En este momento estás viendo <span class="hpt_headertitle">Patear el tablero: Donald Trump y su vínculo con América Latina</span>

Patear el tablero: Donald Trump y su vínculo con América Latina

*  Patear el tablero: Donald Trump y su vínculo con América Latina

Por Marco Cayetano De Benedictis[1]

El 20 de enero de 2025 asumió por segunda vez como presidente de los Estados Unidos Donald J. Trump. ¿Le importa América Latina? En su primer mandato solamente visitó Argentina en 2018, en el marco de la Cumbre del G20. Ni una visita oficial a algún país de la región. Ni siquiera estuvo presente en la Cumbre de las Américas de Perú ese mismo 2018.

Pero en este período Trump parece decidido a patear el tablero. Cortar la inercia del siglo XXI que evidencia un crecimiento de la importancia de China en la región y volver a poner a Estados Unidos en el centro de la escena, son puntos fundamentales de su mirada hemisférica. En este sentido, probablemente la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado (ex senador por el Estado de Florida, de ascendencia cubana, se ha transformado en la primera persona de raíces latinas en acceder al cargo central para la política exterior del país), marque la importancia que le da la nueva administración a América Latina.

Trump “vuelve” a la región con un propósito básico: intenta recuperar y afianzar la condición distintiva de América Latina como esfera de influencia excluyente (Tokatlian, 2025).

En este artículo se buscará analizar las primeras medidas de la nueva administración de Donald Trump con respecto a América Latina. Se pondrá el foco en los temas más discutidos: la competencia con China en la región, la política migratoria y el poder blando y diplomático.

Breve repaso de un vínculo desigual

A lo largo de los últimos dos siglos la relación entre Estados Unidos y los países latinoamericanos ha tenido idas y venidas en diferentes contextos.

Se puede destacar como un punto de partida relevante para esta relación la declaración conocida como “Doctrina Monroe”, enunciada en 1823 por el entonces presidente James Monroe. La frase “América para los americanos” tuvo como finalidad combatir cualquier tipo de injerencia de potencias extracontinentales en América.

Para 1898 esta idea tuvo su punto de inflexión con la guerra entre Estados Unidos y España. Allí, la potencia del norte del continente expulsó a los europeos de sus últimos dos territorios coloniales en el continente: Cuba y Puerto Rico. En esta época la política estadounidense para América Latina se conoció como la “política del gran garrote”, donde la utilización de la fuerza era común para aquellos territorios que osaran contradecir las intenciones de la potencia continental. En 1903 se fomentó la independencia de Panamá de Colombia, que, como se verá más adelante, tuvo un impacto directo en la construcción del Canal bioceánico años después.

Para la época posterior a la crisis de 1930, coincidente también con el fin de la hegemonía británica en el continente, comenzó una nueva etapa (Rouquié, 1990). La denominada “política del buen vecino” consolidó la primacía estadounidense en toda la región, pero con una manera de intervención escasa, priorizando vínculos más amenos.

La Revolución Cubana de 1959, en un contexto de Guerra Fría, marcó un antes y un después en la relación de Estados Unidos con América Latina. A fin de evitar que otros territorios siguieran los pasos de la isla caribeña, el país norteamericano desplegó dos estrategias principales: una económica y otra en materia militar. La Alianza para el Progreso fue una política económica ligada al otorgamiento de préstamos y políticas sociales con el objetivo de mejorar las condiciones materiales de los sectores más postergados de las sociedades latinoamericanas. Por otro lado, la Doctrina de Seguridad Nacional implicó un aumento de los vínculos con las fuerzas armadas de los países, para combatir cualquier movimiento insurgente.

Una vez concluida la Guerra Fría, el Consenso de Washington marcó la última década del siglo XX. Allí, las políticas neoliberales de apertura económica, desregulación de los mercados, privatización de empresas públicas, entre otras medidas, se propagaron por toda la región.

A comienzos del siglo XXI la relación tuvo diferentes momentos. El “No al ALCA” en noviembre de 2005 marcó un freno al proyecto para la creación de un Área de Libre Comercio de las Américas, una propuesta que se venía trabajando desde la presidencia de Bill Clinton, en la década de 1990. Esto, sumado al mayor interés estadounidense por enfocarse en el terrorismo internacional y a un grupo de presidentes latinoamericanos que discursivamente eran críticos de su papel en la región, el vínculo entró en un cortocircuito.

