Departamento de Medio Oriente
Artículos
Turquía frente al conflicto en Siria: racconto de su posicionamiento y del devenir del vínculo bilateral durante los últimos doce meses
Lucía Miravelli[1]
El presente escrito propone realizar un breve repaso por la posición de Turquía frente al conflicto sirio, para luego proceder a analizar al devenir del vínculo entre Ankara y Damasco durante los últimos doce meses, ello con vistas a exponer los cambios de orientación adoptados por el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan frente a la conflictividad latente en el país vecino.
Para comenzar a hablar de la postura de Turquía, es menester situarnos en el año 2011 cuando comenzaron las protestas en Siria, enmarcadas en las revueltas pro-democráticas que se extendieron por el Mundo Árabe desde 2010, y que acabaron con los regímenes dictatoriales de Ben Ali en Túnez, Gadafi en Libia, Mubarak en Egipto y Al Saleh en Yemen. En este marco, el gobierno sirio de Bashar al-Assad respondió a las demandas de su pueblo con represión, al tiempo que implementó una serie de reformas cosméticas, que no lograron calmar los ánimos de una población ya ávida de un cambio revolucionario. La falta de respuesta a los reclamos del pueblo favoreció el desencadenamiento de una guerra civil.
Ante esta situación, en un primer momento, el gobierno de Erdoğan amparó al régimen de al-Assad, al tiempo que le solicitó la implementación de reformas democráticas. De hecho, Turquía intentó erigirse como mediadora entre el gobierno y la oposición, buscando así consolidar su influencia regional, en el marco de una política exterior sustentada en el soft-power[2] y la búsqueda de proyección externa. No obstante, la escalada de violencia en el vecino país colocó a Erdoğan en una situación incómoda, obligándolo a adoptar una postura más contundente.
Frente el rechazo a cualquier posibilidad de conciliación y apertura democrática, y ante el incremento de la violencia que llevó al desplazamiento de miles de sirios hacia la frontera, el Ejecutivo turco pasó a exigir la salida de al-Assad y comenzó a prestar apoyo político-diplomático, pero también militar a la oposición.
Vale señalar también que el gobierno de Erdoğan impuso una serie de sanciones bilaterales, destacándose el embargo de armas a Damasco y una restricción de sus contratos económicos conjuntos (Ghotme, Garzón y Cifuentes, 2015) así como el cierre de su embajada en la capital en marzo de 2012.
Ahora bien, como correlato del conflicto en Siria, Turquía tendría que lidiar no solo con el constante flujo de refugiados y la ruptura de los lazos económicos con Siria, sino también con el resurgimiento de la cuestión kurda. De hecho, el conflicto en el país contiguo reavivó la actividad armada del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK por sus siglas en turco), considerado por el gobierno como una organización terrorista (Isaac, 2016). En este sentido, una de las prioridades del gobierno de Erdoğan ha sido evitar el separatismo kurdo. Un temor que fue in crescendo tras el éxito logrado por las Fuerzas Democráticas Sirias –FDS- (milicias lideradas por las Unidades de Protección Popular o YPG, con filiación directa al PKK) en la batalla de Kobane, en el marco de la lucha contra el grupo terrorista EI.
La falta de apoyo del ejército turco a los kurdos en Siria y una serie de atentados perpetrados por el EI en las zonas donde reside la minoría kurda en Turquía, profundizaron las distancias entre el gobierno de Erdoğan. En este marco el gobierno de Erdoğan decidió unirse a la coalición internacional contra el EI, no sólo ya para luchar contra éste sino también para evitar el avance de los kurdos en Siria. De esta manera, Turquía comienza a implicarse activamente en el conflicto, llegando, incluso, a un acuerdo con Estados Unidos para abrir su base de Incirlik a los aviones de la coalición que luchaban contra el EI en Siria, dejando de lado su orientación hacia el soft-power y redoblando sus esfuerzos en favor de la salida de al-Assad.
La adopción de esta postura por parte de Ankara -a favor del cambio de régimen, acogiendo y aprovisionando a los opositores rebeldes, así como también participando ya más directamente en el conflicto- trajo aparejado consecuencias. En el plano externo, las acciones de Turquía en el conflicto sirio fueron duramente criticadas. Ello pues, pese a sumarse a la coalición contra el EI, adoptó una postura “favorable” a dicha organización en Siria, al no acompañar la lucha kurda. Ello sumado a la respuesta del gobierno turco frente al intento de golpe de Estado que tomó lugar en 2016, conllevó un alejamiento de Turquía de las potencias occidentales.
