En este momento estás viendo <span class="hpt_headertitle">Hezbolá y la Guerra de Gaza</span>

Hezbolá y la Guerra de Gaza

Departamento de Medio Oriente

Artículos

Hezbolá y la Guerra de Gaza

Said Chaya[1]

El brutal ataque de Hamas contra civiles israelíes aquel “Sábado Negro” fue el hecho más relevante en la región de Medio Oriente en 2023. Esa coyuntura desató una desproporcionada respuesta israelí, que se cobró al menos cuarenta mil víctimas y destruyó prácticamente la totalidad de la infraestructura pública en la Franja de Gaza. Junto con ello, arrastró al gobierno del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu a la Corte Internacional de Justicia, donde, junto a su gobierno, fue acusado de genocidio. La guerra enfrentó a Israel con la ONU y sus agencias, que denunciaron la crítica situación humanitaria de los palestinos en Gaza. El peligro de una regionalización del conflicto fue y sigue siendo palpable, especialmente en la frontera israelo-libanesa y en la triple frontera con Siria, donde opera Hezbolá. El riesgo más relevante lo constituye la intervención de uno de los poderes regionales en la disputa: Irán.

En ese momento el diálogo árabe-israelí estaba en punto muerto. La última iniciativa había surgido del gobierno estadounidense a través de la propuesta “Paz para la Prosperidad”, en enero de 2020, que había sido rechazada de plano por los palestinos ya que, entre otras cosas, entregaba a Israel el control del valle del río Jordán y los asentamientos ilegales de colonos en La Ribera Occidental. El enfrentamiento parecía concentrado en Jerusalén. En abril de 2021, mayo de 2022 y abril de 2023 se habían producido importantes choques entre la población palestina y las fuerzas de seguridad israelíes en las proximidades del complejo de Al-Aqsa. Asimismo, la situación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) era compleja. El partido Fatah controlaba la ANP desde 2006, sin que mediaran elecciones desde entonces, y la Franja de Gaza se hallaba bajo el control de Hamas desde 2007, luego de que la ANP fuera expulsada de ese territorio. Entre ambas había una serie de conversaciones que, aunque eran positivas, aún no habían arrojado resultados concretos. El gobierno israelí también estaba atravesando un momento crítico, donde la falta de un liderazgo claro obligó a realizar repetidas convocatorias a elecciones. Se organizaron comicios legislativos en abril y septiembre de 2019, marzo de 2021, marzo de 2021 y noviembre de 2022. Tras esa última elección, Benjamin Netanyahu se apoyó en grupos de ultraderecha para lograr un nuevo período al frente del Poder Ejecutivo.

Asimismo, la situación interna en el Líbano se mostraba crítica. El impacto social del estallido económico de 2019 fue fatal: subió el desempleo, se triplicó la cantidad de pobres y más de cien mil jóvenes abandonaron el Líbano en busca de un futuro mejor. En ese contexto, los principales damnificados fueron el millón de refugiados sirios que vivían en el país en condiciones de enorme precariedad. También los efectos psicológicos de la explosión del puerto en 2020 causaron devastación en el país. La corrupción en el sistema político evitaba que la justicia realizara avances en las investigaciones sobre la detonación, que arrojó más de 200 víctimas fatales y pérdidas millonarias. En ambas circunstancias, Hezbolá mostró un perfil conservador, rechazando las críticas al gobierno del presidente Michel Aoun, mostrándose contrario a las movilizaciones populares y amenazando por televisión a los jueces de instrucción a cargo de la investigación de la explosión en la terminal portuaria. Sus militantes se enfrentaron violentamente en más de una ocasión a la población que protestaba en las calles. Este estado de movilización crítico con el poder político en general ponía a la agrupación en un lugar de debilidad. Las amenazas al statu quo eran percibidas como un peligro para las mayorías que había construido, tanto en el ámbito del Ejecutivo, como aliado del Movimiento Patriótico Libre, el partido del entonces presidente Michel Aoun, como del Legislativo, donde compartía bloque con el Movimiento Amal y otros aliados de bancadas más reducidas en la alianza “8 de Marzo”. Las elecciones legislativas de 2022 terminaron siendo un revés: aunque Hezbolá logró conservar sus bancas, sus principales aliados en la Cámara de Diputados habían reducido su presencia; además, la alianza con el presidente había comenzado a resquebrajarse.

Más allá de lo partidario, aquel año concluyó con una fuerte crisis institucional, la más grave registrada desde la salida de Siria en 2005. El primer ministro Najib Miqati fue invitado a formar un nuevo gobierno en junio, después de los comicios, pero nunca pudo obtener la confirmación definitiva de su gabinete por parte del presidente. Mientras tanto, la Cámara de Diputados no logró reunir las mayorías necesarias para elegir al sucesor de Aoun, que concluyó su mandato en octubre. La institucionalidad libanesa sobrevivió gracias a un acuerdo informal entre el primer ministro dimisionario-designado y el titular de la Legislatura y líder del Movimiento Amal, Nabih Berri.

