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Liberalismo y Neoliberalismo: un breve repaso histórico

Departamento de Relaciones Económicas Internacionales

Estudios

Liberalismo y Neoliberalismo: un breve repaso histórico

Leila Mohanna[1]

Introducción

El sistema internacional se encuentra atravesando un periodo sumamente complejo, donde los cambios son vertiginosos tanto en el ámbito político como en la esfera económica. Muchos coinciden en la idea de un periodo de transición intersistémica, donde se puede observar claramente un proceso de polarización, no sólo entre Estados, en el marco de una competencia entre grandes potencias, sino también entre ideas y posturas opuestas en varias dimensiones. Una de ellas, es la dimensión económica, donde aparece la contradicción ortodoxia-keynesianismo, con nuevas denominaciones. La ortodoxia está asociada a las ideas liberales en la economía, conocidas también como librecambio, ortodoxia y, en su reformulación de fines del siglo XX, neoliberalismo.

En este artículo trataremos de explicar brevemente de qué se tratan estos conceptos que vuelven a estar presentes en las discusiones de política económica en la actualidad.

Liberalismo económico

Para poder entender algunos de los debates económicos de la actualidad, debemos profundizar en el entendimiento de algunos términos y su utilización en la ciencia económica.

El liberalismo económico reacciona a las ideas mercantilistas promovidas en el contexto de la expansión colonial de las potencias europeas. En el marco del siglo XV, la entrada de metales preciosos a la economía europea promovió la idea de que la riqueza estaba vinculada a la cantidad de oro y plata que una nación acumula. Esto se daba en virtud de las ventajas del comercio, es decir, exportando más que importando, y haciendo uso de las materias primas que se obtenían de las colonias. Por lo tanto, en función de esas ideas, para alcanzar la riqueza eran necesarias políticas proteccionistas. A partir de esa concepción, se promovía un estado intervencionista en pos de alcanzar ese objetivo.

A posterioridad de la escuela mercantilista, aparecieron los fisiócratas en Francia, de la mano de Francois Quesnay como uno de sus máximos exponentes. La fisiocracia, además de creer que la riqueza no está vinculada a la cantidad de metales preciosos en el tesoro de una nación, sino en lo que produce la naturaleza, sostenía que la mejor forma de organizar el proceso económico era basándose en la filosofía del laissez fair, es decir,dejar hacer, frase que resumía la idea de un Estado que no interviene en el sistema económico.

Ya con Smith se inaugura el periodo de los autores conocidos como clásicos en la economía. El liberalismo económico, o librecambio está asociado generalmente a las ideas de Adam Smith, conocido como padre de la economía desde la publicación de su libro “La Riqueza de las Naciones” a fines del siglo XVIII. No es casual que sus ideas calen hondo en el marco de sociedades que estaban atravesando profundos cambios. Por un lado, el proceso denominado Revolución Industrial, originado en Gran Bretaña, pero con perspectivas de expansión al resto de Europa. Por otro lado, la Revolución Francesa y la Revolución Americana, lo que algunos historiadores denominan revoluciones burguesas. Estas revoluciones trajeron cambios profundos en las estructuras políticas, sociales y económicas, y más aún, en el mundo de las ideas.

A Smith se lo asocia al tan mentado concepto de la “mano invisible”, aunque en su obra, no ocupa más que un pequeño párrafo. Se trata de una metáfora que representa la idea de que, para alcanzar un equilibrio en los mercados, es suficiente con que cada agente económico se guíe por su interés individual. Esto ha sido interpretado en la misma línea del concepto fisiócrata de laissez faire, laissez passer, remarcando que la ausencia del Estado en la economía es más beneficioso para el sistema económico, limitando su rol a controlar que se respete el derecho de propiedad privada, como veremos más adelante.

