- Instituto de Relaciones Internacionales - Anuario 2002 -
Departamento de América del Norte
 

Los cambios internacionales y la crisis doméstica: su impacto en las relaciones argentino - estadounidenses

Por: Anabella Busso (1)

El seguimiento y las reflexiones sobre las relaciones bilaterales entre nuestro país y los Estados Unidos a lo largo de la década de los 90` mostró, en términos teóricos, el predominio que la administración Menem y su Canciller Guido Di Tella le otorgaron a las ideas del Realismo Periférico y, en términos empíricos, la implementación de una política exterior de alineamiento con Washington.

Como consecuencia de ello al final de los diez años de gobierno menemista aparecían algunos cambios en las relaciones bilaterales cuya magnitud y profundidad condujo a que gran parte de los especialistas estadounidenses y argentinos le otorgáramos un carácter estructural. En este contexto se destacaban: el diseño de una política exterior sustentada en una comunidad de valores compartidos; el cambio en la cultura de la política exterior de nuestros partidos políticos; un mejor abordaje por parte de Argentina de los caminos políticos y burocráticos en Washington; el acercamiento a nivel de sociedades civiles y la idea de que nuestro país había modificado la tradicional desconfianza que despertaba en la capital de los Estados Unidos así como una disminución del sentimiento antiamericano, también tradicional, por parte de la sociedad argentina. Este proceso político se había concretado a través de dos momentos consecutivos y complementarios de la política exterior argentina hacia los Estados Unidos: primero la creación de un marco general de alineamiento -macro relaciones bilaterales- y, posteriormente, a través del abordaje de una agenda diversificada de temas puntuales que abarcaban cuestiones políticas, económicas y estratégico militares tanto cooperativas como conflictivas que involucraban a actores públicos y privados -micro relaciones bilaterales-. (2) Desde la perspectiva del Realismo Periférico una conducta externa argentina con este perfil traería como consecuencia el apoyo, o al menos el acompañamiento, de los Estados Unidos en un momento de extrema gravedad para Argentina (memoria histórica de la superpotencia).

Sin embargo, tres cuestiones están poniendo a prueba tanto el sustento teórico heredado de los 90`como las consecuentes acciones externas de nuestro país en lo que refiere al mundo en su conjunto, pero muy especialmente a los Estados Unidos: la crisis domestica argentina, el cambio de gobierno en los Estados Unidos y los atentados del 11 de septiembre.

En este sentido, ya había señalado en mi aporte al Anuario 2001 la necesidad de complementar el marco teórico para el análisis, diseño y ejecución de nuestra política exterior hacia Washington incluyendo más elementos ligados a la relación entre las cuestiones internas y crisis de liderazgo con la acción externa de un Estado (3) , así como también la urgencia de tomar en cuenta los cambios operados a nivel internacional - entre ellos los acaecidos a nivel de la políticas doméstica y exterior de los Estados Unidos a partir de la llegada al poder de George W. Bush- y el impacto generado por los atentados terroristas del 11 de septiembre. Aunque parezca en exceso académica esta labor es urgente para comenzar la búsqueda e identificación de los caminos y estrategias que le permitan a la República Argentina iniciar su salida de la crisis.

Crisis interna y política exterior: influencia en las relaciones vis a vis Washington

La crisis Argentina no puede ser estudiada desde una única visión disciplinar en tanto la misma es una crisis integral (ética, cultural, política, institucional, económica y social) que surge como consecuencia de una serie de factores externos e internos que se articularon a lo largo de un proceso iniciado hace más de veinticinco años y que hace eclosión en la actualidad. Por ello la importancia de contextualizar adecuadamente el análisis y articular en él factores internacionales y domésticos. Consecuentemente, a modo de aporte haré mención de una parte de los aspectos que, desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales, afectaron la política exterior argentina en el último año.

El primer factor a destacar se vincula con el desbalance producido por la crisis interna sobre el conjunto de los temas a tratar en la política exterior. En este sentido, es importante destacar que las relaciones argentino - americanas fueron un tema muy debatido durante la gestión de Carlos Menem. Por tal motivo el cambio de gobierno despertó especial interés debido a las expectativas que la llegada al poder de la Alianza UCR - FREPASO despertó en la sociedad argentina la cual esperaba un giro significativo de las políticas públicas establecidas por el gobierno anterior. Sin embargo, como lo señalara en el Anuario 2001, un seguimiento minucioso de lo acontecido durante la campaña electoral y durante el primer año del interrumpido gobierno del Presidente De la Rúa me permitió conjeturar que el ámbito de la política exterior (PE) estaría caracterizado más por la continuidad de sus aspectos esenciales que por los cambios y, en este marco, los vínculos con EE.UU. no constituirán una excepción que ponga a prueba la regla. A pesar de ello, consideraba que la acción externa de la República Argentina durante el gobierno de De la Rúa se vería afectada en mayor medida por cuestiones domésticas (crisis económica, ausencia de liderazgo y amenazas a la gobernabilidad) en comparación con el peso que dichas cuestiones tuvieron a lo largo de la administración Menem. A esta altura de los acontecimientos queda claro que dicha caracterización fue correcta y que, además, se hizo extensiva para los presidentes que le sucedieron a De La Rúa, puesto que no hubo redefinición de la dirección en el vínculo con Washington, pero esta continuidad se vio seriamente afectada por la crisis interna.

Desde un punto de vista interno las evidencias más claras de esta situación son:

· la paralización de un modelo de PE activa y su reemplazo por una actitud pasiva, esto significa que no existe desde la llegada al poder de la Alianza UCR - FREPASO hasta la actualidad un diseño de política exterior destinado a insertar a la Argentina en el mundo a través del abordaje de aspectos centrales de la crisis doméstica en el ámbito internacional;

· el desgaste de la red de contactos en el escenario político de los Estados Unidos tanto en el ámbito político - partidario y burocrático - institucional como en el privado;

· la subordinación de la agenda externa argentina a la crisis financiera de nuestro país, lo cual significa una menor "performance" en el tratamiento de cuestiones vinculadas a la inversión y el comercio;

· la pérdida de presencia y liderazgo político en el espacio continental y regional, especialmente en las temáticas vinculadas al Cono Sur;

· la parálisis y el retroceso de las instancias de integración puesto de manifiesto en el estancamiento del MERCOSUR.

Desde una perspectiva externa el sustento de nuestra afirmación sobre la creciente influencia de la crisis doméstica sobre la PE se pone de manifiesto en:

· el diagnóstico realizado por los estados centrales y especialmente Estados Unidos sobre el perfil predominante de nuestra crisis que fue caracterizada en numerosas ocasiones por la administración Bush como una crisis política y de liderazgo;

· la reevaluación de Argentina como un país poco confiable con el cual no se puede negociar en tanto y en cuanto nadie garantiza el cumplimiento de lo acordado;

· el trasladado de este diagnóstico al ámbito de los organismos multilaterales de crédito generando el incremento constante de las condicionalidades para otorgar asistencia.

