Anuario de Relaciones Internacionales, Año 1997 DOCUMENTOS

 

ESTADOS UNIDOS

Discurso del Sr. Warren Christopher, Secretario de Estado, sobre la diplomacia americana y los grandes problemas del medio ambiente en el siglo XXI.

 

(Standford, California, 9 de abril de 1996)

 

No puedo imaginar un lugar mejor que esta Universidad para presentar hoy mis consideraciones sobre los problemas mundiales del medio ambiente. Desde la creación del Club Sierra en 1892 hasta la Primera Jornada de la Tierra en 1970, la Facultad y los ex-alumnos de Standford llevaron a cabo acciones para preservar los recursos naturales de nuestro país en vistas a las generaciones futuras. Los centros a los que ustedes pertenecen realizaron un trabajo pionero. Permítanme agregar que aprecio personalmente el trabajo constante hecho por los tutores Montgomery y Willingham para controlar la población de los osos de California.

Bajo la firme conducción del presidente Clinton y del vicepresidente Gore, nuestro gobierno reconoció desde un principio que la defensa de nuestros intereses globales coincidía con la administración de los recursos naturales de la Tierra. Esta es la razón por la cual estamos resueltos a colocar los problemas del medio ambiente en el lugar que les corresponde: en la huella de la política exterior norteamericana. Aprecio en su justo valor la ocasión que me es dada para exponer los grandes lineamientos de nuestro ambicioso programa de integración total de los objetivos del medio ambiente en el seno de nuestra diplomacia; asimismo, indicaré nuestro calendario de prioridades para el futuro.

El medio ambiente ejerce una profunda influencia en nuestros intereses nacionales de dos maneras: en primer término, las fuerzas del medio ambiente de ningún modo toman en cuenta fronteras y océanos y amenazan directamente la salud, la prosperidad y el trabajo de los ciudadanos norteamericanos. En segundo lugar, las cuestiones relativas a los recursos naturales tienen a menudo una importancia crucial para la instauración de una estabilidad política y económica y para la prosecución de nuestros objetivos estratégicos en el mundo entero.

Los Estados Unidos desempeñan un rol capital al servicio de la paz y de la prosperidad mundiales. Asimismo, debemos desempeñar un rol fundamental en salvaguardia del medio ambiente mundial del cual dependen al fin y al cabo la prosperidad y la paz.

En 1946, cuando vine a estudiar derecho en Standford, el vínculo entre medio ambiente y política exterior no era tan inmediatamente evidente. Los norteamericanos entraban en un período de prosperidad sin precedente, apoyado en la creencia de recursos aparentemente inagotables. En el exterior, comenzábamos a centrar nuestra atención en las tensiones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. En lo que a mí concierne, estaba tratando de dominar las complejidades de los contratos, los delitos y los recursos enseñados por la versión Standford de John Houseman. Del mismo modo, trataba de estar a la altura de los severos criterios establecidos por un Dean junior, Carl Spaeth, quien justamente acababa de llegar a Standford, después de una carrera muy prometedora en el Departamento de Estado y que fue el primero en estimular mi interés por el trabajo al que estoy totalmente abocado actualmente.

Sin embargo, desde 1946, la conjunción del crecimiento demográfico, el progreso económico y los avances tecnológicos transformó radicalmente nuestro mundo. Fueron necesarias más de 10.000 generaciones para sobrepasar apenas los dos mil millones de seres humanos. Pero desde mi nacimiento -lo que puede parecer una eternidad a muchos de los estudiantes de esta audiencia- la población mundial casi se triplicó, sobrepasando los cinco mil millones de seres humanos.

Estos cambios ejercen presiones masivas sobre los recursos globales. De 1960 a 1990, los bosques mundiales perdieron el equivalente a la mitad de la superficie de los Estados Unidos. Desaparecieron innumerables especies de la fauna y de la flora, algunas de las cuales podrían ser útiles para la agricultura y la medicina. La contaminación del aire y del agua pone en peligro nuestra salud y nuestro porvenir.