Durante la segunda presidencia de Barack Obama se tendieron algunos puentes. Por ejemplo, fue el primer presidente estadounidense en visitar Cuba desde la Revolución. Si bien en términos simbólicos marcó un cambio, no lo fue en hechos materiales.

Como se mencionó previamente, la primera presidencia de Trump no tuvo el foco puesto en América Latina. Se puede destacar una política activa de presión y sanciones contra el gobierno venezolano.

Siguierdo a Yarcho Coscarelli (2024) la política exterior de Trump se concentró sobre todo en su región más próxima, es decir, en México y América Central. Esto se dio a través de la renovación del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés), rebautizado como T-Mec, así como mediante la asistencia sanitaria hacia los países centroamericanos en el contexto de la pandemia de Covid-19. Los países suramericanos no obtuvieron una especial atención durante este período.

Joe Biden, presidente entre 2021 y 2025, intentó recapitular la relación con una Cumbre de las Américas en 2022, pero no tuvo éxito por la negativa a participar de varios mandatarios latinoamericanos (Morgenfeld, 2023). Allí anunció la creación de la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (APEA), como un programa para fomentar inversiones en la región, buscando generar un contrapeso geopolítico al avance chino.

El nuevo mandato de Donald Trump parece decidido a volver a pisar fuerte en la región latinoamericana. Esto se basa principalmente en la preocupación por la relación de China con los países de la región, el drama migratorio y la influencia hemisférica, centrado en su poder blando.

La amenaza china en su “patio trasero”

La evolución de las exportaciones de productos primarios latinoamericanos en las últimas dos décadas se debe principalmente a la aparición de China como un gran demandante de estos. Las transformaciones de conectividad territoriales en China generaron una gran necesidad de importar minerales para sus obras de infraestructura, hidrocarburos para su consumo energético y alimentos para los cientos de millones de habitantes urbanos. Por estos motivos, el país asiático buscó aumentar sus relaciones con América Latina, región donde se localiza el 40% de la biodiversidad mundial, el 25% de los bosques y el 28% de las fuentes acuíferas, el 85% de los depósitos conocidos de litio, el 43% de cobre, el 40% de níquel y el 30% de bauxita, entre otros recursos (Katz, 2024).

El volumen del intercambio comercial pasó de 18 mil millones de dólares en el 2002 a 450 mil millones en 2021. China pasó a ser el principal socio comercial de muchos de los países de la región. Pero más allá del aumento en la cantidad de los bienes exportados, hay que desagregar de qué tipo de exportaciones se trata.

La estructura del intercambio comercial entre América Latina y China es netamente interindustrial (Cepal, 2023). Para el 2022 el 95% de las exportaciones de la región fueron de materias primas y manufacturas basadas en recursos naturales; mientras que desde China llegaron mayoritariamente, un 88%, manufacturas de tecnología baja, media y alta. Además, hay que tener en cuenta el desempeño de estos datos a lo largo del siglo XXI. En el 2001, el 30% de las exportaciones latinoamericanas fueron bienes primarios, mientras que para el 2022 el porcentaje había aumentado al 80%. Por otro lado, las exportaciones de manufacturas basadas en recursos naturales se redujeron del 48% al 14%. La región solo registra un superávit con China en cuatro sectores: minería y petróleo; agricultura, silvicultura, caza y pesca; alimentos, bebidas y tabaco, y madera y papel. Esto evidencia una tendencia hacia la reprimarización del patrón exportador regional. En las dos primeras décadas del siglo, “el ingreso de productos chinos en América del Sur derivó en un proceso sustitutivo de exportaciones estadounidenses y brasileñas” (Hirst, Russell, Sanjuan y Tokatlian, 2024; 149).

Este avance chino en el comercio con la región latinoamericana (sumado a la inversión en infraestructura y los acuerdos en distintos rubros), genera una preocupación en Estados Unidos sobre un territorio que históricamente consideró como su zona de influencia directa (o su “patio trasero”). Para la potencia norteamericana, su pérdida de poder respecto a la fabricación de bienes le ha permitido a China llenar ese casillero en el intercambio comercial con América Latina. La globalización terminó socavando la hegemonía industrial estadounidense (Todd, 2024).

Para Estados Unidos, América Latina forma parte de un “escudo” para el país, donde la política hemisférica es central en su diseño estratégico. Pocas excepciones (Cuba, Venezuela y Nicaragua) cuestionan la alianza militar, plasmada en el Tratado de Río, la Junta Interamericana de Defensa, la colaboración con el Comando Sur, entre otros (Actis, 2023).