Esto, sumado al deterioro de las relaciones con Rusia e Irán, principales aliados del régimen de al-Assad, derivó en un aislamiento que obligó a Erdoğan a repensar su postura. En palabras de González Levaggi (2020): “Ankara modificó sus intereses en el conflicto sirio reemplazando la ambición de colaborar en la caída de al Assad por objetivos más realistas vinculados a hacer frente a la problemática de seguridad fronteriza”.
De esta manera, es posible constatar nuevamente un cambio en la postura turca, dejando de lado, así, sus intentos por destituir a Bashar al-Assad, para centrar sus esfuerzos en combatir e impedir la formación de una entidad kurda. Esta nueva postura llevará a la flexibilización de las relaciones con el mandatario sirio, abriéndose una ventana de diálogo, que incluirá, al mismo tiempo, a Rusia e Irán.
Habiendo realizado este racconto del posicionamiento de Turquía frente al conflicto en Siria, es importante señalar que, en los últimos meses, las tensiones entre ambos países se mantienen latentes. Al respecto, si bien conflictos como el de Rusia-Ucrania e Israel-Hamas han concitado la atención internacional, no es menos cierto que Siria se mantiene inmersa en una crisis interna sin precedentes, y que Turquía sigue teniendo en la mira a los territorios controlados por las fuerzas kurdas que lindan con su frontera.
De hecho, desde 2016 –y a través de distintas operaciones militares[3]– Turquía viene avanzando en su propósito de consolidar una zona tapón en su frontera, para preservar su seguridad interna y revertir, así, el avance kurdo. Gracias a las mismas, ha logrado controlar una franja extensa de territorio a lo largo de diversas provincias (Afrin, Jarabulus y Al-Bab en Alepo, Ras al-Ain en Al-Hasakah y Tel Abyad en Raqqa).
Pese a las advertencias provenientes del régimen sirio (así como de sus aliados de la OTAN) entre fines de diciembre de 2023 y principios de enero de 2024, el gobierno de Erdoğan ha atacado –nuevamente- el noroeste de Siria y norte de Irak, en represalia por la muerte de más de 20 soldados turcos y ataques a sus bases militares a uno y otro lado de la frontera. Según lo informó el Ministro de Seguridad turco, los ataques aéreos “tuvieron como objetivo 29 lugares, incluyendo cuevas, búnkeres, refugios e instalaciones petroleras pertenecientes al ilegalizado PKK y las YPG” (Al Jazeera, 2024), al tiempo que, en el plano interno, el gobierno comenzó una campaña de detenciones masivas en diversas provincias turcas que tuvo por objetivo apresar a personas sospechadas de tener vínculos con grupos kurdos.
La adopción de esta postura defensiva no ha logrado opacar, sin embargo, los intentos de acercamiento entre ambos países. Así, con el objetivo de abordar la conflictiva situación en Siria, en diciembre de 2022, y después de casi once años de contactos interrumpidos, tuvo lugar un primer encuentro entre los Ministros de Defensa de Turquía y Siria, que contó con la participación de su homólogo ruso, así como de los respectivos jefes de los Servicios de Inteligencia de los tres países. Un segundo encuentro del mismo tinte se dio en abril de 2023, al que se sumó Irán.
Mayor expectativa aún generó la reunión a nivel de cancilleres que tuvo lugar un mes después, el 10 de mayo de 2023, en Moscú. Allí, con Rusia como mediador, los ministros de Asuntos Exteriores de Siria (Faisal Mektad) y Turquía (Mevlüt Çavusoglu) acordaron la creación de una hoja de ruta con vistas a normalizar las relaciones entre ambos Estados.
No obstante, y pese a que tanto Erdoğan como al-Assad han manifestado el deseo de retomar sus vínculos, el presidente sirio ha supeditado un posible encuentro presencial al retiro de las fuerzas turcas apostadas en el norte de su territorio. Lo que resulta una cuestión central para poder recuperar el control total del mismo en el marco de la inestabilidad presente en el país.
