La UCR y la política exterior. Análisis de cien años del discurso radical
Acerca de los instrumentos y el método
En esta primera parte tratamos dos cuestiones, una referida al método que usaremos y la otra, a los instrumentos que nos sirven para el análisis.
Como veremos la primer parte del capítulo está formada por la crítica de las cuatro variables o instrumentos en los cuales basamos el análisis de la segunda parte (realismo, idealismo, autonomía e inserción). Luego desarrollaremos un análisis teórico de nuestro modelo de trabajo.
La distinta relevancia de los conceptos empleados, nos ha permitido componer dos parejas de conceptos. El idealismo y el realismo son sustanciales, ya que definen lineamientos relativos a la percepción del mundo y los grandes lineamientos a la hora de construir política. Ellos presentan una serie de problemas a la hora de la discusión de sus características.
El segundo grupo de conceptos -la autonomía y la inserción- tiene un carácter más instrumental, aunque también es necesario sumarle una apreciación sobre la interpretación de las estrategias que hacen al carácter de estas políticas, pensadas o realizadas.
Mucha bibliografía sobre el tema sostiene que la política exterior radical es idealista1. Por eso, nos parece oportuno hacer una aclaración con respecto a las categorías idealistas/realistas en política exterior y las clasificaciones que a menudo se hacen de los distintos gobiernos radicales. Esta distinción se fundamenta en valoraciones distintas de las Relaciones Internacionales. Mientras el idealismo se basa "en el concepto de armonía de intereses" que lo lleva a confundir el interés nacional con los principios universales, el realismo basa las relaciones entre las naciones por el conflicto, leyendo la historia de una manera muy pesimista y antojadiza, corriendo cierto riesgo de cinismo en la práctica política.2
El idealismo como el realismo reciben diversos nombres. Al primero se lo designa también principismo o utopismo y al segundo habitualmente se lo designa como políticas de poder, y a veces se lo confunde, con el pragmatismo.
Todos podemos coincidir en definir una política, incluso la del radicalismo, como la
... inspirada por las naciones liberales de bondad inherente a la naturaleza humana y de una armonía natural de intereses, trató de superar la anarquía por medio de la cooperación internacional en un orden a realizar el verdadero potencia de la humanidad. Las principales tareas que se propusieron los idealistas fueron la construcción de mecanismos internacionales para la resolución de controversias y la promoción de la democracia, siendo esto último el medio para lograr la cooperación de estados ilustrados y razonables.3
El idealismo a principios de este siglo basó sus postulados en tres puntos: creía que la "autodeterminación nacional conduciría a eliminar una de las principales causas de la guerra"; que "las causas de la guerra son los tratados secretos entre los estados"; y por último que existía un rechazo de "la política de balance de poder y propiciaban la adopción de un sistema de seguridad colectiva internacional"4.
Esta concepción de la política exterior tuvo auge en la entreguerra por su implementación, y quienes se oponían a ella la acusan de no haber impedido la Segunda Guerra Mundial junto con el fracaso de la Liga de las Naciones, producto, de la supuesta "ingenuidad de los idealistas y contribuyeron poderosamente a la restauración del pensamiento clásico. "5
Tras el fin de la guerra, el realismo fue ocupando el espacio más importante en las discusiones sobre las relaciones internacionales. Este se basaba en cuatro postulados básicos: 1) El realismo "niega la posibilidad de progreso"; 2) su uso de la historia es determinista; 3) para ellos la relaciones entre los estados es "de competición constante"; 4) finalmente, el hombre de Estado "no está limitado en su actuación por las normas éticas y morales que rigen a los particulares. "6
Tanto el realismo -como su forma más reciente el neorrealismo-, poseen un lenguaje y conceptos "en términos militares" típicos de la Guerra Fría.
Existe un desprecio marcado de los realistas hacia los idealistas, ya que parecería que el idealismo estuviera en la nubes sin ningún viso de realidad y el realismo con los pies en la tierra.
Pero no hay que olvidar, por ejemplo, que las Naciones Unidas, son una obra de ese pensamiento. Por eso, esta proposición no puede ser aceptada, porque como indica la filosofía, ninguna de estas categorías existen en estado puro. Este inconveniente se presenta también en casos particulares como el de la política exterior del ultimo gobierno radical, donde es necesario hablar de "giros realistas" (¿no será mejor hablar de giros pragmáticos?) o de "idealismo confrontacionista", concepto que implica una contradicción -ya que si el utopismo se basa en la armonía de intereses no puede existir en él la confrontación-7.
Y esta cuestión no será un índice de que el problema no se dirime en la opción realista-idealista, ya que se convierte en un estereotipo dejando de lado el aspecto simbólico de lo político -al producir una destitución del objeto-, por un lado y por otro, el hecho de que ambos se conforman en torno a la idea de verosimilitud y no de la verdad -que está reservada a la teología o la metafísica- 8.
