La UCR y la política exterior. Análisis de cien años del discurso radical
En 1891 encontramos en una declaración firmada por Leandro Alem, la primera referencia a la relación entre la Argentina con el Mundo, donde se señala que:
... en el momento que debíamos trazar la página más brillante de nuestra historia..., esta tierra es la parte más privilegiada del planeta, malos gobiernos nos han puesto en peligro de aparecer ante el mundo, como una sociedad de hombres sin conciencia, sin justicia y sin libertad. Hoy, la República Argentina, lo decimos con dolor, está hondamente comprometida, y algunos diarios europeos, se han atrevido a indicar lo que en todo caso rechazará indignada la República y la América, la formación de comités internacionales para intervenir en sus finanzas, como se hizo con Turquía y Egipto.1
Esta preocupación tiene un carácter medular en ese momento, la crisis del 90 y las medidas para paliarla afectaron a la Casa Baring, y llevaron a un grupo de banqueros británicos a sugerir al Foreign Office "una intervención en la Argentina"2. El rechazo a la posibilidad del cobro compulsivo de deudas, señalado allí, no va a ser patrimonio sólo de este partido, ya que los grupos conservadores lo comparten, prueba de ello es la Doctrina Drago (1902). Para éstos grupos esta actitud fue tipificada por Puig como una actitud de "dependencia racionalizada"3.
Desde esa fecha hasta 1904 no hemos encontrado, ni en los manifiestos, ni en las declaraciones de este partido, ningún comentario sobre política exterior, como sobre muchos otros aspectos de la política en general, sólo hay referencias a la cuestión de la ilegitimidad del gobierno y su necesaria rectificación. Esta actitud es voluntaria, y se fundamenta en lo expresado por Yrigoyen en su debate con Pedro Molina cuando sostiene que:
... los que piden programas a la Unión Cívica Radical, buscando contaminarla para encubrirse ellos, porque no sería sino usufructuar de los males de la República, pretextando reparaciones que no son más que variantes de una misma ignominia!4
Es decir, la escasez de precisiones se debe a la creencia de que con la reparación5 llegaba la solución al núcleo del problema que vivía la república y que el resto de los aspectos se ajustarían con este hecho inicial. Este hecho fue observado ya en el trabajo de Gallo y Sigal sobre los orígenes del radicalismo6. Estos autores señalan que sólo ante "la perspectiva del acceso a la función pública, comienza a producirse cierta agitación en torno a la necesidad de estructurar un programa de gobierno"7. Para nuestro caso, existen algunas tomas de posiciones entre 1904 y 1909, aunque en líneas generales, hasta una fecha tan tardía como 1915 se señala que:
... cuando las urnas regeneradas por ser la expresión de la voluntad ciudadana consciente, proclamen al mundo que el pueblo argentino ha reconquistado ampliamente su soberanía, habrá llegado la hora de plantear y dar solución a los grandes problemas que afianzarán nuestra grandeza, porque no es posible cimentar nada estable, nada digno de armonizar en el concierto de las naciones, mientras el pueblo no pueda darse el gobierno de los anhelos.8
Este párrafo es claro al respecto, sólo es posible la construcción de la política a partir de la legitimidad del sufragio y el gobierno. Cabe destacar el lugar privilegiado que ocupa la relación de nuestro país con el mundo en este párrafo, siendo importante la utilización del término "armonizar" porque posee un indudable sesgo krausiano que marcó la futura gestión9
La primera mención sobre un aspecto concreto de política exterior, como lo señala Paradiso, fue con motivo de la reorganización partidaria en 1904 que según éste autor:
Cercanos los ecos de los Pactos de Mayo, contra los cuales se habían manifestado muchas de las figuras que terminarían enrolándose en el radicalismo, hacia ellos seguirá canalizándose una actitud crítica que parecía poner al nuevo partido en la línea de los propagandistas de la política de poder y el armamentismo... estas manifestaciones fueron el resultado de la hostilidad a todo lo que hiciera el oficialismo roquista. De todos modos, el curso seguido por la diplomacia argentina a partir de 1916 no se ciñó al espíritu de esas críticas, sino que estuvo decisivamente influenciado por los enfoques "principistas" de nítido cuño krausiano a los que adscribía el titular del Poder Ejecutivo...10
En lo señalado por este autor parece que el radicalismo pasó de una posición realista en la oposición a una idealista cuando fue gobierno. No es así, como veremos a continuación. Pero antes queremos hacer algunas consideraciones sobre los por qué de la actitud realista. El reclamo de una política de poder tiene para Paradiso sólo un significado de oposición, pero nos parece que existen por lo menos dos elementos más para tener en cuenta.
