Foro Argentina – Unión Europea

Discurso del Presidente Argentino,
Dr. Fernando De la Rúa

Buenos Aires, 4 de julio de 2000

 

Señor presidente de la Fundación Euroamérica, mis felicitaciones por la organización de este encuentro que ha significado en Buenos Aires un ámbito de reflexión importante sobre la realidad de la economía en el mundo moderno. Agradezco mucho la presencia del señor vicepresidente del Gobierno de España, el señor Rodrigo Rato y Figueredo, cuya brillante exposición acabamos de escuchar, así como la de tan distinguidas personalidades que han venido desde lejos para acompañar las deliberaciones de este encuentro que deja importantes lecciones en un momento especial de la vida argentina. Saludo por eso a los distinguidos participantes de este foro y a todos los asistentes, señalando que tiene mucha importancia pensar de nuevo sobre la globalización y sus efectos.

 

Esta globalización que no se elige sino que ahí está dada, es un estado del mundo, como lo fue también en tiempos pasados. Pero ahora hecha nítida por el formidable desarrollo de las comunicaciones que hace que prácticamente todo ocurra al mismo tiempo en todas partes.

 

El problema es que la globalización ofrece oportunidades y beneficios, pero también riesgos y desafíos. Y lo que nos planteamos es qué se requiere para tener éxito en la globalización. Desde luego se necesita capacidad de innovación, flexibilidad y un Estado que sirva a la sociedad para facilitar proyectos y abrir oportunidades; y también una cultura política de acuerdo con los tiempos. Lo cual significa la consolidación de un proceso democrático de calidad, la transparencia en las gestiones del Estado como elemento indispensable de la competitividad y la confianza. La estabilidad, que es un requisito del buen funcionamiento de la economía, y el equilibrio fiscal.

 

Estoy convencido de que necesitamos solidez fiscal para dar tranquilidad a todos los actores de la economía, al conjunto de los ciudadanos, para prevenir y corregir los problemas de exclusión que la globalización trae aparejados y por eso la cuestión fiscal en mi concepto tiene una dimensión ética insoslayable.

 

La globalización se ha manifestado en una movilidad extraordinaria de los capitales en el mundo. Con Felipe González recordábamos el domingo lo pavoroso de las cifras de capitales que se mueven y que pasan por encima de los estados y de los sistemas financieros; que tienen su propio circuito, que a veces consolidan una posibilidad de desarrollo y otras tumban esfuerzos de mucho tiempo. También se caracteriza por una apertura creciente de la economía, apertura con excepciones, porque los países que producimos principalmente productos primarios tenemos que sufrir la discriminación de los mercados que ponen barreras arancelarias o para-arancelarias para nuestros productos, lo cual constituye una forma clara de discriminación sobre la cual venimos bregando para que la apertura sea real y completa. Muy distinta sería la situación de nuestras economías con mercados abiertos, porque allí donde tenemos mayores ventajas comparativas podríamos acceder a precios mucho mejores, que mejorando la relación de las balanzas comerciales amortiguaran los efectos del volumen de las deudas públicas que aún subsisten.

 

Hay otra brecha también y es la tecnológica. Aquí el desafío se nos presenta visible e inmediato y significa avanzar en la transformación de nuestros sistemas educativos e incentivar el desarrollo científico y tecnológico, porque la diferencia en esta materia crea situaciones de dependencia, sobre todo cuando se trata de incorporar a la economía bienes de capital o elementos modernos de desarrollo que permitan que la producción de productos manufacturados sea competitiva en el mundo.

 

Y aparece también ahora otra diferencia notable que nos exige a los países en desarrollo un esfuerzo adicional, que es la diferencia en las tasas de interés vinculadas al nivel de desarrollo de las economías y al grado de confianza que suscita. Las bajas tasas de interés que tienen los empresarios europeos hacen difícil la competencia a los empresarios de nuestros países y entonces, con las bajas tasa de interés en la mano, los empresarios de los países centrales vienen comprando empresas en los países en desarrollo. Lo que deseo es que esto signifique un proceso de integración genuina, una expresión auténtica de un mundo globalizado, donde todos están en todas partes y cuando estén lo hagan con genuino sentido nacional y de integración de las sociedades donde actúan, de modo que no se produzca en el mundo una divergencia sino una convergencia y los procesos de inversión contribuyan realmente al desarrollo genuino de los pueblos y no a meros factores de especulación.

