La violencia no cesa en Siria. El objeto de persecución es la minoría alauita que habita fundamentalmente en la costa del país, en las provincias de Tartus, Latakia, Banias y Yableh.
Para entender esta nueva ola de violencia, es necesario conocer quiénes son los alauitas. Se trata de una rama del Islam, cercana al shiismo; podríamos decir, contenida en él. Cabe señalar que el Islam presenta dos grandes vertientes; los shiitas y los sunnitas. La comunidad alauí, por ser una vertiente del shiismo, es seguidora de Ali (de allí deriva su nombre shiat Ali), primo del Profeta del Islam – Muhammad-, y de sus descendientes.
Por otro lado, el grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS), así como todos los grupos que desplegaron la violencia terrorista desde 2011 en Siria, tales como el frente Al Nusra, y el propio ISIS, pertenecen a una vertiente extremista y deformada de la religión islámica, en cualquiera de sus vertientes. Recordemos que ISIS (o Daesh por sus siglas en árabe), buscaba instaurar un gobierno sobre el territorio que abarcaba a Siria e Irak, bajo la forma de gobierno de un “califato”. En las regiones en las que llegaron a tomar el poder aniquilaron y persiguieron a todos aquellos “diferentes”, tanto fieles como no del Islam. Cualquiera que no aceptase sus preceptos y formas tergiversadas de interpretación de los textos sagrados era exterminado, eso incluía alauitas, cristianos, drusos, y sunnitas que no comulgaban con sus ideas.
Cuando en diciembre del 2024 llegó el HTS al poder en Siria se abrió un periodo de incertidumbre que trató de ser disipada a través de una narrativa del gobierno -apoyada por la comunidad internacional-, acerca de las intenciones de dejar atrás las divisiones y formar un gobierno con la participación de todos los sectores de la sociedad siria. Tal como señalé en la opinión publicada por el IRI vertida en ocasión de la caída de Bashar Al Asad, oportunidad en la que señalé un detalle que pasó desapercibido: “el primer discurso de Abu Muhammad Al Jawlani, que hoy dice llamarse Ahmed al Sharaa, se realizó en la histórica Mezquita de los Omeyas, situada en el centro de la ciudad vieja de Damasco. Todo un símbolo vinculado al poderío del califato omeya que persiguió -hasta la muerte en algunos casos- a los descendientes del Profeta Muhammad, que hoy constituyen la escuela Shiita del islam.” (Mohanna, 2024). Esta señal contradecía los discursos de unidad nacional y pacificación, y prendió las alertas acerca de posibles enfrentamientos con las minorías.
En el caso específico de la comunidad alauita, se agrava la persecución por la vinculación inmediata que se hace entre la familia Asad y su comunidad, a pesar de que el gobierno anterior estaba integrado por alauitas, sunnitas, cristianos y drusos, entre otros.
En los últimos días han circulado en las redes sociales violentísimas imágenes de asesinatos a sangre fría en los pueblos de la costa siria, habitados mayormente por alauitas. Los videos son contundentes, y más aún lo son los testimonios de personas que viven en la región y dicen haber atravesado momentos de alta tensión, salvándose de la muerte por muy poco. Quienes alzan sus voces denuncian vivir atemorizados, a la espera de una posible calma que llegue de la mano del accionar de algún organismo internacional o alguna potencia que levante la voz para frenar esta masacre. Las ciudades hoy son ciudades fantasmas, donde el miedo circula a alta velocidad.
¿Quiénes son los atacantes? Brigadas armadas, grupos paramilitares y, en algunos casos, las propias fuerzas de seguridad del gobierno actual. Cabe destacar que la comunidad alauita ya había sido echada de sus puestos de trabajo en la administración pública, y los militares (no solo los de alto rango) dados de baja y despojados de sus casas y de sus ingresos, incluidos aquellos que ya gozaban de una jubilación; todo en el marco de una reestructuración del Estado, que si bien era necesaria, fue específicamente en detrimento de esta minoría.
Algunas confusas versiones periodísticas hablan de la existencia de fuerzas rebeldes ligadas a Asad, y optan por hablar de enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del nuevo gobierno. Sin embargo, las imágenes muestras asesinatos a sangre fría, sin ningun tipo de resistencia armada.
La situación es penosa y alarmante. Es urgente frenar la violencia en la costa siria. Mientras tanto se ha convocado a una reunión del Consejo de Seguridad para tratar el tema. Ahora resta que el gobierno de facto de Siria demuestre si realmente busca un gobierno de unidad que refleje la diversidad y convivencia pacífica características del pueblo sirio hasta el año 2011.
Leila Mohanna
Integrante
Departamento de Medio Oriente
IRI-UNLP