Los cambios internacionales y la crisis doméstica: su impacto
en las relaciones argentino - estadounidenses
Por: Anabella Busso (1)
El seguimiento y las reflexiones sobre las relaciones bilaterales entre
nuestro país y los Estados Unidos a lo largo de la década
de los 90` mostró, en términos teóricos, el predominio
que la administración Menem y su Canciller Guido Di Tella le otorgaron
a las ideas del Realismo Periférico y, en términos empíricos,
la implementación de una política exterior de alineamiento
con Washington.
Como consecuencia de ello al final de los diez años de gobierno
menemista aparecían algunos cambios en las relaciones bilaterales
cuya magnitud y profundidad condujo a que gran parte de los especialistas
estadounidenses y argentinos le otorgáramos un carácter
estructural. En este contexto se destacaban: el diseño de una política
exterior sustentada en una comunidad de valores compartidos; el cambio
en la cultura de la política exterior de nuestros partidos políticos;
un mejor abordaje por parte de Argentina de los caminos políticos
y burocráticos en Washington; el acercamiento a nivel de sociedades
civiles y la idea de que nuestro país había modificado la
tradicional desconfianza que despertaba en la capital de los Estados Unidos
así como una disminución del sentimiento antiamericano,
también tradicional, por parte de la sociedad argentina. Este proceso
político se había concretado a través de dos momentos
consecutivos y complementarios de la política exterior argentina
hacia los Estados Unidos: primero la creación de un marco general
de alineamiento -macro relaciones bilaterales- y, posteriormente, a través
del abordaje de una agenda diversificada de temas puntuales que abarcaban
cuestiones políticas, económicas y estratégico militares
tanto cooperativas como conflictivas que involucraban a actores públicos
y privados -micro relaciones bilaterales-. (2) Desde la perspectiva del
Realismo Periférico una conducta externa argentina con este perfil
traería como consecuencia el apoyo, o al menos el acompañamiento,
de los Estados Unidos en un momento de extrema gravedad para Argentina
(memoria histórica de la superpotencia).
Sin embargo, tres cuestiones están poniendo a prueba tanto el sustento
teórico heredado de los 90`como las consecuentes acciones externas
de nuestro país en lo que refiere al mundo en su conjunto, pero
muy especialmente a los Estados Unidos: la crisis domestica argentina,
el cambio de gobierno en los Estados Unidos y los atentados del 11 de
septiembre.
En este sentido, ya había señalado en mi aporte al Anuario
2001 la necesidad de complementar el marco teórico para el análisis,
diseño y ejecución de nuestra política exterior hacia
Washington incluyendo más elementos ligados a la relación
entre las cuestiones internas y crisis de liderazgo con la acción
externa de un Estado (3) , así como también la urgencia
de tomar en cuenta los cambios operados a nivel internacional - entre
ellos los acaecidos a nivel de la políticas doméstica y
exterior de los Estados Unidos a partir de la llegada al poder de George
W. Bush- y el impacto generado por los atentados terroristas del 11 de
septiembre. Aunque parezca en exceso académica esta labor es urgente
para comenzar la búsqueda e identificación de los caminos
y estrategias que le permitan a la República Argentina iniciar
su salida de la crisis.
Crisis interna y política exterior: influencia en las relaciones
vis a vis Washington
La crisis Argentina no puede ser estudiada desde una única visión
disciplinar en tanto la misma es una crisis integral (ética, cultural,
política, institucional, económica y social) que surge como
consecuencia de una serie de factores externos e internos que se articularon
a lo largo de un proceso iniciado hace más de veinticinco años
y que hace eclosión en la actualidad. Por ello la importancia de
contextualizar adecuadamente el análisis y articular en él
factores internacionales y domésticos. Consecuentemente, a modo
de aporte haré mención de una parte de los aspectos que,
desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales, afectaron la política
exterior argentina en el último año.
