En este momento estás viendo Análisis de coyuntura N 48 – ¿Las ‘Nuevas Guerras’ en el siglo XXI?Una mirada a los conflictos contemporáneos

Análisis de coyuntura N 48 – ¿Las ‘Nuevas Guerras’ en el siglo XXI?Una mirada a los conflictos contemporáneos

AÑO 2024 / MES: AGOSTO / Nº 48

El Centro de Reflexión en Política Internacional fue creado en 1995 y tiene como objetivos principales: promover e impulsar una instancia de análisis, discusión y seguimiento de la política internacional argentina, analizada en sus diversas fases pasadas, presentes y futuras; y constituir un ámbito de capacitación, actualización y producción académica en Política Exterior Argentina.

Coordinador: Alejandro Simonoff,
Secretarios: Abril Bidondo, Sebastián Russo
Integrantes: Juan Gutauskas, Lucrecia Pasos, María Delicia Zurita, Matías Mendoza, Micaela Rognone, Pablo Bezus, Sebastián Schulz, Viviana Viublioment

Ver PDF aquí

sobre el CeRPI

¿Las ‘Nuevas Guerras’ en el siglo XXI?
Una mirada a los conflictos contemporáneos

Abril Bidondo (IRI-UNLP)[1]

La guerra ha sido un continuo en la historia de la humanidad, y como tal, ha ido experimentando cambios a la largo de la misma, definiéndose por diferentes características o elementos distintivos en las diversas etapas históricas.

El objetivo del presente escrito es problematizar las trasformaciones en el escenario más reciente de la guerra, para ello se utiliza como herramienta metodológica el concepto de Nuevas Guerras definido por Mary Kaldor (2001). A partir de dicha problematización la pregunta que motoriza el escrito plantea si las características de las Nuevas Guerras continúan siendo útiles para los escenarios conflictivos del siglo XXI. Para responder este interrogante se utilizan como estudio de caso los escenarios de conflicto desarrollados en Siria y Ucrania, para dar cuenta como ejemplos de las últimas guerras iniciadas a lo largo del globo y para permitir un abordaje inicial que pueda responder el interrogante.

Sobre el concepto de Nuevas Guerras

Como se ha sostenido, la guerra ha sido un fenómeno que ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes, desarrollando causas, objetivos y características particulares a lo largo de la historia. No es el objetivo aquí explicar la historia de la guerra y sus transformaciones a lo largo del tiempo, sino investigar sobre las transformaciones de la guerra en el mundo contemporáneo. ¿Cuándo y por qué comenzó esta última etapa de transformación? ¿Cuáles son sus características?

En las últimas décadas, muchos fueron los académicos que intentan teorizar al respecto, como Kaldor, Duffield, Hoeffler, Munkler, Holsti, Bauman, Shaw, [2] desde diversos enfoques, tanto sea de la seguridad, la economía, las relaciones internaciones o la ciencia política; coincidiendo que tras la caída de la Guerra Fría el fenómeno de la guerra y los conflictos armados han cambiado de características.  Siendo Mary Kaldor pionera en definir el concepto de Nuevas Guerras, define y caracteriza este nuevo escenario como propio de la década de 1990. Partiremos de su análisis.

La autora sostiene que desde este período se gesta un nuevo tipo de violencia armada, la cual define como Nuevas Guerras; Nuevas porque tienen una lógica de funcionamiento propias, diferentes a las ‘viejas’[3]; y Guerras porque subyace el carácter político en esta nueva forma de violencia (2001, p. 15).  Pero hay algo más profundo que desencadena esta transformación: el auge ilimitado de la globalización[4]. Entendido que “la intensificación de las interconexiones políticas, económicas, militares y culturales a escala mundial” (2001. P. 18), ocasionaros enormes y profundas transformaciones que llegaron a impactar en el fortalecimiento de nuevas formas de guerra, pero ¿cómo?

