Acción racional, conflicto y seguridad colectiva en la posguerra fría

 

 

2- Un modelo interpretativo de la acción racional individual.

 

2.1- Introducción.

Pretenderé en el presente capítulo diseñar una teoría o modelo interpretativo de la acción del individuo y su racionalidad que sintetice mi propio punto de vista sobre la cuestión y constituya la base de apoyo para encarar, a partir de la segunda parte, un análisis original de la acción de los estados y demás actores internacionales. En procura de este objetivo tendré fundamentalmente en cuenta los aportes de la teoría de la elección racional, contando obviamente con mi crítica a ésta, así como distintas referencias al método hipotético- deductivo popperiano y al silogismo práctico aristotélico.

Debo aclarar que este capítulo constituye en realidad una versión reducida del original incluido en la presentación de mi tesis, el que comprendía además la formalización completa del modelo y el estudio de sus conexiones con otras disciplinas, aspectos que han sido separados en un Apéndice final para facilitar la tarea del lector y evitar su dispersión. En ese sentido, advierto que tanto este capítulo como el Apéndice que lo complementa constituyen los segmentos más arduos y complicados del trabajo. Sin embargo, el contenido de esta sección resulta básico para la comprensión de las ideas más importantes de la tesis, de manera que aquellos lectores que la superen se verán recompensados con un más fácil entendimiento de los sucesivos capítulos. En tanto, los lectores no familiarizados con el lenguaje de la filosofía de la acción y que puedan llegar a tener inconvenientes en la lectura no deberán desalentarse, ya que tendrán oportunidad de ver reiterados y aclarados la mayoría de los conceptos a lo largo de todo el trabajo.

 

2.2- La construcción del modelo.

2.2.1- Condicionalidad de la acción racional estratégica.

Jon Elster comienza la primera parte de su Introducción a Rational Choice ("La naturaleza y alcance de la teoría de la elección racional") de la manera siguiente: "La teoría de la elección racional es, antes que nada, una teoría normativa. Ella nos dice qué debemos hacer para alcanzar nuestras metas de la mejor manera en que sea posible. No nos dice cuáles deben ser nuestras metas."..."la teoría de la elección racional ofrece imperativos condicionales, concernientes a los medios antes que a los fines" (Elster 1986:1). El mismo autor también sostiene en otro lugar que "la acción racional está orientada hacia resultados"..."La racionalidad es esencialmente condicional y está orientada hacia el futuro". "Sus imperativos son hipotéticos, es decir, condicionales sobre los futuros resultados que uno espera alcanzar" (Elster 1989:120).

En el terreno de la conducta estratégica, coincido totalmente con estas afirmaciones de Elster que, por otro lado y tal como se ilustra en el Apéndice, concuerdan con las intuiciones aristotélicas fundantes de la filosofía de la acción. La teoría de la elección racional y la teoría de juegos en particular pueden ayudar a comprender una acción relativa a una situación estratégica complicada, pero no deben hacer perder de vista el carácter condicional medios-fines de la racionalidad del sentido común, que no desaparece por el hecho de que el agente tome en cuenta, en la elección de su acción (medio), a las acciones de los demás individuos involucrados en su situación.

Actuar racionalmente significa, en el terreno estratégico, elegir la mejor de entre las distintas acciones posibles en una situación dada. El individuo elabora, adopta y descarta permanentemente distintas "hipótesis de acción", proposiciones condicionales del tipo "Si estoy en una situación S, entonces debo efectuar la acción A", que vinculan su situación específica con una acción elegida de entre las distintas alternativas, tanto en la más elemental situación instrumental como en la más compleja situación estratégica. Respecto del "deber" estratégico presente en los imperativos hipotéticos que conforman las hipótesis de acción hay que aclarar que su sentido equivale al de "ser estratégicamente bueno", adecuado, correcto, apropiado a la situación del agente. Precisamente, la manera en que el agente decide una acción estratégicamente adecuada a su situación es, como se señaló, a través de la referencia a un criterio normativo estratégico de racionalidad. Por lo tanto, puede ensayarse el inicio de la construcción de la forma lógica de una hipótesis de acción de la siguiente manera:

CE

S a ----> A a

Siendo: a: agente individual.

S: predicado "encontrarse en una situación S".

CE: criterio normativo estratégico.

A: predicado "efectuar la acción A".

De acuerdo a estas definiciones, el condicional puede leerse así: "Si a es un agente en una situación S, entonces, según el criterio estratégico CE, resulta adecuado que a efectúe la acción A".*

 

2.2.2- La situación del agente.

Todo individuo es un individuo en situación. Las características de cada situación pueden ser esquematizadas de acuerdo a una serie de factores que la definen, constituyendo en cada caso lo que desde Anscombe (1957) se conoce como "descripción" de una acción. La siguiente enumeración y descripción de los referidos factores característicos de la situación tenida en cuenta por el agente me permitirá avanzar en la construcción de mi modelo.

a) En primer lugar, el individuo cuenta con un conjunto C de creencias, resultado de su historia y experiencia personal, y que incluye la realización de acciones en las más variadas situaciones, similares o disímiles a la que se le presenta.

b) El individuo experimenta una serie de deseos y aspira a ciertos fines, todo lo cual puede subsumirse diciendo que cuenta con un conjunto P de preferencias. Las preferencias, así como en general toda la caracterización de la situación, reflejan la cosmovisión del agente, el sentido que atribuye a sus acciones en el "mundo de la vida" del que habla la filosofía alemana.

c) Para realizar sus preferencias, el individuo puede optar llevar a cabo cualquier acción Ai, de un conjunto A de acciones posibles.

d) El individuo tiene a su disposición un conjunto M de medios materiales, que de por sí acotan el rango de acciones posibles. Al respecto, debe distinguirse entre la acción como medio y los medios materiales disponibles para su concreción: cuando alguien dice que "quien quiere el fin quiere los medios", los medios a los que se refiere son tanto las acciones como los medios materiales necesarios para llevarlos a cabo, en cambio, cuando para predecir la acción de un individuo o de un estado se recomienda "tener en cuenta las intenciones más que los medios, ya que es difícil tener intenciones si no se tienen los medios", la referencia es a los medios materiales necesarios para la acción. "Querer es poder" es un lindo proverbio, pero comprobadamente falso. Se pueden tener los deseos, pero sin los medios materiales necesarios será imposible la acción que los satisfaga, lo que no descarta que la persistencia en sus intenciones pueda conducir al agente a conseguir satisfacerlas "por otros medios" (otras acciones que involucren a su vez otros medios materiales). En cuanto a la frase que dice "Deber implica poder", si en un adelanto al siguiente punto se la traduce como "Efectuar una acción correcta (adecuada, apropiada) en una situación dada implica poder hacerlo", resulta corroborada por esta interpretación. Para que alguien efectúe una acción apropiada en una situación dada, debe tener el poder de hacerlo, es decir, no sólo la voluntad, sino también los medios y condiciones materiales necesarios. Por ejemplo, si se tiene el deseo de viajar de una ciudad a otra puede optarse entre viajar en avión, tren o automóvil, sin embargo, si no hay líneas férreas que las unan la acción "ir en tren" está de por sí descartada. A su vez, esto también coincide con la caracterización de la deliberación hecha por Aristóteles, quien afirma que "se delibera sobre los medios pero no sobre los fines" y que "se delibera sobre lo posible". Es decir, se delibera sobre los medios (las acciones) pero no sobre cualquiera sino sobre los medios posibles (las acciones posibles a partir de los medios materiales disponibles).

Se tiene que el contenido de los conjuntos C, P, M, y A define una determinada descripción de una acción. Cuando el agente lleva a cabo la acción, lo hace a partir de su propia descripción. No obstante, un observador externo que no conozca las intenciones del agente podrá explicar la misma acción a partir de descripciones distintas. Agréguese que, tal como se adelantó, la situación problemática en la que se encuentra el agente que decide la acción puede ser estratégica, en el caso en que sea necesario considerar la racionalidad de otros individuos implicados en la situación, o meramente instrumental (paramétrica), en el caso en que dicha consideración sea irrelevante, como en el caso de los ejemplos aristotélicos examinados en el Apéndice. Del mismo modo, la situación (y en consecuencia la acción) puede o no tener implicancias morales, según afecte o no a terceros, circunstancia que será tenida en cuenta más adelante.

A partir de estas reflexiones, puede pasarse a enriquecer la elaboración de la forma lógica de la hipótesis de acción iniciada en 2.2.1, para lo cual servirá sintetizar formalmente la serie de conjuntos que caracterizan a la situación del agente de la siguiente manera:

a) C= { C1,..., Ci,..., Cn }= Conjunto de creencias del agente.

b) P= { P1,..., Pi,..., Pn }= Conjunto de preferencias ordenadas del agente. Como se observó en el análisis inicial de la teoría de la elección racional, el concepto de preferencia abarca a los más ambiguos conceptos de deseo, fin, intención y motivación. Las preferencias están ordenadas de acuerdo al orden de utilidad establecido por el agente, es decir fu(Pi) > fu(Pi+1).

c) A= { A1,..., Ai,..., An }= Conjunto de acciones posibles para satisfacer las preferencias.

d) M= { M1,..., Mi,...,Mn }= Conjunto de medios materiales disponibles.

Por lo tanto, una forma más completa de formalización lógica de la hipótesis de acción es la siguiente:

CE

S (C.P.M.A) a ----> Ai a

Siendo: a: agente individual.

S: predicado "encontrarse en una situación S, definida por los

conjuntos C, P, M y A".

CE: criterio normativo estratégico.

A: predicado "efectuar la acción Ai".

El condicional se lee ahora de la siguiente manera: "Si a es un agente en una situación S, definida por los conjuntos C, P, M y A, entonces, según el criterio estratégico CE, resulta adecuado que a efectúe la acción Ai".