La articulación de los efectos nacionales e internacionales arriba mencionados también queda expuesto en algunos hechos que marcan la influencia de la crisis en el ámbito de las relaciones bilaterales. Entre otros se pueden mencionar a modo de ejemplo:

· una disminución de visitas de alto rango estadounidense a nuestro país. Esta tendencia recién empieza a corregirse a partir de julio de 2002 como consecuencia del cambio de diagnóstico en cuanto al efecto contagio de la crisis argentina hacia el resto del América del Sur. En ese marco se inscriben la llegada a nuestro país del Subsecretario para Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Otto Reich y la visita del Secretario del Tesoro, Paul O`Neil para el mes de agosto;

· una paralización de la corrientes de inversión estadounidenses hacia la Argentina;

· la puesta en práctica de la decisión del Ejecutivo norteamericano de no implementar políticas de salvataje para los países emergentes en crisis financiera ha operado sobre la Argentina con el criterio de "test case", a diferencia de lo acontecido con Turquía en función de su importancia geoestratégica y su pertenencia a la OTAN. Esta selectividad podría darse también al interior del propio espacio latinoamericano;

· el traslado de esta posición de los Estados Unidos a los organismos multilaterales de crédito situación que ha condicionado el conjunto de la PE y la política económica internacional de nuestro país a los posibles resultados de un acuerdo con el FMI;

· el restablecimiento de la exigencia de visas para turistas y pasajeros que viajan por actividades de negocias la cual había sido suspendida en 1996 después de una larga gestión de nuestra Cancillería;
· la desaceleración abrupta en la firma de acuerdos de cooperación en diversas áreas.

Los cambios en la política exterior de Bush

Un segundo aspecto que afectó profundamente la PE argentina hacia Estados Unidos y la búsqueda de resultados positivos en el ámbito bilateral es el deterioro de la capacidad de diagnóstico de la clase política sobre los cambios producidos a nivel internacional y en la PE de Washington. A partir del gobierno de la Alianza y hasta la actualidad el vínculo vis a vis Estados Unidos muestra una suma incesante de desencantos y desacuerdos enmarcados en una doble sensación: la impotencia de los sucesivos gobiernos argentinos para recuperar un diálogo positivo con Washington y la sensación creciente de que la potencia hegemónica nos ha abandonado a nuestra propia suerte y, en ocasiones, parecería que se empeña en que nuestro país no logre reencontrase con una senda que los conduzca hacia la salida de la crisis.

Si bien no pretendemos encontrar en las teorías conspirativas a la madre de todos nuestros males es necesario reconocer que junto al deterioro de la capacidad de diagnóstico sobre las cuestiones internacionales sufrido por nuestra clase dirigente, sumida en la crisis y en su propio desprestigio, también es justo señalar que el contexto internacional no es favorable para la crisis argentina actual y que el cambio de gobierno en los Estados Unidos trajo consigo una línea de unilateralismo duro que genera disputas por el poder mundial que repercuten fuertemente sobre nuestro país. Para ello consideramos pertinente realizar un repaso tanto de los contenidos de la PE de Bush como de los cambios operados a partir del 11 de septiembre.

La llegada a la Casa Blanca de George W. Bush implicó un giro significativo de los ejes de la PE americana establecidos por la administración Clinton. Dicho giro es el resultado tanto de la visión teórica desde la cual se interpreta el acontecer internacional como de un estilo político más pragmático que ha caracterizado al partido republicano y del perfil de algunos funcionarios con influencia en el proceso de toma de decisiones (4) sobre cuestiones internacionales que le suman a la administración contenidos ideológicos típicos de la era reaganeana. Como afirma Roca parafraseando a un periodista: "la opinión pública había votado a un presidente que fuese un Clinton minus -le gustaba lo que hacía Clinton, menos algunas cosas-; pero después de una victoria ajustada en una elección muy cuestionada, le apareció una administración Reagan plus, porque los miembros esenciales del gabinete de Bush hijo, si bien trabajaron con Bush padre en la Guerra del Golfo, todos fueron hombres de Reagan, el del evil empire". (Roca, 2001)

A lo largo de la campaña electoral la actual Asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, ha planteado su desacuerdo con la forma de entender y manejar la política exterior americana por parte de la administración Clinton. Como manifestara en un artículo publicado en Foreign Affairs (Rice, 2000) los Estados Unidos han encontrado dificultades para establecer su interés nacional en ausencia del poder soviético. A pesar de ello destaca la importancia de los períodos de transición en tanto estos ofrecen oportunidades estratégicas como la de poder afectar la forma del mundo que vendrá. En sus análisis subraya dos factores centrales entre las características de la pos Guerra fría: el colapso de la URSS y la revolución tecnológica con el consiguiente desarrollo de la industrias basadas en el conocimiento. Entiende que Estados Unidos es el prototipo de este modelo y como consecuencia de ello ha incrementado su poder económico y su influencia diplomática. Por ello desde su perspectiva el proceso de diseñar la nueva PE de la administración Bush debía partir del reconocimiento de esta remarcable situación de poder.

Considera que la política americana tiene que favorecer las tendencias seculares que están moviendo el mundo hacia economías abiertas y en menor medida hacia la democracia y la libertad, pero debe hacerlo a través de una política exterior disciplinada y consistente que separe lo importante de lo trivial. Desde una postura crítica señala que Clinton usó el esquema opuesto: no estableció prioridades y trató cada tema en sus propios términos (crisis por crisis, día por día). No se animó a establecer prioridades porque hacerlo significa admitir que la PE americana no puede abarcar todos los temas para toda la gente o, más aún, a todos los grupos de interés. Desde su perspectiva recurrir a esta modalidad de hacer política implica pagar un alto precio ya que en una democracia pluralista como la americana, la ausencia de un "interés nacional" articulado o produce un campo fértil para quienes desean retirarse del mundo -aislacionistas- o crea grandes vacíos para ser llenados por grupos parroquiales y presiones transitorias. (Rice, 2000)

En referencia a Collin Powell, Richard Khon afirma que tuvo una sucesión creciente de trabajos poderosos con alto perfil político pero, sin dudas, su dominio político fue expandido por el gran éxito de las Fuerzas Americanas en las operaciones bajo su mandato. Además, ha demostrado tener gran influencia y manejo en el Congreso, los medios de comunicación, los grupos de interés y la opinión pública. (Khon, 1994)

Como un ex combatiente de Vietnam Powell fue un actor significativo del posterior proceso de politización de los militares americanos y su creciente identificación con el partido Republicano. En ese marco, acordó con la posición de los militares quienes reclamaron el establecimiento de reglas precisas para decidir el uso de tropas en el extranjero y, algunos años después, supervisó el discurso del Secretario de Defensa de la Administración Reagan, Gaspar Weimberger, donde se aprobaron las seis condiciones que tenían que ser reunidas ante que el país se comprometiera en Combate -interés vital, la decisión de ganar, objetivos claros, fuerzas apropiadas, respaldo del público y del Congreso y el uso de la fuerza como último recurso-. (Kohn, 1994) Durante el gobierno de Bush padre sintetizó nuevamente sus exigencias para sacar las tropas americanas fuera del territorio de los Estados Unidos apareciendo lo que se conoció como la Doctrina Powell o "Exit Strategy" que suma a seis condiciones básicas la idea de cumplir los objetivos militares con un riesgo cero en cuanto a las bajas americanas.