Respondiendo este interrogante, son muchas las aristas que abre o profundiza la globalización, pudiéndose identificar varios elementos: la revolución de las tecnologías y el impacto en la integración de las comunicaciones globales; la erosión de las fuerzas estatales (desarrollo de un Estado -internacionalizado- modificando muchas de sus funciones de origen); procesos de integración económica regionales (Unión Europa, NAFTA, APEC); aparición de conflictos de identidad (improntas nacionalistas o minorías independentistas); proliferación del crimen internacional organizado; identificación de problemáticas globales (el enemigo no es definido con claridad como en la Guerra Fría, ahora el enemigo es el cambio climático, el terrorismo, crimen organizado, narcotráfico, entre otros); presencia internacional en los conflictos (organismos internacionales, ejércitos extranjeros, periodistas); conflictos desencadenados por la ‘política de identidades’ (no persiguen objetivos geopolíticos o ideológicos); los métodos de combate (utilización del miedo y odio contra la propia población); actores del conflicto (no hay ejércitos nacionales sino un conglomerado de actores estatales y no estatales y nacionales y extranjeros); la economía globalizada (la forma de financiamiento de la guerra -la economía ilegal y la ayuda exterior). Esta es la coyuntura para analizar las transformaciones de los conflictos contemporáneos.

Para definir este nuevo esquema, la autora se centra en identificar y agrupar lo novedoso del concepto en cuatro tópicos: Actores; Objetivos; Métodos y Formas de financiación. ¿Cómo se caracterizan?

En cuanto a los actores, estos conflictos se caracterizan por ser libradas por “diversas combinaciones de redes de actores estatales y no estatales: fuerzas armadas regulares, contratistas de seguridad privados, mercenarios, yihadistas, señores de la guerra, paramilitares, etc. (Kaldor, 2013, p. 2). Esto representa la privatización de los conflictos con la presencia de mercenarios o empresas privadas de seguridad en retroceso de los ejércitos estatales y del monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado.

Aquí es interesante hacer una aclaración. La erosión de las fuerzas estatales se da tanto hacia arriba como hacia abajo; hacia arriba el Estado pierde poder frente a la transnacionalización, la estructuración de regímenes internacionales, regionalismos, entre otros. Pero también es un proceso de erosión hacia abajo cuando las fuerzas y acciones del Estado se ven comprometidas frente a las acciones de grupos minoritarios que disputan el monopolio del uso de la fuerza, o frente a actos de corrupción, de degradación de la legitimidad, la privatización de la violencia, entre otros. Por lo tanto, este es un ejemplo de cómo los nuevos actores participantes en los conflictos son un reflejo de los cambios acontecidos por las transformaciones en las estructurales globales, – globalización.

En cuanto a los objetivos o causas, Kaldor sostiene que las Nuevas guerras se libran en nombre de la identidad (étnica, religiosa o tribal). La política de identidad tiene una lógica diferente de la geopolítica o la ideología (de las viejas guerras), porque el objetivo es lograr el acceso al Estado para grupos particulares (que pueden ser tanto locales como transnacionales), en lugar de llevar a cabo políticas o programas particulares en beneficio del interés público más amplio (2013, p. 2). Este tipo de identidad es excluyente, se vincula a un tipo de estado o un proyecto particular, por lo tanto, también es reflejo del proceso desarrollado en el párrafo previo. Estos objetivos responden a actores minoritarios o a causas secesionistas que accionan en detrimento del Estado Nación vigente, ya sea para la construcción de un nuevo programa o no. Quizás lo más interesante es que la “política de identidad se construye a través de la guerra. Por tanto, la movilización política en torno a la identidad es el objetivo de la guerra y no un instrumento de guerra, como era el caso en las “viejas guerras”” (2013, p. 2).