En la conducción de la política exterior de los Estados Unidos, utilizaremos naturalmente nuestra diplomacia apoyada por poderosas fuerzas militares para hacer frente a las amenazas tradicionales y persistentes que pesan sobre nuestra seguridad y también para enfrentar las nuevas amenazas como el terrorismo, la proliferación de armamentos, el tráfico de estupefacientes y la criminalidad internacional. Pero, igualmente, debemos luchar contra los nuevos graves peligros que significan para nuestros intereses nacionales los daños causados al medio ambiente y la inestabilidad regional y mundial que de allí resultan.

Como buen abanderado de la política exterior de los Estados Unidos, el Departamento de Estado debe ser punta de lanza del gobierno para tratar los grandes problemas del medio ambiente. En conexión con otros servicios gubernamentales, estamos abordando nuestras prioridades en materia de medio ambiente a nivel global, regional, bilateral, en asociación con las empresas y las organizaciones no gubernamentales. Cada una de estas cuatro dimensiones es esencial para el éxito de nuestra estrategia global.

En primer lugar, nuestro abordaje de estos problemas debe ser global ya que la contaminación no respeta ninguna frontera y la creciente demanda de recursos extinguibles en una zona del mundo acentúa inevitablemente la presión sobre los recursos en todas las otras zonas del mundo.

De un extremo al otro de los Estados Unidos, los norteamericanos sufren las consecuencias de los daños causados al medio ambiente mucho más allá de nuestras fronteras. Los gases de efecto invernadero que las centrales nucleares arrojan alrededor de todo el planeta, los automóviles y los incendios forestales afectan nuestra salud y nuestros climas, acarreando daños potenciales de varios miles de millones de dólares, desde el aumento del nivel de los mares hasta el cambio en la conformación de las tormentas. Las sustancias químicas peligrosas como los PCB y el DDT, que aquí están prohibidas pero que siguen utilizándose en otras zonas, se desplazan a grandes distancias por aire o por mar. La sobreexplotación de los bancos de peces en todos los océanos del mundo causó el desempleo de miles de norteamericanos. Una política exterior que no abordase estos problemas ignoraría las necesidades del pueblo norteamericano.

Cada nación debe tomar sus propias medidas para hacer frente a estas amenazas al medio ambiente, pero sólo lo lograremos si nos asociamos para combatirlas eficazmente. Esta toma de conciencia, inspiró las acciones innovadoras de las Naciones Unidas en ocasión de la Conferencia de Estocolmo sobre el medio ambiente hace 25 años como, así también, en la histórica reunión Cumbre de Río sobre el medio Ambiente Humano y el Desarrollo hace cuatro años. La comunidad internacional se comprometió entonces a nivel mundial "a preservar, proteger y reconstituir....el ecosistema de la Tierra" y a promover el desarrollo económico de modo de preservar también nuestros recursos naturales.

Desde la reunión de Río del 92, los Estados Unidos intensificaron las iniciativas mundiales. Hemos abierto el camino a un acuerdo que apunta a eliminar progresivamente las sustancias residuales que destruyen la capa de ozono, a prohibir la inmersión en el mar de los desechos ligeramente radioactivos y a alcanzar un nuevo consenso en el Cairo sobre la estabilización del crecimiento demográfico mundial.

Nos proponemos reformar y consolidar los programas claves de la O.N.U. referentes al medio ambiente y a un desarrollo sostenible. Hemos aunado nuestras fuerzas a las del Banco Mundial para introducir políticas sanas sobre medio ambiente en los programas de crédito y para financiar proyectos por intermedio del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMAM), lo que beneficia directamente nuestra salud y nuestra prosperidad. Además, nos estamos esforzando en el seno de la nueva Organización Mundial del Comercio (OMC -MTO en la sigla inglesa-) con el fin de conciliar las complejas tensiones suscitadas por la promoción de los intercambios comerciales y la protección del Ambiente y para estar seguros de que ninguna se efectúe a expensas de la otra.

