Organización de Estados Americanos
Asamblea General
Discurso del Presidente Argentino,
Dr. Fernando De la Rúa
Señor Presidente; señor Secretario General; señores embajadores; señor embajador de la República Argentina en Washington; señores ministros del Gobierno argentino; funcionarios de la Organización de los Estados Americanos; señoras y señores: es para mí un gran honor ser recibido en esta Asamblea que representa a los pueblos de América. Esta Casa de las Américas, de histórica significación, alberga a los representantes de los países del hemisferio comprometidos en la lucha por la democracia y por la justicia.
La democracia, consolidada ya como principio, puede ser custodiada, tiene que ser defendida. A la Organización de Estados Americanos le toca un rol fundamental en esta hora y en estos tiempos. La democracia como expresión de la libertad, la democracia bajo cuyo amparo puede llevarse adelante el desarrollo de nuestros pueblos, la democracia que significa la igualdad y la participación de todos los hombres y mujeres que habitan nuestra América.
Sabemos bien, sin embargo, que también bajo la democracia están los signos de la exclusión y la pobreza, que nos convocan a esfuerzos renovados para luchar por una América más justa, con mayor desarrollo y más crecimiento, en un mundo que tiene que crecer con mayor equidad, con menos exclusión; en un mundo donde los pueblos de América luchan por mayor participación en los mercados libres de barreras arancelarias y para arancelarias, que son factores de exclusión para la producción de nuestros países.
Tenemos el compromiso de luchar contra la desigualdad y por los derechos de nuestros pueblos. Para eso, es fundamental defender la democracia que significa la participación y comprender la voz profunda de los pueblos americanos que están luchando por un espacio en el mundo y por una vida más digna y más justa.
Me toca el honor, el altísimo honor de venir como presidente de la Nación Argentina a saludar a esta Honorable Asamblea. Les agradezco profundamente que me reciban en esta reunión.
También en Argentina asistimos a severas dificultades; un déficit importante al asumir el Gobierno determinó que pusiera en marcha un programa de austeridad, de reducción del gasto, y en mi mensaje al pueblo argentino señalé como el principal enemigo que teníamos por delante al déficit público. Porque el déficit significa el sobregasto que después es transferido al pueblo y se muestra en restricciones o sufrimientos. La sana administración del Estado es un deber de los gobernantes. Esto forma parte de la necesaria reforma del Estado que tenemos que encarar en nuestros países.
Por eso ese programa fue asumido por el pueblo argentino, consciente de que la hora imponía esfuerzos para superar y vencer al déficit. Pero esto, que tiene resonancias de ecuación fiscal, tenía por otro lado el rostro preocupante de la pobreza extendida en vastos sectores de la población y un altísimo índice de desempleo. Una política nueva no podía agotarse en combatir el déficit, precisaba también atender las urgencias sociales, las mismas urgencias sociales que existen en los otros países hermanos de América latina, y promover el crecimiento. Pero un crecimiento con equidad, no un crecimiento desviado hacia unos pocos que altere el equilibrio que debe darse en la sociedad. Y esta es la política que hemos puesto en marcha. Toda reducción del gasto es dura; nadie quiere que le corten su parte, pero es necesario el esfuerzo de todos y mi política fue pedir la colaboración a los que más podían prestarla y no a los que menos tienen.
De esa manera pude poner en marcha un programa que fue recuperando la confianza en el país, reduciendo el índice de riesgo y consiguiendo que se reduzca la tasa de interés, lo que ha reactivado el crédito y permite avizorar ya una reactivación del conjunto de la economía.
Declaro que en esto mucho contribuye la recuperación económica de la región en su conjunto. Somos parte activa del Mercosur, que es un objetivo estratégico para mi país, como lo es para todos los países que lo integramos, y aún deseamos su extensión y su ampliación. En estos tiempos de enorme volatilidad de los capitales, defender los mercados internos, y aún cuando son ampliados a través de los procesos de integración, es la mejor manera de preservarse de los riesgos y de una volatilidad extrema de los capitales en este mundo globalizado.