Sobre los métodos y estrategias, las batallas dejan de ser el terreno de la guerra porque las nuevas formas de combatir tienen que ver con el control territorial a través del control político de la población, estrategias de desestabilización donde el miedo y el odio son la principal herramienta. El objetivo es “deshacerse (de) la población que tenga una identidad distinta, mediante diversos métodos como matanzas masivas, reasentamientos forzosos” (2001, p.23) o técnicas diversas de intimidación. Por ello lo novedoso radica en que el principal blanco de la violencia es la sociedad civil y no necesariamente blancos militares[5].  Aunque es válido aclarar que lo novedoso no es el blanco civil en si mismo, hecho ya transcurrido por ejemplo en las guerras mundiales aunque de naturaleza diferente, por la idea de ser un blanco que se debe destruir por ser ese ‘otro identitario’. Es por ello que estas nuevas formas de violencia ocasionan enormes crisis humanitarias y de refugiados.

Por último, con respecto a las formas de financiación de la violencia Kaldor explica que

mientras que las antiguas economías de guerra eran típicamente centralizadoras, autárquicas y movilizaban a la población, las nuevas guerras son parte de una economía abierta, globalizada y descentralizada en la que la participación es baja y los ingresos dependen de la violencia continua. En los estados débiles, los ingresos fiscales están cayendo y las nuevas formas de financiación privada predatoria incluyen el saqueo y el pillaje, la “imposición” de la ayuda humanitaria, el apoyo a la diáspora, el secuestro o el contrabando de petróleo, diamantes, drogas, personas, etc (2013, p. 3).

Esto expresa también el avance de la economía global sobre las tareas tradicionales del Estado, frente al retroceso, o en algunos casos colapsos, hay una destrucción de las estructuras de recaudación nacionales. Frente a esto, la ayuda del exterior pasa a tener un valor fundamental (tanto sea en dinero, bienes, o ayuda militar- de un Estado o de redes internacionales-), al igual que nuevas formas de recaudación como la economía ilegal (el tráfico de bienes, servicios personas, recursos naturales o militares). Esto refleja la transnacionalización de las rutas del dinero y la dificultad de delimitar un área de conflicto, ya que muchas veces los conflictos tienen un origen local pero que rápidamente toman dimensiones internacionales por los actores que se involucran (ya sea mediante ayuda económica o directamente identitaria).

Por lo tanto, hasta aquí, las Nuevas Guerras son producto de una coyuntura novedosa para la época, la posguerra Fría, marcada por la globalización y transnacionalización de la economía, sociedad, política y cultura, por ello la violencia también encuentra una forma novedosa de transformarse gracias a la interacción de la violencia, la guerra, el crimen y la violación sistemática de los Derechos Humanos, con las lógicas propias de la globalización de un diálogo permanente entre lo local-global, lo inter-intraestatal.

Ahora bien, ¿son las Nuevas Guerras producto de las características de su época, reflejo de un vacío de poder en la transición sistémica? ¿O son las Nuevas Guerras una característica constitutiva de esta nueva estructura global trasnacional? Buscaremos responder estos interrogantes a partir de analizar dos conflictos contemporáneos del Siglo XXI: Siria y Ucrania. Se estudian estos conflictos porque distan de desarrollarse en el origen temporal de las Nuevas Guerras, siendo producto de un orden internacional más definido.  Entonces, ¿son ejemplos de Nuevas Guerras?

El caso Sirio.

La guerra civil en Siria se desata en 2011, en el marco de un proceso regional denominado la Primavera Árabe. El conflicto se inicia cuando la población comenzó a protestar contra el régimen de Bashar Al Asad, quien los reprimió duramente. El conflicto ha ido escalando hasta lograr una dimensión internacional con la implicación de una multitud de actores en un territorio fragmentado.

El conflicto nace entonces de un problema civil, donde facciones internas se disputan el poder político, representativo y el monopolio del uso de la fuerza. Este conflicto entonces deja ver, en primer lugar, la erosión de la legitimidad estatal, donde ninguna fuerza logra imponerse sobre otra, donde el Estado ha perdido el monopolio del uso de la fuerza- o donde otros grupos minoritarios intentan discutirlo-, y el control soberano sobre su territorio y fronteras.  Las fuerzas del régimen se nuclean en las Fuerzas de Defensa Nacional, quienes se enfrentan en suelo sirio a otras milicias, provenientes de Líbano, Irán, Irak o Afganistán (como el Hezbolá libanés).