El primer factor a destacar se vincula con el desbalance producido por
la crisis interna sobre el conjunto de los temas a tratar en la política
exterior. En este sentido, es importante destacar que las relaciones argentino
- americanas fueron un tema muy debatido durante la gestión de
Carlos Menem. Por tal motivo el cambio de gobierno despertó especial
interés debido a las expectativas que la llegada al poder de la
Alianza UCR - FREPASO despertó en la sociedad argentina la cual
esperaba un giro significativo de las políticas públicas
establecidas por el gobierno anterior. Sin embargo, como lo señalara
en el Anuario 2001, un seguimiento minucioso de lo acontecido durante
la campaña electoral y durante el primer año del interrumpido
gobierno del Presidente De la Rúa me permitió conjeturar
que el ámbito de la política exterior (PE) estaría
caracterizado más por la continuidad de sus aspectos esenciales
que por los cambios y, en este marco, los vínculos con EE.UU. no
constituirán una excepción que ponga a prueba la regla.
A pesar de ello, consideraba que la acción externa de la República
Argentina durante el gobierno de De la Rúa se vería afectada
en mayor medida por cuestiones domésticas (crisis económica,
ausencia de liderazgo y amenazas a la gobernabilidad) en comparación
con el peso que dichas cuestiones tuvieron a lo largo de la administración
Menem. A esta altura de los acontecimientos queda claro que dicha caracterización
fue correcta y que, además, se hizo extensiva para los presidentes
que le sucedieron a De La Rúa, puesto que no hubo redefinición
de la dirección en el vínculo con Washington, pero esta
continuidad se vio seriamente afectada por la crisis interna.
Desde un punto de vista interno las evidencias más claras de esta
situación son:
· la paralización de un modelo de PE activa y su reemplazo
por una actitud pasiva, esto significa que no existe desde la llegada
al poder de la Alianza UCR - FREPASO hasta la actualidad un diseño
de política exterior destinado a insertar a la Argentina en el
mundo a través del abordaje de aspectos centrales de la crisis
doméstica en el ámbito internacional;
· el desgaste de la red de contactos en el escenario político
de los Estados Unidos tanto en el ámbito político - partidario
y burocrático - institucional como en el privado;
· la subordinación de la agenda externa argentina a la crisis
financiera de nuestro país, lo cual significa una menor "performance"
en el tratamiento de cuestiones vinculadas a la inversión y el
comercio;
· la pérdida de presencia y liderazgo político en
el espacio continental y regional, especialmente en las temáticas
vinculadas al Cono Sur;
· la parálisis y el retroceso de las instancias de integración
puesto de manifiesto en el estancamiento del MERCOSUR.
Desde una perspectiva externa el sustento de nuestra afirmación
sobre la creciente influencia de la crisis doméstica sobre la PE
se pone de manifiesto en:
· el diagnóstico realizado por los estados centrales y especialmente
Estados Unidos sobre el perfil predominante de nuestra crisis que fue
caracterizada en numerosas ocasiones por la administración Bush
como una crisis política y de liderazgo;
· la reevaluación de Argentina como un país poco
confiable con el cual no se puede negociar en tanto y en cuanto nadie
garantiza el cumplimiento de lo acordado;
· el trasladado de este diagnóstico al ámbito de
los organismos multilaterales de crédito generando el incremento
constante de las condicionalidades para otorgar asistencia.
La articulación de los efectos nacionales e internacionales arriba
mencionados también queda expuesto en algunos hechos que marcan
la influencia de la crisis en el ámbito de las relaciones bilaterales.
Entre otros se pueden mencionar a modo de ejemplo:
· una disminución de visitas de alto rango estadounidense
a nuestro país. Esta tendencia recién empieza a corregirse
a partir de julio de 2002 como consecuencia del cambio de diagnóstico
en cuanto al efecto contagio de la crisis argentina hacia el resto del
América del Sur. En ese marco se inscriben la llegada a nuestro
país del Subsecretario para Asuntos Hemisféricos del Departamento
de Estado, Otto Reich y la visita del Secretario del Tesoro, Paul O`Neil
para el mes de agosto;
· una paralización de la corrientes de inversión
estadounidenses hacia la Argentina;
· la puesta en práctica de la decisión del Ejecutivo
norteamericano de no implementar políticas de salvataje para los
países emergentes en crisis financiera ha operado sobre la Argentina
con el criterio de "test case", a diferencia de lo acontecido
con Turquía en función de su importancia geoestratégica
y su pertenencia a la OTAN. Esta selectividad podría darse también
al interior del propio espacio latinoamericano;
· el traslado de esta posición de los Estados Unidos a los
organismos multilaterales de crédito situación que ha condicionado
el conjunto de la PE y la política económica internacional
de nuestro país a los posibles resultados de un acuerdo con el
FMI;
· el restablecimiento de la exigencia de visas para turistas y
pasajeros que viajan por actividades de negocias la cual había
sido suspendida en 1996 después de una larga gestión de
nuestra Cancillería;
· la desaceleración abrupta en la firma de acuerdos de cooperación
en diversas áreas.