Tenemos que asumir la realidad de la nueva agenda internacional. Sé que la Organización de Estados Americanos ha sido activa y viene siéndolo en la defensa de lo que llamamos la calidad de la democracia. Rige en nuestros pueblos la democracia; tenemos que fortalecer su calidad, las condiciones en que se desenvuelve, la plenitud de las libertades que implica, la amplitud de la participación que significa la transparencia completa de los procesos electorales, la libertad de prensa, el respeto a los derechos humanos. Entonces tendremos el sentimiento de estar de pie con una democracia sólida y confirmada, y esta Organización de Estados Americanos, donde se reúnen los embajadores de todos nuestros países, debe contribuir a esa causa como una vigía solidaria de una democracia creciente y afirmada.
Pero tenemos también los otros nuevos temas de la agenda internacional que constituyen la realidad de nuestro tiempo: la lucha contra la amenaza del terrorismo internacional, el narcotráfico y el tráfico de armas; la lucha contra el crimen organizado; es decir, los elementos que agreden a la integridad de nuestros países y que precisan de una acción solidaria del conjunto de los pueblos de América.
Para poner en marcha en mi país las políticas que les enuncio, convoqué a todos los argentinos a una acción solidaria; ha llegado el tiempo de la convivencia. Dije: quiero ser Presidente de todos los argentinos, y para eso llamo a una nueva política. Quizás por tradición o por temperamento somos en América peleadores y conflictivos; las luchas políticas son arduas, son duras, son intensas. Yo dije: es necesario construir; la democracia no se construye en el conflicto, aunque es válida la discrepancia. Debemos encontrar los denominadores comunes que nos permitan resolver los problemas de los pueblos, que nos piden respuestas y soluciones, no conflictos ni peleas.
Por eso hablé de una nueva política y he tenido una respuesta favorable de los partidos que hoy constituyen la oposición, del partido que fue gobierno hasta mi asunción y hay un clima de diálogo y de respeto; una coincidencia del diagnóstico, un compromiso común para encontrar los caminos del desarrollo.
Ese mismo espíritu debe presidir la relación entre nuestros países y nuestros pueblos, una política de cordialidad y cooperación. Ese ha sido el espíritu que ha crecido siempre en las relaciones de los pueblos de nuestra América. Desde que se constituyó la unión panamericana hasta la Organización de Estados Americanos, se ha tenido fluctuaciones en el tiempo en cuanto a su vigencia, su función y sus roles, pero en estos momentos está cumpliendo una tarea importante al subrayar una nueva agenda política y trabajar para la consolidación de la democracia en su máximo nivel de calidad y de prestigio.
Quiero hacer una última reflexión sobre las reformas puestas en marcha en mi país. He incorporado reformas estructurales y de fondo. Estoy convencido que la democracia tiene que modernizarse también en sus contenidos. Entre esas reformas, quiero mencionar la reforma a la ley laboral para promover la creación de empleo estable, porque la producción del empleo y la creación de nuevos puestos de trabajo es fundamental. El trabajo es la máxima expresión de la dignidad social, no la reemplaza ningún asistencialismo, es la dimensión vertical de la dignidad del hombre. La he acompañado también con una reforma al sistema de salud para salir de la limitación que imponía el sistema de obras sociales sindicales, donde el trabajador era cautivo del servicio y tenía cercenada la libertad de elección del prestador; al abrirla universalizamos el sistema y se le brinda toda la asistencia a que tiene derecho. Hemos acompañado este proceso con el programa de médicos de cabecera o de familia, para que todos tengan cobertura, con un sistema de telemedicina que potencia la capacidad instalada de nuestros hospitales.