Este año, comenzaremos a negociar acuerdos con la voluntad de hacer de 1997 el año más importante para el medio ambiente mundial desde la Cumbre de Río. Trataremos de concluir un acuerdo tendiente a seguir disminuyendo los gases de efecto invernadero con el objeto de limitar los cambios climáticos. Contribuiremos a llevar adelante un proceso internacional destinado a resolver los problemas planteados por las sustancias químicas tóxicas susceptibles de infiltrarse en nuestra tierra y en nuestras aguas, envenenándolas por varias generaciones. Desarrollaremos una estrategia de administración sostenible de los bosques mundiales -recurso que toda gran civilización considera "indispensable para el mantenimiento de la vida", como lo escribió antiguamente el historiador romano Plinio-. Colaboraremos con el Congreso para ratificar la Convención sobre la Biodiversidad que presenta ventajas para la agricultura y la economía norteamericanas. Del mismo modo, trataremos de obtener la ratificación del Tratado sobre el derecho del mar que protege nuestro acceso a los recursos del océano. Imprimiremos el impulso necesario para que la Cumbre de las Naciones Unidas, que tendrá lugar en junio en Estambul, aborde con eficacia los problemas urgentes que plantea el crecimiento explosivo de las ciudades de los países en vías de desarrollo.

Finalmente, el Departamento de Estado propiciará a fines de 1997 una conferencia sobre las estrategias tendientes a acrecentar el respeto de los acuerdos internacionales sobre el medio ambiente con el fin de que dichos acuerdos den resultados perdurables y no sean meras promesas.

Tenemos una agenda global bien nutrida. Alcanzar estos objetivos demandará tiempo y perseverancia. Pero recuerdo a menudo que Don Kennedy aconsejaba a los egresados que se fijaran "una meta un poco más alta de la que puede alcanzarse sin esfuerzo".

El segundo aspecto de nuestra estrategia -el aspecto regional- consiste en combatir la contaminación y la escasez de recursos en zonas neurálgicas, allí donde ambas corren el riesgo de aumentar de manera importante las tensiones entre las naciones. En ninguna parte se traduce esto con tanta evidencia como en los valles áridos del Oriente Medio en donde la lucha por el agua ejerce una influencia directa sobre la seguridad y la estabilidad. Durante mis numerosos viajes por la región, supe lo mucho que el crecimiento demográfico rápido y la contaminación podían hacer variar las posturas en el caso de diferendos sobre las aguas, algunos de los cuales se remontan al Antiguo Testamento. Shimon Peres me hizo notar un día que "el Jordán está más cargado de historia que de agua". Estamos ayudando a las partes implicadas en el proceso de paz en Medio Oriente a administrar los recursos de agua de la región, transformando una fuente de conflicto en fuerza de paz.

No hay ninguna duda que el establecimiento de democracias estables, fundadas en la economía de mercado, tanto en la ex Unión Soviética como en Europa Central consolidará nuestra propia seguridad. Como quiera que sea, para que estas nuevas naciones triunfen, debemos ayudarlas a acabar con los problemas que plantean las fábricas contaminantes, las atmósferas enrarecidas y los ríos saqueados que forman parte, entre otras cosas, de la amarga herencia del comunismo. La experiencia adquirida en esa región muestra que los gobiernos que maltratan a sus ciudadanos manifiestan muy a menudo un desprecio similar respecto del medio ambiente.

Hace tres semanas estuve en Kiev en un hospital de niños que trata a las víctimas de Chernobyl, he visto directamente los daños terribles que esta catástrofe, ocurrida hace diez años, continúa infligiendo a la población de la región. Estamos ayudando a Ucrania para que no se produzca un nuevo Chernobyl. En Asia Central, estamos apoyando a las naciones a reponerse de las prácticas de irrigación soviética que transformaron gran parte del mar de Aral en un océano de arena. Nuestro Centro Regional para el medio ambiente de Budapest aporta su ayuda a los grupos de ciudadanos de Europa Central que son esenciales para el mantenimiento de una democracia sana y de un medio ambiente sano.