En cuanto a sus actores, este conflicto se resquebrajó en cuanto a la diversidad de actores del bando ‘rebelde’, por la cantidad de proyectos políticos, identitarios, nacionales y religiosos en el territorio. Por ello podemos mencionar al régimen sirio, dirigido por Assad, con el gobierno ubicado en Damasco (cuenta con el apoyo de Rusia, Irán, Turquía, Catar); las fuerzas kurdas bajo las milicias YPJ, concentradas en el norte (cuentan con el apoyo de Estados Unidos y países occidentales); sectores islámicos radicales como ISIS, que logró posicionamiento a lo largo del territorio (sufrió bombardeos por Estados Unidos, Francia y Reino Unido); y sectores islamistas no radicalizados. Los apoyos mencionados de todas formas deben ser matizados ya que presentan ambigüedades a lo largo del conflicto. 

Por lo tanto, el conflicto se identifica como un desestabilizador regional, en primer lugar, por ser un modelo ‘exitoso’ de enfrentamiento al poder para minorías o grupos identitarios, y por la cantidad de migrantes y refugiados que comienzan a dejar el país por el aumento de la violencia local.  Según datos proporcionados por Naciones Unidas, para fines de 2023, el conflicto dejó al menos 306,887 personas muertas, 6,8 millones de desplazados internos y 5,2 millones de refugiados sirios en países cercanos (siendo Turquía el mayor receptor) (Padinger, 2024).

Las estrategias del enfrentamiento se basan en la ocupación y combate por el control de los medios militares, o regiones comprometidas con recursos naturales o energéticos; cortes en rutas de suministros humanitarios (que tienen estrecha relación con las estrategias de difusión de miedo y odio entre la población local), bombardeos y ataque a civiles.

En cuanto al financiamiento, el gobierno de Damasco y las fuerzas kurdas cuentan con el apoyo financiero de las grandes potencias que se mencionaron en los párrafos anteriores, con financiamiento tanto económico como militar. Por otro lado, los grupos rebeldes cuentan con la presencia de grupos militares privados y se financian principalmente vendiendo petróleo de los yacimientos ocupados de contrabando a través de intermediarios, o de otras formas de la economía negra.

El caso ucraniano.

La guerra ruso ucraniana se inicia el día 24 de febrero de 2022 cuando las tropas rusas invaden ilegalmente suelo ucraniano. Aquí los actores identificados inicialmente son los ejércitos nacionales de la Federación Rusa y de Ucrania, que luchan por lo que podríamos decir en un primer momento, objetivos de las viejas guerras: territorios e ideologías. Pero ello no es tan simple.

El propio Putin, argumenta que la invasión a Ucrania se ejecutó en respuesta a el pedido de ayuda de los habitantes del Donbas, el mandatario sostuvo que se lleva a cabo por parte del gobierno de Kiev, un genocidio “que viven miles de personas allí, la única esperanza de ellos, es Rusia” “y para ello se debe desmilitarizar y desnazificar Ucrania” (Putin, 2022), por ello reconoce la independencia de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk en el Donbás. Además, otra causa de gran importancia es el avance de Occidente, con la incorporación de Ucrania a la OTAN, en las fronteras directas de Rusia.

Por lo tanto, en las causas de este conflicto, encontramos una problemática local, un grupo de nacionalistas separatistas en Ucrania, que discuten al Estado Nación un proyecto de identidad diferente y excluyente. Aquí encontramos entonces una disputa de legitimación y del monopolio del uso de la violencia al gobierno ucraniano. Una vez más se refleja el impacto de la globalización en procesos globales-locales, inter-intraestatal.

Rápidamente este conflicto se internacionalizó ya que las potencias occidentales como Estados Unidos, la Unión Europea y Japón salieron a la ayuda de su aliada Ucrania, mientras que otros estados comenzaron a acompañar al accionar ruso, como Irán, China, Bielorrusia, Corea del Norte, Venezuela y Cuba. Estas asistencias internacionales se ven reflejadas en apoyos económicos concretos, como pueden ser los pagos de Occidente a Ucrania o la forma de comerciar de ciertos países con Rusia en rublos, (debido a las sanciones implementadas por Occidente). Mientras otras son de tipo militar y logístico (armamento estadounidense y polaco enviado a Ucrania; drones iraníes y munición de artillería de Corea del Norte a Rusia (Quintanal, 2024)).

