Política Exterior Argentina
Discurso del Señor Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Dr. Adalberto Rodríguez Giavarini
Buenos Aires, Argentina, 30 de mayo de 2000
La política exterior del Gobierno del Presidente De la Rúa
se basa en el mandato de nuestro pueblo para asegurar la continuidad e
independencia de la Nación, organizada en democracia y bajo el imperio de la
ley. Con raíces nacionales profundas e idóneamente ejecutada, la política
exterior se orienta por los principios que históricamente han enaltecido a la
Argentina:
1.- La autonomía de sus decisiones, porque nuestra
Constitución determina el deber de participar soberanamente, como Estado y a
través de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, en la formulación de las
políticas y acuerdos internacionales que inciden sobre la vida de los
argentinos.
2.- La amistad con todas las naciones, porque la paz y la
justicia son nuestros principios rectores, tanto por su valor intrínseco como
porque constituyen la condición determinante de la concordia internacional,
indispensable para los intercambios culturales y económicos que facilitan el
crecimiento integral del país.
3.- El especial aprecio y solidaridad para con los países
latinoamericanos, porque sus pueblos son nuestra comunidad de origen y de
destino, porque son nuestros vecinos en la geografía y nuestros socios en el
desarrollo.
4.- La defensa de nuestra soberanía, porque el mantenimiento
de nuestro patrimonio y de nuestra identidad requieren su protección con
firmeza pero sin estridencias, con voluntad de paz pero con la dignidad que
rehúsa las concesiones no correspondidas, la improvisación y las urgencias de
la política menor.
5.- La abstención de intervenir en los asuntos internos de
otros Estados, porque el respeto a las decisiones soberanas de otros pueblos es
uno de los pilares de la paz.
6.- El apoyo a la democracia y la defensa de los derechos
humanos, porque son condiciones necesarias para asegurar las libertades
fundamentales, robustecer la paz y facilitar que la voz de los pueblos indique
los caminos de la concordia y de la equidad.
7.- El acatamiento al derecho internacional, porque su
aplicación y desarrollo es el camino eficaz para contribuir a la previsibilidad
de las conductas de los Estados y para estructurar gradualmente un orden que
incorpore los principios, valores e intereses que respondan a los
objetivos de la Nación.
La política exterior debe contribuir directamente al
crecimiento económico y social del país. Al elaborarla según las directivas del
Presidente de la Nación, he tenido primordialmente en cuenta que las acciones
del Gobierno deberán resultar en el beneficio directo de nuestra gente,
contribuyendo al desarrollo económico, a la creación de empleo y a la
erradicación de la pobreza en un marco comprehensivo de los intereses de
nuestras provincias y apuntalando a las pequeñas y medianas empresas.
Este objetivo general se estructura en un conjunto integrado
de prioridades que le dan sustento. Así:
La previsibilidad y la confiabilidad de la Nación son
objetivos permanentes; nuestra voluntad de cumplir los compromisos asumidos, la
renuencia a producir virajes súbitos, así como la coherencia de nuestras
iniciativas y decisiones constituyen una práctica que ya caracteriza a la
Argentina.
La elaboración de Políticas de Estado sobre nuestros
intereses primordiales, con la participación de las diversas expresiones
democráticas representativas de la sociedad, genera credibilidad y agrega
eficacia al accionar diplomático.
La integración política y económica sudamericana constituye
un objetivo central. Es a través de esta integración que se encaminará la
eventual conformación del Área de Libre Comercio de las Américas y nuestros
vínculos con otros agrupamientos regionales, en especial con la Unión Europea y
con los compuestos por países asiáticos.
El afianzamiento de la paz y la seguridad internacionales,
incluyendo su dimensión económica, tiene en la Argentina un socio confiable y
activo, particularmente en las Naciones Unidas; simultáneamente, priorizamos la
cooperación internacional que posibilite la generación de conocimiento
científico y técnico.
La democratización del sistema internacional es una meta de
interés permanente; su gradual consecución contribuirá al desarrollo de una comunidad
de naciones basada en una ética de la cooperación para fortalecer la justicia,
estimular el desarrollo, disminuir la inequidad y proteger el medio ambiente,
precondiciones de un mundo más estable y más seguro.
Por ser un objetivo de rango constitucional, el Gobierno Nacional encuadra su política respecto a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes en un esfuerzo sostenido para recuperar el ejercicio de la soberanía sobre esos territorios, respetando el modo de vida de sus habitantes.