En segundo lugar, la reforma del Estado, porque el Estado tal cual es, como hoy lo tenemos, no sirve, no da respuestas a las necesidades de los ciudadanos, obstruye y frena, y precisamos un Estado eficiente, con capacidad de atender a las demandas sociales y a las urgencias de los tiempos. Una reforma de un Estado que no debe ser pasivo ni indiferente, ni prepotente ni obstruccionista, sino un Estado suficiente y eficaz, capaz de llevar a cabo políticas activas para promover el empleo, para defender la competencia en el mercado, para impulsar el desarrollo de la producción del campo, de la industria y de los servicios. Es decir, concibo el Estado no como un Estado indiferente, sino como un Estado capaz de políticas activas y eficaces al servicio de la mejora del conjunto de nuestras sociedades. Y sobre todo un Estado donde rija plenamente la transparencia y se combata la corrupción, que es uno de lo peores flagelos que afectan a las administraciones públicas, carcome la confianza de los pueblos en el sistema democrático y atenta la base republicana de nuestros países.
Si una urgencia tenemos es recuperar la confianza de nuestros pueblos en el funcionamiento del Estado, en la actividad de la política, en la eficacia de la democracia, y para esto es imprescindible combatir la corrupción en todas sus formas y asegurar la transparencia, que al mismo tiempo que rescatar valores éticos, significa reducir los costos y mejorar la eficiencia en la asignación de los recursos.
Dije que era preciso fortalecer la estabilidad de la democracia. Esto significa, y vale la pena subrayarlo en esta Magna Asamblea, respetar el principio de no intervención, que es sagrado para nosotros. Al mismo tiempo, cabe agregar un enunciado de un principio que lo complemente, que es el de la no indiferencia. Entre todos debemos cuidar la calidad de la democracia; entre todos debemos asegurar esa convivencia de los pueblos latinoamericanos en la plenitud de la vigencia de la democracia, que significa libertad y que significa justicia.
Le agradezco, señor Presidente, que me haya dado la oportunidad de dirigirme a esta Asamblea. Vengo a saludar en ustedes a los pueblos hermanos de América latina, a los pueblos del Norte, de Estados Unidos, de Canadá, de todos los países que integran esta notable organización continental que siempre ha estado en la defensa de las causas de la libertad.
Yo admiro la obra del señor Secretario General, lo conocí hace ya muchos años en su Colombia natal. Esa Colombia a la cual le expreso y le renuevo mi solidaridad absoluta por la paz y contra el narcotráfico. Lo conocí entonces, lo recordábamos recién, cuando tuve oportunidad de encontrarme con uno de los héroes de la lucha contra el narcotráfico, uno de los héroes de la lucha por la democracia, Luis Carlos Galán Sarmiento, a quien César Gaviria acompañaba entonces y que era el candidato presidencial seguro ganador en aquellas elecciones y que sucumbió en la tribuna partidaria en plena campaña política, asesinado por el narcotráfico. Era el mensaje de esos muertos que dejaron testimonio de su lucha y de la condena contra este flagelo que los afecta. Yo recojo el mensaje de esas muertes que son expresión de la lucha de todos nuestros pueblos, por la salud de nuestros compatriotas, por el combate enérgico contra el flagelo de la droga, el contrabando y la violencia.
Debemos luchar por la paz de nuestros países, por la plena vigencia de los derechos de los ciudadanos, por el fortalecimiento de la democracia y reclamar para nuestra América postergada, la justicia de un desarrollo más equitativo en el mundo, donde no se cierren los mercados, donde haya políticas más justas de solidaridad y apoyo para que América latina pueda exhibir mejores índices de progreso social, porque los actuales nos duelen como una herida abierta por la postergación de vastos sectores de nuestra población.
Traigo el mensaje de saludo y de afecto de la República Argentina, de todos los argentinos, compatriotas y hermanos de los pueblos del hemisferio, para seguir luchando por la causa de la democracia y por un mundo más justo y más equitativo. Muchas gracias.