Para ambos bandos se reconoce la presencia de grupos paramilitares o mercenarios, en el ejercicio militar, por lo tanto, hay un trabajo de actores estatales y no estatales. Para el caso ruso, la presencia del grupo Wagner como empresa militar privada, y para el caso ucraniano la presencia de la Brigada Azov, milicia paramilitar. Por su parte, las estrategias de guerra son los ataques a civiles, daños a infraestructura militar y civil y de abastecimiento de recursos.

Según los datos proporcionados por ACNUR, hay un total de 6.5 millones de refugiados de Ucrania que han buscado protección en todo el mundo, y 3.7 millones de personas que siguen desplazadas forzosamente dentro del país (Médicos sin Fronteras, 24 de marzo de 2024).

Análisis comparado

El análisis de estos conflictos nos permite identificar dos grandes conclusiones. En primer lugar, la dimensión global, internacional o trasnacional de los conflictos generan las denominadas “emergencias complejas” evidenciando consecuencias precisas: las crisis humanitarias, sanitarias, hambrunas y violaciones sistemáticas de Derechos Humanos, ¿a dónde migran dichos desplazados? ¿cómo poder volver a reiniciar una vida por fuera de su país de origen? ¿quién garantiza dichas continuidades? Estas nuevas formas de violencia también necesitan de nuevas formas de acción de la comunidad internacional, nuevas respuestas colectivas que permitan escenarios de paz y reconstrucción frente a estas catástrofes de tipo humanitarias. 

En segundo lugar, dejan en evidencia lo que sostiene Fazio Vengoa (2003, p.31), “la dimensión de lo global, en estos casos, no opera ni como propósito ni como procedimiento deliberado ni se sustenta en una dimensión planetarizada. Son conflictos, cuyo radio de acción se amplifica a través de las resonancias que externalizan o que interiorizan”. Por ello, los teóricos mencionan que estas nuevas violencias son producto del escenario de la globalización porque hay una clara revinculación entre lo global – local y viceversa. 

Por ello, respondiendo a la pregunta que estructura el trabajo, luego de analizar bajo la metodología de las Nuevas Guerras los casos de Siria y Ucrania, se puede afirmar que las Nuevas Guerras son una característica constitutiva de esta nueva estructura global trasnacional. Porque los nuevos problemas de escala global se redefinen constantemente, donde el Estado Nación se transforma para hacer frente a estos nuevos escenarios, pero que frente a dicha transformación pierde poder de acción, donde lo trasnacional está en constante diálogo y disputa con lo local, donde aparecen escenarios de conflictos, (locales o regionales), pero que mientras los Estados o lo internacional aparece vinculado, como sostiene Kaldor, ya sea desde la presencia de organismos internacionales que buscan realizar ayuda humanitaria, desde las coberturas de periodistas de otros lugares o desde la intromisión de actores estatales y no estatales, que buscan optimizar sus propios intereses en el marco de una disputa.

Lamentablemente el hecho de sostener que las Nuevas Guerras son una característica constitutiva de esta nueva estructura global trasnacional, permite entender que estos conflictos se vuelvan estancos y de difícil solución cuando tantos actores participan, con intereses particulares. Es por ello que Kaldor sostiene que la guerra se volvió más bien una empresa violenta enmascarada en términos políticos y busca el llamado a la reflexión sobre el accionar que debe tener la comunidad internacional, un llamado a la problematización, coordinación y humanización del debate, para buscar soluciones posibles a estos escenarios que continúan desarrollándose desde hace más de dos décadas, y que van a continuar generándose a lo largo y ancho del mundo.