La preponderancia militar estadounidense en la región es incontrastable. Estados Unidos es el origen del 94,9% de la provisión de armas a la Argentina, el 93,4% de las compradas por Colombia, el 90,7% de las adquiridas por México y el 82,7% de las vendidas a Brasil. En el caso argentino, habría que incluir ahora la adquisición de 24 aviones F-16 (por US$ 941 millones) de fabricación estadounidense y la aprobación de venta de hasta 5 aviones Basler BT-67 por US$ 143 millones (Tokatlian, 2025).

En los primeros tiempos de una nueva administración de Trump al mando de la presidencia estadounidense, desplegó una política despreciativa y punitiva hacia la región. Profundizó, en palabras de Malacalza (2025) una lógica de hostigamiento brutal, basada en sanciones, deportaciones masivas, amenazas de anexión territorial, aplicación de aranceles y recortes de ayuda a quienes no se alineen directamente a su gestión. Como destaca De Santibañes (2025), la creciente presencia china preocupa a la administración Trump, ya que además del comercio su influencia se expandió a construcción y control de obras de infraestructura (como el puerto de Chancay en Perú, inaugurado por el propio Xi Jinping en 2024), lo que consideran que tienen implicancias estratégicas.

Panamá y la disputa por el Canal

En Panamá, Theodore Roosevelt firmó un tratado para la obra del Canal, que costó 375 millones de dólares y tomó alrededor de diez años para completarse. Estados Unidos lo controló hasta el 1977, cuando por un acuerdo entre Jimmy Carter y Omar Torrijos se determinó la devolución de la jurisdicción del Canal al país centroamericano de manera gradual, hasta completarla en 1999. Este acuerdo incluyó una cláusula de neutralidad en su operación. En este punto Trump se basó para denunciar el manejo chino del corredor bioceánico. Para comienzos del 2025, el puerto de Balboa, en el Pacífico, y de Cristóbal, en el Atlántico, eran administrados por la empresa Hutchison Ports, un imperio empresarial del multimillonario hongkonés Li Ka-shing, conocido por tener vínculos con líderes chinos. La visita de Marco Rubio al país centroamericano en febrero de 2025, terminó con la decisión del gobierno panameño de José Raúl Mulino, de no renovar su integración a la Iniciativa de la Ruta y de la Franja china (de la cual formaba parte desde 2017). En marzo de 2025, Hutchison Ports terminó vendiendo sus operaciones en los puertos panameños a un grupo ligado al fondo inversor BlackRock. Este caso es una muestra del interés del gobierno de Donald Trump por ponerle un freno a la creciente presencia china en América Latina. En este caso en la administración de una de las vías navegables más importantes del mundo.

Deportaciones y cruces por migrantes

Uno de los pilares de la campaña presidencial de Donald Trump durante 2024 fue su cruzada contra los millones de inmigrantes ilegales del país. Prometió llevar adelante la mayor operación de deportación masiva en la historia del país (con un millón de personas deportadas por año).

Joe Biden había puesto atención a Latinoamérica sin hacerla su prioridad y había designado a su vicepresidenta, Kamala Harris, como la encargada de gestionar las causas de la migración desde el llamado Triángulo Norte (conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador), aunque sin mayores logros. De todas maneras, durante su mandato logró el récord de más de cuatro millones de deportados, aunque sin hacer mucho alarde de ello, como sí lo pretende Trump.

A las pocas horas de la asunción del nuevo gobierno comenzaron a llevarse adelante las deportaciones. Esto planteó un desafío importante para los países latinoamericanos, que se convirtieron en los receptores de estos migrantes expulsados de Estados Unidos.

En su semana inaugural, el presidente estadounidense se enfrentó a su homólogo de Colombia, Gustavo Petro, por las deportaciones de migrantes. En la segunda semana, puso a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, contra las cuerdas por el control de la frontera (Cabrera, 2025).

En su gira centroamericana (donde estuvo, como ya se mencionó, en Panamá), el Secretario de Estado, Marco Rubio, logró acuerdos con El Salvador y Guatemala para acelerar deportaciones desde el norte.

Con respecto a México, las mayores tensiones se dieron cuando Trump dijo que iba a imponer aranceles del 25% a los productos mexicanos a partir del primero de febrero. Pero, luego de dialogar con Claudia Sheinbaum, presidenta mexicana, esa suba arancelaria fue pausada durante treinta días, a cambio de que México desplegara diez mil efectivos en la frontera para controlar la migración y el tráfico de fentanilo.

