuentre en control y con condiciones internas para ser parte de la tarea de defender los intereses compartidos por los dos actores.
En tal sentido, Xiao Bin, investigador del Instituto de Estudios de Rusia, Europa del Este y Asia Central de la Academia de Ciencias Sociales de China, concluía que la intentona golpista “Hace que China se dé cuenta de que la política interna del gobierno de Putin es bastante frágil… La fragilidad existía antes, pero ha aumentado desde el comienzo de la guerra entre Rusia y Ucrania”.
Puertas afuera Beijing reiteró su acompañamiento a Moscú tras el levantamiento, pero los observadores concluyen que el mismo debilitará la relación, al menos en el exterior, debido a cómo se alinean los intereses de los dos líderes. Lo que es seguro es que la insurrección llevó a que China evaluara cómo se verían afectados sus propios intereses geopolíticos, económicos y territoriales si Putin fuera derrocado repentinamente. Ello demanda que, al menos en cierto aspecto, Beijing y Moscú se distancien.
Recordemos que durante la presidencia de Boris Yeltsin, tanto China como Rusia enviaron decenas de divisiones militares para enfrentarse entre sí a lo largo de la extensa frontera que comparten.
Si Putin dejara de ser el huésped del Kremlin, sin dudas se efectuará un ajuste de cuentas instantáneo para la relación. No puede descartarse que asumiera alguien que quisiera acercar Moscú a Occidente, lo cual podría dejar a China aislada en su rivalidad con EE.UU. y exponerla a más presión, teorizaba Xiao.
Yendo un paso más allá, John Culver, ex analista de inteligencia de EE. UU. sobre China, concluía que una relación tensa entre la Federación y la República Popular podría requerir que China volviera a desplegar tropas en la frontera con Rusia, descuidando otras áreas: “La reducción del número de tropas a lo largo del límite binacional ha permitido a China prepararse para un mayor potencial de conflicto sobre Taiwán o el Mar de China Meridional o con India”. Señaló que “No creo que haya sucedido lo suficiente como para hacerlos repensar eso, pero por primera vez tienen motivos para preguntarse si tal vez tienen que hacerlo”.
En otro orden de cosas, Wen-Ti Sung, politólogo de la Universidad Nacional de Australia, trajo a colación un dato no menor: cualquier inestabilidad en Rusia también sería una advertencia para China sobre la urgencia de proteger el suministro del país de las importaciones de energía rusa. Al mismo tiempo, un Putin más débil podría ser una oportunidad para que China lograra algunos avances, agregó.
Es conocido que a partir de la invasión a Ucrania, el comercio ruso con China alcanzó niveles récord. Por su parte, Beijing se aseguró de que Moscú no estuviera aislada diplomáticamente. “El principal incentivo de Rusia es sacar más provecho de sus tratos con China”, sostuvo Sung. Y concluyó: “Rusia puede hacer esto cuando parece imprudente e impredecible, como Corea del Norte”.
Conclusiones
La rebelión de Wagner ha traído a un escenario incierto (el futuro de la guerra motivada por la invasión a Ucrania) una incertidumbre aún mayor. Los servicios de inteligencia de Occidente preveían la posibilidad de un cambio de régimen en Rusia en caso de un agravamiento de la situación doméstica resultado de las sanciones económicas impuestas y por un resultado negativo de la invasión a su vecino del oeste. No se previó que el régimen sufriera una primera amenaza en estas circunstancias, lo que encendió todas las luces de alerta ante el riesgo de un cambio de manos en el control del arsenal nuclear.
Por otro lado, Ucrania encontró una ventana de oportunidad inmejorable para poner en marcha la tan mentada ofensiva de primavera, que se lleva adelante a la misma velocidad a la que avanzaban los famosos “tanques de Alais”[18].
China, que aparecía en primera instancia (al menos desde nuestra perspectiva) la principal beneficiaria del vendaval producido el 24 de febrero de 2022, es ahora quien mayores costos pudiera pagar por las respuestas a las preguntas que han comenzado a hacerse todos los actores involucrados tras la bravuconada de Prigozhin. Beijing ya ha pagado un precio considerable por su apoyo a Rusia. La guerra ha empeorado las tensas relaciones con EE.UU. y socavado su intento de mejorar el lazo con la UE.