El primero es la existencia de un reclamo generalizado desde varios sectores y personalidades políticas en la necesidad de una política de poder, como por ejemplo Zeballos aunque en otros términos a los que sostiene el documento11. Incluso esta política desde los diferentes gobiernos ya había sido adoptada desde principios de siglo, produciendo una variante significativa en el presupuesto de "política exterior y mercados" como lo sostienen el mismo Paradiso y Etchepareborda entre otros 12.
Y el segundo elemento tiene que ver con la emergencia de una tendencia realista dentro de la UCR, de la cual el documento es una constatación, y las personalidades de las que nos habla Paradiso formaron parte de esta posición dentro del partido.
No es la única declaración con respecto a la política exterior como se observa en el manifiesto de la revolución del 4 de Febrero de 1905, cuando se declara que:
Difamada la República en todos los centros del mundo <por la pérdida de su carácter moral>, el descrédito seguirá latente y pasará a los anales de su vida, sin que sea dado precisar cuánto daño le habrá ocasionado, ni cuándo retornará a la plena seguridad de su prestigio.13 (ver página siguiente)
La búsqueda de su "prestigio moral" es a todas luces un presupuesto idealista y vinculado con esto en el mismo documento manifiesta que:
... hemos pasado por las más graves inquietudes internacionales que, debiendo ser un accidente, han sido una preocupación de años para concluir desprestigiándonos en Sud América, y modificando la historia y la carta geográfica argentina.
La personalidad moral de la Nación, ha sido reducida. Debíamos haber asumido ya una significación doblemente importante en el escenario del mundo y estamos aún confundidos entre las Repúblicas subalternas e inorgánicas de América, expuestos a sufrir las consecuencias de las sociedades que por no desenvolverse paralelamente al deber y al progreso, se ven forzadas a buscar su regeneración en la crisis de dolorosas conmociones.14
Elementos idealistas y de política de poder se mezclan en una misma declaración. Esta conjunción podría ser señalada como una incoherencia, pero creemos que los conceptos idealistas dan un marco racional a la inserción argentina en el mundo sin desatender los elementos realistas o políticas de poder.
También en el manifiesto posterior a la Revolución de 1905 se sigue en la misma línea argumental cuando se sostiene que:
Si él <el progreso> no hubiese sido perturbado por desastrosas administraciones, y si a ese ejercicio de las instituciones hubieran concurrido armónicamente pueblos y gobiernos, la República tendría hoy, en el mundo, una culminante representación por su autoridad moral, y su riqueza habría alcanzado proporciones que no pueden concebirse, pero ante las cuales serían insignificantes las que hoy reviste.15
Se insiste en un criterio idealista para ubicar a la Nación dentro de un contexto moral de relaciones internacionales aunque esta posición no es patrimonio exclusivo de los radicales, ya que los grupos conservadores también la tenían. Este contexto moral fue denominado principismo, y fue la característica sobresaliente de la relación con EEUU en el tiempo de los gobiernos oligárquicos. Aunque los radicales adherían por motivos más bien ideológicos por acción del krausismo, en cambio los segundos lo desarrollan como "una política pragmática" que tenía "riesgos pero produjo beneficios", a partir de la vinculación económica con Gran Bretaña16.