Partiendo de la base de "cierta homegeneidad" (5) con el resto de los funcionarios afectados al manejo de los asuntos externos, la articulación de las ideas de Rice y Powell nos permite afirmar que la política exterior americana a partir de George W. Bush intenta establecer un nuevo momento realista ajustado a las características de pos Guerra Fría. En este marco aparecen un conjunto de ideas rectoras que están estrechamente vinculadas entre sí, que responde primariamente a una tradición realista, pero que no escapan a la visión propia de un país hegemónico ni pueden evitar incluir entre sus valores la idea del "excepcionalismo americano". Consistentemente con lo anterior veremos una PE donde aparecerá ideas tales como:

· guiar los asuntos externos por el interés nacional más que por el ideal nacional;

· trabajar en función de una agenda prioritaria;

· disminuir las intervenciones por ayuda humanitarias;

· revertir la causalidad en la relación intervención - defensa de la democracia. Se parte de la idea que los Estados Unidos deben actuar internacionalmente buscando relaciones de libre comercio y mostrando una postura de fuerza por su capacidad disuasiva. Estas acciones generarán más libertad y democracia. Esta última es un efecto, nunca puede ser la causa de la intervención;

· establecer una jerarquía entre los estados entendiendo que, las relaciones más relevantes, son las que se dan con los actores más poderosos;

· no desconocer que la PE está influenciada por actores domésticos e internacionales, pero otorgar a los funcionarios encargadas de la conducción de la misma un rol decisivo. En este sentido, se pretende una mayor presencia del Estado y los estadistas en la identificación del interés nacional y en la conducción de las políticas para su defensa y una menor dependencia de los actores privados no gubernamentales, principalmente parte del sector financiero transnacionalizado;

· abandonar las políticas de salvatajes económicos tanto unilaterales como multilaterales vía los organismos internacionales de crédito.

En cuanto al espacio regional la administración de George W. Bush tomó la política hacia América Latina en primera instancia con su estrategia de campaña electoral para conseguir el voto hispano. En este marco, durante ese período se enfatizaron como muy significativas las relaciones con México al punto tal que algunos académicos señalaban el peligro de que toda la vinculación con la región quedase sometida a la lógica de las relaciones americano - mexicanas. La creación de una área de libre comercio continental con la consiguiente búsqueda de aprobación por parte del Congreso de la "Trade Promotion Autority" (anteriormente llamada legislación rápida o fast - track) y la continuidad del aislamiento cubano fueron, también, dos componentes iniciales de los anuncios hacia la región.

A estas ideas centrales se sumaban otras tales como: la necesidad de que las negociaciones del área de libre comercio incluyeran tratativas para garantizar el autoabastecimiento energético para el hemisferio; un seguimiento de la política de Chávez en Venezuela tomando como criterio si este gobierno se encuadraba dentro de las pautas democráticas y mantenía relaciones tranquilas con sus vecinos; la reevaluación de la política hacia Haití; la continuidad del Plan Colombia y, de ser necesario, la ampliación de la asistencia económica sumada a la búsqueda de apoyo de otros países de la región para que Colombia enfrente a las fuerzas guerrilleras, las narco - mafias y los grupos para - militares y la reforma de los organismos de seguridad del sistema interamericano. (Perry, 2001)

Por otra parte, a inicios de 2001 algunos especialistas cercanos al partido Republicano sostenían que era necesario elaborar políticas que reconociesen el peso de Brasil en la región, otorgar asistencia financiera a la Argentina en función de lo que había sido su rol en los años 90` sobre todo en lo vinculado con la seguridad continental y mundial y, finalmente, darle a Chile la posibilidad de un acuerdo de libre comercio como reconocimiento a su liderazgo en el camino de la región hacia la apertura económica. En este marco el caso argentino parece ser la excepción que puso a prueba la regla. Hasta el presente la administración Bush se ha comportado más dentro de su propuesta de no otorgar políticas de salvataje que en consonancia con la idea de asistir al país del Cono Sur que había sido identificado por los ojos estadounidenses como uno de los más exitosos y alineados a los largo de la última década.

En vinculación estrecha con este tema aparece un debate que no podemos describir como central en el ámbito de la PE estadounidense pero que, tampoco, podemos obviar. El mismo tiene tres dimensiones que los países latinoamericanos, y muy especialmente Argentina, deberían seguir con atención a los fines de optimizar los resultados de las negociaciones con Estados Unidos en el contexto de crisis actual: las diferencias al interior del partido Republicano en torno a la política -o ausencia de política según otras opiniones- hacia nuestra región, los desacuerdos entre el Departamento del Tesoro y el Departamento de Estado y las discrepancias entre Republicanos y Demócratas que se ven potenciadas por el contexto electoral del segundo semestre de 2002. En todos ellos subyace la discusión sobre si la región debe ser atendida o no, en caso afirmativo cómo se la debe atender y en caso negativo aparece la preocupación sobre cuales pueden ser los costos de la inestabilidad política - económica creciente y cada vez más generalizada que caracteriza el escenario ubicado al sur de los Estados Unidos. (6)

Desde la perspectiva oficial del Departamento de Estado la idea instalada en Argentina en particular y en América Latina en general sobre la falta de atención otorgada por Estados Unidos a la región es incorrecta.

Según afirmó Otto Reich, Subsecretario de Estado para asuntos hemisféricos, nuestros analistas y periodistas "se equivocan cuando dicen que los Estados Unidos no se interesan por Latinoamérica... que no tenemos una política para el hemisferio occidental... o que la política hemisférica que tenemos está destinada a fracasar porque no entendemos la región o no la aplicamos en forma consistente ...Desde los primeros días de su gestión el Presidente Bush y el Secretario Powell le han dado gran prioridad a América Latina, el Caribe y Canadá, o sea todo el hemisferio occidental ...Durante su campaña electoral, George W Bush dijo que creía que el siglo XXI sería conocido como el Siglo de las Américas." Por otra parte, agregó que si bien el hemisferio occidental promete mucho, también muestra una región convulsionada, que está enfrentando un abanico de desafíos y que para poder hacer frente a los mismos la administración Bush propone una agenda con cuatro puntos centrales: promover la democracia, fomentar el desarrollo, alentar una gobernabilidad responsable y fortalecer la seguridad. Todos estos objetivos se caracterizan por estar interrelacionados y reforzarse mutuamente. (Reich, 2002).

A pesar de estas afirmaciones desde nuestro punto de vista la importancia que Bush otorga a América Latina y la existencia de una política activa y constructiva que ayude a la región, y por tanto a la Argentina, a salir de la crisis está en duda. Dicha política cuando asomó lo hizo esporádicamente y se caracterizó por el exceso de condicionalidades. Además, fue selectiva en referencia a los países y los temas siendo las cuestiones vinculadas a la seguridad, esto es a la lucha contra el terrorismo internacional, las únicas que aparecen como bastante homogéneas en cuanto a demandas presentadas por Estados Unidos al conjunto de la región mientras que la magnitud de la vinculación entre esa lucha y otros temas de la agenda externa se diferencia país por país según la gravedad de la amenaza terrorista identificada por Washington.

La política exterior americana y América Latina después del 11 de septiembre.

Como hemos sostenido en trabajos anteriores los atentados del 11 se septiembre conllevan cambios tanto en la política doméstica de Estados Unidos como a nivel de la PE. Para entender el impacto que los mismos provocaron al interior de los EE.UU resulta necesario tener en cuenta cómo fue interpretado el ataque por el gobierno y la sociedad estadounidense. Este fue descrito como un atentado terrorista de características masivas, dirigido a la población civil, concretado sobre territorio continental de los EE.UU., llevado adelante con instrumentos norteamericanos - sus principales empresas de aviación- y ejecutado por personas que vivían dentro de la sociedad americana. Tales características, prácticamente inexistentes a lo largo de la historia hegemónica de los EE.UU., habilitaron una interpretación donde los ataques fueron clasificados como un "acto de guerra" que, como consecuencia, produce un contraataque pensado también en términos de guerra. Dicho estado de guerra genera múltiples cambios políticos.