Igualmente, los Estados Unidos tienen un enorme interés en la consolidación de las instituciones democráticas y de los mercados libres de nuestro propio hemisferio. Para profundizar las notables transformaciones que se produjeron en América Latina y en el Caribe, estamos desarrollando el programa para un desarrollo sostenible que nuestras 34 democracias adoptaron en Miami en ocasión de la Cumbre de las Américas. Por ejemplo, para ayudar al éxito de la democracia debemos frenar la desforestación y el fuerte crecimiento demográfico que he podido constatar en las colinas desiertas y en las calles repletas de Haití. Para mantener nuestra prosperidad, debemos tratar de preservar la rica diversidad de la naturaleza que he visto en la selva amazónica. Para que por fin los viejos conflictos se apacigüen, debemos buscar un remedio al deterioro del medio ambiente que redujo las oportunidades económicas y alentó la inmigración ilegal proveniente de El Salvador. Y para mantener la lucha contra el tráfico de estupefacientes y contra la criminalidad, estamos fomentando una agricultura sostenible que reemplazará al cultivo destructivo del opio y de la coca, que causa estragos desde Guatemala hasta Colombia. Estos objetivos tendrán un lugar de privilegio en el organigrama de la Cumbre sobre el Desarrollo Sostenible de la OEA que tendrá lugar en el mes de diciembre en Bolivia.

En Africa, continúan nuestros esfuerzos en pro del medio ambiente con el fin de salvar decenas de miles de vidas para impedir los conflictos armados y limitar el recurso a las costosas intervenciones internacionales. Nuestra tarea en el Cuerno de Africa, por ejemplo, está abocada a tratar las causas que originan problemas en el Ambiente y que pueden transformar las sequías en hambrunas y las hambrunas en guerras civiles.

No debemos olvidar la severa lección de Ruanda, en donde el agotamiento de los recursos y el aumento de la población exacerbaron las presiones económicas y políticas para culminar en una de las mayores tragedias de esta última década. Del mismo modo, es de interés nacional sostener a estas regiones afectadas por el flagelo del Sida, que está diezmando una generación entera de jóvenes africanos y aniquila los recursos económicos que las naciones africanas tanto necesitarían para constituir gobiernos estables y para construir un futuro económico más alentador.

Para intensificar nuestros esfuerzos regionales en favor del medio ambiente, vamos a instalar Centros sobre medio ambiente en nuestras principales embajadas. Estas, se consagrarán a resolver los problemas regionales urgentes en materia de recursos naturales, harán progresar los objetivos de desarrollo sostenible y ayudarán a las empresas norteamericanas a vender sus técnicas de avanzada en materia de protección del medio ambiente.

El tercer aspecto de nuestra estrategia consiste en cooperar en el plano bilateral con nuestros principales parteners en el mundo - comenzando por supuesto por nuestros vecinos inmediatos. Ya se trate de la pesca a orillas del río George o en el Golfo de México, de la pureza del agua potable de los Grandes Lagos o del Río Grande, no podemos hacer distinción entre nuestros propios intereses en el plano del medio ambiente y los de Canadá o de México.

Estamos intensificando la cooperación que llevamos a cabo desde hace más de un siglo con el Canadá en el campo de la pureza del agua y de la prevención de las inundaciones en la región de los Grandes Lagos. Estamos mejorando la protección del medio ambiente en nuestros parques nacionales limítrofes. Por intermedio de la Comisión mixta Estados Unidos-Canadá, protegemos la salud del hombre y el hábitat natural. Y nos estamos asociando con el conjunto de nuestros vecinos del Artico para proteger esta frágil región.

Las acciones realizadas en común con México se ampliaron desde la entrada en vigencia del NAFTA hace algo más de dos años. En virtud de los acuerdos anexos del NAFTA sobre el medio ambiente, hemos creado nuevas instituciones para ayudar a las comunidades de ambos lados de la frontera a salvaguardar los recursos naturales compartidos. A fines de esta primavera lanzaremos un programa inédito que permitirá a las empresas y a los responsables gubernamentales de Texas, de Nuevo México y de Ciudad Juárez, reducir en parte la grave polución del aire en la región. Durante la reunión de nuestros dos gabinetes en México el mes próximo, insistiré sobre la necesidad de que México siga reforzando sus normas de protección del medio ambiente.

En el marco del programa realizado en común con el Japón, las dos mayores economías del mundo aúnan sus recursos y su experiencia para estabilizar el crecimiento demográfico, erradicar la poliomielitis, luchar contra el Sida y desarrollar nuevas tecnologías "verdes".