 

2.2.3- Criterio normativo estratégico de racionalidad.

La acción adecuada a una situación dada no puede establecerse sino a partir de la referencia a cierto criterio normativo de racionalidad. Es el criterio normativo el que define qué es lo correcto o adecuado y qué es lo incorrecto o inadecuado en relación a la acción. Para Aristóteles, por ejemplo, el parámetro de racionalidad estratégica y moral era la acción del hombre prudente. La filosofía contemporánea de la acción, como se ha visto en el capítulo 1, hace referencia a una serie de criterios, entre ellos el de la racionalidad limitada, el de la racionalidad paramétrica y el de la teoría de la elección racional. Se observó al respecto que el criterio de maximización de la utilidad esperada propuesto por la teoría de la elección racional resulta el más abarcativo y sofisticado, y que por lo tanto ofrece mayores garantías de obtención de una acción adecuada. Sin embargo, también se hizo notar que en la vida cotidiana, en situaciones de incertidumbre en las que no se puede cuantificar utilidades o probabilidades, o bien en problemas de gran complejidad de cálculos, el agente procede según criterios de racionalidad más simples, ya sea desistiendo de la consideración de la estrategia de los demás (según una racionalidad paramétrica independiente de la teoría de juegos) o bien adoptando conciente o intuitivamente criterios como el de la racionalidad limitada o el de la simple racionalidad medios-fines del sentido común. De ahí que la propuesta de formalización lógica de la hipótesis de acción encarada en este capítulo se refiera de manera general a cualquier criterio estratégico de racionalidad. Se tiene entonces que, en particular, el modo de simbolizar una hipótesis de acción estratégica, a la que se arribara mediante el criterio de la teoría de la elección racional sería el siguiente:

ER

S (C.P.M.A) a ----> Ai a

Aquí, ER denota que la relación entre el antecedente y el consecuente de la hipótesis de acción ha sido establecida de acuerdo a la teoría de la elección racional.

Llegado este punto, resulta interesante pasar a una serie de apreciaciones relativas al carácter de la explicación de la acción ofrecida por la teoría de la elección racional.

Según Elster (1986:2), "una vez que hemos construido una teoría normativa de la elección racional, podemos empezar a emplearla para propósitos explicativos. Podemos preguntar si es que una acción dada fue llevada a cabo porque era racional". Para ello no es suficiente mostrar que la acción ha sido correcta, ya que la gente es a veces conducida por accidente o por una coincidencia a hacer lo que de hecho es mejor para ella. Debe mostrarse, además, que la acción surgió "merced a un apropiado tipo de conexión entre deseos, creencias y evidencia". Elster encara este problema en la tercera parte del artículo referido ("La estructura de la explicación de la elección racional"). Allí, define a la explicación de la acción del individuo dada por la teoría de la elección racional como una variedad de explicación intencional. La explicación intencional de la acción es aquélla que supone la existencia de un agente inteligente con una finalidad intrínseca a la acción, con una intención referida a un fin. Así como una explicación causal da las causas (q) de un fenómeno (x) en relación con una ley que expresa una relación causal comprobada (q-> x), la explicación intencional (pragmática) explica la acción de manera análoga, a través de sus motivos e intenciones. Una explicación intencional consiste en mostrar que el actor hizo lo que hizo por una razón, considerada causalmente eficiente para producir la acción. En ese sentido, Elster se apoya en argumentos de Davidson (1963) y (1980), en lo concerniente a la relación entre intencionalidad y racionalidad, para delinear la estrategia básica de su explicación que, como señala Barranco de Busaniche (1993), consiste en suponer al actor como racional (según el criterio de su teoría) para poder así analizar intencionalmente la acción, retrocediendo inferencialmente desde la misma hasta los deseos y creencias que la originaron. Lo dicho se adapta perfectamente a mi perspectiva, dentro de la cual la situación del agente y los elementos que la componen constituyen la causa, en sentido pragmático, de la acción. De ahí que toda explicación de una acción vaya unida a una descripción de la acción (a una tipificación de los elementos de la situación del agente), y que distintas descripciones de una misma acción puedan dar lugar a distintas explicaciones (distinta atribución de motivos e intenciones (preferencias) del agente).

Según Elster, la explicación dada por la teoría de la elección racional está definida no sólo por la explicación intencional sino también por otras relaciones adicionales. En particular, la explicación intencional aspira a demostrar la triple relación entre la acción (A), un set de creencias ("cognitions") (C) sostenidas por un individuo y un set de deseos (D) que pueden serle imputados. Esta triple relación queda definida por tres condiciones:

1) Dado C, A es el mejor medio de realizar D.

2) C y D causan A.

3) C y D causan A "qua razones" (es decir, C y D causan A de manera voluntaria y directa).

El paso de la simple explicación intencional a la explicación de la teoría de la elección racional exige, para Elster, que en primera instancia se agreguen dos condiciones de consistencia:

4) El set de creencias C es internamente consistente.

5) El set de deseos D es internamente consistente.

Sin embargo, Elster no se conforma con la mera consistencia de las creencias, sino que afirma que para que una acción sea racional, las creencias en las que se sustenta deben ser racionales en el sentido de estar basadas en la evidencia disponible. Es decir:

(1 b) La creencia tiene un grado máximo de plausibilidad inductiva, dada la evidencia.

(2 b) La creencia es causada por la evidencia disponible.

(3 b) La evidencia causa la creencia "en sentido estricto".

Más adelante, Elster agrega una condición débil, acerca de la cantidad de evidencia a recolectar antes de formar una creencia:

(N) La cantidad de información a recolectar se encuentra entre los niveles inferior y superior definidos por la situación problemática, incluyendo los deseos del agente.

Se tiene entonces la sexta relación:

6) La relación entre C,D y A satisface (1 b),(2 b),(3 b) y (N).

Una última relación es tenida en cuenta para excluir el comportamiento akrático (debilidad de la voluntad de quien, juzgando una acción X mejor que una acción Y, elige Y por no poder resistirse a su inminente disponibilidad):

7) Dado C, A es la mejor acción respecto al set completo de deseos sopesados.

Se tiene, por lo tanto, que una acción no puede considerarse racional, para Elster, si no cumple con alguno de estos requisitos tanto desde el punto de vista de un observador objetivo como desde el agente que la ejecuta. De esto se infiere que la obediencia al criterio de maximización de la utilidad esperada no basta para afirmar la racionalidad de una acción, sino que además se deben satisfacer las condiciones antes enumeradas. El criterio normativo estratégico completo de la teoría de la elección racional puede formularse entonces como el respeto al criterio de la maximización de la utilidad dadas ciertas condiciones (las numeradas del 1 al 7 por Elster en su caracterización de la explicación dada por la teoría). En ese sentido, según Elster (1990), la acción racional involucra en realidad tres procesos de optimización: encontrar la mejor acción para deseos y creencias dados, formar la creencia mejor fundada de acuerdo a la evidencia dada y recolectar la cantidad correcta de evidencia para deseos y creencias previas.

Teniendo en cuenta las definiciones hechas al describir la situación del agente en 2.2.2, puedo arriesgarme a hacer, desde mi punto de vista, algunas modificaciones a la serie de condiciones propuesta por Elster. En ese sentido, las condiciones que propongo para complementar el criterio de la maximización de la utilidad esperada, es decir, para definir el criterio normativo estratégico completo de la teoría de la elección racional y, en consecuencia, para caracterizar el modo de su explicación, son las siguientes:

1) Dados C, P, A y M, Ai es el mejor medio de realizar P.

2) C y P causan Ai.

3) C y P causan Ai "qua razones".

4) P es internamente consistente.

5) C es internamente consistente.

6) Ci tiene un grado máximo de plausibilidad inductiva, dada la evidencia.

7) Ci es causada por la evidencia disponible.

8) La evidencia causa Ci "en sentido estricto".

9) La cantidad de información a recolectar se encuentra entre los niveles inferior y superior definidos por la situación problemática, incluyendo las preferencias del agente.

La anterior relación 7 queda implícita ahora al tomarse, en lugar del concepto de deseos, el de preferencias.

 

2.2.4- Carácter hipotético- deductivo de la acción racional.

1) Situación subjetiva y situación objetiva.

La teoría de la elección racional y la teoría de juegos en particular han encontrado dificultades para dar cuenta de los juegos de información incompleta, aquéllos en los que a diferencia de los de información completa, al menos uno de los jugadores no tiene información total acerca de los parámetros que definen el juego, es decir, de las funciones de utilidad de los participantes, de sus distintas alternativas estratégicas, de los resultados de esas alternativas o de la información disponible de cada jugador. Sucede que en situaciones con información incompleta el agente no puede predecir de manera inequívoca los resultados de su acción. Es el caso de la situación de riesgo, cuando el agente conoce al menos las probabilidades objetivas asociadas a todos los posibles resultados, y el de la situación de incertidumbre, cuando aún algunas de las probabilidades objetivas pueden serle desconocidas. En caso de incertidumbre, la teoría de la elección racional compensa la carencia de definición en las reglas del juego modelando las incertidumbres de cada jugador como probabilidades subjetivas. Así, al asignar una probabilidad subjetiva a cada estado de cosas posible, el agente transforma un juego incompleto en uno completo, artificialmente construido, al que se le puede aplicar la teoría de la elección racional. Se tiene que, al elegir su acción, el agente racional en una situación de incertidumbre procurará maximizar su utilidad esperada, siendo ésta la utilidad del estado de cosas que juzga como más probable.