Entre los cambios políticos domésticos se destaca la pérdida de libertad para la sociedad civil en tanto el nivel de control e inteligencia exigido para prevenir nuevos ataques va más allá de las molestias y retrasos producto de los controles, sino que a la larga deteriora los Derechos Humanos, las libertades fundamentales y las bases democráticas de una sociedad. Muestra de esta tendencia son las restricciones informativas y los recortes al derecho vía cambios en la legalidad. Esto significa que lo que antes era ilegal ahora es legal (por ejemplo si los terroristas son americanos serán juzgados por tribunales civiles si son extranjeros serán juzgados por tribunales militares anulando el principio de igualdad frente a la ley).

Esta situación será particularmente difícil para la sociedad americana dado que la libertad es parte esencial del sistema y de la vida cotidiana de los ciudadanos. Mientras los actos terroristas sean vivenciados como una experiencia muy cercana los controles y los límites a la libertad serán aceptados, sin embargo en el largo plazo su recuperación puede constituirse en un eje de demanda social que, de hecho, se enfrentará con un lógica opuesta por parte del terrorismo fundamentalista para el cual esperar todo el tiempo que sea necesario para provocar nuevos ataques no constituye un problema, sino algo natural.

Otra repercusión doméstica se vincula con el resurgimiento del nacionalismo basado en el "excepcionalismo norteamericano". La idea que los valores y el sistema político americano son excepcionales y que por lo tanto deberían ser emulados por el resto de las naciones del mundo es un eje central de la cultura norteamericana.

En este sentido el contexto socio - cultural americano ha sido históricamente influenciado por un mesianismo tanto religioso (Dios está de nuestro lado) como laico (nuestros valores y nuestras instituciones son las mejores). En una situación como la guerra contra el terrorismo esta variable cultural resulta de gran utilidad a nivel interno porque genera consenso doméstico en torno a las acciones de gobierno, pero puede llegar a ser perjudicial como componente del discurso y las acciones internacionales en tanto irrita aún más a los países y comunidades con cultura diferente que ven en los EE.UU. a un país que avanza sobre sus particularidades nacionales, culturales, religiosas, etc.

En el ámbito de la política exterior también encontramos marcas generadas por el impacto de los atentados, algunas de ellas muestran un vuelco con respecto a la forma en que Washington venía manejando determinados asuntos desde hace tiempo y otras ponen de manifiesto un giro dentro de la administración de George W. Bush en comparación con sus acciones durante los primeros meses de gobierno.

En el primer grupo podemos mencionar:

a- la recuperación del consenso bipartidista sobre PE, hecho que no se producía con esta magnitud desde la ruptura del mismo en épocas de la guerra de Vietnam. En este marco el Congreso apoyó todas las acciones emprendidas por la rama ejecutiva durante los primeros seis meses posteriores a los atentados. Actualmente, como resultado del descubrimiento de fallas de coordinación entre las agencias de seguridad y el posible descuido del Ejecutivo frente a las informaciones de inteligencia que podrían haber contribuido para prevenir los atentado, dicho consenso está siendo discutido nuevamente.

b- el regreso del modelo de toma de decisiones centralizado en la Casa Blanca y sus asesores más cercanos volviendo a esquemas similares a los de la Guerra Fría (círculos concéntricos) y dejando de lado, al menos en el corto plazo, los procesos de toma de decisiones complejos y con participación de múltiples actores estatales y privados que caracterizaron los primeros diez años de pos Guerra Fría;

c- nueva legislación sobre las posibles acciones de la comunidad de inteligencia y reemplazo de la existente desde 1976. Las limitaciones establecidas por el Congreso a las acciones encubiertas de la CIA en los 70, como consecuencia de la apertura de los documentos secretos del Pentágono en lo que refiere a la Guerra de Vietnam, están siendo revisadas y se presume que este tipo de acciones serán legalizadas y expandirán su ámbito de ejecución al extranjero con lo cual enfrentaremos una tendencia legal con efectos de extraterritorialidad.

En cuanto a los principales giros de la PE de la administración Bush con respecto a su diseño original podemos destacar dos cuestiones que fueron muy significativas durante la primera etapa de lucha contra el terrorismo pero que, aparentemente, no lograron aún convertirse en cambios definitivos en el perfil unilateralista de la administración Bush, sino que aparecen como modificaciones coyunturales: la revalorización de la diplomacia y los esfuerzos multilaterales. En este sentido es importante señalar que con anterioridad a estos acontecimientos el gobierno republicano parecía más inclinado a los instrumentos de fuerza y ejercicio contundente del poder propuestos por el Vice - Presidente, el Secretario de Defensa y la Asesora de Seguridad Nacional que a privilegiar los medios diplomáticos planteados por el Secretario de Estado. Como consecuencia de los atentados el gobierno ha equiparado su importancia estableciendo una campaña militar apoyada y precedida por una estrategia diplomática muy activa. Por otra parte, para la llamada guerra contra el terrorismo Washington no sólo necesita del consenso de los grandes poderes, sino que también se ve apremiado por la necesidad de contar con el apoyo concreto de algunos estados poco relevantes como Pakistán y ha recuperado vínculos multilaterales de diversa índole con el objetivo de revivir el principio de seguridad colectiva vigente en organizaciones y tratados como la ONU, la OTAN, la OEA y el Tratado Interamericano de Asistencia recíproca -TIAR-. Esta estrategia es muy importante a los fines de mantener la coalición política conformada para llevar adelante el contraataque al terrorismo.

Otro de los cambios dentro de la política de la administración Bush vinculados a los acontecimientos del 11 de septiembre fue su efecto catalizador en la discusión sobre la relación Estado - globalización debido a que quedó en evidencia que el Estado más poderoso del planeta no pudo garantizar la seguridad interna de sus ciudadanos. En este sentido, es importante destacar que el acaloramiento del debate a partir del atentado a las Torres Gemelas adquiere una nueva particularidad: ahora el reclamo por más Estado no sólo es planteado por algunos sectores sociales profundamente afectados por las consecuencias negativas de la globalización, sino que es reclamado desde los países desarrollados, específicamente desde el gobierno de los Estados Unidos.

Como sostiene Acuña los estados también encaran problemas internacionales y, en este contexto, el tipo de problemas que enfrentan se relaciona directamente con el tipo de Estado que se propone. Consecuentemente esta lucha contra el terrorismo implica, en el diseño de política realizado por Washington, un privilegio del "aparato militar y de inteligencia" y esto tiene influencia sobre el perfil del Estado cuyo retorno se reclama. En concordancia con ello veremos un Estado que profundice su participación en cuestiones económicas y que incremente su lado represivo. Así se propondrá un mayor gasto público para cubrir los gastos de defensa y para detener el contexto recesivo tanto financiero como productivo el cual es también percibido como una amenaza y una restricción de los márgenes de libertad. Dicho en otras palabras, se reclama una labor estatal con un fuerte incremento de las acciones de control e inteligencia. (7)

Finalmente, debemos destacar que como consecuencia de los atentados Washington ha modificado su posición hacia la cuestión palestina reconociendo la necesidad de crear un Estado Palestino y acotando su histórica política de alianza unilateral con Israel; el Presidente Bush ha denunciado el Tratado de Limitación de Armas Estratégicas Defensivas para llevar adelante su proyecto de Defensa Nacional con Misiles, mientras continuó avanzando en las negociaciones con el Presidente Putin , con quien firmó un acuerdo para disminuir ojivas nucleares a la vez que logró el primer paso para incorporar a la Federación Rusa a la OTAN.