Para el presidente turco, la normalización de las relaciones con Siria es una cuestión necesaria dado que ello habilitaría comenzar a negociar el retorno de los refugiados sirios, hecho de vital trascendencia, en tanto Turquía acoge actualmente más de 3,5 millones de sirios. Además del peso económico que esto representa para el país, a nivel social el rechazo hacia los refugiados es cada vez mayor, en tanto estos son acusados de “robar” los puestos de trabajos de los nacionales turcos y provocar la inusitada inflación, registrándose episodios de suma violencia.
Sin ir más lejos, el pasado mes de julio, el gobierno de Ankara debió cerrar sus principales cruces fronterizos con Damasco luego de varios incidentes, los cuales tuvieron inicio en la localidad de Kayseri[4], para extenderse pronto a otros puntos del país, entre ellos las provincias de Hatay, Gaziantep, Konya y Bursa (Hurtado, 2024). Esto culminó con la detención de más de 400 personas acusadas de atacar a las comunidades sirias y, al menos, cuatro muertos en el distrito fronterizo de Afrín.
En paralelo, Erdoğan reafirmó su voluntad de acercamiento hacia al-Assad. El reciente anuncio (14/07) del fin de las operaciones militares en Siria e Irak contra miembros del PKK parece un gesto encaminado a ello. Sin embargo, el primer mandatario prometió no abandonar a los grupos opositores sirios en su camino hacia la reconciliación con Siria. Así lo sostuvo el nuevo ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan: “No cambiamos nuestra posición respecto a la oposición. La libre decisión de la oposición siria es fundamental. Pero podemos jugar un papel constructivo. No los abandonaremos a medio camino” (Infobae, 2024).
Para concluir, resta por ver cómo se las apañará Turquía para seguir garantizando la seguridad de sus fronteras sin profundizar las diferencias con Damasco, sobre todo después de que los kurdos sirios asentados en la frontera proclamaran sus intenciones de celebrar elecciones municipales.
Bibliografía
Al Jazeera (2024, 13 enero). Turkey launches air attacks against Kurdish rebels in Iraq and Syria. https://www.aljazeera.com/news/2024/1/13/turkey-launches-airstrikes-against-kurdish-rebels-in-iraq-and-syria
Ghotme, R. A., Garzón, I. V., y Cifuentes, P. A. (2015). Las relaciones internacionales de la guerra civil siria a partir de un enfoque regional: hegemonía y equilibrio en Medio Oriente. Estudios Políticos (46), 13-32.
González Levaggi, A. (2020). Política Exterior de Turquía en la Guerra Civil Siria: la crisis de Idlib. Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (155), 1- 17.
Hurtado, J. (2024, 3 julio). Turquía cierra sus fronteras con Siria tras oleada de violencia contra refugiados sirios. France 24. https://www.france24.com/es/medio-oriente/20240702-turqu%C3%ADa-cierra-sus-fronteras-con-siria-tras-oleada-de-violencia-contra-refugiados-sirios
Infobae. (2024, 14 julio). Turquía promete «no abandonar» a la oposición siria al negociar reconciliación con Damasco. https://www.infobae.com/america/agencias/2024/07/14/turquia-promete-no-abandonar-a-la-oposicion-siria-al-negociar-reconciliacion-con-damasco/
Isaac, N. (2016). Turquía en Medio Oriente: Los límites a su posicionamiento como potencia central. Voces en el Fenix (56), 146-153.
[1] Integrante del Departamento de Medio Oriente (IRI-UNLP).
[2] Siguiendo a Nahir Isaac (2016), la Política Exterior de Turquía durante los primeros años de gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP por sus siglas en turco) estuvo sustentada en la Doctrina de Profundidad Estratégica diseñada por el entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Ahmet Davutoglu, y se basaba en los siguientes principios: cero problemas con los vecinos; balance entre seguridad y libertad; diplomacia proactiva y preventiva de paz; política exterior multidimensional; diplomacia rítmica y el mencionado soft-power.
[3] Escudo del “Éufrates” (2016); Operación “Rama de Olivo” (2018); Operación “Fuente de Paz” (2019), Operación “Garra de Tigre” (esta última en suelo iraquí, 2020).
[4] Allí, propiedades, vehículos y negocios de sirios fueron vandalizados e incendiados tras las acusaciones de abuso sexual contra un hombre sirio hacia una menor.