 

Por eso en una reunión que hace poco tuvimos en Berlín, a la que asistieron gobernantes de gobiernos progresistas, así era el título de la convocatoria del canciller Schroeder -estuvieron allí los presidentes Clinton, Cardoso, Lagos, Beky, de Sudáfrica, y otros gobernantes de Europa- se planteó frente a la globalización la necesidad de luchar por un mundo más equitativo, por un desarrollo más justo; que atienda las grandes diferencias que se están produciendo. En primer lugar las más críticas, aquéllas que reflejan el hambre, la enfermedad y la exclusión. Y luego que transforme y cambie las circunstancias de la economía, sobre todo de los mercados, para posibilitar que los países en desarrollo accedan a los niveles que corresponderían por la capacidad de su propia producción. Esto trajo en la mano el problema del rol que tienen que cumplir los organismos financieros internacionales; desde dentro de ellos mismos surge esta reflexión sobre si la tarea que están cumpliendo es todo lo que deben hacer o si deben hacer algo más, si están llamados a hacer algo más en un mundo que se ha transformado rápidamente; donde aquellos consensos de Washington, de un Estado ausente, de ahorro o recorte en lo social, de ajuste en las cuentas, fueron superados después por otros análisis donde el Estado debía cumplir un rol activo, los social aparecía como imprescindible para un desarrollo económico consistente y la defensa de la competencia en los mercados era básica para una economía sólida. Los propios organismos internacionales se plantean hoy que además de lo financiero se debe mirar a la cuestión social, porque sin desarrollo social no hay economías que se desarrollen de modo consistente; que se debe mirar también a la defensa del medio ambiente; que es importante también actuar en esta extraordinaria movilidad de capitales que caracteriza al mundo; e inclusive en la apertura de los mercados como una regla de equidad que promueva el desarrollo en los países que son asistidos por el crédito.

 

Queda claro para mí que mientras esto ocurra la principal defensa frente a la movilidad de capitales, para amortiguar sus riesgos, es consolidar los mercados internos, lo cual no significa cerrar la economía sino todo lo contrario, defender el mercado interno e incluso ampliarlo. Esta es la experiencia de Europa, que ha logrado para todos los países que integran la Comunidad Europea un desarrollo formidable, porque son un mercado interno ampliado, sin barreras, sólido y potente. Así vemos esta España extraordinaria, a la que queremos tanto, desarrollarse como lo está haciendo; una España que para los tiempos de la constitución tenía la mitad del ingreso per cápita, de los 8.000 dólares que hoy tiene la Argentina, y hoy duplica esa cifra. Es decir, un crecimiento exponencial. Pero eso se logró por decisiones valientes. Yo recuerdo los días en que España resolvía su ingreso a la OTAN, lo que casi parecía una herejía para las ideologías de los tiempos, y fue un plebiscito, ajustado inclusive, que permitió el ingreso. Y luego cuando se decidió su ingreso a la Comunidad Europea, porque nada es gratuito, esto significaba que algunas empresas subsistirían y otras no. Y después el esfuerzo que hizo el conjunto de Europa, cuando promovieron los acuerdos de Maastricht, sometiéndose todos a reglas claras en materia fiscal y presupuestaria.

 

Quiero contarles a quienes nos visitan que seguimos mucho el modelo europeo, que ha sido desde hace más de medio siglo, desde aquella comunidad del carbón y del acero de los primeros tiempos, una Europa que se ha ido integrando. Y nosotros seguimos el ejemplo para fortalecer la integración latinoamericana donde el eje principal esté en el Mercosur.

 

En este sentido, quiero señalar algo muy importante, porque quizás no se reflejó bastante. El Mercosur languidecía a fines del año pasado ganado por la crisis y la desconfianza y encerrado en las puras cuestiones aduaneras sobre determinados productos. Después de estos seis meses hemos podido reunirnos este fin de semana en Buenos Aires y anunciar el relanzamiento repotenciado del Mercosur con una voluntad común de impulsarlo y superar el tema de la Unión Aduanera y la discusión sobre los productos, luego de llegar a acuerdos importantes sobre muchos de ellos, para plantearnos alternativas novedosas y transformadoras como asociaciones de nuestros países para exportar productos con tecnología incorporada o para salir juntos a la búsqueda de nuevos mercados.

 

Así que, esta reunión ha significado un reposicionamiento del Mercosur que tiene una gran importancia y es un objetivo estratégico fundamental porque significa para nosotros un mercado interno ampliado si sabemos cuidarlo y si vamos derribando las barreras que todavía subsisten.

 

Pero lo más importante que resolvimos en la reunión de Buenos Aires, fue la ratificación del programa iniciado por el ministro de Economía, José Luis Machinea, al convocar a los ministros de Economía y presidentes de los bancos centrales de la región para trabajar sobre las diferencias macroeconómicas, y a su vez, encaminarnos hacia las coincidencias macroeconómicas que permitirán la integración completa y llegar, incluso, a una moneda común.

 

Por primera vez en septiembre, se pondrán sobre la mesa cuáles son las diferencias, dónde hay incentivos, dónde hay deformaciones y cómo avanzamos a lo que el presidente Cardoso llamó un pequeño Maastricht, que no tiene que ser pequeño porque será igual de difícil a la hora que adoptemos en conjunto los principios de una economía sana.