Los cambios en la política exterior de Bush
Un segundo aspecto que afectó profundamente la PE argentina hacia
Estados Unidos y la búsqueda de resultados positivos en el ámbito
bilateral es el deterioro de la capacidad de diagnóstico de la
clase política sobre los cambios producidos a nivel internacional
y en la PE de Washington. A partir del gobierno de la Alianza y hasta
la actualidad el vínculo vis a vis Estados Unidos muestra una suma
incesante de desencantos y desacuerdos enmarcados en una doble sensación:
la impotencia de los sucesivos gobiernos argentinos para recuperar un
diálogo positivo con Washington y la sensación creciente
de que la potencia hegemónica nos ha abandonado a nuestra propia
suerte y, en ocasiones, parecería que se empeña en que nuestro
país no logre reencontrase con una senda que los conduzca hacia
la salida de la crisis.
Si bien no pretendemos encontrar en las teorías conspirativas a
la madre de todos nuestros males es necesario reconocer que junto al deterioro
de la capacidad de diagnóstico sobre las cuestiones internacionales
sufrido por nuestra clase dirigente, sumida en la crisis y en su propio
desprestigio, también es justo señalar que el contexto internacional
no es favorable para la crisis argentina actual y que el cambio de gobierno
en los Estados Unidos trajo consigo una línea de unilateralismo
duro que genera disputas por el poder mundial que repercuten fuertemente
sobre nuestro país. Para ello consideramos pertinente realizar
un repaso tanto de los contenidos de la PE de Bush como de los cambios
operados a partir del 11 de septiembre.
La llegada a la Casa Blanca de George W. Bush implicó un giro
significativo de los ejes de la PE americana establecidos por la administración
Clinton. Dicho giro es el resultado tanto de la visión teórica
desde la cual se interpreta el acontecer internacional como de un estilo
político más pragmático que ha caracterizado al partido
republicano y del perfil de algunos funcionarios con influencia en el
proceso de toma de decisiones (4) sobre cuestiones internacionales que
le suman a la administración contenidos ideológicos típicos
de la era reaganeana. Como afirma Roca parafraseando a un periodista:
"la opinión pública había votado a un presidente
que fuese un Clinton minus -le gustaba lo que hacía Clinton, menos
algunas cosas-; pero después de una victoria ajustada en una elección
muy cuestionada, le apareció una administración Reagan plus,
porque los miembros esenciales del gabinete de Bush hijo, si bien trabajaron
con Bush padre en la Guerra del Golfo, todos fueron hombres de Reagan,
el del evil empire". (Roca, 2001)
A lo largo de la campaña electoral la actual Asesora de Seguridad
Nacional, Condoleezza Rice, ha planteado su desacuerdo con la forma de
entender y manejar la política exterior americana por parte de
la administración Clinton. Como manifestara en un artículo
publicado en Foreign Affairs (Rice, 2000) los Estados Unidos han encontrado
dificultades para establecer su interés nacional en ausencia del
poder soviético. A pesar de ello destaca la importancia de los
períodos de transición en tanto estos ofrecen oportunidades
estratégicas como la de poder afectar la forma del mundo que vendrá.
En sus análisis subraya dos factores centrales entre las características
de la pos Guerra fría: el colapso de la URSS y la revolución
tecnológica con el consiguiente desarrollo de la industrias basadas
en el conocimiento. Entiende que Estados Unidos es el prototipo de este
modelo y como consecuencia de ello ha incrementado su poder económico
y su influencia diplomática. Por ello desde su perspectiva el proceso
de diseñar la nueva PE de la administración Bush debía
partir del reconocimiento de esta remarcable situación de poder.