Referencias

Bados Nieto, V. y Duarn Cenit, M. (2015). Las “Nuevas Guerras”: una propuesta metodológica para su análisis. Revista UNISCI, n°38, mayo de 2015, pp. 9-33.

Fazio Vengoa, H. (2001). Globalización. Discursos, imaginarios y realidades. Ediciones Universidad de los Andes-Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales.

Fazio Vengoa, H. (2003). Globalización y guerra: una compleja relación. Revista de Estudios Sociales, n°16, pp. 42-56.

Kaldor, M. (2001). Las nuevas guerras. Violencia organizada en la era global. Tusquets Editores.

Kaldor, M. (2013). In Defence of New Wars. Stability, 2(1): 4, pp. 1-16, DOI: http://dx.doi.org/10.5334/sta.at

Médicos Sin Frontera (23 de febrero de 2024). Guerra en Ucrania: 3 datos importantes que tenés que saber.

Padinger, G. (15 de marzo de 2024). Siria, la guerra sin fin que cumple 13 años sin perspectivas de paz: ¿cómo se inició este conflicto? CNN Español.

Putin, V. (2022). Discurso emitido por cadena nacional el día 24 de febrero de 2022. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=ALMj_U-EI1s Quintanal, G. (3 de marzo de 2024). Nuevos actores emergen en la guerra de Ucrania, y Corea del Norte es uno de ellos. En The Conversation.


[1] Profesora en Historia por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (FAHCE-UNLP). Magister en Relaciones Internacionales (IRI-UNLP). Cosecretaria del CeRPI-IRI.

[2] Relevamiento realizado por Bados Nieto y Duran Cenit, 2015.

[3] Kaldor diferencia las Viejas Guerras de las Nuevas Guerras. Las Viejas Guerras las define como la visión idealizada de la guerra de la Europa del siglo XVIII al siglo XX, las cuales son libradas por Estados Nacionales, con Fuerzas Armadas uniformadas, ubicadas en campos de batalla, con el objetivo de consolidar un Estado, delimitando su espacio soberano. Se profesionalizan las Fuerzas Armadas, se eliminan actores individuales, se organiza el cobro y recaudación de impuestos, la eficiencia administrativa y la burocracia.  Siguen las normativas legales para prevenir las bajas civiles, y los aspectos formales de la guerra (declaración y armisticio), tienen que ver con objetivos de formación de identidad del Estado Nación y son promovidas por disputas territoriales o ideológicas (Kaldor, 2001).

[4] El concepto en cuestión comienza su proceso de crecimiento en la década de 1970 con la característica de ser una etapa de cambios tecnológicos, pero por sobre todo en el ámbito de las comunicaciones que cambiaron de forma radical a las sociedades del mundo. Ya en la década de 1980 se percibe que la globalización avanza hacia una caracterización más puramente económica relacionada a la nueva gestión empresarial en torno a la producción y el mercado internacional. Pero es con la caída de la Guerra Fría donde comienza a transitar una reestructuración profunda en lo que se conoce como ‘capitalismo trasnacional’, aquel que apela a una mayor flexibilización de gestión, descentralización e interconexión de empresas, un crecimiento de la competencia económica global y en el cual el estado va a ocupa un lugar como actor desregulador de los mercados. Aquí las finanzas se organizan en redes transfronterizas que hacen complejo el control y regulación por parte del estado y las instituciones (Fazio Vengoa, 2001), (Bidondo, 2024).

[5] Frente al debate académico en torno a la crítica del concepto “Nuevas”, Kaldor argumenta que el uso de la palabra nueva, no significa que sea original en cuanto no haya existido antes, sino lo que intenta expresar es que la violencia organizada y la empresa política criminal en torno a los escenarios de conflicto expresan una nueva relación de la violencia con la globalización, la tecnología, los actores trasnacionales. Por ello, la metodología de análisis para abordar estos conflictos debe ser nueva, porque la estructura de la guerra presenta características novedosas, (Kaldor, 2013).

Es importante resaltar esta aclaración para evitar caer en interpretaciones simplistas que sostienen que las características actuales no son ‘nuevas’ porque ya se realizaban previamente.