Tanto en la deliberación del hombre prudente aristotélico, como en la toma de decisiones a partir de la teoría de la elección racional, se intentan elaborar las hipótesis de acción más apropiadas en relación a la situación objetiva real del agente. Sin embargo, sólo en casos de información completa el agente conoce todas las características relevantes de su situación real. Por el contrario, en caso de información incompleta, el individuo delibera "objetivamente" (a partir de criterio objetivo de racionalidad) acerca de una situación construida de manera subjetiva. Resulta muy importante subrayar la naturaleza subjetiva de la situación de elección, ya que el hecho de que ciertas opciones se encuentren objetivamente disponibles al agente no puede ser parte de la explicación de su comportamiento si dicho agente no tiene bases racionales para creer que se encuentran efectivamente disponibles, así como tampoco puede hacerlo el hecho de que ciertas alternativas conduzcan objetivamente a ciertos resultados si el agente no tiene razones para pensar que lo harán.

Por lo tanto, es en los casos de información incompleta, especialmente en los de incertidumbre, que adquiere relevancia y sentido la distinción entre la situación subjetiva Ss a la que se refiere el agente y su situación real objetiva So que conoce sólo parcialmente. Es precisamente esta clase de casos, por lo general dejada de lado por la teoría clásica de juegos, la que aparece como más común, tanto en la acción cotidiana de los individuos como en la de los estados, y a la que voy a prestar especial atención en mi análisis sucesivo.

2) Deliberación y deducción de una acción.

En la vida cotidiana no sucede que estemos elaborando permanentemente nuevas hipótesis de acción, sino que comunmente aplicamos las mismas hipótesis a situaciones más o menos similares. Si, por ejemplo, deseo tomar un té a mi gusto, sé a partir de innumerables experiencias anteriores, que la acción apropiada es agregar tres cucharaditas de azúcar, sin necesidad de especular sobre otras acciones posibles (agregar más o menos azúcar). En ese caso, al elegir una acción el agente examina si las condiciones de su situación particular subjetiva se corresponden con las tenidas en cuenta en el antecedente de cierta hipótesis de acción ya deliberada contenida en su conjunto de creencias. Es decir, el agente asocia su situación subjetiva a cierta situación previamente considerada en la deliberación de una hipótesis de acción que después pasó a constituirse en una creencia asentada, para entonces "deducir" la acción que le permita lograr sus propósitos. El agente, en otro ejemplo, puede tener asimilada, en su conjunto de creencias una hipótesis que diga que aquellos días de sol en los que se goce de tiempo y salud y se disponga de espacio, es "bueno" (correcto, adecuado, apropiado) para todo hombre caminar. Incluso puede estar esperando un día en el que se cumplan dichas condiciones. En la deducción de su acción, el agente se reconoce como un individuo en esas circunstancias, advirtiendo que cierto día particular es un día soleado, que tiene tiempo, que no posee ninguna enfermedad que le impida caminar, y que, por ejemplo, no se encuentra frente a un precipicio. Una vez hecho esto, deduce que es "bueno" salir a caminar ese día.

Por lo tanto, en la elección de una acción pueden darse dos casos:

1) Cuando el agente se enfrenta a una situación nueva, se ve obligado a llevar a cabo la deliberación de la acción correcta en base a algún criterio de racionalidad.

2) Cuando el agente se enfrenta a una situación conocida, puede asimilar su situación subjetiva con alguna situación ya considerada en alguna hipótesis de acción previamente deliberada y que forma parte de sus creencias, para así deducir de manera directa (sin deliberar) la acción eventualmente correcta en su situación objetiva.

Mientras la deliberación, el caso 1, conlleva un examen racional "objetivo" de la acción a efectuar en cierta situación subjetiva, en la deducción no se delibera sino que se examina si cierta hipótesis ya deliberada resulta aplicable a la situación Ss dada.

Se tiene que, según sea el caso, es posible distinguir hasta tres perspectivas diferentes en la apreciación de la situación del agente. En la deliberación, el individuo se encuentra en una situación subjetiva Ss, consistente en el estado de cosas que juzga más probable, cuyos factores característicos, junto con algún criterio de racionalidad, serán los elementos a tener en cuenta al procurar encontrar una acción adecuada a su desconocida situación objetiva real So. En cambio, en la deducción de una acción, si bien el individuo también parte de una Ss particular, la asocia a una situación considerada Sc tenida en cuenta de manera más o menos general en una creencia, a partir de la cual infiere la acción.

Se dijo ya que todo individuo es siempre un individuo en situación. Todo individuo en situación dispone de una batería de hipótesis de acción previamente aceptadas, de creencias latentes en su memoria, a las que recurre cuando considera que su situación actual (Ss) encaja en la situación (Sc) tenida en cuenta en alguna de ellas (es decir, cuando Ss pertenece a cierta clase de situaciones abarcadas por Sc). Puede ocurrir también que la hipótesis de acción sea sostenida de manera manifiesta y presente por el agente de manera previa, y que sea conducido por ella a buscar cierto tipo de situaciones o a considerar cierta acción en una situación dada. Cuando, en cambio, se da una situación para la que no cuenta con ninguna hipótesis previamente elaborada, el agente la construye con los elementos y criterios a su alcance. Cualquiera sea el caso, luego de efectuada la acción, el agente pasa inmediatamente a encontrarse en una nueva situación, con nuevos deseos (preferencias) y circunstancias que requieren nuevas acciones.

Tómese el ejemplo de un sujeto común que elabora una hipótesis de acción que cree adecuada a su situación. Este individuo no se guía por ningún tipo de criterio de racionalidad estratégica, ni moral sino por intuición o generalización inductiva. Una vez ejecutada la acción, se tiene que ésta puede ser adecuada o bien inadecuada a la situación real, objetiva del agente (So). Supóngase que la acción resulta de hecho adecuada a la situación del agente. ¿Puede decirse que sea racional? La respuesta es que no. Como se señaló junto con Elster en 2.2.3, no basta que una acción sea adecuada o correcta para que sea racional ya que a partir de una deliberación irracional pueden llegar a deducirse acciones providencialmente correctas. Un vidente puede predecir lluvia al mismo tiempo que el Servicio Meteorológico pronostica sol. El hecho de que después llueva no alcanza, sin embargo, para afirmar que el vidente sea más racional que el Servicio Meteorológico.

Para que una acción pueda considerarse estratégicamente racional, su deliberación debe cumplir algún criterio de racionalidad estratégica. La apropiada aplicación de la teoría de la elección racional asegura, en los casos de información completa, la obtención de una acción estratégicamente correcta para la situación Ss= So. Sin embargo, en los casos de información incompleta, en los que el criterio de racionalidad de la teoría se aplica a preferencias con una probabilidad subjetivamente asignada, la acción elegida (subjetivamente racional) puede aún resultar objetivamente incorrecta en So. En general, diré que la hipótesis de acción de la que se derive una acción que en la práctica resulte adecuada a la situación So del agente quedará corroborada. ¿Qué sucede en cambio cuando la acción no responde en los hechos a las expectativas del agente, es decir, cuando no se ajusta a la situación a la que se suponía debía hacerlo? En este caso, en el que se produce una contradicción entre lo previsto por la hipótesis y sus resultados, el agente podrá refutar su hipótesis de acción y considerar una nueva. La refutación incrementará la experiencia, es decir la información del agente que, de tener una nueva posibilidad, efectuará una redefinición de la situación y referirá su acción a una nueva Ss más de acuerdo con la real So.

3) La acción y la ciencia.

Las apreciaciones anteriores constituyen el inicio de una analogía entre mi perspectiva de la acción (y la explicación) intencional y la racionalidad del discurso científico. En este punto comenzaré la continuación de tal analogía comparando dos ejemplos. En primer término, supóngase una persona cualquiera (incluyendo al conjunto de científicos) que, luego de observar y "experimentar" con distintas puertas, incorpora la hipótesis de acción "Si quiero abrir una puerta, debo bajar el picaporte", hipótesis será mantenida como creencia mientras las puertas que encuentre se abran al bajar el picaporte (en el caso de que esto no ocurra quizás la persona intente con una hipótesis nueva). En segundo lugar, tómese a un científico que observa que varios metales se dilatan con el calor e induce la hipótesis general "Todos los metales se dilatan con el calor" ("Si algo es metal, entonces se dilata con el calor"), que mantendrá dentro de su conjunto de creencias mientras no encuentre algún metal que efectivamente no se dilate con el calor. Se trata, como puede verse, de dos conductas análogas. En ambos casos, el hecho de que la realidad no se compadezca con la hipótesis supuesta como correcta, lleva a la refutación de tal hipótesis. Es decir, una hipótesis de acción se deja de lado de manera análoga a la forma en que, según el método hipotético-deductivo de Popper, se refuta una hipótesis científica si no se cumplen sus consecuencias observacionales (Popper 1935, 1972).

Llegado este punto, debe dejarse en claro que una cosa es la acción del científico (la racionalidad de la acción del científico) y otra el desarrollo de la ciencia (la racionalidad de la evolución del conocimiento científico). En cuanto a la acción del científico, ésta no se diferencia estructuralmente de la acción cotidiana. La acción instrumental correcta del científico en una situación experimental consiste en sostener o actuar conforme a una hipótesis (por ejemplo evitando diseñar con metal ciertos dispositivos expuestos al calor) mientras maximice su función de utilidad, que deberá tener como preferencia más alta el logro de explicaciones científicas (no sólo en base a relaciones causales, sino también a relaciones intencionales en el caso de las ciencias sociales). Cuando, partiendo de una creencia en una hipótesis científica y actuando en consideración a ella, el científico obtiene consecuencias inesperadas para una cierta situación experimental, éste podrá culpar a la creencia tenida en cuenta de la inadecuación de la acción, ya que la acción se deriva de la hipótesis de acción de la que dicha creencia (hipótesis científica) formaba parte. En lo que respecta al desarrollo de la ciencia, se ha visto en la comparación de los ejemplos con los que se comenzó este párrafo que éste presenta una estructura análoga a la de la evolución de la conducta a partir de los datos aportados por la experiencia (no se cuenta con espacio para ello, pero la analogía entre mi modelo y el método científico puede extenderse a otras interpretaciones más complejas de la ciencia tales como las de Kuhn o Lakatos).