El análisis de la situación internacional -y aún un diagnóstico esquemático sobre la dinámica del poder en el mundo- excederían los alcances de esta exposición. No obstante, observemos algunos datos de la realidad, especialmente aquellos que afectan nuestros intereses.
La comunicación instantánea, los intercambios culturales
abiertos y la integración virtualmente completa del sistema financiero
internacional -esto que se ha dado en llamar globalización- coexisten
paradojalmente con un sistema comercial plagado de rémoras proteccionistas.
La protección al sector agrícola en varios países
relevantes, por ejemplo, constituye una de las mayores distorsiones de la
economía mundial; su resultado son los excedentes de producción, precios
internacionales artificialmente bajos y precios internos innecesariamente altos
en esos países. Para el resto del mundo, las consecuencias no se limitan al
desvío de comercio y al cierre de mercados; configuran además una forma de
discriminación política que perjudica la equidad y crea situaciones endémicas
de marginación, reduciendo significativamente las posibilidades de vida,
trabajo y educación para muchos seres humanos. En nuestro caso, baste decir que
la liberación genuina del comercio agrícola aumentaría nuestro producto bruto
en más de un punto, equivalente a 150.000 nuevos puestos de trabajo por año.
Resulta entonces crucial que nuestro país bregue por la
eliminación de las distorsiones al comercio internacional, tanto en los foros
multilaterales como en las negociaciones bilaterales, para que -entre otros
resultados- podamos mejorar la performance exportadora.
Son cuestiones clave en este contexto la baja de los
aranceles y de la progresividad arancelaria, la reducción de las medidas de
apoyo interno y de las subvenciones a la exportación agrícola, así como el
ingreso a los principales mercados; es en este marco que se inscribe el reciente
acuerdo con la República Popular de China, que ha resultado en significativas
condiciones de acceso, tanto en lo que hace a aranceles y cuotas arancelarias
como a requisitos sanitarios y fitosanitarios.
En el campo multilateral, el Gobierno se encuentra hoy día
trabajando simultáneamente en cuatro ámbitos de negociación:
1.- El primero es el Mercosur. En palabras del Presidente De
la Rúa al abrir en marzo las sesiones del Congreso Nacional, y cito:
“Hoy es imprescindible, vitalmente imprescindible, como opción estratégica. Por eso hemos coincidido con nuestros pares en la necesidad de redefinir y relanzar el Mercosur tomando las acciones necesarias para impulsar el proceso de integración sobre la base del equilibrio y la equidad.
Saldremos con el Mercosur a capturar nuevos mercados. Somos
países que estamos luchando por alcanzar el progreso; somos apenas economías
emergentes para el resto del mundo. No podemos darnos el lujo de no unir
nuestras fuerzas para competir afuera; no puede haber agresión ni división
hacia adentro”.
Para instrumentar estos lineamientos estamos avanzando
con Brasil, Paraguay y Uruguay no solamente en la profundización del Mercosur
sino también en la integración más completa posible de Chile y de Bolivia, en
la coordinación macroeconómica orientada hacia la eventual convergencia
monetaria, y en la asociación estrecha con todos los países de América del Sur.
2.- El segundo ámbito es el del Acuerdo de Libre Comercio de
las Américas, con la intención de crear un Área de Libre Comercio Hemisférica
que comenzaría en el año 2005. Estas negociaciones, encabezadas ahora por la
Argentina, han progresado a buen ritmo en la reciente Reunión de Guatemala y
-aunque resta definir la profundidad de un eventual acuerdo- ya se ha logrado
consenso sobre un alto porcentaje de los temas pendientes, incluyendo las
medidas de facilitación del comercio.
3.- El tercer ámbito es el de las negociaciones en la
Organización Mundial del Comercio, tendientes a reanudar los esfuerzos para una
nueva ronda que profundice la liberalización del comercio, particularmente el
agrícola, y a reforzar el sistema multilateral para evitar que los derechos y
beneficios obtenidos en las negociaciones sean menoscabados por la aplicación
de medidas restrictivas.