Keynes y el nacimiento de la macroeconomía

John Maynard Keynes, economista inglés muy influyente en la política británica, es considerado el padre de la macroeconomía, aunque “mucho más que construir una nueva rama de la economía bajo el nombre de macroeconomía (término que él no inventó ni usó), se propuso superar los alcances demasiado cortos del pensamiento económico clásico, reemplazándolo directamente por una nueva ciencia de la economía.” (Ferullo, 2024, pág. 24)

Su trabajo se identifica con la recuperación de la Gran Depresión de los años 30, pues sus ideas pregonaban lo contrario al lema del laissez faire, que se venía practicando hasta ese momento.

Sin embargo, su rol en la élite británica es destacado desde mucho antes. De hecho, previamente a su libro más famoso “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero”, había escrito “Las consecuencias económicas de la paz”, donde desarrolla una aguda crítica al Tratado de Versalles con el cual terminó la Primera Guerra Mundial (Keynes, 1997), dejando fuertes sanciones a Alemania, país que debía cubrir altísimas reparaciones de guerra con las consecuencias inflacionarias y políticas ya conocidas por todos.

Keynes había representado a Gran Bretaña en la Conferencia de París, pero también formó parte de la Conferencia de Bretton Woods celebrada a posterioridad de la Segunda Guerra Mundial. En esa ocasión, se destacó como representante británico, presentando una alternativa al plan White, para el establecimiento de lo que después se conoció como Fondo Monetario Internacional.

Keynes no fue escuchado en ninguna de esas dos ocasiones, sin embargo, sus consejos de política económica para la salida de la Gran Depresión fueron seguidos por varios gobiernos luego de erráticos intentos de dejar que el mercado se las arreglara por sí solo. Como plantea Ferullo:

“En un contexto histórico profundamente convulsionado, con problemas económicos que aparecían en una escala nunca antes vista en las economías modernas, el pensamiento económico tradicional se mostraba perplejo, sin respuestas mínimamente convincentes y sin capacidad de proponer remedios capaces de aliviar, en plazos razonables, los efectos prácticos más nocivos de la situación.” (Ferullo, 2024, pág. 19)

Desde la mirada de Keynes, la única forma de salir de la crisis era de la mano del Estado, un Estado que interviene en función de lograr la reactivación de la demanda y así, lograr el despegue de la economía. Sus consejos se llevaron a la práctica en varios países, por ejemplo, a través del New Deal de Roosevelt en Estados Unidos, y a partir de allí, la utilización de políticas económicas activas por parte de los estados se volvieron moneda corriente en el sistema capitalista.

Este modelo asociado al Estado de Bienestar, abrió una etapa conocida como Edad de Oro del capitalismo, ya que las economías occidentales crecieron entre la década del cincuenta hasta los años setenta, cuando el sistema comenzó a mostrar signos de agotamiento (Hobsbawm, 1995). Esto dio lugar a retomar las ideas del liberalismo, pero con ciertos matices. A continuación, explicamos los orígenes de esas reformulaciones.

Los orígenes del Neoliberalismo

El neoliberalismo es un nombre asignado a fines del siglo XX a una corriente de pensamiento esbozada desde la escuela austríaca. Esta escuela económica tiene como referentes originarios a Friedrich August Von Hayek y Ludwig Heinrich Von Misses, entre otros.

Desde la crisis de los años 30, prevalecían las ideas Keynesianas, es decir, la activa participación del Estado en el ámbito de la economía. A pesar de ser un modelo generalizado en todo el mundo, el austriaco Von Hayek publicó su libro Camino de servidumbre, en el que criticaba fuertemente ese tipo de políticas intervencionistas sobre las cuales se había gestado el modelo del Estado de Bienestar. Según sus ideas, es imposible la planificación centralizada de la economía, pues existe un “orden espontáneo”, que surge gracias al accionar individual.