También en el documento se prefigura otro concepto, el de soberanía económica, que dio un importante sesgo propio a la hora de gobernar entre el radicalismo y los anteriores gobiernos. En él se señala que:
El criterio extranjero está habituado a pasar por alto el concepto de nacionalidad soberana y organizada, a que tenemos derecho, para sólo preocuparse de la riqueza del suelo argentino y de seguridad de los capitales invertidos en préstamos a los gobiernos o empresas industriales y de comercio. A esa condición hemos llegado, como consecuencia de una moralidad política que no ha sabido rodear de respeto el nombre del país caracterizándolo su reputación ante el mundo, por la rectitud de sus procederes y la seriedad en el cumplimiento de las obligaciones contraídas...17
Sobre la base de la conducta moral aparece claramente el desarrollo del principio de soberanía en su aspecto económico. Esto contribuye a la conformación de particularidades en el discurso radical que lo distinguen del liberal, al establecer ideales proteccionistas que desembocan en un sesgo realista por dotarlo de un aspecto importante a la hora de definir el interés nacional.
Esta línea argumental se continua en el Manifiesto del Comité Nacional de 1912, tras la sanción de la Ley Saeñz Peña, que el "poder y la prosperidad de la Nación, dirigida por el voto y el concurso de todos, causará el asombro y la admiración del mundo"18. En la reparación, concepto de indudable valor moral de un sesgo idealista, se encuentra también un rasgo para la acumulación de poder. No es un posicionamiento solamente moral, también posee una potencialidad política. Esta situación permitirá, a la República, según este pensamiento, tener una mejor participación en los asuntos internacionales porque el proceso iniciado en los 80 generó que el país estuviese "por tan largo tiempo ausente del mundo". Pero con la llegada de la reparación la República se "constituye y <se> culmina su personalidad"19.
Hasta aquí hemos desarrollado una lectura explícita de los documentos pero creemos que también es probable una lectura implícita basándonos en una interpretación de la idea de "reparación" de la Nación ya que para el radicalismo:
Lo esencial es reconquistar el carácter constitucional, fundamento de la legitimidad de todos los poderes y que ha sido a tal punto desnaturalizado, que los gobernantes proceden nada más que por su exclusiva cuenta y propio interés.20
La "reparación" tiene también un carácter para el análisis de las propuestas sobre política exterior. Y si entendemos que la Constitución Nacional, como señala Figari, es la manifestación de una estructura económica del país que "había sido desarrollada en virtud de la división internacional del trabajo"21, también tiene un valor como programa de política exterior. Este está marcado por una Argentina abierta al mundo pero con una preferencia a Europa como centro privilegiado de su política, como lo señala Puig en su artículo "Las tendencias profundas... "22 para todas las relaciones internacionales argentinas de entonces.
Si sumamos a esto el hecho de que para Hipólito Yrigoyen, el desvío se había producido en los 80 cuando le señalaba a Figueroa Alcorta que:
... debía de reconocer que cuando el país había pasado 30 años fuera de sus derechos electorales, no podía volver a ellos sino en condiciones legales y honorables... . y es en nombre de la ley suprema que requerimos la reparación nacional cuya necesidad ha reconocido y prometido satisfacer.23
Esta declaración es testimonio de que liberales y radicales argentinos reconocen fuentes comunes en la historia nacional como pueden ser Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia, Manuel Dorrego, la Generación del 37, que darán origen a nuestra Constitución de 1853 y las llamadas presidencias históricas (Mitre, Sarmiento y Avellaneda, obviamente para el radicalismo más los dos últimos que el primero) aunque con interpretaciones diferentes sobre ellas.24
Los planteos de federalismo, democracia representativa, división de poderes, fueron desvirtuados por los liberales que gobernaron tras la consolidación del Estado Nacional en 1880, y como dice el autor mexicano Abelardo Villegas:
Los políticos del 80... creían que el gobierno era patrimonio suyo y no sólo echaban mano de una legislación restrictiva, sino también del fraude sistemático.
