Anuario de Relaciones Internacionales, Año 1994

 

LA CRISIS ITALIANA

 

Cuando en febrero de 1992 el juez milanés Antonio Di Pietro, ordenaba el arresato de un oscuro administrador de un hospicio público de la misma ciudad, por haber sido sorprendido "in fraganti" recibiendo una módica comisión ilegal de cinco mil dólares, no pudo seguramente imaginar que se iniciaba el descenso a las tinieblas -equiparable sólo al del propio Dante- del sistema político italiano surgido de la posguerra.

Nacía así la investigación "Mani pulite" (Manos limpias), que ha significado el arresto de cientos de hombres políticos y empresarios de primer orden, la apertura de procesos judiciales de poderosos líderes como de Andreotti (DC) y de Craxi (PS), y un terremoto político con la caída de las fuerzas tradicionales.

Mani pulite, asimismo, pondría al desnudo el engranaje político italiano movido por el combustible de la "tangente", o las denominadas comisiones ilegales, utilizadas por los partidos políticos para mantener una estructura de poder basada en el enquistamiento en las instituciones y empresas públicas, en la corrupción política y burocrática, en el clientelismo político, en un estatismo pseudo benefactor y en la conexión -por decir lo menos- con las diversas mafias que operan en territorio italiano.

¿Cuáles son las razones que determinaron la degeneración del sistema político en el monstruo que hemos apenas descripto? Indudablemente, esto es consecuencia de un conglomerado de factores, entre los cuales no debe subestimarse la idiosincrasia del pueblo italiano -de la cual mucho sabemos los argentinos- que por supuesto cuenta en su haber de excelsas muestras de humanidad, muchas de la cuales -como por ejemplo, el fino espíritu para las artes-, han contribuido grandemente al fenómeno del "italian design" y paralelamente al milagro económico italiano de las últimas décadas.

Sin embargo, también es fácilmente palpable en el modus vivendi italiano, especialmente en la parte meridional, una contracultura de la familia-clan, del patronazgo alienador, de la dependencia asistencialista, que ha sido un caldo de cultivo apropiado para el desarrollo de las disfunciones del sistema político italiano antes mencionadas.

A este aspecto proveniente de la Italia profunda, hay que sumarle un elemento político para nada incidental, que ha provocado un sobredimensionamiento de los rasgos negativos antes apuntados: la presencia del partido comunista más importante de occidente, que debido a su caudal electoral, ha significado una amenaza desde siempre para la coalición de gobierno encabezada por la Democracia Cristiana, el partido mayoritario. En aras de impedir el acceso de los comunistas al Gobierno, el oficialismo ha utilizado todos los mecanismos legales y aún ilegales posibles, justificando la viabilidad de estos últimos sobre la base la protección de las instituciones democráticas, tal como lo reconociera públicamente el ex Presidente Cossiga en el caso Gladio, grupo contrarevolucionario con evidentes conexiones con el Estado, supuestamente organizado para actuar en caso de una eventual victoria electoral comunista.

Una lectura política de la crisis italiana desatada a raíz de la investigación por los casos de corrupción, indica que el proceso "Mani pulite" ha podido sustancirse con tanto grado de efectividad, debido fundamentalmente al cambio de circunstancias internas e internacionales, que como la caída del Muro de Berlín, y la autotransformación del comunismo italiano en una fuerza socialdemócrata moderada, desvituaron totalmente la improbable pero esgrimida hipótesis de una invasión roja a Italia proveniente del exterior, o el tendencioso argumento de la posible abolición de las instituciones democráticas por el comunismo en el Poder.

En otro orden, debe computarse como un factor de demolición del régimen vigente, las presiones provenientes de la Comunidad Europea en favor de la apertura de los mercados, la transparencia económica, sumada a la últimamente atroz competencia por los mercados extranjeros -sobretodo con empresas asiáticas y del este europeo- que pone un serio desafío para que las empresas italianas sean más eficientes y disminuyan costos, entre ellos, el de las comisiones ilegales.

Como otro eslabón de este razonamiento, y retomando los aspectos culturales del pueblo italiano, es posible vislumbrar un cambio en su modo de ser, o al menos una fuerte voluntad de hacerlo, sobretodo en los estratos más jóvenes de la sociedad, en los cuales la crisis ha calado hondo debido al desempleo y la violencia inusitada de la mafia moderna.

Un punto que como jurista no querría dejar de destacar como uno de los factores desencadenante de la crisis: es el rol del Poder Judicial. Si bien se ha señalado un nuevo panorama político interno e internacional como detonante, su instrumentalización y catarsis ha sido posible merced a la infatigable labor de un Poder Judicial independiente, como queda casi diariamente demostrado cuando los Partidos Políticos en el Poder asisten impasibles pero sumisos al espectáculo de su propia inmolación. Esto es así porque el Poder Judicial cuenta con los instrumentos legales y financieros para cumplir su cometido, y, fundamentalmente, existe una independencia real de este poder basada en la institución de una verdadera carrera judicial y un sistema objetivo de designación de jueces a través del poderoso "Consiglio della Magistratura".

A todo ello se le debe por último sumar para el futuro el profundo cambio operado en el sistema electoral italiano a partir del referéndum del 18 de abril cuando el electorado se pronunció favorablemente por la adopción de un sistema mayoritario en lugar del sistema vigente proporcional. Es último sistema había producido una gran inestabilidad política por cuanto favorecía la dispersión de la voluntad popular en una diversidad de fuerzas políticas que en aras de formar gobierno y mantenerlo adoptaba el criterio de la "lotizazione", o la distribución del aparato estatal y empresarial público en feudos partiticos inexpugnables, con la consiguiente ineficiencia y descontrol.

No obstante la severidad de la crisis ha producido algunos hechos positivos. Por ejemplo, se comienza a vislumbrar un mejoramiento económico luego de la austeridad financiera de los dos últimos años. Asimismo, y más importante, es posible rescatar como positivo en todo este proceso el respeto y confianza del pueblo italiano en la democracia, como lo demuestra el hecho de que la solución de los problemas se busca en el marco de la constitución, la ley y las instituciones de la república.

Por ello en Italia, la lección de la historia parece no haber resultado en vano.

Guillermo Tempesta