Considera que la política americana tiene que favorecer las tendencias
seculares que están moviendo el mundo hacia economías abiertas
y en menor medida hacia la democracia y la libertad, pero debe hacerlo
a través de una política exterior disciplinada y consistente
que separe lo importante de lo trivial. Desde una postura crítica
señala que Clinton usó el esquema opuesto: no estableció
prioridades y trató cada tema en sus propios términos (crisis
por crisis, día por día). No se animó a establecer
prioridades porque hacerlo significa admitir que la PE americana no puede
abarcar todos los temas para toda la gente o, más aún, a
todos los grupos de interés. Desde su perspectiva recurrir a esta
modalidad de hacer política implica pagar un alto precio ya que
en una democracia pluralista como la americana, la ausencia de un "interés
nacional" articulado o produce un campo fértil para quienes
desean retirarse del mundo -aislacionistas- o crea grandes vacíos
para ser llenados por grupos parroquiales y presiones transitorias. (Rice,
2000)
En referencia a Collin Powell, Richard Khon afirma que tuvo una sucesión
creciente de trabajos poderosos con alto perfil político pero,
sin dudas, su dominio político fue expandido por el gran éxito
de las Fuerzas Americanas en las operaciones bajo su mandato. Además,
ha demostrado tener gran influencia y manejo en el Congreso, los medios
de comunicación, los grupos de interés y la opinión
pública. (Khon, 1994)
Como un ex combatiente de Vietnam Powell fue un actor significativo del
posterior proceso de politización de los militares americanos y
su creciente identificación con el partido Republicano. En ese
marco, acordó con la posición de los militares quienes reclamaron
el establecimiento de reglas precisas para decidir el uso de tropas en
el extranjero y, algunos años después, supervisó
el discurso del Secretario de Defensa de la Administración Reagan,
Gaspar Weimberger, donde se aprobaron las seis condiciones que tenían
que ser reunidas ante que el país se comprometiera en Combate -interés
vital, la decisión de ganar, objetivos claros, fuerzas apropiadas,
respaldo del público y del Congreso y el uso de la fuerza como
último recurso-. (Kohn, 1994) Durante el gobierno de Bush padre
sintetizó nuevamente sus exigencias para sacar las tropas americanas
fuera del territorio de los Estados Unidos apareciendo lo que se conoció
como la Doctrina Powell o "Exit Strategy" que suma a seis condiciones
básicas la idea de cumplir los objetivos militares con un riesgo
cero en cuanto a las bajas americanas.
Partiendo de la base de "cierta homegeneidad" (5) con el resto
de los funcionarios afectados al manejo de los asuntos externos, la articulación
de las ideas de Rice y Powell nos permite afirmar que la política
exterior americana a partir de George W. Bush intenta establecer un nuevo
momento realista ajustado a las características de pos Guerra Fría.
En este marco aparecen un conjunto de ideas rectoras que están
estrechamente vinculadas entre sí, que responde primariamente a
una tradición realista, pero que no escapan a la visión
propia de un país hegemónico ni pueden evitar incluir entre
sus valores la idea del "excepcionalismo americano". Consistentemente
con lo anterior veremos una PE donde aparecerá ideas tales como:
· guiar los asuntos externos por el interés nacional más
que por el ideal nacional;
· trabajar en función de una agenda prioritaria;
· disminuir las intervenciones por ayuda humanitarias;
· revertir la causalidad en la relación intervención
- defensa de la democracia. Se parte de la idea que los Estados Unidos
deben actuar internacionalmente buscando relaciones de libre comercio
y mostrando una postura de fuerza por su capacidad disuasiva. Estas acciones
generarán más libertad y democracia. Esta última
es un efecto, nunca puede ser la causa de la intervención;
· establecer una jerarquía entre los estados entendiendo
que, las relaciones más relevantes, son las que se dan con los
actores más poderosos;
· no desconocer que la PE está influenciada por actores
domésticos e internacionales, pero otorgar a los funcionarios encargadas
de la conducción de la misma un rol decisivo. En este sentido,
se pretende una mayor presencia del Estado y los estadistas en la identificación
del interés nacional y en la conducción de las políticas
para su defensa y una menor dependencia de los actores privados no gubernamentales,
principalmente parte del sector financiero transnacionalizado;
· abandonar las políticas de salvatajes económicos
tanto unilaterales como multilaterales vía los organismos internacionales
de crédito.