Lo que se plantea desde la nueva administración Trump con respecto a la migración está centrada, siguiendo a Aguirre (2025), en varios ejes: las deportaciones de aquellos inmigrantes que estén como indocumentados; controlar la frontera con una alta tecnologización; utilizar la amenaza de subas de aranceles a los países que no quieran aceptar deportaciones o que no colaboren para frenar el camino de los migrantes y terciarizar la detención de los deportados (en Guantánamo u otras prisiones extranjeras), entre otros. Otra medida tomada fue la interrupción de las solicitudes de asilo por cuatro meses.

Con respecto a Venezuela, parece haber un cambio en el posicionamiento estadounidense. En su anterior gobierno, Trump había reconocido a Juan Guaidó como “Presidente encargado” del país suramericano. Pero esta vez la postura tiende a ser un poco más pragmática. Sin reconocer oficialmente al gobierno de Nicolás Maduro, sí se han entablado algunas negociaciones y conversaciones. El enviado especial de Estados Unidos, Richard Grenell, negoció la liberación de ocho ciudadanos estadounidenses detenidos en Venezuela a cambio de recibir deportados en su país.

Poder blando

En cuanto a lo cultural, la influencia y atracción de Estados Unidos ha sido y es altamente significativa y supera con creces, en Latinoamérica, al de actores extracontinentales como China. Sin embargo, en años recientes se destaca la notoriedad del soft power de Beijing respecto a América Latina. A esos efectos nos interesa subrayar la gravitación de la paradiplomacia. Una perspectiva sobre ésta contempla los lazos, vinculaciones y prácticas trasnacionales tanto de actores sub-estatales (por ejemplo, regiones, provincias, municipios, ciudades), como no estatales (por ejemplo, ONGs, partidos políticos, empresas, instituciones culturales, educativas y artísticas, entre otras).

Trump ha cerrado, con intención de eliminarla, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Esta entidad contaba con un presupuesto de miles de millones de dólares, destinados al financiamiento para programas sociales y sanitarios a lo largo y ancho de todo el planeta (y por ende también en América Latina). Además de dejar de involucrarse en esos programas, otra acción subyacente de la USAID era promover los valores estadounidenses en terceros países, por ejemplo, mediante su accionar con medios de comunicación, organizaciones de derechos humanos y otras que luchaban contra la corrupción. Es decir, ejercía como un canalizador de los intereses de Estados Unidos en otras latitudes, desplegando presión principalmente sobre algunos gobiernos que no comulgaban con lo que Estados Unidos.

Esta situación abre un nuevo interrogante sobre la capacidad de influir de Estados Unidos en América Latina ¿El corte de fondos para USAID y otros programas del estilo facilitará la penetración de China ocupando esos lugares? No es menos considerar que China ha aumentado su presencia en temas culturales en países latinoamericanos (por ejemplo, difundiendo Institutos donde se expresa la cultura china, generando acuerdos con universidades, entre otras medidas).

Relaciones carnales

Otro aspecto relevante de la relación de Trump con América Latina es el acercamiento a presidentes de la región que adulan su figura y su construcción política. A Nayib Bukele, presidente de El Salvador, la gira de Rubio le sirvió para acercar posiciones con el presidente estadounidense, a quien le ofreció la famosa “megacárcel” de su país para recibir delincuentes ilegales deportados. Hacia fines de marzo de 2025 llegaron los primeros deportados al establecimiento denominado Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), penal de máxima seguridad. En este caso se trató, por lo menos en la versión oficial del gobierno estadounidense, de ciudadanos venezolanos, acusados de ser miembros de las organizaciones criminales Tren de Aragua y Mara Salvatrucha (abreviada como MS-13).

Por otro lado, el presidente argentino Javier Milei, es probablemente el jefe de Estado que mayor seguidismo a las posturas de Trump hacia la región. A sus participaciones en los encuentros de la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) y a sus votos en las resoluciones de Naciones Unidas, se le sumó también en las últimas semanas la propuesta para buscar un Tratado de Libre Comercio de Argentina con Estados Unidos (lo que podría significar hasta romper vínculos con sus socios del Mercosur).