Friedrich Von Hayek, a posterioridad de la Segunda Guerra Mundial, convocó a un grupo de 36 intelectuales, en su mayoría economistas, pero también filósofos e historiadores, a una reunión en Mont Pelerin, Suiza. Aquí nació la Sociedad de Mont Pelerin, que, según su propia descripción

“no tenía la intención de crear una ortodoxia, formar o alinearse con ningún partido o partidos políticos, ni realizar propaganda. Su único objetivo era facilitar el intercambio de ideas entre académicos con ideas afines con la esperanza de fortalecer los principios y la práctica de una sociedad libre y estudiar el funcionamiento, las virtudes y los defectos de los sistemas económicos orientados al mercado” (MPS, 2024).

Desde allí se sostuvo que el papel del Estado en un sistema capitalista debía ser limitado, pues la intervención estatal constituye una seria amenaza a los valores fundamentales de la civilización, en realidad, del sistema capitalista, el respeto a la propiedad privada y al mercado competitivo.

Sin embargo, para entender estas ideas tan extremas para defender el capitalismo, debemos contextualizarlas. El mundo de la segunda posguerra es el de un nuevo orden mundial, que se configuró como un sistema bipolar debido al enfrentamiento de dos modelos sociales, políticos y económicos totalmente antagónicos. Cuando Hayek y los académicos de Mont Pelerin señalan al Estado como un ente peligroso para la sociedad capitalista, están pensando en la economía centralizada del mundo socialista, enemiga del capitalismo. Ese temor al crecimiento del Estado, Hobsbawm lo grafica cuando plantea respecto al crecimiento económico en la posguerra “En los estados no comunistas la recuperación también representaba la superación del miedo a la revolución social y al avance comunista” (Hobsbawm, 1995, pág. 261).

Cualquier indicio de un Estado “grande” avivaba el temor a la expansión del comunismo, y es por ese motivo que Von Hayek se enfrentaba a las ideas de Keynes. Ambos exponentes del liberalismo tenían diferentes miradas sobre cómo salvar al sistema capitalista, y fueron las políticas que pregonaban un mayor rol del Estado las que tuvieron éxito en Occidente debido a los buenos resultados observados en “los años dorados”.

El agotamiento de un modelo

Sucesivos hechos llevaron a identificar la década del setenta como una década de crisis que marcó el fin de la “edad de oro” del capitalismo.

En primer lugar, 1971 fue el año en el que Richard Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar. Hasta ese momento, el sistema monetario internacional funcionaba en base a un acuerdo realizado en 1944 por Bretton Woods, cuando nacieron el FMI y el Banco Mundial. En esa ocasión se estableció que el único país que tendría la obligación de mantener reservas en oro para respaldar su emisión monetaria sería Estados Unidos, quien estaría obligado a convertir los dólares en oro en cualquier momento. El resto de los países, podrían mantener sus reservas en dólares.

Este sistema monetario de paridades fijas, funcionó bien mientras se mantenía la confianza en los compromisos asumidos. Sin embargo, en los años 60, Estados Unidos aumentó fuertemente su nivel de gasto público, especialmente en el área de la defensa debido a la guerra fría con la URSS y, específicamente, a la guerra de Vietnam. La confianza en que Estados Unidos tuviera respaldo en oro para su emisión monetaria fue puesta en tela de juicio, y se hizo tan evidente, que el sistema de convertibilidad no pudo sostenerse más, por lo que Nixon en esa famosa declaración, puso en claro un hecho que ya estaba a la vista de todos.

Otro momento destacado de la década fue la crisis del petróleo, que tuvo dos episodios: uno en 1973 y otro en 1979. La Guerra de Yom Kippur entre Israel y los países árabes provocó la reacción de la OPEP, que decidió restringir el suministro de petróleo a los países occidentales debido a su apoyo a Israel. De esta manera, el precio del petróleo se disparó, provocando por primera vez el fenómeno conocido como estanflación, es decir, se abrió una época de inflación, pero con estancamiento económico.