La discusión sobre la política hacia los países periféricos está cruzada por varias cuestiones. Una de ella es que hay Estados que han sido identificados como santuarios terroristas y que, por lo tanto, serán sancionados por mecanismos muy variados que abarcan desde el uso de la fuerza hasta las sanciones comerciales. Otra cuestión se vincula con la redefinición de las políticas de asistencia al exterior y las condicionalidades establecidas para los países receptores; sin dudas, la lucha contra el terrorismo es ahora una condición básica para cualquier tipo de asistencia. Este tema ha revivido el debate político - conceptual sobre cuál debe ser la PE implementada por Washington frente a los "failed state" y en que medida los países latinoamericanos van cayendo dentro de esta categoría. En este sentido, será importante que la administración republicana amplíe su espectro de análisis más allá del terrorismo porque aunque no corresponde establecer una relación causal entre pobreza y terrorismo, la persistencia del clivaje Norte - Sur en sus versiones más agudas siempre será generadora de inestabilidad y si bien no se manifestará en forma terrorista, sí se canalizará en un sentimiento antiamericano.

La pregunta que corresponde ahora es cuál o cuales son las repercusiones más directas que estos cambios generan sobre nuestra región y nuestro país. Desde la perspectiva del Departamento de Estado, Otto Reich afirmó en Argentina que "a partir del 11 de septiembre, ningún hecho capturó tan firmemente la atención de los Estados Unidos como el tema de la seguridad...Estamos muy preocupados por Afganistán y el Medio Oriente, pero nuestra renovada toma de conciencia en temas de seguridad también se extiende a este hemisferio. Si nuestro vecindario no está seguro, ninguno de nosotros lo estará". (Reich, 2002)

Por otra parte, un análisis de la influencia de los atentados terroristas sobre América Latina no puede desconocer la debilidad de los estados latinoamericanos como garantes de la seguridad interna. Esta situación se complica aún más cuando la articulamos con el diagnóstico puntual realizado por Washington sobre las amenazas terroristas en nuestra zona. En este marco el gobierno americano ha manifestado su preocupación por la persistencia del terrorismo y la violencia política en nuestro hemisferio y ha afirmado que las organizaciones terroristas operan en Colombia, Perú y en la zona de la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. Además, asevera que el sistema financiero regional es utilizado por los terroristas para lavar dinero y obtener fondos.

Como consecuencia de lo anterior el problema colombiano ya ha sido caracterizado por los EE.UU. como una amenaza donde se articulan narcotráfico y terrorismo y, en consecuencia, se han redefinido los objetivos del Plan Colombia para lograr que los fondos asignados sean utilizados también en la lucha contra la guerrilla. Esta lógica también abarca a la Iniciativa Andina que suministra recursos a varios países ligados a la subregión andina.

En relación con este punto se evidencia una profundización de la subdivisión de la región en tanto la zona andina es vista desde Washington como una amenaza real, existente y muy peligrosa - con una clara presencia de narcotráfico, guerrilla- etc.; mientras que el Cono Sur es clasificado como una zona de amenaza potencial, donde situaciones como la Triple Frontera, la debilidad estructural del Estado Paraguayo y el deterioro de las capacidades de control de las fuerzas de seguridad de la región por situaciones presupuestarias - entre otras- aparecen como preocupantes.

Por otra parte, la región se enfrenta el reclamo por más Estado proveniente de Washington y, como consecuencia de ello, a la necesidad de atender dos tipos de agendas diferentes: una agenda de seguridad vinculada al modelo de Estado apto para luchar contra el terrorismo; y una agenda de cambio político, social y económico reclamada por sus sociedades nacionales. Todo ello en el marco de una profunda crisis de debilidad de los estados nacionales. La sombra de dudas aparece, entonces, ligada a la posibilidad real de América Latina de atender esa doble agenda y a la disyuntiva de tener que elegir una de ellas en caso de no poder hacerlo. En este marco la capacidad de los gobiernos regionales para generar políticas que atiendan las necesidades internas y, a la vez, incluyan los reclamos de Washington en torno a la seguridad será decisiva. Inteligencia, capacidad de conducción política, gobernabilidad, adecuado manejo de las negociaciones serán atributos básicos para que la región aproveche la oportunidad histórica de un contexto internacional donde, por primera vez en varios años, la necesidad por un mayor Estado no será cuestionada, sino alentada por el Ejecutivo estadounidense.

La Administración Bush: unipolaridad, diferencias con el sector financiero transnacional y repercusiones sobre Argentina.

Uno de los aspectos más criticados a nivel mundial de la administración de George W. Bush es el ejercicio de una política externa unilateral caracterizada en la cuestiones de seguridad por el uso de la fuerza y, en otras temas, por el incremento de las condicionalidades y, en ocasiones, la indiferencia. Por otra parte, el gobierno americano enfrenta actualmente un contienda con el sector financiero internacional que está afectando fuertemente aspectos políticos y económicos del orden internacional. Como consecuencia de ello las turbulencias mundiales se han incrementado a la vez que la situaciones de los países que transitan por situaciones político - económicas críticas tienden a expandirse y profundizarse.

A los efectos de aportar algo de claridad sobre este punto creemos conveniente abordar algunas cuestiones conceptuales y políticas vinculadas con las características arriba señaladas, partiendo de la base que este es un debate propio de la era de la globalización. Una pregunta adecuada en este contexto es por qué la unilateralidad que encontró bases reales (8) mucho más importantes durante la administración Clinton es más evidente y rechazada por el resto del mundo bajo la actual administración.

Quizás una de las razones que explica esa diferencia entre Clinton y George W. Bush puede encontrarse en las explicaciones brindadas por Samuel Berger, Asistente Presidencial en Asuntos de Seguridad Nacional, quien afirma que es necesario diferenciar entre el poder y la autoridad. Según este ex funcionario los Estados Unidos "deben recordar que hay una diferencia entre poder y autoridad. Poder es la habilidad de obligar por la fuerza y las sanciones, hay veces en que debemos usarlo porque siempre habrá intereses y valores por los cuales vale la pena pelear. Autoridad es la habilidad de liderar y nosotros dependemos de ella para casi todo lo que tratamos de alcanzar. Nuestra autoridad está construida sobre cualidades muy diferentes a las de nuestro poder: sobre la atracción de nuestros valores, sobre la fuerza de nuestro ejemplo, sobre la credibilidad de nuestros compromisos y sobre nuestro deseo de escuchar y mantenernos comprometidos con los otros. Puede no haber una verdadera amenaza a nuestro poder hoy. Pero si nosotros usamos nuestro poder en una forma que provoque la hostilidad de nuestros amigos y deshonre nuestros compromisos, perderemos nuestra autoridad - y nuestro poder significará muy poco." (Berger, 2000)