El memorándum irano-saudita auspiciado por China, firmado en marzo de 2023 y que implicó el relanzamiento de las relaciones entre los gigantes del Golfo, fue una buena noticia para el Líbano. Sin embargo, la situación doméstica complicaba los alcances del acuerdo. Por un lado, la ruptura entre Hezbolá y el Movimiento Patriótico Libre era un secreto a voces, por lo que el alcance de la influencia iraní en la estructura parlamentaria que determinaba la elección se limitaba. Por otro lado, la relación entre Saad Hariri, el líder del Movimiento del Futuro, y su socio externo, Arabia Saudita, estaba rota desde 2021. Nuevamente, la capacidad de Riad de intervenir en el terreno era restringida.

Hacia el mes de junio emergieron dos candidatos presidenciales. Por un lado, el economista Jihad Azour, funcionario del Fondo Monetario Internacional y ministro de Economía durante el gobierno de Fouad Siniora, del Movimiento del Futuro. Azour obtuvo el apoyo del Movimiento Patriótico Libre, la Falange Libanesa, las Fuerzas Libanesas y el Partido Socialista Progresista, es decir, de la mayoría de los diputados cristianos y drusos. Por su parte, Hezbolá y Amal, que concentraban a la totalidad de los diputados chiítas, apoyaban la candidatura de Sleiman Frangieh, un político joven, aunque de gran experiencia parlamentaria y ministerial y excelentes vínculos con el gobierno de Bashar Al-Assad. Con el Movimiento del Futuro sin candidatos propios y Saad Hariri retirado de la política, la representación sunita se dispersó. En una sesión tensa, Azour obtuvo la mayoría de los votos, aunque insuficiente para consagrarse presidente. Más tarde, aludiendo que faltaban votos en la urna, Berri levantó la sesión. Desde entonces, la Cámara de Diputados no volvió a reunirse para elegir a un nuevo jefe de Estado.

El ataque del 7 de octubre y la catarata de eventos que le sucedieron complejizaron el escenario libanés, impidiendo un consenso regional que empuje un acuerdo doméstico que permita elegir a las autoridades del país. En ese contexto, Hezbolá quedó en una posición de vulnerabilidad. Por un lado, el Estado iraní, su stakeholder externo, más allá de su proximidad con Hamas, no tenía interés en involucrarse en una guerra a gran escala, formal y abierta, con Israel. Esto implicaba que Hezbolá debía evitar la expansión del alcance del conflicto a través de una escalada que lo volviera inmanejable. La compleja situación económica motivada por las sanciones, las reacciones contra el gobierno que habían emergido tras el asesinato de la joven Mahsa Amini y la presión china desalentaban la intervención activa de Teherán en el conflicto que se había desatado entre Netanyahu y Hamas. El ataque con misiles lanzado contra Israel el 13 de abril, como consecuencia del bombardeo de su embajada en Damasco, fue una suerte de gesto “teatral” llevado adelante para no ver lastimado su prestigio entre sus aliados regionales, pero estuvo lejos de una declaración de guerra. Por otro lado, la situación exigía una respuesta de Hezbolá, con Israel atacando sus objetivos militares, incluyendo un ataque con drones en la ciudad de Beirut el 2 de enero de 2024. Además, en el sur del país, donde concentra su influencia, la organización había perdido a más de 350 combatientes. Junto con ello, estaba su alianza con Hamas en Palestina. En resumen, tenía argumentos para involucrarse en el conflicto, aunque debía y aún hoy debe calcular la magnitud de la respuesta que podría recibir.

Hezbolá ha logrado sostener, por ahora, una guerra de baja intensidad contra Israel, aunque la situación es delicada y emergen, de continuo, posibilidades de regionalización del conflicto. Además, ha atado el cese de sus ataques a la posibilidad de un acuerdo entre israelíes y palestinos. En lo doméstico, aunque la población libanesa simpatice con las demandas de los palestinos y se manifieste en contra de los abusos que lleva adelante el Ejército israelí, está lejos de alentar una guerra en su propio territorio. Aunque conserve la fuerza de las armas, el margen institucional de Hezbolá para imponer su voluntad dentro de los mecanismos formales del poder político disminuyó, ahora que no cuenta con mayoría parlamentaria propia ni influencia en el Ejecutivo. Esto, al mismo tiempo, condiciona sus posibilidades para imponer a Sleiman Frangieh en la presidencia. En cambio, de persistir el conflicto, podría crecer en intención de voto el jefe del Ejército, Joseph Aoun, un candidato con gran margen de autonomía, equidistante de los grupos rivales y con preparación para enfrentar un conflicto armado.

El bombardeo aéreo israelí del 30 de julio de 2024 en Haret Hreik, una localidad en los suburbios de Beirut, que acabó con la vida de Fouad Shukr, uno de los referentes de Hezbolá, es un ejemplo más de la sombra constante de la regionalización que sobrevuela el conflicto. Por ahora, Hezbolá parece interesado en mantener el statu quo, aunque la presión hará que no pueda sostener esta posición por mucho tiempo más.

[1] Candidato a Doctor en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de Rosario). Secretario del Departamento de Medio Oriente (Universidad Nacional de La Plata). Coordinador del Núcleo de Estudios de Medio Oriente (Universidad Austral). Email: schaya@austral.edu.ar