Se tiene que el individuo actúa suponiendo que su acción, en tanto elegida de manera racional, ha de ser correcta, inclusive en los casos en que dicha elección racional es llevada a cabo en base a probabilidades objetivas o subjetivas (es decir bajo riesgo o incertidumbre). Esto está de acuerdo en general con la respuesta kantiana al problema de la causalidad en Hume y la popperiana al criterio inductivista del positivismo lógico: nada nos asegura que mañana exista el sol, los metales se dilaten con el calor o que las puertas se abran al bajar el picaporte, sólo suponemos (acción equivalente a la del científico) estos estados de cosas como probablemente ciertos, llevando a cabo nuestras demás acciones en consecuencia con esa suposición, hasta tanto no surjan indicios en contrario que nos lleven a considerar otros estados de cosas alternativos que maximicen nuestra utilidad individual. Por lo tanto, en caso de que se refute cierta hipótesis de acción, el individuo aprenderá de su error y procederá, cuando le sea posible, a elaborar otra hipótesis más rica, reflejo de la evolución de su conducta a partir de su experiencia personal (de manera análoga a la evolución científica).

Habiendo observado la similitud existente en el proceso de aceptación y rechazo de hipótesis de acción y el relativo a las hipótesis científicas, hay que hacer notar la diferencia esencial que distigue a ambas clases de hipótesis: mientras que en una hipótesis de acción la relación causal es establecida de manera pragmática por un agente guiado por su sentido común o en obediencia a criterios de elección racional, en una hipótesis científica la relación causal se establece en atención a una necesidad lógica (ciencias formales) o fáctica- experimental (ciencias fácticas). La hipótesis científica tiene además pretensiones de validez universal, y no se refiere a acciones del individuo particular que la formula, sino a "acciones" de entidades generales, abstractas o inanimadas (los electrones, los metales, la sociedad).

Sin embargo, a pesar de estas diferencias, creo que, dado que la acción humana es previa a la ciencia, la racionalidad del método científico no es sino una consecuencia más, lógica y natural del modo racional de actuar propio del hombre, es decir, de la racionalidad de la acción. No coincido con quienes afirman que la racionalidad se expresa fundamentalmente en la ciencia para entonces extenderse a otros campos de las actividades humanas, sino que, por lo contrario, sostengo que la racionalidad básica es la racionalidad de la acción, que naturalmente comprende a todas las actividades racionalizables, entre ellas la ciencia.

Mi perspectiva de la acción y de la ciencia coincide con la planteada por el pragmatismo y adoptada en la compilación de Eco y Sebeok (1992), quienes toman a Peirce para establecer una comparación entre la investigación científica y la detectivesca. Peirce caracteriza al modo de actuar del científico como una mezcla de tres tipos de razonamiento, inducción, "abducción" y deducción. Así, de acuerdo al "modo holmesiano de actuar" (por Sherlock Holmes), según Eco, el agente induce primero, a partir de datos limitados, la existencia de ciertos hechos, para después adelantar una hipótesis que explique o interprete esos hechos (esta es la abducción, nunca exenta de riesgo ni de cierta adivinación). Tal hipótesis pasa a constituir una creencia general (a la que se le asocia la máxima probabilidad subjetiva, es decir a la que se supone verdadera), para luego, a partir de ella, deducir sus consecuencias y probar si se corrobora o refuta. Para Peirce el entrelazamiento triádico inducción- abducción- deducción constituye una constante en la vida cotidiana y en la investigación científica. La ciencia resulta entonces una respuesta de entre las posibles, interesada, condicionada por el contexto y nunca gratuita, a la curiosidad explicativa del científico.

Un individuo cualquiera en situación sostiene de por sí un conjunto de creencias que juzga correctas, de la misma manera en que un científico procede a partir de supuestos corroborados. La suposición de creencias previas a cualquier tipo de acción, conecta mi punto de vista con el del convencionalismo. De hecho, mi modelo lleva asociadas una ontología y una teoría de la verdad convencionalistas. Somos lo que suponemos que somos, tomamos como verdadero lo que suponemos que es verdadero.

 

2.2.5- Acción inadecuada, acción racional y acción irracional.

En lo que sigue, se hará una enumeración de las circunstancias que pueden llevar a un agente a efectuar una acción incorrecta o inadecuada en su situación objetiva. Puede decirse, en principio, que dichas circunstancias habrán de referirse a una mala deliberación (de la que se derivan acciones irracionales y en consecuencia sólo providencialmente adecuadas), o bien a una deficiente definición subjetiva de los elementos de la situación (de la que se pueden derivar acciones inadecuadas pero no por ello irracionales). Así como se señaló que corrección no equivalía a racionalidad, incorrección no equivale a irracionalidad. Mientras la racionalidad tiene relación con el uso o no uso de un criterio en la elección de la acción, la corrección o incorrección se refieren a si la acción elegida racionalmente resulta o no resulta objetivamente correcta. Veamos los distintos casos en que una acción puede resultar incorrecta o inadecuada.

 

I) Inadecuación debida a una deliberación deficiente.

Es el caso que se da cuando una hipótesis de acción es establecida sin referencia al criterio estratégico de racionalidad o sin respetar las condiciones que lo complementan y que en 2.2.2 se enumeraron del 1 al 9. Pueden hacerse dos subclasificaciones:

I.1) Cuando el criterio no se aplica pudiéndose haber aplicado. Es decir, cuando no se ejecuta la acción marcada por el criterio estratégico dentro de las opciones posibles habiéndose dado las condiciones 1- 9. Según Elster (1986), las violaciones de la racionalidad de esta clase pueden tener su origen en distintos eslabones de la cadena explicativa: en la acción misma, en la formación de creencias, en la formación de deseos o preferencias y en la acumulación de evidencia. Esto da lugar a una serie de casos que se pasan a enumerar:

A) Irracionalidad en la acción misma.

a) Debilidad de la voluntad: se trata del conocido caso de la akrasia aristotélica a la que ya se hizo referencia en 2.2.3. El agente conoce cuál es la acción racional en su situación (por ejemplo que no debe comer dulces), pero no puede resistirse a actuar de otra manera (come un dulce cuando éste se le presenta). Es también el caso de Ulises, analizado en Elster (1979), quien se ata previamente al mástil de su barco para evitar ser sojuzgado por el canto de las sirenas, creándose constricciones por anticipado para evitarse de actuar en forma irracional.

b) Fenómeno de la utilidad no esperada: en numerosos casos de decisión bajo riesgo, el agente no recurre a la maximización de la utilidad esperada, sino que tiende por ejemplo a sobreenfatizar las bajas probabilidades objetivas y a menospreciar las altas, lo que lo puede llevar a una oposición irracional a planes con muy bajo riesgo de un gran accidente.

c) Calvinismo cotidiano: forma de pensamiento mágico ligado a la paradoja de la predestinación, por la cual el agente supone que el llevar a cabo cierta acción implica que uno ha sido ya predestinado.

d) Formas autodestructivas de la acción racional: existen algunos objetivos como la espontaneidad, el olvido o el sueño para los que intentar llevarlos a cabo a través de la acción instrumental equivale a interferirlos o evitarlos.

B) Irracionalidad en las preferencias.

Resulta controvertido hablar de deseos racionales, sin embargo se encuentran algunos ejemplos claros de irracionalidad en la modificación y formación de deseos. Tal es el caso, por ejemplo, del agente con "preferencias contraadaptativas", que es aquél que prefiere lo que no tiene y que deja de preferirlo cuando lo obtiene.

C) Irracionalidad en la formación de creencias.

a) Creencias de irracionalidad "caliente": aquí se incluyen las paradojas de la autodecepción y del deseo ansioso. Un ejemplo es la tendencia de sujetos normales de sobreestimar sus propias habilidades.

b) Creencias de irracionalidad "fría": este tipo de irracionalidad puede tomar, entre otras, la forma de generalizaciones a partir de pruebas escasas o de un tratamiento de la probabilidad de eventos compuestos como si fuera la suma y no el producto de la probabilidad de cada evento.

D) Irracionalidad en la recolección de evidencia.

Teniendo en cuenta que las evidencias pasan a formar parte de las creencias puede decirse que se trata de un caso particular de irracionalidad de las creencias. Se trata del procedimiento muy común consistente en detener la recolección de evidencia cuando la creencia está racionalmente justificada por la evidencia recogida, que es a su vez la única que se quiere que sea verdadera. Si la cantidad de información recolectada está por debajo de la banda de información necesaria, el comportamiento es irracional. Resulta interesante tomar este tipo particular de acción desde la perspectiva de los juegos repetidos. En ese sentido, puede decirse que el individuo se empeña en usar hipótesis de acción ya refutadas, es decir, se resiste a considerar los nuevos elementos de juicio (informaciones) aportadas por sus fallidas experiencias. Dichos elementos deberían modificar su situación subjetiva y en consecuencia su modo de actuar. No obstante el individuo achaca sus fracasos a factores accesorios, de manera de poder conservar cierta hipótesis sin refutarla, cayendo en el dogmatismo, que es como pretendo llamar a este tipo de acción del que volveré a ocuparme más adelante.

I.2) Cuando por falta de información resulta imposible aplicar un criterio de racionalidad estratégica.