De acuerdo a Berger la administración Clinton realizó correctamente la diferencia entre poder y autoridad y, consecuentemente, durante sus ocho años de mandato, los Estados Unidos han revitalizado sus alianzas, han empezado a integrar sus antiguos adversarios al sistema internacional, trajeron paz a las regiones críticas en su seguridad, adaptaron su estrategia global para alcanzar nuevos desafíos, y han construido el más abierto y dinámico mundo económico en la historia, siendo el logro fundamental del Presidente Clinton el haber conducido a los Estados Unidos de la era de la Guerra Fría a la era de la globalización en una forma en la que aumentó, no sólo su poder, sino también su autoridad. Y afirma que esta es la base sobre la cual Washington debe dirigir sus intereses en una era global. (Berger, 2000)

Sin pretender realizar extrapolaciones forzadas de los conceptos queda claro que el debate entre poder y autoridad involucra el debate entre dominación y hegemonía. En línea con este razonamiento podríamos afirmar que hasta el presente la administración Bush ha desconocido esta lectura y/ o recomendación manifestada por el gobierno anterior y ha privilegiado el uso de poder por el poder mismo o, dicho de otra forma, ha elegido el modelo de la dominación basada en la fuerza olvidando la búsqueda de consensos internacionales. Es justamente este tipo de unipolarismo el que genera tanto rechazo a nivel internacional y que, además, está engendrando fuertes discrepancias al interior de la gestión las que podrían producir en el corto plazo fuertes turbulencias en el proceso de toma de decisiones sobre PE.

Para abordar las diferencias existentes entre las administraciones Clinton y Bush vis a vis el sector financiero transnacional resulta útil complementar el análisis siguiendo a Susan Strange quien señala que la estructura de poder imperante se caracteriza también por un proceso de difusión del poder estatal, esto es un proceso que ha minado la autoridad del Estado (9) . En este sentido afirma que ha habido un cambio de la autoridad tanto hacia arriba como hacia los lados en lo vinculado a temas políticamente menos sensibles que, en nuestros días, son tratados por los organismos intergubernamentales y organizaciones privadas y comerciales. Por otra parte, existe un fenómeno menos generalizado de difusión de poder hacia abajo donde la autoridad central es reemplazada por las autoridades locales y regionales. Finalmente destaca que como consecuencia de la integración de la economía mundial en finanzas, transportes, comunicaciones y producción existen algunas responsabilidades importantes de la autoridad política que ningún Estado territorialmente definido está en posición de ejecutar completamente. Esta última característica no significa otra cosa que el asenso de la autoridad no estatal en el ámbito de la economía política internacional con la creciente capacidad decisoria de las corporaciones internacionales, el sector financiero transnacionalizado, las entidades supranacionales, los grupos criminales trasnacionales. (Strange: 1996, 1998)

Además, este proceso de pérdida de la autoridad estatal fue acompañado por un gran incremento en las asimetrías de la autoridad entre los Estados. Dicho de otra forma, estos significa que mientras el gobierno de los Estados Unidos puede haber sufrido cierta pérdida de autoridad, la misma ha sido frente a los mercados y no frente a los otros Estados; en tanto que para los otros Estados, su vulnerabilidad ha crecido notablemente no sólo de cara a la fuerzas de los mercados mundiales, sino también frente al mayor alcance global de la autoridad de los Estados Unidos. (Strange, 1998).

Durante la administración Clinton el rol desempeñado por el sector financiero, claramente identificado como un actor no gubernamental con acciones típicas de grupo de presión a nivel mundial, es, quizás, uno de los ejemplos más significativos de la desaparición de las fronteras entre temas domésticos e internacionales y de pérdida relativa de la autoridad del Estado americano frente al mercado. Sin embargo, la consolidación del poder global de los Estados Unidos frente al resto de los Estados del planeta ha sido muy significativa también, reafirmando la existencia de los dos fenómenos simultáneos señalados por Strange.

Como sostuvimos anteriormente la administración Bush no tiene la misma postura y el mismo esquema de alianzas con el sector financiero internacional que tuvo Clinton. Estas discrepancias encuentran su mejor ejemplo en la postura del Secretario de Tesoro Paul O` Neil, quien plantea un orden mundial basado más en la producción -nacional y transnacional- que en el circuito financiero mundial. Esta postura involucra también la idea de que es necesario recuperar parte de la capacidad perdida por el Estado americano vis a vis el sector financiero para establecer los ejes estructurantes del nuevo orden internacional, los cuales no han sido edificados en forma definitiva desde el fin de la Guerra Fría.

Esta batalla por el poder mundial está afectando severamente a nuestra región en general y a la Argentina en particular. Como afirma Marini "Los principales problemas en el escenario internacional no son generados por un solo actor individual estatal, por más que siempre uno trate de concentrar o focalizar territorialmente todas las cuestiones. Se escucha decir: el fundamentalismo islámico es el enemigo radicado en Afganistán o Irak, entonces invadimos y bombardeamos el lugar. Pero el problema no se termina porque el terrorismo no desaparece por eso... Existen, además, otro tipo de actores que sin impugnar el orden disputan por la conducción del proceso político / económico mundial, o que por su propia lógica de acumulación producen hechos que pueden ser desestabilizadores. No pueden considerarse actores enemigos del sistema, pero poseen capacidad de alterarlo con sus acciones. No necesariamente tienen que estar basados en una ideología anticapitalista. Por ejemplo, la banca internacional en el nombre del capitalismo y del libre mercado es capaz de desestabilizar toda América Latina. Hoy estamos caminando sobre el borde del precipicio. Todos sabemos que si la crisis Argentina degenera y se contagian Uruguay, Brasil, esto se puede convertir en un dolor de cabeza a nivel mundial. Una crisis en la Argentina es una cosa y otra muy distinta lo es una crisis de toda América Latina. Estos actores tienen la capacidad de sentarse a discutir el orden internacional y de forzar determinadas cuestiones." (Marini, 2002)

Otro fenómeno característico de la época y que está presente tanto en la PE americana como en el ejercicio del poder de los actores no gubernamentales transnacionales es el de la condicionalidad. Según Tokatlian: "La condicionalidad en la política contemporánea expresa, de modo sintético, una situación de dependencia: un conjunto de actores -Estados, agentes no gubernamentales, instancias multinacionales, etc.- con grandes atributos de poder hace depender a otro conjunto de actores estatales y societales con menores o escasos recursos de poder de una serie de condiciones para asegurar la integración o no exclusión de éstos últimos a un esquema mundial hipotéticamente homogéneo en lo político (en cuanto al Estados y la democracia) y lo económico (en cuanto al mercado y al capitalismo). En ese contexto, la condicionalidad en los asuntos internacionales manifiesta una regla de juego sistémica; regla que se diseña de modo incremental y unilateral entre muy pocos y se aplica, implícita o explícitamente, de manera creciente a muchos... resultando funcional a la estructura de poder imperante en el sistema planetario ..." (Tokatlian, 1997).

Como bien señala el autor en el establecimiento de las condicionalidades participan varios actores poderosos tanto estatales como no gubernamentales. En un escenario como el actual donde existe un disputa significativa entre algunos de esos actores (el gobierno de los Estados Unidos versus el mundo financiero no institucionalizado) el debate sobre el tipo e intensidad de las mismas toma una dinámica muy acelerada y afecta claramente a los que son -o fueron- identificados como mercados emergentes y a los países que, además de los dilemas económicos, están afectados por crisis integrales con componentes culturales, éticos, políticos, económicos, etc. tal cual el caso de la República Argentina.