De esta manera, con la llegada de la crisis del modelo económico nacido en la posguerra, el neoliberalismo amplió sus adeptos. El agotamiento del sistema del Estado de Bienestar les dará protagonismo a nuevos líderes con fuertes críticas a la intervención estatal, pues el Estado gastador y deficitario fue indicado como el culpable de los males de la época.

A partir de estas ideas, se entendió que la solución debía encaminarse a partir de la limitación del rol del Estado. En este contexto, adquiere importancia la obra de Milton Friedman, quien, en su libro “Capitalismo y libertad” sostenía que las funciones básicas del Estado son: proporcionar un medio para modificar reglas, mediar en las diferencias que surjan sobre el significado de esas reglas y, por último, hacerlas cumplir. Y, a continuación, aclara: “La necesidad de un Estado surge porque la libertad absoluta es imposible. Por muy atractiva que pueda ser la anarquía como filosofía, no es factible en un mundo de hombres imperfectos”. (Friedman, 2002, pág. 63) 

En 1979 asumió Margaret Thatcher como primera ministra en Gran Bretaña de la mano de los conservadores. La “dama de hierro” fue una precursora en girar el timón de la economía hacia el neoliberalismo. Su gobierno se destacó por la desregulación de la economía y las privatizaciones de empresas estatales. Por otro lado, en 1980 llegó a Estados Unidos la “revolución neoconservadora”, de la mano de la presidencia de Ronald Reagan, quien, entre sus frases de campaña, planteaba un discurso contra la burocracia estatal y el “exceso de intervencionismo gubernamental”, pues, en sus palabras, “el estado no es la solución a nuestros problemas. El estado es el mayor problema” (Falla Carrillo, 2024).

La década del 90

Las ideas neoliberales se expandieron aún más con el fin del sistema bipolar, pues la desaparición de la URSS traía aparejado un nuevo espíritu de época, vinculado a los ideales de Occidente, liderado por Estados Unidos, el único hegemón en pie después de la guerra fría. El mundo parecía configurarse bajo un orden unipolar, que después se pondrá en juego con el surgimiento de nuevas circunstancias y nuevos competidores en el tablero internacional.

Estados Unidos, en el marco del objetivo de ampliar su frontera hegemónica, se dedicó a expandir las ideas de libre mercado en conjunción con el modelo democrático, no solo sobre el área de influencia otrora soviético, sino también en su “patio trasero”, es decir, América Latina.

Varios países de la región, persuadidos de poder reorientar el rumbo de sus economías, en muchos casos empobrecidas y endeudadas, se adhirieron a esa línea de pensamiento económico, en la búsqueda de la afluencia de capitales que vendría a salvarlas.

En 1989, el economista John Williamson convocó a economistas, directores de bancos centrales, representantes de organismos multilaterales de crédito, y políticos destacados, a una reunión en Washington para encontrar soluciones a las economías en crisis de los países en desarrollo o subdesarrollados. De allí salió un documento conocido como “Consenso de Washington”, que contenía un listado de diez medidas de corte neoliberal.

Gran parte de la dirigencia latinoamericana aplicó el paquete de reformas económicas con el respaldo de las instituciones financieras internacionales (FMI, BM), lo cual facilitó el acceso al crédito para estos países, siempre y cuando cumplieran con las condicionalidades impuestas por dichos organismos.

Cabe destacar que, en general, se observó una notable disminución de la inflación y del déficit presupuestario, así como de la deuda pública. Al mismo tiempo se llevó adelante una política de liberalización comercial que terminó en muchas ocasiones, con la integración de bloques económicos tales como el Mercosur. Además, se incentivó fuertemente la inversión extranjera directa, a la par de un proceso de privatizaciones de empresas estatales: bancos, empresas eléctricas, petroleras, telecomunicaciones, redes viales, servicios de agua, gas, etc.

