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Israel… ¿dos pueblos?

La realidad israelí hoy provoca múltiples interrogantes que pretenden explicar tanto su agitada historia como redefinir los probables futuros.

La identidad de nuestro país y cultura y su probable devenir en un conflictivo contexto regional son reiterados temas en los medios y en la pública opinión.

Algunos merecen amplia atención y otros – no menos importantes – se consideran prescindibles y marginales con el fin de preservar una conveniente y convenida unidad nacional.

Sin embargo, la presente realidad israelí apenas admite este escenario.

Desde sus primeros pasos como país independiente, Israel debió lidiar con un sector religioso que muy poco aportó a la colonización, a su defensa y a su reconocimiento internacional.

Al nacer el Estado, los gobiernos y la jerarquía rabínica pactaron términos de una coexistencia que acordó – entre múltiples temas – que jóvenes formados por la ortodoxia rabínica ofrecerán servicio obligatorio – al igual que otros- en la fuerza militar del país y que sólo 400 de ellos serán anualmente liberados del mismo.

Dicho acuerdo jamás fue respetado.

El resultado: la juventud ortodoxa – y en general los sectores religiosos que hoy componen casi el 20 por ciento de la población – tiene un rol muy poco activo en las fuerzas defensivas del país.

Sin embargo, tal circunstancia no les impide, desde entonces, formar parte de las coaliciones gubernamentales y, por esta vía, asegurar la recepción de múltiples y amplios beneficios.

Ciertamente, no pocos jóvenes religiosos se permiten a menudo conductas como ver televisión cuando visitan parientes liberales o desprenderse de algún signo externo distintivo para gozar con alguna película o recorrer calles comerciales.

Pero al cabo deben respetar las decisiones familiares que incluyen a menudo la elección de pareja y la ubicación del hogar.

En estas circunstancias el servicio militar obligatorio implica, para amplios sectores de la juventud israelí, la postergación de estudios académicos y de la inserción laboral.

Uno de los resultados: la probable reducción de la creatividad científica que de ordinario se manifiesta en la temprana adolescencia.

Esta situación, al día de hoy, tiene una lamentable y multiplicada presencia.

Los dos mil jóvenes fallecidos en el trágico 7 de octubre, los más de 900 soldados muertos en los múltiples combates en las fronteras del país, los más de diez mil heridos que requieren atención médica y social, las ciudades y kibutzim destruidos que obligaron a la migración interna de la población y las decenas de rehenes – vivos y muertos- aún en Gaza son algunos resultados de las recientes confrontaciones de nuestro país con sus vecinos.

Y, en llamativo contraste, la vida y las actividades en los sectores religiosos continúan sin tropiezos.

En algunos casos se limitan a lamentar la muerte de soldados y vigilan que el entierro proceda conforme a los ritos tradicionales.

¿Hasta cuándo estos escenarios que hoy ponen en tela de juicio la identidad y el futuro del país conocerán estos conflictivos actores?

¿No peligra su creativo devenir cuando ellos apenas aportan a la defensa del país, a su nivel profesional y científico, y a la necesaria inserción en los marcos internacionales?

Todos estos interrogantes que, si no son suficientemente respondidos, amenazan en estos inquietos días la existencia del país al tiempo que alientan signos de una nueva diáspora, cuando enérgicos jóvenes profesionales se asientan en ella.

Joseph Hodara
Profesor-Catedrático
Universidades de Tel Aviv y Bar Ilan – Israel
Invitado por el IRI