* Nuevo aniversario del 11-S
Marcelo Biasatti[1]
El Atentado Contra las torres gemelas ocurrido el World Trade Center (Centro mundial de comercio) en la Ciudad de Nueva York, en el corazón de Manhattan de las finanzas de Estados Unidos de América y símbolo del capitalismo mundial, todavía queda grabada en nuestras retinas. El impacto del segundo avión contra la segunda de las torres, a esa altura era transmitida en vivo y en directo por todas las cadenas internacionales y repetidoras locales. Lograban difusión Global. Y en forma diferida, la situación del atentado contra el Pentágono en Washington y el avión que se estrelló en las afueras de Pensilvania, perpetrado en forma directa por 19 terroristas, 15 de ellos de Nacionalidad Saudí (País de donde era oriundo su líder Osama Bin Laden).
Utilizando como vector el secuestro de 4 aviones comerciales de la Costa Este de los Estados Unidos, este nuevo terrorismo a diferencia del tradicional, el cual entendía que un elevado número de víctimas se volvía impopular a las demandas, encontraba en el acto terrorista un elemento de presión para discutir el poder en términos de negociación política. Por su parte, el terrorismo planteado por Osama Bin Laden de extracción religiosa sunita, podría catalogarse como neo salafista yihadista global (“Salafismo yihadista” o “Salafismo revolucionario), reivindica el retorno al islam a través de la Lucha Armada) global y obedece a una Lógica Internacionalista. La Yihad se desterritorializa y se une a las redes transnacionales cuyo enemigo común es occidente. Esta forma de salafismo yihadista se encarnó en Al Qaeda y en sus estructuras de organización leales como Jabaht Fater, El Sham y el grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). No buscaban minimizar los daños colaterales. Busca aumentarlos. Tampoco buscaban la negociación con el oponente, sino su destrucción.
La literatura especializada sobre fundamentalismo radical, fundamentalismo islámico, islam político (Caro,2002; Izquierdo,2011; Ahmed, 2012; Valenzuela, 2012; Alonso, 2015) destacan el antioccidentalismo en estos movimientos, porque atacan grandes símbolos occidentales como el Word Trade Center a la par que declaran la “guerra santa” en contra de occidente, buscando la “victoria de la fe islámica” (Bofill, 2011) Su objetivo sería imponer la ley islámica (Sharia) en los órdenes político, económico y cultural. Para ellos, el imperialismo es occidental porque de allí surge el sistema capitalista que trasciende lo religioso y afecta los patrones de comportamiento social, político y económico en culturas diversas. Por tanto, en estos movimientos yihadistas surgirían por el deseo de reafirmar su identidad cultural determinado por la diada diferenciadora nosotros / ellos – frente a la amenaza extranjera. Por otro lado, el antimperialismo en concreto se manifiesta en un odio hacia las potencias extranjeras (Estados Unidos más Europa) a los cuales se los percibe como culpables de los problemas políticos, sociales y económicos, en tanto sus intervenciones políticas y militar dentro de Medio Oriente han generado un contexto de inestabilidad, violencia y pobreza.
Algunas lecciones que nos dejó el Atentado de las torres Gemelas:
Quizás como nunca se observó en este “caso real” cómo se superponen las competencias de defensa externa y seguridad interior en lo que Estados Unidos engloba como seguridad nacional. El atentado perpetrado a través de esta nueva versión de “kamikazes” secuestrando y utilizando recursos de la aviación doméstica como armas, entrenando a los “pilotos suicidas” en el mismo país donde realizaron el atentado. El cómo habían ingresado, entrenado y financiado estas células, redefinió el concepto de fronteras mutando a una idea de frontera “porosa”. La Primera línea de defensa no solo era la frontera, sino también la idea de la “frontera adelantada”. Que sea el mostrador de la aerolínea, el personal de control y seguridad y el de aduana de otro país soberano previo al embarque el que cumpla la primera parte de este procedimiento de lo que yo ambos hemos protocolizado, y el otro la primera instancia de fiscalización y cumplimiento, no solo en mercancías sino también en el control migratorio y sobre todo de perfiles de personalidad dudosas.