4.- El cuarto ámbito lo constituyen las negociaciones entre
el Mercosur y la Unión Europea, para crear una asociación política y económica
entre ambos bloques, incluyendo la liberalización paulatina y progresiva de los
intercambios comerciales, objetivo más cercano luego de que en febrero - en la
Reunión de Vilamoura, Portugal, y bajo la Presidencia Pro -Témpore de nuestro
país - se logró acordar con la Unión incluir el comercio agrícola y los
servicios en las tratativas multilaterales
En todos estos foros habremos de tener en cuenta que la
agenda económica internacional está sustentada en fuertes intereses políticos y
estratégicos; si así no fuera, sería inexplicable la gran resistencia a la
aplicación de los principios económicos que se afirma defender.
El resultado poco alentador de la Tercera Cumbre Ministerial
de la Organización Mundial del Comercio en Seattle es indicador de las
resistencias que despierta en algunas de las economías más desarrolladas la
aplicación efectiva de la liberalización comercial que proclaman. Esta
situación tiene su más clara expresión en el contraste entre la total
liberación de los flujos financieros -que generó prosperidad en ciertos casos
pero también turbulencias y crisis- y el mucho menor avance en la liberalización
comercial.
Una actitud positiva de los países desarrollados consistiría
en una reducción programada, gradual pero constante, de las trabas al comercio.
Las naciones en desarrollo deberían inducir -sin incurrir en subsidios-
políticas pro mercado en términos de calidad, estándars de producción y
comercialización, mientras será responsabilidad de toda la comunidad
internacional adecuar los marcos jurídicos y las instituciones multilaterales
para contribuir a liberalizar el comercio.
En lo bilateral, estamos intensificando los esfuerzos tendientes a que los productores argentinos cuenten con el máximo respaldo del Gobierno para acceder a todos aquellos mercados que presenten oportunidades. Al hacerlo, analizaremos cada balanza comercial y privilegiaremos las relaciones comerciales con los países que -como nosotros- rehusan aplicar subsidios a sus producciones; iremos así estableciendo una red de negocios bilaterales que contribuirá tanto a nuestro crecimiento como al objetivo de un comercio internacional sin discriminación ni distorsiones. Dentro de estos lineamientos, intensificaremos nuestra presencia en los países de todas las regiones, especialmente en Medio Oriente, el Africa Subsahariana y Europa Oriental.
El Presidente Julio Argentino Roca, al visitar Río de
Janeiro en 1899 dijo: “Brasil y la Argentina deben unirse con lazos de la más
íntima amistad, porque juntos serán ricos,
fuertes, poderosos y libres”. Desde entonces -generación tras
generación, a través de desencuentros y coincidencias- hemos venido labrando
una estrecha relación para poder llegar a un nivel de hermandad tan profundo
como el que nos une al Uruguay, paradigma regional de la integración y la
concordia.
La Argentina y el Brasil, la Argentina y Chile, decimos hoy
que estamos configurando una vinculación estratégica: al decirlo, coincidimos
en que nos conviene el fortalecimiento de la paz que gozamos, no tenemos dudas
sobre el carácter indispensable de la democracia para promover el desarrollo
económico y social de nuestros pueblos; este es el núcleo vital de nuestros
acuerdos y su importancia sobrepasa con creces a las discrepancias comerciales
puntuales que de tiempo en tiempo suscita la dinámica de nuestra integración.
Este es también el espíritu que se plasmó durante abril en las coincidencias de
los Ministros de Relaciones Exteriores, Defensa y Economía del Brasil y de
nuestro país así como en la Declaración Conjunta de los Presidentes de la
Argentina y Chile, acordada hace pocos días en Buenos Aires durante la Visita
de Estado que efectuó el Doctor Ricardo Lagos.
Con Santiago desde el Tratado de Paz y Amistad de 1984 y con
Brasilia a partir de la Declaración de Foz de Iguazú en 1985, desde nuestro
retorno a la democracia hemos trabajado intensamente: primero, para extirpar la
cizaña del recelo; después, para construir el andamiaje de la confianza, de la
cooperación y de la integración más plena. Al hacerlo, trascendimos en nuestros
países las banderías políticas internas creando sólidos consensos nacionales
que ya sabemos perduran a través de los relevos de nuestras democracias.
Esos consensos políticos están posibilitando, también, la
convergencia de nuestras visiones sobre los intereses de la región en materia
de defensa y seguridad. Como afirmáramos con Brasil en la reciente “Declaración
Ministerial de Buenos Aires”, la dimensión político-estratégica de los temas de
defensa debe estar presente en nuestras relaciones contribuyendo a una visión
continental caracterizada por la confianza y la cooperación.