 

Lo cierto es que esto fortalecerá extraordinariamente al Mercosur, que está tan fortalecido que Vicente Fox, el presidente electo de México, ha anunciado su deseo de que México, que ya está en el NAFTA, se incorpore también al Mercosur.

 

Aquí quiero decir una palabra sobre México. Quiero felicitar al querido pueblo mexicano, a Vicente Fox por su triunfo, al presidente Zedillo por su acción de estadista que le permitió presidir una transición democrática extraordinaria que consolida la democracia mexicana pero que consolida también al conjunto de las democracias de América latina por la ejemplaridad con que eso se ha hecho.

 

Bien, yo debo decirles que llegan ustedes a una Argentina que vive los efectos de esa globalización, que vive también consecuencias de errores propios y que vive las urgencias que crean la ansiedad por crecer, la ansiedad por tener un país más justo, por derrotar a la pobreza que se ha extendido demasiado y por vencer al desempleo que ha crecido en exceso.

 

Para eso, al asumir el gobierno empecé combatiendo el déficit convencido de que luchar contra él tiene un sentido ético fundamental. Porque lo que se incurre en déficit, es un costo que se transmite a la gente y lo pagan después y sobre todo los que menos tienen.

 

Por eso, planteamos este gran esfuerzo con una imprescindible modificación fiscal e impositiva y una necesaria reducción del gasto público que, como ustedes saben, siempre es difícil, porque se sabe que hay que cortar, lo difícil es saber adónde y aún sabiendo, donde sea que se recorte duele, pero se supone que todo es necesario.

 

Reitero, es imprescindible adecuar los egresos con los ingresos y avanzamos por eso en una importante reducción del déficit y nos encaminamos –ése es nuestro objetivo- a llegar al equilibrio fiscal en cuanto podamos y lograr el investment grade como calificación, que yo lo digo como objetivo y que muestra el sentido de la política o de la filosofía que nos inspira.

 

Por suerte aparecen ya signos positivos: han aumentado las exportaciones, mejora la recaudación fiscal, aumentaron los depósitos, el sistema bancario ha duplicado los créditos hipotecarios para la vivienda y los servicios se pagan en conjunto normalmente. Falta que esto empiece a llegar a los más necesitados y que aquellos empiecen a sentirse en mejores condiciones de vida. Esta es la urgencia que tiene la gente y esta es la urgencia que tiene también el presidente de los argentinos.

 

Quiero decirles, por eso, que esta situación fiscal es transitoria y que será superada. Argentina tiene un enorme potencial y una gran capacidad para hacerlo posible, no hay riesgos, estamos en el mundo, el mundo tiene consideración y brinda también su respaldo a nuestro país.

 

Lo importante es plantearnos cómo nos insertamos en este mundo que tiene una velocidad tan extraordinaria que hizo que alguien dijera que vamos rápido, pero la cuestión es saber adónde vamos. Y frente a eso es necesaria la modernización y ésta empieza por la transformación educativa, la que estamos iniciando con un gran programa que es el portal educativo Educ-ar, que significará una gran transformación en los sistemas educativos y que haya una computadora en cada aula, por lo menos. Sé que la internet por sí sola no resuelve el problema de la educación. Hoy alguien lo decía muy bien cuando manifestó que el maestro es insustituible; pero también es cierto que la educación moderna no puede prescindir de la internet ni de la informática. Hay que capacitarse para los nuevos instrumentos.

 

Por otra parte, impulsamos un programa de crédito para la compra familiar de computadoras; está la desregulación de las comunicaciones telefónicas, promovemos la energía eólica y estamos en el mundo exportando reactores nucleares para uso pacífico al mismo tiempo que promovemos un gran desarrollo del turismo.

 

Y como dijo bien el señor vicepresidente y ministro de Economía del Gobierno Español, ponemos el acento en las pequeñas y medianas empresas, sin descuidar a las grandes, garantizando a todas la seguridad jurídica, la libertad y la competencia en los mercados.

 

Pero es necesario alentar a las pequeñas y medianas empresas, que por largo tiempo estuvieron fuera del mercado, de la exportación y del crédito, que son fuentes genuinas y principales de trabajo y de empleo, que son los objetivos principales de mi gobierno. Porque el trabajo es la expresión suprema de la dignidad social, y la política y la economía, incluso en la globalización, tienen sentido si se lucha por la justicia para hacer un mundo mejor y más humano, donde la gente pueda trabajar y la familia desenvolverse.

 

Les agradezco mucho que esta reunión se haya desarrollado en Buenos Aires y hayan traído sus elevados criterios, su importante experiencia y hayan visto también con optimismo -con un optimismo que tiene que ganarnos también a nosotros, a todos los argentinos- la marcha de nuestra economía. La marcha de nuestra economía dentro de los desafíos del mundo global al que asistimos, que nos exige más pero frente al cual haremos las cosas todavía mejor.

 

Muchas gracias.