Finalmente, debemos recordar que desde los 70 en adelante y con mayor claridad a partir de Clinton se concreta la estrategia de borrar la línea entre lo interno y lo internacional para la elaboración de la PE americana incrementando el perfil interméstico de la misma, característica que se trasluce en la fuerte dependencia de esta última de los múltiples actores e intereses domésticos y sus alianzas internacionales afectando, en ocasiones, su grado de previsibilidad.

Aquí también aparece una diferencia con capacidad de repercutir sobre la PE estadounidense. La administración Bush, tal como lo anticipamos en apartados anteriores, no comparte la idea de darle un rol tan protagónico a los actores domésticos en tanto esto desarticula la posibilidad de generar un "interés nacional" propio del Estado americano generando, en términos de Rice (2000), un campo fértil para quienes desean retirarse del mundo -aislacionistas- o crea grandes vacíos para ser llenados por grupos parroquiales y presiones transitorias.

Si bien no podemos olvidar que la caída de la frontera entre lo interno y lo externo es una tendencia mundial muy fuerte de resistir y que por lo tanto lo que se observa con claridad es que ambas administraciones sustentan su poder en diferentes grupos internos, situación que nos lleva a concluir que Bush tratará de ignorar a los sindicatos, los grupos ambientalistas o las minorías étnicas y rescatará a otros actores como las empresas petroleras; a los efectos de nuestro análisis nos interesa destacar que la administración Bush trata de limitar esa influencia porque considera que es necesario que el gobierno conserve la capacidad para diseñar y ejecutar la PE, más aún, en el contexto de adversidad mundial en el que Estados Unidos trata de mantener su poder frente a los actores no gubernamentales.

A modo de aporte

La situación de crisis por la que atraviesa Argentina y su impacto sobre las relaciones bilaterales con Washington no son sólo consecuencia de las presiones externas. Si bien las mismas son importantes y generan un impacto muy negativo también es necesario equilibrar el análisis incluyendo al menos tres cuestiones vinculadas con la situación doméstica: los errores -voluntarios e involuntarios- de la dirigencia política local; las dificultades del país para afrontar los aspectos negativos del proceso de globalización desde la periferia y la carencia de una clase dirigente que respete los compromisos asumidos durante las campañas electorales, lo cual genera un creciente deterioro del consenso social que no sólo se traslada hacia una crisis de representatividad, sino también hacia un descreimiento de la política en general como el recurso más idóneo para salir de la crisis.

En forma consecuente con este razonamiento podemos afirmar que no estamos en condiciones de influir para modificar sustancialmente los condicionantes externos. Es poco probable que Argentina pueda modificar la PE de Washington o alterar la conducta puramente lucrativa de parte del sector financiero transnacional, pero deberá esforzarse para optimizar su capacidad de diagnóstico internacional así como su capacidad de gestión y negociación externa. En ese marco consideramos que en el manejo de los asuntos externos nuestro país debería, entre otras, seguir la siguientes líneas de acción. A Saber:

· En el ámbito de las relaciones internacionales Argentina debe recuperar capacidad de negociación aunque esta deba ser construida desde su propia debilidad. Un primer componente de la estrategia para recuperar capacidad de negociación y credibilidad internacional consiste en mostrar que somos capaces de organizarnos, administrarnos y resolver nuestros problemas dentro del marco de las instituciones democráticas.

· Reconocer los errores domésticos porque no hacerlo conlleva el riesgo de la inacción o la parálisis como consecuencia de aquellos diagnósticos que subrayan que todas las culpas son externas y por tanto son los otros los que deben cambiar o que, como los condicionantes externos son de tanta magnitud, no existe ninguna otra alternativa para diseñar políticas que la sugerida desde afuera de nuestras fronteras.

· Marcar la necesaria articulación entre la política y la gestión y hacerlo a través de la idoneidad. El Estado debe adquirir -si no la tuvo- o recuperar -si la perdió- su capacidad de gestión en los distintos ámbitos de las políticas públicas y, entre ellas, la PE. En el actual contexto de crisis la ausencia de gestión o la ineficiencia incrementa en forma exponencial el descreimiento de la sociedad en la política, a la vez que aumenta tanto la sensación de desprotección como de ingobernabilidad.

· Exhibir coherencia entre lo que el gobierno dice, lo que hace y lo que acuerda en las negociaciones internacionales. Es una falacia pensar que para ser serios y coherentes siempre tenemos que decir que sí como lo es también pensar que decir que no implica patear el tablero internacional o adoptar acciones revolucionarias. Los países más desarrollados del mundo hacen de sus políticas de negociación y regateo internacional una parte esencial de su acción política externa.

· Recalcaren las negociaciones internacionales verdades que aunque obvias muchos actores internacionales gubernamentales y no gubernamentales parecen ignorar. En este sentido, lo que parte de las sociedades latinoamericanas, incluida la argentina, reclaman es un rol más activo de los gobiernos y el Estado para salir de la crisis. Esto no significa nada más que recurrir a los ejemplos históricos y a las teorías económicas desarrolladas por los estados centrales: queremos algo del espíritu rooseveliano y parte del pensamiento keynesiano. Nadie habla de romper con el capitalismo. Sólo se pretende copiar sus experiencias exitosas. En este marco sería bueno tomar el consejo de Paul Krugman cuando en un artículo periodístico que analizaba las propuestas del FMI para la economías en crisis nos recomendaba como alternativa guiarnos por un nuevo proverbio "haz lo que yo hago y no lo que yo digo".

· Recuperar los contactos con los circuitos burocráticos, partidarios y privados de Washington y utilizar para nuestra estrategia de tejidos de alianzas las diferencias domésticas. Dicho de otra manera buscar, por ejemplo, aliados en el Departamento de Estados si no podemos encontrarlos en el Departamento de Tesoro.

· Retomar urgentemente acciones y conductas destinada a fortalecer las alianzas regionales. Esta tarea pasa por trabajar conjuntamente para resolver problemas comunes y no como una alternativa para enfrentarnos a los centros de poder mundial. Podremos discutir seriamente temas en los que no acordemos sin que esto signifique desafíos estratégicos, sino simplemente responsabilidad de gobiernos frente a situaciones de desarrollo absolutamente diferentes. Por otra parte, la construcción de las alianzas regionales pasa fundamentalmente por la decisión de los gobiernos de la región. Sería bueno que la lógica multilateral tenga peso sobre aquella lógica individual por la cual los países entienden que salvarse consiste en diferenciarse y alejarse del vecino en crisis.