Desde allí aprendimos a sacarnos los zapatos, cinturones, no transportar líquidos en nuestras maletas y elementos personales. El mundo tras el atentado del 11-S no fue el mismo, allí se manifestó o se puso en escena un nuevo tipo de guerra, donde la amenaza no provenía de una unidad política o de un ejército claramente identificable.
A partir de allí los Estados Unidos de América declara la guerra global contra el terrorismo. Poco Tiempo después, comienzan los bombardeos a Afganistán, con la finalidad encontrar la estructura de Al Qaeda y las armas de destrucción masiva (ADM). Fue así como Estados Unidos en su estrategia de seguridad nacional, define hacer frente a potenciales amenazas de grupos terroristas o de “Estados canallas” (que albergan y dan cobertura a estas organizaciones) a través de ataques preventivos.” Bush entendió que los Estados Unidos desempeñaba un papel clave como gran potencia promotora y guardiana de la paz y la seguridad internacional en el concierto de las naciones y que tenía una responsabilidad ante Dios, el mundo y los ciudadanos estadounidenses. Años más tarde, el presidente Barack Obama no creía que la nación americana tuviera una misión única y especial como guardián de la paz mundial. En su opinión en un concierto de naciones, todos los Estados deben ser responsables en la tarea común de la prosecución y mantenimiento de la paz mundial.
“La administración Obama y muchos otros Gobiernos aceptaron que los gobiernos pueden usar la fuerza militar en contra de actores no estatales como Al Qaeda y el autodenominado Estado Islámico y que las leyes internacionales sobre la guerra, más que simplemente las leyes internas sobre terrorismo, pueden ser las normas apropiadas para aplicar. Muchos gobiernos ahora también coinciden en que un estado amenazado puede en ocasiones usar la fuerza militar contra a actores no estatales y de sospechosos de terrorismo en terceros países, sin la autorización de su gobierno en caso de que este país no tenga la voluntad o no pueda mitigar la amenaza”, escribió John Bellinger III Investigador Senior del Council of Foreign Relations (CFR).
Sin embargo, la utilización en esta lógica del recurso preventivo, como lo hizo Estados Unidos con el General Irani Qasem Soleimani líder de la fuerza de élite Quds de la Guardia Nacional Revolucionaria, destinada a disuadir futuros planes de ataques de Irán según el pentágono puso la tensión en una “zona gris” (un umbral por encima de la paz y debajo de la guerra). El temor a que un avión civil sea secuestrado se desvié de su ruta asignada para convertirse en “kamikaze” modificó los protocolos de derribe de acercarse un vuelo a una zona restringida, el operador de la batería antiaérea, considera a los códigos comerciales emitidos por el sistema de identificación como un potencial vuelo hostil si no se identifica a su requisitoria en un brevísimo tiempo, donde se procederá como si se tratara de un blanco hostil. El 11-S produjo una expansión de los vínculos con la comunidad de Inteligencia y organismos de seguridad en gran parte del mundo con una fuerte colaboración interagencias, pero a su vez causó un gran aumento de la “biopolítica” (control de los estados en la biografía de la gente). En este sentido, el equilibrio entre privacidad y seguridad nacional cambió de forma notable tras el 9/11, con la aprobación de la ley Patriota (octubre de 2001). Los funcionarios del gobierno norteamericano obtuvieron una nueva autoridad para vigilar posibles amenazas y de esta manera expandieron el poder del gobierno para realizar vigilancias masivas pero necesarias en un contexto que requería nuevas medidas en materia de seguridad.
A 22 años de uno de los hitos que colectivamente pensábamos que cambiarían al mundo, lo único certero es que vivimos en un tiempo de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad al que tenemos que adaptarnos, donde aún prevalece la falta de consenso en la comunidad internacional sobre una definición compartida sobre el terrorismo, pero donde queda claro que los tiempos apremian y esta amenaza transnacional se profundiza y requiere de un accionar conjunto y consensuado.
[1] Licenciado en comunicación digital (UTEL México. Periodista. Doctorando en Relaciones Internacionales (USAL). Profesor invitado de la USAL (2022-2023).