Así, continuaremos ratificando la importancia central y la
permanente actualidad de la Cláusula Democrática del Protocolo de Ushuaia y de
la Declaración que también allí estableció en 1998 como Zona de Paz -libre de
armas de destrucción masiva- a la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y
Uruguay. Estos compromisos, únicos de tal naturaleza para agrupamiento regional
alguno, sumados a la transparencia que ofrecemos al mundo sobre su cumplimiento
inequívoco y a la confianza creada por las estrechas relaciones de defensa con
nuestros vecinos, nos confieren alta autoridad moral para presentar nuestras
opiniones en los foros internacionales.
El proceso de integración y amistad que estamos
desarrollando nos depara a todas nuestras naciones -juntas- la fortaleza que
siempre avizoramos. Para lograrla en plenitud, debemos comenzar a definir el
contorno de una región mancomunada, debemos crear una patria grande y solidaria
que refleje su vigor en las vidas cotidianas de nuestros pueblos, debemos
constituir -juntos- la matriz de estabilidad que cimente el desarrollo de
América del Sur.
Será entonces que nuestros países, el Mercosur, Sudamérica,
tendrán una participación más relevante tanto en el diseño de la arquitectura
económica global como en la promoción de nuestros intereses políticos comunes.
Entre ellos, la consolidación de la democracia como sistema de vida y de
gobierno ocupa el lugar preeminente; el libre juego de sus instituciones es el
reaseguro que salvaguarda los derechos humanos y las libertades fundamentales,
el que garantiza la defensa de nuestra identidad cultural y el que facilita la
protección de la paz. Porque son nuestros valores y porque la experiencia nos
indica claramente el resultado de su abandono, los esfuerzos por la estabilidad
democrática en América Latina continuarán siendo una política central del
Gobierno argentino.
Al mismo tiempo, en nuestra región todavía nos debemos a
nosotros mismos la tarea inconclusa de erradicar la pobreza y de asegurar la igualdad
de oportunidades para todos. No obstante, en una época en que deberíamos estar
ocupados en los temas que mencioné, constatamos la persistencia de otros
problemas irresueltos: la lucha contra los traficantes de armas y de drogas,
contra la corrupción política y económica, contra la inequidad y la exclusión
en el seno de nuestros países.
La política adecuada para encarar estos problemas -que
conllevan el potencial de fragmentar nuestras sociedades y de erosionar su gobernabilidad-
pasa por el fortalecimiento de la matríz de estabilidad a que aludiera pero
también por la cooperación de los Estados Unidos, la potencia mayor del
hemisferio.
Nuestro Gobierno está profundizando un diálogo intenso y
cordial con Washington para desarrollar la trama de coincidencias genuinas que
conforman la relación, en el convencimiento de que los mejores intereses
estadounidenses son análogos a los nuestros: a todos interesa la estabilidad
democrática del continente, la perseverancia en la paz y la elevación de los
niveles del desarrollo económico así como la erradicación de la pobreza, el
crimen organizado y la corrupción.
Sin sobreactuaciones, estamos consolidando una excelente relación con un país de importancia primordial para la política exterior del Gobierno de la Alianza; los encuentros que ya hemos mantenido con las más altas autoridades de los Estados Unidos y el próximo encuentro en la Cumbre de Berlín, así como la preparación conjunta de la visita de trabajo que el Presidente De la Rúa efectuará en junio a Washington, nos permiten afirmar que los lazos bilaterales son extraordinariamente sólidos.
He aludido antes a la disposición constitucional sobre la
Cuestión de las Islas Malvinas; ésta establece el objetivo superior que, por la
voluntad del pueblo argentino representado en su máximo nivel, constituye la
Política de Estado aplicada por el Gobierno Nacional.
El consenso de las diversas expresiones de la sociedad en
torno a ese objetivo permite desvincular su tratamiento de las alternativas
coyunturales de nuestra política interna, dando así paso a un esfuerzo
perseverante e idóneo, que estamos desarrollando con la seriedad y la
discreción requeridas por una controversia de esta naturaleza.
Al mismo tiempo, creemos que es útil fomentar -en la medida
posible y en manera articulada con el diálogo entre la Argentina y el Reino
Unido- el conocimiento recíproco entre quienes habitamos el territorio
continental y los isleños, para recrear una convivencia respetuosa de los
intereses de todos. Esto no obsta para que, sin alterar aquellos entendimientos
provisorios que sean mutuamente provechosos, debamos en cada caso objetar -en
las formas previstas por el derecho internacional- la utilización unilateral
británica de los recursos económicos del área marítima disputada.