Como afirman algunos historiadores al analizar la situación actual de América Latina "el grado de generalización y profundidad de la crisis hace que debamos remontarnos al momento de constitución de los Estados nacionales para encontrar parangones... Hay que tener en cuenta que en el momento de la independencia había que decidir todo. Cuáles iban a ser las naciones que se iban a crear, cuáles iban a ser los límites territoriales, qué tipo de gobierno iban a tener, que relación se iba a establecer entre el Estado y la sociedad, entre los grupos dominantes y la clase dirigidas y cuál iba a ser el vínculo de dominación social ... ". (Prieto, 2002) Haciendo entonces el parangón creo que los líderes de la independencia jugaron un rol central y que, en nuestros días América Latina necesita que aparezcan liderazgos democráticos capaces de conducir a sus naciones hacia el desarrollo y el bienestar de sus sociedades respetando las instituciones, los DD.HH y las discrepancias domésticas. Las condiciones actuales de asimetría de poder no sólo frente a los Estados Unidos u otros países desarrollados, sino también frente a ciertos actores transnacionales no gubernamentales como el sector financiero y las grandes corporaciones internacionales dificultan esta tarea. Sin embargo, sería bueno recordarle a todos esos actores que así como es necesario y útil que nosotros reconozcamos nuestros errores es bueno también que ello reflexionen sobre sus falencias y sobre la indiferencia que, en ocasiones, permite el exceso de poder. Es muy posible que como sostienen muchas teorías y políticas provenientes del norte la democracia y la economía social de mercado conduzcan a sociedades más justas. Por ello mismo hay que respetarlas en toda su extensión: esto es también en sus componentes democráticos y sociales no sólo en los de mercado. De ocurrir así estaríamos dando un salto cualitativo a nivel de orden mundial ya que habríamos iniciado la búsqueda de un valor que va más allá de la estabilidad sistémica y que no es otra cosa que una mayor equidad y justicia global. En ese marco la búsqueda de una solución a la crisis regional así como el logro de una relación madura con Washington constituiría una tarea posible y menos traumática para los habitantes del continente.

Bibliografía

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· TOKATLIAN, Juan Gabriel, "Condicionalidad y Certificación. El caso de Colombia", Nueva Sociedad, Nº 148, Caracas, marzo - abril 1997.


Notas:

  1. Investigadora del CONICET, docente de la U.N.R y de las Maestrías en Relaciones Internacionales del IRI y de FLACSO.

  2. Para el seguimiento de las relaciones bilaterales Argentina Estados Unidos ver Busso, Anabella, (1994) Menem y EE.UU.: un nuevo rumbo en la política exterior argentina en la edición preparada por el CERIR, La Política Exterior del Gobierno de Menem. Seguimiento y reflexiones al promediar su mandato. Ediciones CERIR. Rosario, Argentina; Busso, Anabella, (1998) Las Relaciones Argentina- EE.UU. durante el segundo gobierno de Menem: de la creación de un marco político de alineamiento a la negociación de cuestiones puntuales en la obra editada por CERIR, La Política Exterior Argentina 1994/1997. Ediciones CERIR. Rosario, Argentina y Busso, Anabella, "A ocho años de alineamiento: un análisis de la política exterior argentina hacia los Estados Unidos" en "Cuadernos de Política Exterior Argentina". Serie Documentos de Trabajo Nº 10, CERIR, Rosario, diciembre de 1997.
    Para los conceptos centrales sobre Realismo Periférico ver Escudé, Carlos, "La Política Exterior de Menem y su sustento teórico implícito" en Revista "Carta América Latina/ Internacional". Buenos Aires, enero - marzo de 1991 y la obra del mismo autor Realismo Periférico. Fundamentos para la nueva política exterior argentina. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992.

  3. Para este tema ver mis trabajos Las relaciones argentino - americanas a partir del gobierno de la Alianza UCR / FREPASO: la influencia creciente de los condicionantes internos, Anuario 2001, publicación en CD editada por el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata y Las relaciones argentino - americanas a finales del gobierno de Menem y en los inicios de la gestión De La Rúa. Entre la continuidad y los condicionantes domésticos, en la obra editada por el Centro de Estudios en Relaciones internacionales de Rosario / CERIR, La Política Exterior Argentina 1998 - 2001. El cambio de gobierno ¿impacto o irrelevancia?, Tomo III, Rosario, noviembre de 2001.

  4. Entre esos funcionarios se destacan Condoleezza Rice como Consejera de Seguridad Nacional, el General retirado Collin Powell como Secretario de Estado, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el Vicepresidente Cheney . Todos ellos tienen influencia en la dirección que Washington le impuso a la conducción de los asuntos externos a partir de enero de 2001 a la vez que arrastran convicciones y prácticas políticas propias de la administración Reagan.

  5. Me refiero a cierta homogeneidad porque con anterioridad a los atentados del 11 de septiembre Rice, Ramsfeld y Cheney conformaban el grupo de los duros y Powell aparecía como más blando y adicto a la diplomacia, situación que se explica tanto por su convencimiento sobre la necesidad de acotar el uso de la fuerza como por el desempeño de su función. En este sentido, es difícil pensar en un Secretario de Estado que no jerarquice la función diplomática. Por otra parte, estos grupos simbolizaban también una típica disputa de poder con perfil político / burocrático. Con posterioridad a los atentados la dureza se convirtió en el elemento homogenizador. Aunque en la actualidad (julio de 2002) vuelven a aparecer diferencias vinculadas fundamentalmente al manejo de la crisis en oriente medio. Como referencia de estas disputas ver los siguientes artículos de opinión: .Jane Perlez, "Rice on Front Line in Foreign Policy Role", The New York Times, International, Sunday, August 19, 2001 y Todd S. Purdum "Las peleas de Powell con Bush", Diario Clarín, Sección Política Internacional, viernes 26 de julio de 2002.

  6. En este contexto se puede rastrear opiniones republicanas a favor de la asistencia a Brasil como ha manifestado en múltiples ocasiones Henrry Kissinger; propuestas de respetar el peso político de Brasil y de asistir económicamente a la Argentina como la de Perry y posturas abiertamente opuestas por parte del partido demócrata que critica la manera en que el gobierno de Bush maneja la crisis Argentina. A modo de ejemplo de algunas de estas tensiones ver el escrito de Perry que aparece en la bibliografía de este trabajo y el artículo de opinión de Thomas McLarty "La crisis argentina puede contagiar a la región", Diario Clarín, Buenos Aires, 31 de mayo de 2002.

  7. Estas ideas fueron tomadas de la presentación realizada por Carlos ACUÑA en el panel "El Mundo después del 11 de septiembre", organizado en el marco del "5º Congreso Nacional de Ciencia Política " de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP), Río Cuarto, Argentina, 14 al 16 de noviembre de 2001.

  8. Nos referimos -entre otros- al crecimiento económico de Estados Unidos, al logro del equilibrio fiscal, a su capacidad de innovación tecnológica, a su participación activa en distintos espacios multilaterales, a la aplicación de políticas de asistencia humanitaria y operaciones de "peace building", todo lo que daba como resultado una política exterior muy activa y un liderazgo que no escondía la defensa de los intereses estadounidenses pero que, a su vez, no generaba tanto rechazo como provocan las acciones de Bush hijo.

  9. A los efectos de no generar confusión con la distinción realizada por Berger entre poder y autoridad en el diseño y la implementación de la política exterior de Estados Unidos (distinción en la que subyace un debate sobre dominación o hegemonía) y los términos utilizados por Susan Strange en su caracterización de la decadencia del estado y la difusión de su poder en la economía mundial, corresponde aclarar que para esta autora no sólo se debe entender el poder como capacidad, o en términos de relación entre estados -poder relacional-, sino que hay que estudiarlo tomando en cuenta las relaciones entre el Estado y la sociedad por una lado y el Estado y el mercado por el otro. Lo importante es entender el poder como el control sobre los resultados. La idea es "poder sobre" más que "poder para". Su pensamiento destaca la idea de poder estructural en tanto el mismo es entendido como el control sobre cuatro estructuras básicas: producción, seguridad , conocimiento y crédito. En este contexto señala que la pérdida del poder de control de los estados en manos de los mercados sobre alguna o todas estas estructuras se canaliza en un deterioro de la autoridad del estado sobre la sociedad y la economía.