Así fue como se falseó el pensamiento de Alberdi.25
Incluso José Luis Romero, también se percata de este cambio cuando dice que:
... elevada a la categoría de oligarquía... la antigua elite republicana comenzó a precisar su posición y su conducta, una vez que descubrió que tenía en sus manos los instrumentos que podían asegurarle el goce de sus privilegios.26
Contra esta situación surgirá el proceso revolucionario de 1890. Esta revolución significó por un lado una reacción frente a la mala estructuración de la Nación en torno a Buenos Aires y sus intereses agroexportadores; por otro, una crisis del sistema político imperante basado en la corrupción y el fraude, producto de ese mismo sistema económico27. Aquí se produce una brecha, donde empiezan a hacerse manifiestas las diferencias entre los radicales y los liberales. Como se sostiene en el manifiesto de 1912:
Es preciso, ante todo permanecer fieles a los atributos morales, que inspiraron a los fundadores de la nacionalidad y a los constituyentes de la organización política, y es deber de razón y de conciencia resistir cuando viole estas consagraciones.28
Estas diferencias son aún más profundas si nos referimos a sus influencias filosóficas, ya que el positivismo influye en el liberalismo y el krausismo en el radicalismo29
Es por eso que el radicalismo posee ciertas reivindicaciones liberales, aunque con un sentido distinto al de los hombres del 80, frente a un liberalismo que por acción del positivismo ejerció el poder de manera autoritaria y centralista, dejando de lado las banderas de las libertades políticas y respetando solamente las económicas. Desde la acción de la política exterior, el presupuesto de los gobiernos de las presidencias históricas "política exterior y mercados" pierde su centralidad frente a los presupuestos de equilibrio de poder. Además si acordamos en esto, la idea de "reparación" puede darnos indicios de las pautas de la futura política exterior radical por su vinculación con las ideas de la "elite republicana"30, fundamentalmente con respecto a la relación privilegiada con Gran Bretaña.
A la hora de puntualizar la política exterior implementada en este período y las propuesta radicales, nos parece sumamente útil hacer un contraste entre ambas. Para ello tomaremos la tipología descripta por Juan Carlos Puig que enmarca a este período como de "Dependencia Nacional", llamado así porque:
... los respectivos gobernantes argentinos no vacilaron en enfrentarse con la potencia dominante con respecto a cuestiones que debían resolverse según la apreciación argentina porque ésta no interfería con la relación imperial en sus marcos globales.31
Los parámetros de esta política están marcados por cuatro "tendencias profundas" que son: 1) afiliación a la esfera de influencia británica; 2) Oposición a EEUU. ; 3) Aislamiento con respecto a América Latina; y, 4) Debilidad en la política territorial32.
A través de estos puntos observamos que en el discurso radical existen motivos para creer que el privilegio hacia Gran Bretaña existe, aunque con matices propios, expresados en una fuerte afirmación de los derechos soberanos con un desarrollo hacia los principios de soberanía económica. Existe un rechazo a la política de debilidad territorial como ya lo apuntamos oportunamente. Con respecto a los otros dos no existen menciones.
Además podemos sostener que el discurso previo al gobierno, el radicalismo ya condensa y equilibra elementos idealistas y realistas en política exterior. Y esta situación nos obliga a salir de dicho marco (realismo-idealismo), para buscar una mejor definición. Existe un análisis racional, basado en un imperativo moral que deben sostener las naciones, más elementos pragmáticos, dados por la aplicación en cada momento de políticas determinadas, como la necesidad de un balance de poder ante los vecinos o el concepto de soberanía económica, todos conceptos con una fuerte base realista que nos indican la necesidad de ir diseñando una nueva categoría de análisis.