Se trata básicamente de lo que Elster (1986) plantea como "problema de la no unicidad" de la acción racional. Ese problema surge cuando, permaneciendo fijos los deseos y creencias del agente, la elección racional prescribe más de una acción como posible, es decir, como igualmente maximizadoras de la utilidad esperada. Cuando la diferencia entre ambas alternativas es escasa (la opción entre tomar dos tipos diferentes de sopa, por ejemplo), el problema no es tal, ya que si bien el agente puede apelar a algún tipo de decisionismo, cualquiera de las opciones elegidas puede tomarse como racional. Las dificultades surgen cuando las acciones a optar son contradictorias entre sí, cuando el agente no puede establecer comparaciones fundadas acerca de la utilidad de las alternativas ya que son muy diferentes las unas de las otras y no conoce sus consecuencias. La no unicidad se transforma así en no existencia de la conducta racional. Se dice aquí que el ranking de preferencias está incompleto o desconectado. El déficit informativo se encuentra en las propias preferencias, el agente no sabe lo que quiere. Al respecto, tómese el paramétrico y cinematográfico ejemplo del policía que descubre una bomba en un edificio y al desarmarla encuentra dos cables (uno azul y otro rojo), de modo tal que cortar uno de ellos permite desactivar la bomba, mientras que cortar el otro la hace explotar. Como en toda esta clase de películas, el policía dispone de unos pocos segundos para desactivar la bomba y así salvar su vida. El policía se encuentra en una situación Ss en la que sólo tiene dos opciones posibles, cortar el cable rojo o cortar el cable azul. Sin embargo, carece de elementos de juicio que le permitan discernir la acción apropiada, ya que no conoce ni puede establecer las utilidades relativas a cada opción. Una misma alternativa puede representar la salvación o la destrucción. Al policía no le servirá de mucho adjudicar probabilidades subjetivas a los dos estados de cosas posibles (que el desactivador sea el cable rojo o que sea el cable azul), ya que necesariamente deberá atribuir la misma (0,5) a ambos. El criterio de racionalidad puede ser aplicado para obtener dos respuestas racionales pero contradictorias. Por lo tanto el agente puede también apelar, en el momento de decidir su acción, a criterios irracionales supletorios como la intuición o el gusto personal por cierto color. Supongamos que decide cortar el cable azul. Si el cable azul resulta de hecho el desactivador, la acción del policía resultará providencialmente adecuada a su situación objetiva real So, pero en el caso contrario no tendrá oportunidad de refutar su hipótesis para tomar la otra sobre la que había deliberado.

 

II) Inadecuación resultante de una deficiente caracterización de los elementos de la situación.

Se trata de la circunstancia que se da cuando el estado de cosas esperado por el agente (Ss) resulta contradictorio con el estado de cosas objetivo (So) que hubiera sostenido el mismo individuo en posesión de información completa. En particular, habría aquí que señalar al menos dos subcasos:

1) El caso del individuo con información incompleta que asocia equivocadamente su situación subjetiva Ss con una situación considerada Sc (presente en una creencia aceptada) en la deducción de una acción.

2) El caso del individuo con información incompleta, que él mismo transforma en completa haciendo una mala distribución de probabilidades sobre los posibles estados de cosas.

En los dos subcasos, el individuo que cree tener información completa cuando esa información es en realidad equivocada. A su vez, ese déficit informativo redunda en una mala caracterización de los parámetros que definen la situación Ss y, en consecuencia, en una acción posiblemente inadecuada a la real situación So del agente.

El error no está ahora en la deliberación de la hipótesis de acción, sino en la caracterización subjetiva Ss que el agente hace de su situación objetiva So. Al convertirse Ss en la situación tenida en cuenta a la hora de la aplicación del criterio de racionalidad, la acción deducida resulta adecuada para tal Ss, pero puede no serlo para So distinta de Ss.

Respecto del subcaso 1, puede ocurrir que por distintos motivos pero especialmente por la necesidad o tendencia de acotar el problema a abordar, el individuo asocie su situación Ss con una situación Sc equivocada. Como se dijo, el agente, en su vida cotidiana, responde de la misma manera ante situaciones similares pero no estrictamente idénticas. No guarda en su memoria una hipótesis distinta para cada una de las situaciones que enfrenta, lo que supondría una capacidad de retención muy grande, sino que, al corroborar una hipótesis relativa a cierta situación, lo está haciendo también respecto a cierta clase de situaciones. Lo que hace el individuo es distinguir las características relevantes de su situación de las características accesorias y, merced a la capacidad que le confieren los mecanismos de transferencia de su memoria, pasar a considerar luego, como antecedente de la hipótesis de acción, una situación que no es exactamente igual a la considerada en el momento de la corroboración de la premisa mayor, sino sólo en sus características relevantes. Así, una clase de situaciones puede ser definida como un conjunto de situaciones con las mismas características relevantes (abstraídas y generalizadas por el agente) pero con distintas características accesorias.

Resulta claro que una misma hipótesis de acción puede ser válida para situaciones con características accesorias distintas. En el paramétrico y ya anticipado ejemplo de la preparación del té, yo no necesitaría elaborar nuevas hipótesis de acción si estuviera en una cocina distinta a la de mi casa. Una creencia contemplará entonces un tipo de situaciones similares:

Sc a = ( Sc1 v Sc2 v Sc3 v ... v Scn ) a

Sc1= situación normal de mi casa.

Sc2= situación idéntica a Sc1 pero con cucharas doradas en vez de plateadas.

Sc3= Sc1 con cucharas plateadas y tazas de otra forma y color.

v= disyunción.

Así, el agente puede reconocerse en alguna de estas situaciones de una misma clase, y proceder a elegir su acción a partir de ella.

Supóngase, entonces, que después de escribir estas líneas, deseo tomar un té a mi gusto, es decir con tres cucharaditas de azúcar. Poseo todos los medios materiales necesarios excepto cucharitas. Como dispongo en cambio de cucharas grandes, apelo a una creencia de mi conjunto C que dice que una cuchara grande equivale a tres chicas y que, en consecuencia, para tomar un "buen" té debo agregar una cucharada grande de azúcar. Los conjuntos que definen la situación son los siguientes:

C= { Creencias relevantes, incluida la de que si quiero tomar un

té a mi gusto debo agregarle una cuchara grande de azúcar }

P= { fu(3) = 4, fu(2) = 3, fu(1) = 2, fu(0) = 1, fu (x>3) = 1 }

x= número de cucharas chicas.

M= { todos los medios necesarios excepto cucharas chicas }

A= { agregar x cantidad de cucharas grandes } 0<x<10

Asimilando mi situación Ss con aquélla ya deliberada en la creencia referida, deduzco la acción:

CE

(1) Sc (C.P.M.A) a ----> A1 a

(2) Ss1 = Sc1 (C1.P.M.A) a

(3) A1 a

A1 = "agregar una cucharada grande".

C1 = conjunto de creencias 1.

Sin embargo, pruebo el té y lo encuentro amargo, es decir A1 no resulta adecuada a So. Resulta entonces que la información completa que creía tener no era tal, ya que incluía una creencia equivocada. Nótese que desde el punto de vista subjetivo el razonamiento es correcto, pero desde el punto de vista objetivo de un observador informado es falaz. La falacia objetiva proviene de identificar Sc1 con Ss1 y a esta última con So, y de extender las conclusiones extraídas para Sc a Ss y a So, cuando en realidad Sc y So se contradicen.

Refuto entonces la hipótesis de acción y paso a tener una nueva descripción de la situación de la acción, pudiendo considerar ahora como más probable el estado de cosas en que tres cucharas chicas equivalen a una y media de las grandes. Tengo entonces una nueva Ss2 de la que se infiere una nueva acción, distinta a la anterior:

CE

Ss2 (C2.P.M.A) a ----> A2 a

A2 = "agregar una cucharada grande y media" (en realidad sólo media más ya que ya tiene una de la acción anterior).

C2 = conjunto de creencias 2.

Nuevamente encuentro al té falto de azúcar (Ss2 y So se contradicen). La diferencia es que ahora la deficiente caracterización de la situación subjetiva, que provoca la elección de una acción inadecuada, no proviene de una asociación equivocada con una creencia sino de una mala atribución de probabilidades subjetivas. Mientras en el paso anterior la asociación equivocada afectaba a una deducción, en este paso queda afectada una deliberación. Por lo tanto, refuto otra vez la hipótesis de acción y vuelvo a asignar probabilidades subjetivas, dándole la mayor al estado de cosas según el cual tres cucharas chicas equivalen a dos grandes. De nuevo, tengo otra situación (Ss3) de la que se deduce una acción diferente a las anteriores:

CE

Ss3 (C3.P.M.A) a ----> A3 a

A3= "agregar dos cucharadas grandes" (es decir media más).

C3= conjunto de creencias 3.

Esta vez el té está a mi gusto, la acción resulta adecuada y la hipótesis respectiva corroborada, por lo que la próxima vez que me falten cucharas chicas, ya sabré a qué hipótesis recurrir.*

Puede decirse que, en general, el tipo II de inadecuación es el que subsume todos los casos a los que el agente puede aplicar la frase "Si hubiera sabido que las cosas eran así, hubiera actuado de otra manera". En ese sentido, se puede incluir dentro del subcaso 2 visto anteriormente al individuo "embromado", ya que el mecanismo de la broma, como el del engaño, consiste en dar cierta información falsa al agente para que éste construya una situación subjetiva Ss distinta a la real So, de manera de hacerlo deducir una acción torpe o ridícula para su situación So (conocida de antemano por los bromistas).

Además, una acción incorrecta puede ser el resultado de una de las falsas generalizaciones tan comunes en la vida cotidiana. Las falsas generalizaciones se producen cuando tomamos como pertenecientes a una misma clase a dos situaciones con características relevantes distintas. En el ejemplo anterior, la capacidad de las tazas y cucharas es una característica relevante de la situación (no es lo mismo diluir dos cucharas de azúcar en 250 cc que en 300 cc), que si es tomada como accesoria puede conducir al agente a una acción inadecuada a su situación objetiva.

Una vez analizadas las distintas maneras en que puede ser producida una acción incorrecta o inadecuada, me gustaría hacer unas reflexiones generales adicionales al respecto.