Nuestro Gobierno, nuestro país, está dispuesto a reanudar
las negociaciones bilaterales con Londres sobre la disputa de soberanía, en la
manera indicada por las sucesivas resoluciones de las Naciones Unidas y de la
Organización de los Estados Americanos.
Desde 1965, estas recomendaciones de la comunidad
internacional han marcado el método de solución de la controversia, conciliando
el respeto a la integridad territorial argentina con el reconocimiento de los
intereses de los isleños, principios que la Asamblea General del organismo
mundial reafirmó categóricamente en 1985 al descartar la aplicabilidad de la
autodeterminación para este caso colonial.
Por otra parte, la reafirmación de nuestros derechos y la
salvaguardia apropiada de nuestra posición no impiden que, simultáneamente,
estemos desarrollando excelentes relaciones con el Reino Unido en todos los
campos. La gama de valores e intereses que nuestros dos Gobiernos comparten en
diversos temas políticos y económicos está siendo creativamente articulada
mediante una amplia agenda bilateral que concita la participación de varias
carteras ministeriales y amplios segmentos de la sociedad civil.
Esta relación nos brinda una estructura de diálogo orientada hacia la superación de todos los desencuentros. Argentinos y británicos debemos trabajar juntos para que las secuelas del siglo XIX den paso a una nueva historia entre nuestros pueblos.
Desde el establecimiento del Estado-Nación como la unidad
predominante del sistema internacional, y hasta bien entrado el siglo XX, la
virtud de la estabilidad se atribuía generalmente -durante los relativamente
breves períodos de paz- al equilibrio del poder, mientras que el parámetro
principal por el que se medía tal balance era la capacidad militar. Y no
solamente en Europa; a principios de este siglo los equilibrios en nuestra
región, y las tratativas para alcanzarlos, se concentraban en el número y
calibre de los cañones de las flotas navales de la Argentina, Chile y Brasil,
así como en la cantidad de sus brigadas.
Los fracasos de aquel sistema -las frecuentes guerras que
mostraban en Europa su reiterado colapso- llevaron a que adquiriese mayor
importancia la estructuración de una comunidad de valores e intereses que
posibilitara una sociedad internacional más estable.
Hoy, no parecería viable la existencia de un sistema
internacional perdurable sin la concurrencia tanto de una adecuada distribución
del poder como de valores comunes a los países que lo conforman. El siglo que
se inicia deja atrás una prolongada confrontación estratégico-ideológica, dando
paso a un momento de la historia en que la democracia, los derechos humanos y
las economías abiertas -aunque lejos de plasmarse universalmente- constituyen
objetivos que son, por lo menos, generalmente tenidos en cuenta como parámetros
positivos.
No obstante, presenciamos un muy alto grado de
heterogeneidad, tanto por la diversidad de los niveles de desarrollo económico
y social como por la dinámica de la vocación de preeminencia que anima a los
diversos centros de poder, gubernamentales y no gubernamentales. Esta situación
determina -en síntesis- un mundo menos simple y que aún dista de configurar un
orden internacional estable.
Al considerar estos rasgos de la realidad actual, la
política exterior argentina se orienta a fortalecer con su contribución la
elaboración de consensos multilaterales que amengüen los riesgos para la paz y
que faciliten el desarrollo integral y solidario de los pueblos. Si esos
consensos se fundasen -además- en una mayor democratización de las relaciones
internacionales, estamos convencidos de que su eficacia y su perdurabilidad
aumentarían. Este rasgo hacia el que debe tender la vida política internacional
ha sido sostenido por la Argentina desde la fundación misma de las Naciones
Unidas, en particular en cuanto a la composición y estructura del Consejo de
Seguridad; es esta posición, también hoy, la que sustenta nuestra opinión de
que todo aumento del número de sus miembros debe avanzar hacia la
democratización de ese órgano. No sería aconsejable, entonces, soslayar los
consensos indispensables que aseguren la representación sobre bases regionales
sin alterar la igualdad y las posibilidades de participación de los países de
cualquier región, ya que constituiría un retroceso respecto de la situación
actual.