Actualmente los idealistas, o mejor dicho los neoidealistas, contraatacan diciendo que lo que rechazan no es el balance de poder sino "la idea de que la paz internacional es únicamente el producto de un balance de poder. "9 Esto da lugar a que éstos puedan señalar que:
Ya no es posible descartar a los idealistas como soñadores utópicos que no entienden la dura realidad del poder. Por el contrario, los idealistas pueden responder que son los realistas y geopolíticos quienes han simplificado demasiado el concepto de poder y comprender mal las lecciones de la historia.10
Esta apreciación coincide con la de Raymond Aron cuando sostiene que:
... si bien critican la concepción utópica o idealista, los realistas inconscientemente "siguen el ejemplo de aquellos a quiénes se oponen". Los realistas, también desarrollan una teoría normativa de las relaciones internacionales.11
A esta opinión le agregamos el cambio señalado con respecto a la idea sobre el balance de poder, que fija un acercamiento entre estas posiciones
Como vemos, es necesario salir de este marco para fijar uno distinto. Por lo expuesto, creemos que es más adecuado adoptar el término que López Morilla usa para el krausismo español de racionalismo pragmático, siendo éste el que se basa en la idea de la supremacía de la razón sobre otras fuentes del conocimiento (como la intuición o la autoridad). Frente a un racionalismo duro -de neto corte hegeliano y que desemboca en el "realismo"-, aquel viene a flexibilizar la doctrina, pasarla por el tamiz de lo cotidiano, suavizando su rígida moral y rechazar su dogmatismo12.
Una vez terminada esta primera parte del análisis, creemos necesario desarrollar dos conceptos más, el de autonomía y el de inserción.
El concepto de autonomía es desarrollado por Juan Carlos Puig, y nace de la necesidad de crear nuestros propios esquemas de interpretación frente a los países del norte y responder con teorías propias, e incluso separarnos de la teoría de la dependencia, ya que ésta "quisiera transitar la buena senda y nunca llegó a buen puerto debido a la ausencia de un replanteo fundamental que, en definitiva condujo a un diagnóstico sin salida"13
En cambio la autonomía consiste en la utilización del "margen potencial de decisión autónoma de que dispone un Estado aunque forme parte de un bloque. "14 Como vemos, el concepto de autonomía es funcional a la relación con el bloque y la potencia hegemónica que determina cada una de las etapas.
Esto le permitió a Puig interpretar los posibles desarrollos de la política exterior en cuatro etapas (dependencia para-colonial, dependencia nacional, autonomía heterodoxa, autonomía secesionista)15. La primera de ellas es aquella en la cual:
... el Estado posee formalmente un gobierno soberano y no es una colonia, pero en realidad los grupos que detentan el poder efectivo en la sociedad nacional no constituyen otra cosa que un apéndice del aparato gubernativo y de la estructura del poder real de otro Estado.16
La segunda es cuando:
... los grupos que detentan el poder real racionalizan la dependencia y, por tanto, se fijan fines propios que pueden llegar a conformar un "proyecto nacional" compartido globalmente en sus rasgos esenciales.17
El tercero, la autonomía heterodoxa se produce cuando el Estado:
... no acepta que se impongan dogmáticamente, en nombre del "bloque", apreciaciones políticas y estratégicas que sólo consultan el interés propio de la potencia hegemónica; interés que, en la inmensa mayoría de los casos, refleja en realidad las aspiraciones de determinados grupos de presión o factores de poder internos.18
Finalmente la autonomía secesionista es la política extrema. Ésta "significa el desafío global. El país periférico corta el cordón umbilical que lo unía a la metrópoli"19.
La teoría de Puig tiene elementos realistas e idealistas ya que es:
... un realismo en el diagnóstico aunque considera que en la faz descriptiva se evidencia la relevancia de los valores y se le asigna importancia a principios como la autodeterminación, la igualdad soberana de los Estados, la cooperación internacional.20
En la actualidad percibimos un cambio en el tratamiento del problema de las relaciones internacionales en la Argentina, un cambio de paradigma 21.
Este cambio está dado por el pasaje del paradigma autonomista al paradigma de la inserción22. Se entiende por ésta como "a la racionalidad de medios" que se define "operacionalmente como elección de los temas, actores y tipos de relación que la sociedad política entiende como relevante para los intereses de la Nación. "23 La inserción posee tres situaciones constitutivas:
La reinserción es uno de los temas más interesantes y muy actual de la política exterior argentina, quizás por el hecho transparente de que hubo un tiempo histórico de inserción como parte de una realización política global, y hubo otro tiempo en el cual es produjo lo que podemos llamar la "des-inserción" de la Argentina del contexto internacional... El problema del debate es cómo compulsar el éxito o el fracaso de un proyecto de inserción...24
Un buen ejemplo de otra forma de percibir la inserción es la de Carlos Escudé, quien sentencia:
... desde una posición de dependencia y pobreza, y particularmente si el Estado en cuestión es de escasa relevancia para los intereses vitales del Estado hegemónico o dominante, toda confrontación orientada a objetivos simbólicos que no se pueda categorizar sin ambigüedades... implica, por lo menos, la generación de percepciones negativas y de riesgo de costos eventuales, y es por ende injustificable para los principios del realismo periférico.25
En estas distintas definiciones de inserción encontramos dos ámbitos para ella, uno con el mundo en general y el otro con la potencia dominante. Nuestro uso del concepto se inscribe más en el marco del primero que del segundo, aunque no queremos hacer una valoración de ellos.
Ambos conceptos - el de autonomía e inserción - aparecen claramente como contrarios pero no son excluyentes uno del otro, es más, uno es funcional al otro. También son conceptos flexibles dada su inspiración pragmática.
Si tomamos en cuenta el hecho de que entre el realismo y el idealismo existen semejanzas más que diferencias y que las estrategias de autonomía e inserción son funcionales, ello reafirma aún más nuestra posición de buscar un nuevo marco para caracterizarlas.
Todos los conceptos -sustanciales e intrumentales- responden a ciertas condiciones de producción, determinados cada uno por sus circunstancias. Dejamos aquí nuestro planteo para abrirnos paso a la segunda parte del capítulo.