El denominado por Kissinger “enigma ruso” sólo sorprende cuando deja de sorprender, sigue siendo tal: es parte del equilibrio de poder en Europa y Asia, pero solo contribuye irregularmente al equilibrio del orden internacional. Ha iniciado más guerras que cualquier otra potencia contemporánea… Todo lo concerniente a Rusia –su absolutismo, su tamaño, su ambición de propagarse por el globo y sus inseguridades – suponía (supone) un cuestionamiento implícito (explícito) al tradicional concepto europea de orden internacional, basado en el equilibrio y la restricción[19]… Rusia afirmó su vínculo con la cultura occidental, pero… llegó a verse como un puesto de avanzada de la civilización asediada, cuya seguridad dependía en exclusiva de que ejerciera un poder absoluto sobre sus vecinos. (KISSINGER, 59-62: 2016)
Todo lo sostenido por este gran teórico de las relaciones internacionales se materializa en los sucesos acaecidos durante este último año y medio, con la amplificación que estos sucesos han tenido en el último mes, fruto de una sorpresiva (para algunos desprevenidos) inestabilidad política interna, con tendencia al agravamiento. Sólo cabe sentarse a esperar el resultado de esta película en marcha.
Bibliografía:
KISSINGER, H. Orden Mundial. Buenos Aires, Debate, 2016.
Sitios web consultados
www.clarin.com.ar
www.elpais.es
www.infobae.com.ar
www.lanacion.com.ar
www.perfil.com
[1] Profesor de Derecho Internacional Público (JurSoc – UNLP), Magister en Relaciones Internacionales (IRI – UNLP), Secretario del Instituto de Relaciones Internacionales (UNLP) y Coordinador del Departamento de Seguridad Internacional y Defensa (IRI – UNLP).
[2] El magnate del sector del catering, (de allí su apodo de “El Chef de Putin”), reagrupado ahora como el grupo Concord, ha ascendido sin pausa en los últimos 30 años desde San Petersburgo, donde tenía un pequeño puesto de comidas rápidas, haber ido a la cárcel por robo y haber llegado al frente de batalla en la región oriental de Ucrania, encarnando él y sus contratistas la batalla de Bajmut. Su conglomerado de empresas ha ido creciendo en los últimos 10 años a la sombra del Kremlin con dos puntales esenciales: Wagner y la Agencia de Investigación de Internet (lo que se ha denominado como su “agencia de troles”.)
[3] Ver Rusia: Claves para entender la rebelión del jefe de Wagner contra Moscú | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[4] Ver The Beginning of the End for Putin? Prigozhin’s Rebellion Ended Quickly, but It Spells Trouble for the Kremlin (foreignaffairs.com)
[5] Ver The Beginning of the End for Putin? Prigozhin’s Rebellion Ended Quickly, but It Spells Trouble for the Kremlin (foreignaffairs.com)
[6] Ver En Rusia aseguran que el general que conocía el complot militar de Yevgeny Prigozhin está detenido – Infobae
[7] Ver La rebelión de Wagner exhibe la debilidad de Putin | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[8] Ver La rebelión de Wagner exhibe la debilidad de Putin | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[9] Ver La rebelión de Wagner exhibe la debilidad de Putin | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[10] Ver Vladimir Putin se reunió en secreto con el jefe del grupo Wagner | Perfil
[11] Ver Vladimir Putin se reunió en secreto con el jefe del grupo Wagner | Perfil
[12] Ver Rusia: Claves para entender la rebelión del jefe de Wagner contra Moscú | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[13] Ver La rebelión de Wagner exhibe la debilidad de Putin | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[14] De acuerdo al informe diario sobre la guerra emitido por el Ministerio de Defensa británico en su informe diario sobre la guerra.
[15] Ver La rebelión de Wagner exhibe la debilidad de Putin | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[16] Ver La rebelión de Wagner exhibe la debilidad de Putin | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)
[17] Ver El motín del grupo Wagner en Rusia abre dudas en China sobre el futuro del vínculo bilateral (clarin.com)
[18] El General Alais y la historia de la marcha más lenta: por qué casi nadie quería que llegara a Campo de Mayo – Infobae
[19] Las negritas entre paréntesis son agregados personales.