En primer lugar, vale hacer referencia a la amplia gama de situaciones en las que, a pesar de la completitud del ranking de preferencias, la incertidumbre acerca de otras variables impide la aplicación del criterio de la teoría de la elección racional pero no de otro menos complejo. Al respecto, se hizo ya referencia a las dificultades que ha encontrado la teoría de la elección racional para dar cuenta de los juegos de información incompleta y a la compensación que ella hace de tal carencia al asimilar las incertidumbres de cada jugador como probabilidades subjetivas. Puede ocurrir, sin embargo, que sea imposible transformar el juego de información incompleta en uno de información completa, que el agente no pueda calcular de ninguna forma las probabilidades subjetivas que contrarresten su déficit de información. Tal imposibilidad se pone de manifiesto cuando no se tiene ningún dato sobre el cual apoyar dichas probabilidades, cuando se da el caso de jugadores con expectativas mutuamente inconsistentes, o bien cuando un gran número de jugadores o variables desconocidas entran en la deliberación. En estas circunstancias, el agente podrá tomar una decisión, pero no una decisión basada en el criterio de racionalidad estratégica de la teoría de la elección racional. No obstante, el individuo es libre de guiarse por algún criterio menos abarcativo y sofisticado que el de la teoría considerada, por ejemplo dejando de lado la situación de juego y adoptando el criterio de racionalidad paramétrica, o bien adhiriendo a criterios como el de la racionalidad limitada o a la simple racionalidad medios- fines del sentido común. Se ha dicho que la relación entre antecedente y consecuente de la hipótesis de acción puede llevarse a cabo por criterios más simples de racionalidad y no necesariamente a través del complicado criterio estratégico de la teoría de la elección racional, que aunque siendo el más refinado no siempre se puede aplicar. Sin embargo, la diferencia entre tomar el criterio de la teoría o tomar algún otro es que el primero, al ser más elaborado y abarcativo, ofrece al agente subjetivo mayores garantías de obtención de una acción correcta en la situación objetiva.

En segundo lugar, se dijo que el caso I1D merece especial atención. En ese sentido, la acción dogmática puede comenzar como una acción subjetivamente racional pero objetivamente inadecuada, del tipo II. Sin embargo, la persistencia del agente en no refutar la hipótesis de la que se deriva, en negarse a aceptar información probada disponible que modifique alguno de los parámetros de su situación objetiva (la aceptación de nuevas creencias, la admisión de nuevos medios y en consecuencia de nuevas acciones posibles, y hasta incluso un cambio de preferencias) determina que lo que era subjetivamente racional pase a ser subjetivamente irracional. La diferencia con el tipo II de acción incorrecta es que ahora el agente deja de lado conciente y voluntariamente la evidencia veraz obtenida de su propia experiencia que puede contribuir a completar su información. Si, luego de varios juegos repetidos insatisfactorios, el agente se niega a modificar su hipótesis de acción, insistiendo en aplicar el criterio estratégico a la primitiva situación como si nada hubiera pasado, la incorrección se transforma en irracionalidad. Es el caso del dogmático de cualquier tipo que se adhiere a un conjunto rígido de creencias que se niega a modificar.

En tercer lugar, vale la pena hacer notar que si bien al nivel del discurso la racionalidad implica necesariamente corrección, esto no ocurre en el terreno de la acción, cuya dimensión empírica determina que racionalidad y corrección (adecuación) de una acción sean equivalentes sólo en casos con información completa. En los casos con información incompleta, puede darse, como se dijo, que de una hipótesis de acción considerada racional desde la perspectiva subjetiva del agente se deduzca una acción objetivamente incorrecta. Además, mientras el bien del discurso es único (el respeto de las leyes de la lógica), la acción puede ser buena en sentido estratégico o bien en sentido moral. En el punto 2.2.6 se profundizará esta observación ya adelantada en el capítulo 1.

En cuarto lugar, y a partir de los comentarios anteriores, me voy a permitir llevar a cabo una clasificación de las acciones según su grado de racionalidad de la manera que sigue:

1- Acciones racionales perfectas: son aquellas acciones subjetivamente racionales, a la vez que objetivamente correctas.

2- Acciones racionales imperfectas: aquéllas que siendo subjetivamente racionales, resultan ser objetivamente incorrectas. Es el caso de las acciones incorrectas correspondientes al tipo II, en el que la falta de información puede llevar a la paradoja de la elección racional de acciones incorrectas.

3- Acciones irracionales: son las subjetivamente irracionales (el agente no aplica un criterio de racionalidad, pudiéndolo haber aplicado, caso I1, o por imposibilidad efectiva, caso I2) sean objetivamente correctas o incorrectas.

Hay que aclarar que en I1 tanto el agente como su acción son susceptibles de ser declarados irracionales, mientras que en I2 tal calificación parece sólo válida para la acción, ya que en este último caso el agente puede conocer todos los requisitos de una acción racional pero encontrarse impedido de aplicar ese conocimiento. Además, el hecho de no tener en cuenta que la falta de información en la elección racional puede conducir a un comportamiento incorrecto, puede llevar al agente a una forma de comportamiento irracional que Elster denomina hiperracionalidad, sustentada en la creencia irracional en la omnipotencia de la razón.

Terminaré este punto interrogándome acerca del tipo de explicación derivada de mi concepción de la racionalidad y la acción. En general, estoy de acuerdo con el punto de vista de Davidson y Elster respecto de la explicación intencional (en la que motivos e intenciones se reconocen a la vez como razones y causas de la acción). Así, coincidiendo con lo que Guariglia (1993) sostiene que debe constituir el carácter de la explicación práctica y con mis apreciaciones sobre la relación entre acción y ciencia, puede decirse que mi explicación es causal en tanto la situación Ss opera como causa de las acciones, pero no en el sentido de la explicación nomológico-deductiva de las ciencias naturales. La diferencia radica como se dijo en que la relación condicional establecida en la formulación lógica de la hipótesis de acción, al contrario que la de una hipótesis científica, constituye una relación pragmática entre acción y situación, una hipótesis particular y sin pretensión de validez universal.

De la misma manera que Elster (1990), concluyo que la explicación propia de las ciencias sociales debe combinar la explicación en términos de la situación subjetiva de los agentes con la explicación causal objetiva de sus interacciones. Primero se debe "comprender" endopáticamente, de la manera planteada por Weber (1904), por qué razones los agentes hacen lo que hacen, para después "explicar", desde una perspectiva objetiva, por qué comportándose como lo hacen dichos agentes provocan lo que provocan. En ese sentido, según Elster, una teoría social debe incluir:

1) Explicaciones de cómo son conformados los deseos y creencias por socialización.

2) Explicaciones de acciones individuales en términos de deseos y creencias individuales.

3) Explicaciones de macroestados en términos de acciones individuales.

En particular y por consiguiente, un estudio científico de las relaciones internacionales debería contar con:

1) Explicaciones de cómo son conformados los intereses y ambiciones de los estados y demás actores internacionales

2) Explicaciones de las acciones de los estados y demás actores internacionales en términos de intereses nacionales y organizacionales.

3) Explicaciones de diversas situaciones de la sociedad internacional en términos de las acciones de los estados y demás actores internacionales.

Esta será pues la tarea a desarrollar a partir de la segunda parte.

 

2.2.6- El modelo y la acción en base a principios morales.

En el punto 1.2.3, al estudiarse las bases de la teoría de la elección racional, se admitieron sus bondades para analizar la racionalidad estratégica, pero se negó a aceptar los intentos de extensión de su criterio a la evaluación de la racionalidad moral. Habida cuenta de tal insuficiencia, se sugirió que había que complementar el criterio de la teoría de la elección racional con algún tipo de criterio moral. Por otro lado, se señaló que, para Aristóteles, lo bueno en una situación dada (la acción correcta, adecuada), es establecido por la recta razón del hombre prudente, tomada como criterio normativo de racionalidad tanto a nivel estratégico como moral (el phrónimos constituye la guía para la deliberación de la buena acción estratégica y de la buena acción moral).

No tomaré partido por el criterio aristotélico, ni siquiera por el de sus continuadores contemporáneos, los comunitaristas, sino por algún tipo de criterio de la línea universalista. Sin embargo, la alusión a Aristóteles sirve para volver a poner de manifiesto la carencia ética de la teoría de la elección racional y como introducción a mi perspectiva respecto a la acción gobernada por principios morales. En ese sentido, mi modelo tendrá en cuenta la posibilidad del agente de obedecer a un criterio estratégico (de buscar una acción estratégica "buena"), a un criterio moral (de buscar una acción moralmente "buena"), o bien a ambos (de buscar una acción no sólo estratégica sino moralmente buena). Cabría tener en cuenta otro tipo de acción y de racionalidad, el de la acción expresiva, apuntada entre otros por Habermas y Guariglia, cuyo criterio de racionalidad sería el de la maximización del contenido expresivo fijado por el propio agente. La acción expresiva, a diferencia de la moral, podría considerarse, a la luz de la teoría de la elección racional, como un caso particular de acción instrumental- estratégica, tomando como preferencia máxima de la función de utilidades al logro de la mayor expresividad posible. Desde ya, la atribución de racionalidad a la acción expresiva resulta bastante discutible, por lo que me limito a dejar planteada la anterior interpretación sólo como una posibilidad, sin adentrarme en una cuestión que, aunque relevante, no está directamente relacionada con las preocupaciones principales de este trabajo. Agréguese solamente que para Guariglia (1993), el interés estético eudemonista de afirmación que guía a la acción puramente expresiva, no sólo puede sino que debería acompañar al interés estratégico y a la preocupación moral, de manera de evitar la reducción y la separación entre los tipos de racionalidad estratégica y moral.