Nuestro nuevo programa Transatlántico con la Unión Europea apunta a intensificar las acciones globales realizadas en cuestiones tales como los cambios climáticos y los productos químicos tóxicos. Conjuntamente, ya hemos hecho progresar nuestros objetivos de defensa del medio ambiente en Europa Central y en los nuevos Estados Independientes.

Rusia y China se verán ambas enfrentadas a graves problemas del medio ambiente que tendrán una profunda influencia en su futuro y en el nuestro.

En Rusia, el futuro de la democracia puede depender de la capacidad de este país para ofrecer al pueblo ruso mejores condiciones de vida y revertir una flagrante decadencia de la esperanza de vida. De Mourmansk a Vladivostock, las desastrosas condiciones de almacenamiento de los desechos nucleares constituyen una amenaza para la vida humana en los siglos futuros. Las reformas económicas no cumplirán su objetivo si la sexta parte de las tierras de Rusia está tan contaminada que ni siquiera sirve para su utilización industrial y si los niños rusos presentan discapacidades a causa de los venenos que respiran y beben.

Estamos cooperando con Rusia para aceptar estos desafíos. Dentro de diez días, el presidente Clinton se reunirá con el presidente Yeltsin y otros dirigentes para la Cumbre de Moscú sobre la seguridad nuclear que preconizará una explotación segura de las reacciones nucleares y un almacenamiento apropiado de los materiales nucleares. El vicepresidente Al Gore y el Primer ministro Viktor Tchernomyrdin tomaron iniciativas comunes para preservar el medio ambiente del Artico, reducir los gases de efecto invernadero y favorecer la administración de los recursos naturales esenciales.

Estamos recurriendo, incluso, a las imágenes vía satélite utilizadas anteriormente para observar los misiles y los tanques y las estamos utilizando para ayudar a descontaminar los bases militares y a localizar la contaminación de los océanos.

Como vimos esta mañana en el Instituto de Estudios Internacionales, los problemas del medio ambiente que se plantean a China son extremadamente graves. Aun detentando el 22% de la población mundial, China sólo posee el 7% del agua dulce y de las tierras agrícolas y sólo el 2% del petróleo. La conjunción de un desarrollo económico rápido y de un fuerte crecimiento demográfico agravará las enormes presiones sobre el medio ambiente que China ya debe afrontar. Esta es una de las numerosas razones por las cuales nuestra política de acción con China incluye el medio ambiente. A fines de este mes, el vicepresidente Al Gore lanzará una iniciativa tendiente a ampliar la cooperación Estados Unidos-China en materia de desarrollo sostenible, incluyendo igualmente la política sobre energía y agricultura.

Con los otros países a los que nos unen relaciones bilaterales, hemos creado asociaciones que afianzan nuestros vínculos y tornan así obsoleta la convicción de una lucha inevitable entre el Norte y el Sur. Respondiendo al programa común para el medio ambiente concertado el año último, estamos cooperando así con la India en ámbitos muy variados de interés común y que abarcan desde las inversiones en las tecnologías del medio ambiente hasta el control de los pesticidas y de los productos tóxicos. Durante mi viaje a Brasil el mes pasado, hemos consolidado un Programa común semejante con acuerdos de cooperación en el área del espacio que ampliarán nuestro conocimiento de las modificaciones climáticas y permitirán mejorar la administración de los recursos forestales.

El cuarto y último aspecto de nuestra estrategia consolida estas iniciativas diplomáticas creando asociaciones con empresas privadas y organizaciones no gubernamentales. Las empresas norteamericanas saben que un medio ambiente sano es esencial para nuestra prosperidad.

Estas empresas reconocen cada vez más que el hecho de oponer crecimiento económico y protección del medio ambiente es lo que el presidente Clinton llama "una mala elección". Ambos son necesarios y están estrechamente relacionados.