Otro gobernante que aspira a mejorar los vínculos con Trump es Daniel Noboa, presidente de Ecuador (quien de todas maneras se encuentra de cara a la segunda vuelta presidencial del 13 de abril). Una muestra es la aplicación de aranceles por parte del país suramericano a productos mexicanos, en un 27%. Noboa ha propuesto el año pasado reabrir la base militar que Estados Unidos operaba en la ciudad de Manta (cerrada en 2009 por el entonces mandatario Rafael Correa), así como también acercar vínculos con grupos estadounidenses[2] con el pretexto de la necesidad de colaboración para enfrentar el aumento de la violencia criminal en el país en los últimos años.

Un futuro incierto

¿Qué estrategia tendrá el gobierno de Trump para frenar el avance chino y volver a apuntalar a Estados Unidos como la potencia hegemónica por excelencia en América Latina? ¿Buscando profundizar vínculos, inversiones y ofertas comerciales o mediante la imposición por la fuerza y amenazas, mediante subordinación?

La aplicación de aranceles al resto de los países del mundo, incluyendo los latinoamericanos, abre un nuevo escenario de las relaciones entre ambas partes. Parece difícil vislumbrar un mayor acercamiento entre los Estados de la región con una potencia que decide refugiarse en su producción interna, poniendo trabas a vínculos comerciales que llevan alrededor de dos siglos de existencia, y amenazando con sanciones a quien ose cuestionar estas medidas. Quizás este contexto resulte una oportunidad para los países latinoamericanos para apostar a una reactivación de la integración regional, buscando estrechar lazos y coordinando acciones en un mundo en disputa y un futuro incierto. Sin dudas, tener la capacidad de juntar fuerzas en este contexto podría dejar a la región mejor parada frente a las inverosimilitudes del futuro cercano.

Bibliografía

Actis, E. (2023) Argentina en el contexto de rivalidad entre grandes potencias. La inserción de la Argentina en el mundo Nº1. Consejo Argentino para las Relación Internacionales (CARI).

Aguirre, M. (2025) Trump contra América Latina. Nueva Sociedad. Disponible en: https://nuso.org/articulo/trump-contra-america-latina/

Cabrera, N. (20/02/2025) Un mes de Trump en el poder: su relación con América Latina en cuatro actos. France24. Disponible en: https://www.france24.com/es/ee-uu-y-canad%C3%A1/20250220-un-mes-de-trump-en-el-poder-su-relaci%C3%B3n-con-am%C3%A9rica-latina-en-cuatro-actos

CEPAL (2023) Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe, 2023 (LC/PUB.2023/16-P/Rev.1), Santiago.

De Santibañes, F. (23/02/2025) El rol de América latina en el nuevo contexto global. Clarín. Disponible en: https://www.clarin.com/opinion/rol-america-latina-nuevo-contexto-global_0_AfJdR9ZoCo.html?srsltid=AfmBOoofnYyKl-WoyGS0tK5BzkQqXSmO12WLn5j-ryf6POoVDjuZsPmZ

Hirst, M., Russell, R., Sanjuan, A. M., y Tokatlian, J. G. (2024). América Latina y el Sur Global en tiempos sin hegemonías. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 133-158.

Katz, C. (2024) América Latina en la encrucijada global. Ed. Batalla de Ideas.

Malacalza, B. (2025) El “poder oscuro” de Trump en América Latina. Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur.

Morgenfeld, L. (2023) Nuestra América frente a la Doctrina Monroe. Ed. Batalla de Ideas.

Rouquié, A. (1990) «Prefacio». En: Extremo occidente: introducción a América Latina. EMECÉ, Buenos Aires. Pp 17-37

Todd, E. (2024) La derrota de Occidente. Ed. Akai.

Tokatlian, J.G. (01/03/2025) Trump II: de Monroe a Troilo. Cenital. Disponible en: https://cenital.com/trump-ii-de-monroe-a-troilo/

Yarcho Coscarelli, S. (2024) La política exterior de Alberto Fernández y los Estados Unidos. En Trabajos seleccionados de la Maestría en Relaciones Internacionales (2019 – 2022), IRI, UNLP. Disponible en: https://www.iri.edu.ar/wp-content/uploads/2024/10/doctrab31.pdf

[1] Profesor de Geografía (FaHCE-UNLP). Maestrando en Relaciones Internacionales (IRI-UNLP). Integrante del Departamento de América Latina y el Caribe del IRI.

[2] Se anunció que durante los primeros días de abril llegarían al país un grupo que trabaja con el empresario y exmilitar estadounidense Erik Prince, fundador de la empresa de seguridad privada Blackwater, para dar asesorías y capacitaciones a las fuerzas de seguridad.