Recuérdese entonces que, hasta el momento, mi modelo se ha referido al análisis del aspecto estratégico de la acción dejando de lado premeditadamente las referencias a la racionalidad moral. Casi todo lo dicho es aplicable, sin embargo, para el análisis de la racionalidad y de la corrección o incorrección de las acciones morales. Sólo basta, en la deliberación de la premisa mayor, complementar el criterio de racionalidad estratégica con un criterio de racionalidad moral. Analicemos en primera instancia el que sería el esquema silogístico de un agente moral puro, es decir de un agente que guiara su acción sólo por respeto a un criterio moral, independientemente de las consecuencias estratégicas:

CM

Ss (C.P.M.A) a ----> A1 a

CM: criterio normativo moral.

La hipótesis de acción se lee de la siguiente manera: "Si a es un agente en una situación S, definida por los parámetros C, P, M y A, entonces, según el criterio moral CM, resulta correcto que a efectúe la acción A1".

La aplicación de un criterio de racionalidad moral permite al agente deducir una acción A1 éticamente correcta en su situación subjetiva, según dicho criterio. No obstante, y por las mismas razones expuestas para la acción estratégica, la acción puede resultar moralmente incorrecta en la situación objetiva So. La clasificación de las acciones morales de acuerdo a su grado de racionalidad también resulta análoga a la de las acciones estratégicas, si se reemplaza al agente estratégico por el agente moral. En cuanto al tipo I de incorrección, el de la acción irracional, la incorrección provendrá del incumplimiento de las pautas del criterio normativo moral considerado.

Antes de seguir debe advertirse que para el caso de la acción moral, la formulación condicional de la hipótesis de acción no debe llevar a la confusión de creer que los elementos de la situación condicionan el respeto del criterio. Por el contrario, en la aplicación de criterios morales no utilitaristas tales elementos no condicionan la elección de la acción sino simplemente definen las circunstancias particulares que dan contenido a la mencionada aplicación. Sólo en este último sentido debe entenderse la formulación condicional de una hipótesis de acción moral.

Se tiene entonces que para un completo análisis de la racionalidad de la acción el agente debe ser considerado estratégica y moralmente racional. Sólo de esta manera se obtiene la forma más compleja de mi hipótesis de acción, que es la que sigue:

CE + CM

Ss (C.P.M.A) a -----> A1 a

Léase: "Si a es un agente en una situación S, definida por los parámetros C, P, M y A, entonces, según el criterio estratégico CE y el criterio moral CM, resulta correcto que a efectúe la acción A1".

Por las razones vistas en mi tipificación de las acciones inadecuadas, la acción bajo incertidumbre de un agente estratégica y moralmente racional puede resultar incorrecta en los hechos, desde el punto de vista estratégico, moral o desde ambos. En particular, una vez efectuada la acción, existen cuatro resultados posibles:

1) La acción resulta estratégica y moralmente adecuada.

2) La acción resulta moralmente adecuada pero estratégicamente inadecuada.

3) La acción resulta estratégicamente adecuada pero moralmente inadecuada.

4) La acción resulta estratégica y moralmente inadecuada.

En el caso 1 el agente corroborará su hipótesis de acción, mientras que en el 4 deberá refutarla totalmente. Con respecto a las ocurrencias 2 y 3, puede pasar que de los criterios estratégico y moral no se deduzcan necesariamente acciones contradictorias entre sí para la situación tenida en cuenta, de manera de permitir una reconsideración de la acción que conduzca al estado de cosas 1. Los inconvenientes surgen cuando de los dos criterios se infieren acciones contradictorias mutuamente excluyentes y el agente se ve obligado a optar entre 2 y 3. ¿Cuál de estas alternativas es la más correcta, si hay una? Este es el problema que desde Maquiavelo ha tratado de zanjar toda la filosofía política. En ese sentido, revisaré en otro capítulo el a mi entender fallido intento de la ética política de incluir la estrategia en una ética de la responsabilidad o de las consecuencias.

 

2.3- Las hipótesis del modelo.

Tomando en consideración las reflexiones llevadas a cabo en el transcurso de este capítulo, paso ahora a definir el conjunto de hipótesis que sintetizan mi modelo interpretativo de la acción y su racionalidad.

1) Todo individuo (a) es un individuo en situación (S).

2) La situación de un individuo queda caracterizada a partir de una serie de elementos que la componen a saber, un conjunto C de creencias, un conjunto P de preferencias, un conjunto M de medios materiales disponibles, y un conjunto A de acciones alternativas posibles (S (C.P.M.A.)).

3) Todo individuo (a) en una situación S definida por ciertos parámetros C, P, M y A, delibera acerca de la acción más adecuada, correcta, apropiada a esa situación. En ese sentido, elabora permanentemente hipótesis de acción que vinculan condicionalmente su situación con las acciones elegidas como adecuadas a ella.

4) La deliberación y elección de la acción adecuada a la situación del agente, es decir, la conformación de su hipótesis de acción, se efectúan en relación a un criterio normativo de racionalidad, tanto en el terreno estratégico como en el moral.

5) La forma lógica que permite describir la variante más compleja de una hipótesis de acción es la que sigue:

CE + CM

Ss (C.P.M.A) a -----> A1 a

Léase: "Si a es un agente en una situación subjetiva de elección Ss, definida por los parámetros C, P, M y A, entonces, según el criterio estratégico CE y el criterio moral CM, resulta correcto que a efectúe la acción A1".

6) En el terreno estratégico, el criterio de maximización de la utilidad esperada propuesto por la teoría de la elección racional es el más refinado y abarcativo, pero diversas circunstancias conducen al agente a adoptar otros criterios menos amplios, pero más inseguros, como el de racionalidad limitada.

7) La elección de la acción de un agente en una dada situación se puede dar de dos maneras:

a) Si el agente cuenta con información completa, éste simplemente delibera a partir de algún criterio estratégico, moral o de ambos y obtiene la acción adecuada según el o los criterios adoptados.

b) Si la información del agente es incompleta, éste la completa de manera subjetiva mediante la asignación de probabilidades objetivas (riesgo) o subjetivas (incertidumbre) a los estados de cosas de los que se carece de información. Una vez hecho esto, pueden darse dos circunstancias:

b1) Si la situación subjetivamente considerada por el agente (Ss) es nueva, el individuo delibera racionalmente a partir de sus criterios normativos estratégico y moral y obtiene una acción adecuada a su Ss (distinta de su real situación objetiva So desconocida por el agente).

b2) Si Ss no es nueva, sino que puede asimilarse a una situación Sc considerada en el pasado, incluida en una hipótesis de acción ya deliberada y que forma parte del conjunto de creencias del agente, el individuo simplemente deduce directamente su acción a partir de tal asimilación (sin volver a deliberar).

8) En cualquiera de los casos incluidos en 7b), una vez efectuada la acción por el agente puede ocurrir que ésta sea de hecho adecuada o inadecuada a su situación objetiva So, en el terreno moral, en el estratégico o en ambos. En particular pueden darse cuatro circunstancias:

a) La acción resulta estratégica y moralmente adecuada.

b) La acción resulta moralmente adecuada pero estratégicamente inadecuada.

c) La acción resulta estratégicamente adecuada pero moralmente inadecuada.

d) La acción resulta estratégica y moralmente inadecuada.

9) Si en cierto terreno (estratégico o moral), la acción es adecuada, entonces la hipótesis queda corroborada en ese terreno y pasa a formar parte del conjunto de creencias del agente.

10) Si en cierto terreno (estratégico o moral), la acción es inadecuada, entonces el individuo puede revisar y eventualmente refutar su acción en ese terreno de la misma manera que en ciencia se refutan aquellas hipótesis que no resisten la contrastación empírica.

11) La incorrección o inadecuación de una acción puede provenir de una mala deliberación (cuando no se aplica algún criterio de racionalidad pudiéndose aplicar o bien por falta de información) o de una deficiente caracterización de los elementos de la situación (los conjuntos C, P, M y A).

12) En base a premisa anterior pueden definirse tres tipos de acciones: irracionales (subjetivamente incorrectas), racionales imperfectas (subjetivamente correctas pero objetivamente incorrectas) y racionales perfectas (subjetiva y objetivamente correctas).

13) La explicación de una acción puede hacerse suponiendo heurísticamente que el individuo actúa de acuerdo a este modelo, examinando los criterios y la situación subjetiva de elección que lo condujeron a esa acción. Dicho procedimiento sirve para interpretar no sólo la acción racional sino también la irracional.

Una formalización más completa del modelo se halla desarrollada en el Apéndice.

 

2.4- Principales aportes del modelo.

Pasaré a enumerar aquí los que creo que constituyen los principales aportes de mi modelo a la teoría de la elección racional y a la interpretación de la acción en general:

- El modelo descripto en este capítulo permite una visión más amplia, natural y flexible sobre la racionalidad de la acción. El individuo propone o apela a hipótesis de acción que juzga racionales desde su perspectiva, corroborándolas o refutándolas según el caso, tanto en la más elemental situación instrumental, como en la más compleja situación estratégica. El modelo ilustra cómo el nivel de la acción estratégica, si bien subsume el concepto de fines en el de preferencias y considera la situación de juego, conserva la estructura condicional medios-fines del nivel del sentido común. En ese sentido, mi interpretación constituye, al igual que la teoría de la elección racional, una sofisticación filosófica de la racionalidad del sentido común basada en el hábito. Es por medio de la racionalidad medios- fines del sentido común que el agente, en la vida cotidiana, elige de manera intuitiva y directa la acción que estima más conveniente, sin detenerse de manera conciente a atribuir probabilidades ni a maximizar funciones de utilidad. La teorización sirve, no obstante, para la descripción, explicación y predicción de decisiones complejas, en las que la estructura de la acción tanto estratégica como moral resulta más manifiesta, quedando por extensión establecidas las características formales de dicho sentido común. Como se ha dicho, la relación entre el antecedente y el consecuente de una hipótesis de acción puede hacerse por el criterio de la teoría de la elección racional o bien por otros menos sutiles y complicados como los de la racionalidad limitada, adaptativa, paramétrica o el de la del sentido común. La diferencia radica en que cuanto más refinado es el criterio de racionalidad adoptado, mayores garantías hay de efectuar una acción no sólo subjetivamente racional sino también objetivamente correcta. En suma, el modelo presentado permite abarcar tanto las acciones y decisiones simples y de sentido común, como las acciones estratégica o moralmente complejas.