La protección del medio ambiente ofrece igualmente nuevas salidas comerciales. Nos hemos comprometido a ayudar a las empresas norteamericanas a ampliar la parte ya importante de 400 mil millones de dólares que éstas detentan en el mercado de las tecnologías de protección del medio ambiente. Esta acción fue una de las numerosas tareas defendidas por mi colega y amigo, desgraciadamente fallecido, el Secretario de Comercio Ron Brown. Su última misión en Africa permitió a una empresa norteamericana obtener un contrato para proteger la pesca y el aprovisionamiento de agua para 30 millones de personas en Uganda, en Tanzania y en Kenia. Durante mi reciente visita a El Salvador, he realizado contactos con empresas norteamericanas, organizaciones no gubernamentales y sus asociados de América Central, que fueron uno de los primeros en desarrollar la utilización de centrales solares y de los generadores aeromotrices (energía eólica).

Las organizaciones no gubernamentales que trabajan con la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos desempeñaron un rol determinante para hacer progresar nuestros objetivos de defensa del medio ambiente en el extranjero. Así, el Club Sierra participó ampliamente durante muchos años en iniciativas internacionales en materia de demografía y aportó una contribución importante en la Conferencia del Cairo de 1994. En el marco de estas acciones comunes, el Fondo Mundial para la Naturaleza (W.W.F.) ayuda a la conservación de la biodiversidad en más de 40 países, el World Resources Institute enfrenta la deforestación en Africa y el Nature Conservancy protege las reservas naturales de América Latina. Por intermedio de la nueva "Asociación para el medio ambiente y la política exterior" del Departamento de Estado, pondremos en contacto a los organismos de defensa del medio, a los responsables de empresas y a los especialistas en política exterior con el fin de mejorar nuestra cooperación para resolver los grandes problemas del medio ambiente.

Le corresponde al Departamento de Estado desempeñar un rol de generador para asegurar el éxito de cada uno de los cuatro aspectos de la estrategia que acabo de presentar -global, regional, bilateral y asociaciones con las empresas y los O.N.G.-. En estrecha cooperación con el presidente y el vicepresidente, he dado instrucciones a nuestras oficinas y embajadas para que utilicen del mejor modo posible nuestra diplomacia con el fin de hacer progresar nuestros objetivos de protección del medio ambiente.

Volveremos a plantear estas cuestiones cada vez que nuestra influencia pueda ser útil. Nos consagraremos a asociar ciencias y diplomacia y a negociar acuerdos globales protegiendo nuestra salud y nuestro bienestar. Afianzaremos el rol de nuestra Subsecretaría de Asuntos Mundiales, que fue creada al comienzo de nuestra administración para tratar los temas transnacionales. Consolidaremos nuestra acción con la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, para promover un desarrollo sostenible por medio de una ayuda eficaz en favor del medio ambiente y de la planificación familiar. Además, afianzaremos las asociaciones de protección del medio ambiente que hemos formado con el Programa de Acción para el Medio Ambiente y los Departamentos de Defensa, Energía, Comercio, Interior y Agricultura.

Por otra parte, les anuncio que a partir de la Jornada de la Tierra (1997), el Departamento publicará un informe anual sobre los grandes problemas mundiales del medio ambiente. Este informe será un instrumento esencial de nuestra diplomacia para la protección del medio, proveerá un análisis de las orientaciones generales en el plano del medio ambiente, de los desarrollos de política internacional y de las prioridades de los Estados Unidos para los próximos años.

Seguiré cooperando con el Congreso para asegurar el éxito de nuestra acción en favor del medio ambiente. El actual Congreso redujo de modo importante una financiación crucial para programas de protección del medio que son indispensables tanto en nuestro país como en el extranjero. Vamos a insistir ante el Congreso para que se obtengan los recursos necesarios al emprendimiento de estas acciones.

Nuestra fuerza como Nación siempre ha consistido en utilizar nuestra democracia para responder a las nuevas amenazas que se ciernen sobre nuestra seguridad y nuestra prosperidad. Nuestro credo como pueblo siempre fue el de obrar para asegurarnos un mejor porvenir, para nosotros y para nuestros hijos. Retomando los mismos ideales e intereses que condujeron a los norteamericanos desde Teddy Roosvelt hasta Ed Muskie a priorizar la preservación de nuestra tierra, de nuestra atmósfera y de las aguas de nuestro país, debemos aceptar el desafío de hacer de los cuatro temas mundiales del medio ambiente una parte esencial de nuestra política exterior. Por el bien de las generaciones futuras, debemos lograrlo. Muchas gracias.