Los foros del sistema de las Naciones Unidas constituyen el
ámbito adecuado para la negociación, ya que -en su mayoría- aseguran la
representación del conjunto de la comunidad internacional. La contribución
argentina está siendo particularmente activa en los organismos y foros
especializados orientados a prevenir y resolver los problemas de naturaleza
transnacional, como la existencia y proliferación de armas y sistemas de
destrucción masiva, el tráfico ilícito de drogas, el terrorismo internacional,
el crimen organizado, el deterioro del medio ambiente y las epidemias letales.
Nuestro apoyo a la solución de controversias por medios
pacíficos, incluyendo la participación de tropas argentinas en operaciones de
las Naciones Unidas, continuará siendo un rasgo de nuestra política exterior;
al decidir estas participaciones a la luz de los intereses nacionales
involucrados, y teniendo en cuenta la legitimidad de la decisión internacional
que las convoque, extremaremos la prudencia en los casos en que la acción
multilateral persiga una solución discrepante con la voluntad de alguno de los
países involucrados.
América Latina es una región pionera en la causa de la no
proliferación y el desarme nuclear; a través del Tratado de Tlatelolco hemos
establecido la primera zona poblada del mundo libre de armas nucleares,
mientras que la Argentina y Brasil han encauzado su cooperación nuclear en un
régimen bilateral de plena transparencia, que incluye salvaguardias e
inspecciones recíprocas. Es con estos antecedentes que seguiremos abogando en
todos los foros apropiados por el objetivo de un mundo completamente libre de
armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva, alertando en cada
ocasión sobre los efectos desestabilizadores para la seguridad internacional de
la introducción de nuevos sistemas que demoren el proceso de desarme nuclear o
sobre la adopción de políticas que desalienten la adhesión al régimen de no
proliferación.
La voluntad del Gobierno argentino para trabajar por la paz
y el desarrollo también comprende la promoción de nuestros intereses en el
Hemisferio Sur, escenario donde -como en el comercio internacional- se
desenvuelve buena parte de nuestro futuro; la preservación de los recursos y el
medio ambiente marinos, así como la seguridad de la navegación en sus espacios
marítimos y la desnuclearización regional son parte de una misma trama cuyo
equilibrio político, biológico y climático incide directamente sobre la calidad
de vida de los argentinos. Para mejorar la estabilidad de ese equilibrio,
nuestro país trabajará coordinadamente con países que -como Uruguay, Chile,
Australia, Sudáfrica y Nueva Zelandia- tienen intereses análogos y problemas
similares. En el mismo espíritu, los intereses argentinos en la Antártida -que
consideramos primordiales- se articularán en consulta con nuestros socios del
Tratado Antártico para lograr que todas las actividades que se desarrollen sean
compatibles con ese acuerdo y con el Protocolo de Madrid sobre preservación de
su medio ambiente. Por decisión de sus miembros, nuestro país se encuentra
inmejorablemente considerado para ser sede de la Secretaría del Tratado
Antártico; esta distinción implicaría un reconocimiento al esfuerzo responsable
que el Gobierno ha desarrollado en este campo durante los últimos meses.
Mientras la ubicación geográfica del país determina en buena
medida estos intereses argentinos, es nuestra vocación política de integración
con Chile la que facilita su salida hacia la cuenca del Atlántico y a nosotros
una relación más directa con el área Asia-Pacífico. Ni la crisis por la que han
atravesado algunos países de esta región ni las distancias a sus costas
disminuyen la atención que asignamos a las relaciones de la Argentina con
naciones que son amigos importantes y apreciados. La relevancia de sus mercados
y sus culturas así como su creatividad científica y técnica también determinan
la voluntad de nuestro Gobierno para priorizar -bilateralmente y en el
Mercosur- las relaciones con los países asiáticos.
Señoras y Señores:
La situación mundial presenta riesgos y oportunidades que tanto el Gobierno como el sector privado deben comprender, generando espacios de reflexión y coincidencia para poder enfrentarlas conjuntamente. Queremos una Argentina integrada en sí misma -con sus provincias y sus regiones- integrada con sus vecinos y con su medio ambiente, e integrada en el Hemisferio. Nuestra política exterior saluda a todos los pueblos de la tierra, convocándolos y comprometiéndose en la lucha por los derechos humanos, por la igualdad de las naciones, por la equidad en el desarrollo, por una comunidad internacional de valores compartidos donde prime la ética de la solidaridad, la paz y la justicia.
Muchas gracias.