- Mi modelo hipotético- deductivo provee una descripción acerca de la relación (la aplicación alternativa o conjunta) entre los criterios normativos estratégico y moral de la racionalidad de la acción, introduciendo, en la decisión de la acción, la consideración de su racionalidad ética sin recurrir al controvertido utilitarismo moral.

- Las distinciones teóricas entre situación subjetiva y situación objetiva, entre deliberación y deducción y entre racionalidad y corrección permiten un mejor análisis de la acción con información incompleta (bajo riesgo e incertidumbre). Por esta razón resultará útil para el análisis de la acción de los agentes de la sociedad internacional, en la que la incertidumbre es la regla y no la excepción. En ese sentido, mi enfoque permite interpretar la justificada resistencia de parte de los estudiosos de las relaciones internacionales a aceptar algunas simplificaciones de la teoría de juegos, a la vez que explica su preferencia por la noción de "hipótesis de conflicto", es decir por el establecimiento en condiciones de incertidumbre de conexiones hipotéticas entre distintas situaciones conflictivas y sus posibles respuestas.

- En las conclusiones de Elster (1985) se señalan dos limitaciones de la teoría de la elección racional a tener en cuenta: el hecho de no poder predecir el comportamiento en aquellas situaciones en que la información es incompleta o en las que las personas actúan irracionalmente, y el hecho de no poder explicar el cambio de preferencias. Al respecto, mi punto de vista, merced a la introducción del concepto de refutación de una hipótesis de acción, así como de la consideración de la subjetividad y del tiempo, aporta una contribución a la descripción, explicación y predicción de la acción irracional y de la que he llamado racional imperfecta. En particular, permite un interesante estudio de la irracionalidad en la recolección de evidencia (aquí se la ha llamado dogmatismo), que constituye una de las clases más difundidas de acción irracional, tanto a nivel individual como en el de la acción de los estados. Para describir y explicar una acción incorrecta habrá que establecer primero si se trató de una acción racional imperfecta o irracional. En el primer caso, se podrá investigar la situación subjetiva Ss a la que el agente aplicó el criterio estratégico de racionalidad de la teoría de la elección racional o algún otro, en el segundo caso, se debería observar si el agente pudo o no aplicar un criterio y, en caso afirmativo, proceder a encontrar el tipo de acción irracional involucrado. Además, el modelo, en base al análisis de los componentes de las situaciones de los actores (conjuntos C, P, M, A), puede ayudar a predecir acciones racionales imperfectas e irracionales (objetivamente incorrectas), y a influir en ellas con el aporte de nueva información.

El esquema resulta también compatible con las observaciones que atribuyen al tiempo un papel fundamental en la acción irracional por debilidad de voluntad (akrasia). Asimismo, la sucesión temporal de refutaciones sucesivas ayuda a la comprensión de los cambios de preferencias de los agentes, en la misma dirección en que intenta hacerlo la teoría de la elección racional por medio de los juegos repetidos.

- Mi modelo permite numerosas conexiones con distintas teorías y áreas temáticas. Sería muy largo y excedería los objetivos de este trabajo, el desarrollo completo de tales conexiones (las principales se hallan brevemente citadas en el apéndice). Prefiero dejar esa tarea para otra oportunidad y concentrarme en la segunda parte en mi tema específico, el de la acción de los estados en la sociedad internacional.

 

Resumen de conclusiones de la primera parte.

1) La racionalidad se predica del discurso y de la acción. Hablar de racionalidad, del discurso o de la acción racionales, supone contar con un criterio de racionalidad, normativo, a partir del cual distinguir el discurso y la acción "buenos", fundados, correctos, adecuados, de la acción o el discurso "malos", infundados, incorrectos, inadecuados.

2) En el terreno del discurso, el criterio normativo de racionalidad está dado por el respeto de las leyes de la lógica. En el terreno de la acción resulta más complicado establecer un criterio, por lo que la filosofía de la acción se ha ocupado de elaborar distintas teorías al respecto.

3) La teoría de la elección racional ha propuesto un criterio, la maximización de la utilidad esperada por el agente, que sintetiza distintas perspectivas constituyéndose en la interpretación más sofisticada y abarcativa de la acción racional.

4) Los enfoques más actualizados de la teoría de las relaciones internacionales suelen tomar de manera acrítica a la teoría de la elección racional. Sin embargo, ésta es susceptible de recibir al menos dos críticas principales:

a) En el plano estratégico: en la vida cotidiana, en situaciones de incertidumbre en las que el agente no puede cuantificar utilidades o probabilidades, o bien en problemas de gran complejidad de cálculos, el agente procede según criterios de racionalidad más simples.

b) En el plano moral: rechazo a la extensión del criterio de la teoría a la interpretación de la acción moral.

5) En base a los aportes de la teoría de la elección racional, a las críticas a ésta y a distintos elementos tomados tanto del método hipotético- deductivo popperiano como del silogismo práctico aristotélico, es posible construir el siguiente modelo interpretativo de la acción y su racionalidad:

(1) Todo individuo (a) es un individuo en situación (S).

(2) La situación de un individuo queda caracterizada a partir de una serie de elementos que la componen a saber, un conjunto C de creencias, un conjunto P de preferencias, un conjunto M de medios materiales disponibles, y un conjunto A de acciones alternativas posibles (S (C.P.M.A.)).

(3) Todo individuo (a) en una situación S definida por ciertos parámetros C, P, M y A, delibera acerca de la acción más adecuada, correcta, apropiada a esa situación. En ese sentido, elabora permanentemente hipótesis de acción que vinculan condicionalmente su situación con las acciones elegidas como adecuadas a ella.

(4) La deliberación y elección de la acción adecuada a la situación del agente, es decir, la conformación de su hipótesis de acción, se efectúan en relación a un criterio normativo de racionalidad, tanto en el terreno estratégico como en el moral.

(5) La forma lógica que permite describir la variante más compleja de una hipótesis de acción es la que sigue:

CE + CM

Ss (C.P.M.A) a -----> A1 a

Léase: "Si a es un agente en una situación subjetiva de elección Ss, definida por los parámetros C, P, M y A, entonces, según el criterio estratégico CE y el criterio moral CM, resulta correcto que a efectúe la acción A1".

(6) En el terreno estratégico, el criterio de maximización de la utilidad esperada propuesto por la teoría de la elección racional es el más refinado y abarcativo, pero diversas circunstancias conducen al agente a adoptar otros criterios menos amplios, pero más inseguros, como el de racionalidad limitada.

(7) La elección de la acción de un agente en una dada situación se puede dar de dos maneras:

a) Si el agente cuenta con información completa, éste simplemente delibera a partir de algún criterio estratégico, moral o de ambos y obtiene la acción adecuada según el o los criterios adoptados.

b) Si la información del agente es incompleta, éste la completa de manera subjetiva mediante la asignación de probabilidades objetivas (riesgo) o subjetivas (incertidumbre) a los estados de cosas de los que se carece de información. Una vez hecho esto, pueden darse dos circunstancias:

b1) Si la situación subjetivamente considerada por el agente (Ss) es nueva, el individuo delibera racionalmente a partir de sus criterios normativos estratégico y moral y obtiene una acción adecuada a su Ss (distinta de su real situación objetiva So desconocida por el agente).

b2) Si Ss no es nueva, sino que puede asimilarse a una situación Sc considerada en el pasado, incluida en una hipótesis de acción ya deliberada y que forma parte del conjunto de creencias del agente, el individuo simplemente deduce directamente su acción a partir de tal asimilación (sin volver a deliberar).

(8) En cualquiera de los casos incluidos en 7b), una vez efectuada la acción por el agente puede ocurrir que ésta sea de hecho adecuada o inadecuada a su situación objetiva So, en el terreno moral, en el estratégico o en ambos. En particular pueden darse cuatro circunstancias:

a) La acción resulta estratégica y moralmente adecuada.

b) La acción resulta moralmente adecuada pero estratégicamente inadecuada.

c) La acción resulta estratégicamente adecuada pero moralmente inadecuada.

d) La acción resulta estratégica y moralmente inadecuada.

(9) Si en cierto terreno (estratégico o moral), la acción es adecuada, entonces la hipótesis queda corroborada en ese terreno y pasa a formar parte del conjunto de creencias del agente.

(10) Si en cierto terreno (estratégico o moral), la acción es inadecuada, entonces el individuo puede revisar y eventualmente refutar su acción en ese terreno de la misma manera que en ciencia se refutan aquellas hipótesis que no resisten la contrastación empírica.

(11) La incorrección o inadecuación de una acción puede provenir de una mala deliberación (cuando no se aplica algún criterio de racionalidad pudiéndose aplicar o bien por falta de información) o de una deficiente caracterización de los elementos de la situación (los conjuntos C, P, M y A).

(12) En base a premisa anterior pueden definirse tres tipos de acciones: irracionales (subjetivamente incorrectas), racionales imperfectas (subjetivamente correctas pero objetivamente incorrectas) y racionales perfectas (subjetiva y objetivamente correctas).

(13) La explicación de una acción puede hacerse suponiendo heurísticamente que el individuo actúa de acuerdo a este modelo, examinando los criterios y la situación subjetiva de elección que lo condujeron a esa acción.

7) Ni el modelo presentado en este trabajo ni el de la teoría de la elección racional afirman que el individuo se comporta o debe comportarse permanentemente de manera racional. Se trata de simples modelos heurísticos de la acción intencional conciente y racionalizable, a partir de los cuales se procura también interpretar la acción irracional.