Sin embargo, la cara adversa de esta nueva orientación económica fueron el  desempleo, la pobreza y la desigualdad en la distribución de la riqueza. Uno de los críticos más destacados y conocidos del Consenso de Washington es el economista, premio Nobel, Joseph E. Stiglitz, ex funcionario del Banco Mundial, que señaló: “El Consenso falló al no comprender las estructuras económicas de los países en desarrollo, al concentrarse en un conjunto de objetivos demasiado estrecho y en un conjunto de instrumentos demasiado limitado” (Stiglitz, 2005).

Stiglitz identifica al neoliberalismo como fundamentalismo de mercado, y considera que la apertura económica expuso a los países a la volatilidad de los mercados internacionales de capitales, lo cual tuvo consecuencias sumamente negativas durante las crisis financieras globales de México, el Sudeste Asiático y Rusia. Ante esas evidencias, el economista afirmó que:

Los defensores del Consenso de Washington sucesivamente trataron de cambiar la receta, proponiendo distintas versiones de un Consenso de Washington-ex post, siempre podían encontrar alguna falla y agregar algo a la lista cada vez más extensa de cosas que debían hacer los países (Stiglitz, 2005).

Conclusiones

Este resumido repaso histórico, nos enseña la aplicación pendular de distintos modelos económicos ante el agotamiento de unos y otros. Las ideas retornan con reformulaciones, pero manteniendo ciertas bases que permanecen.

El mundo actual muestra -como signo preocupante para algunos- el crecimiento de fuerzas políticas de derecha, muchas de las cuales esbozan planes económicos cercanos a las ideas neoliberales, por lo menos en lo que respecta a la presencia estatal en la economía. Otras, defienden un nacionalismo económico, difícil de amalgamar con las ideas liberales.

Circunstancias como estas, llevan a plantear de nuevo debates en torno al rol del estado, derechas e izquierdas, ortodoxia y heterodoxia, liberalismo versus modelos de mayor presencia estatal, entre otros. Es por ello que resulta necesario retomar el análisis y la comprensión de estos conceptos, para lo cual este ensayo no constituye más que una muy pequeña introducción.

En ese sentido, se buscó esbozar resumidamente los orígenes y evolución de las ideas liberales y los giros que en el sistema internacional llevaron a su aplicación práctica. Queda para otros trabajos la profundización de otros conceptos en la búsqueda de contribuir al entendimiento de los debates descritos en el párrafo anterior.

Bibliografía

Falla Carrillo, R. L. (05 de Marzo de 2024). Ronald Reagan y la revolución neoconservadora. A los 20 años de su muerte. Disponible en https://rpp.pe/columnistas/ricardoleninalfredofallacarrillo/ronald-reagan-y-la-revolucion-neoconservadora-a-los-20-anos-de-su-muerte-noticia-1538760

Ferullo, H. D. (2024). Lecciones preliminares de macroeconomia. Tensiones cuidadosamente silenciadas. San Miguel de Tucumán: EDUNT.

Friedman, M. (2002). Capitalismo y Libertad. ebook: Ediciones Deusto.

Hobsbawm, E. (1995). Historia del Siglo XX. 1914-1991. Barcelona: Crítica.

Keynes, J. M. (1997). Las Consecuencias Economicas de la Paz. Barcelona: Ediciones Folio.

Stiglitz, J. E. (Agosto de 2005). El consenso post-consenso de Washington. Recuperado el 04 de Mayo de 2010, de https://www.iade.org.ar/noticias/el-consenso-post-consenso-de-washington-joseph-e-stiglitz


[1] Licenciada en Economía, secretaría del Departamento de Relaciones Económicas Internacionales (IRI-UNLP). Profesora Adjunta de Economía Internacional, Universidad San Pablo-Tucumán; Profesora a cargo Introducción a las Relaciones Internacionales, Lic en Ciencias Políticas, UNSTA; Profesora a cargo Relaciones Internacionales, Lic en Comunicación Social, UNSTA; JTP Principios de Economía II, Facultad Ciencias Económicas, UNT.