En cuanto al espacio regional la administración de George W. Bush
tomó la política hacia América Latina en primera
instancia con su estrategia de campaña electoral para conseguir
el voto hispano. En este marco, durante ese período se enfatizaron
como muy significativas las relaciones con México al punto tal
que algunos académicos señalaban el peligro de que toda
la vinculación con la región quedase sometida a la lógica
de las relaciones americano - mexicanas. La creación de una área
de libre comercio continental con la consiguiente búsqueda de aprobación
por parte del Congreso de la "Trade Promotion Autority" (anteriormente
llamada legislación rápida o fast - track) y la continuidad
del aislamiento cubano fueron, también, dos componentes iniciales
de los anuncios hacia la región.
A estas ideas centrales se sumaban otras tales como: la necesidad de que
las negociaciones del área de libre comercio incluyeran tratativas
para garantizar el autoabastecimiento energético para el hemisferio;
un seguimiento de la política de Chávez en Venezuela tomando
como criterio si este gobierno se encuadraba dentro de las pautas democráticas
y mantenía relaciones tranquilas con sus vecinos; la reevaluación
de la política hacia Haití; la continuidad del Plan Colombia
y, de ser necesario, la ampliación de la asistencia económica
sumada a la búsqueda de apoyo de otros países de la región
para que Colombia enfrente a las fuerzas guerrilleras, las narco - mafias
y los grupos para - militares y la reforma de los organismos de seguridad
del sistema interamericano. (Perry, 2001)
Por otra parte, a inicios de 2001 algunos especialistas cercanos al partido
Republicano sostenían que era necesario elaborar políticas
que reconociesen el peso de Brasil en la región, otorgar asistencia
financiera a la Argentina en función de lo que había sido
su rol en los años 90` sobre todo en lo vinculado con la seguridad
continental y mundial y, finalmente, darle a Chile la posibilidad de un
acuerdo de libre comercio como reconocimiento a su liderazgo en el camino
de la región hacia la apertura económica. En este marco
el caso argentino parece ser la excepción que puso a prueba la
regla. Hasta el presente la administración Bush se ha comportado
más dentro de su propuesta de no otorgar políticas de salvataje
que en consonancia con la idea de asistir al país del Cono Sur
que había sido identificado por los ojos estadounidenses como uno
de los más exitosos y alineados a los largo de la última
década.
En vinculación estrecha con este tema aparece un debate que no
podemos describir como central en el ámbito de la PE estadounidense
pero que, tampoco, podemos obviar. El mismo tiene tres dimensiones que
los países latinoamericanos, y muy especialmente Argentina, deberían
seguir con atención a los fines de optimizar los resultados de
las negociaciones con Estados Unidos en el contexto de crisis actual:
las diferencias al interior del partido Republicano en torno a la política
-o ausencia de política según otras opiniones- hacia nuestra
región, los desacuerdos entre el Departamento del Tesoro y el Departamento
de Estado y las discrepancias entre Republicanos y Demócratas que
se ven potenciadas por el contexto electoral del segundo semestre de 2002.
En todos ellos subyace la discusión sobre si la región debe
ser atendida o no, en caso afirmativo cómo se la debe atender y
en caso negativo aparece la preocupación sobre cuales pueden ser
los costos de la inestabilidad política - económica creciente
y cada vez más generalizada que caracteriza el escenario ubicado
al sur de los Estados Unidos. (6)
Desde la perspectiva oficial del Departamento de Estado la idea instalada
en Argentina en particular y en América Latina en general sobre
la falta de atención otorgada por Estados Unidos a la región
es incorrecta.
Según afirmó Otto Reich, Subsecretario de Estado para asuntos
hemisféricos, nuestros analistas y periodistas "se equivocan
cuando dicen que los Estados Unidos no se interesan por Latinoamérica...
que no tenemos una política para el hemisferio occidental... o
que la política hemisférica que tenemos está destinada
a fracasar porque no entendemos la región o no la aplicamos en
forma consistente ...Desde los primeros días de su gestión
el Presidente Bush y el Secretario Powell le han dado gran prioridad a
América Latina, el Caribe y Canadá, o sea todo el hemisferio
occidental ...Durante su campaña electoral, George W Bush dijo
que creía que el siglo XXI sería conocido como el Siglo
de las Américas." Por otra parte, agregó que si bien
el hemisferio occidental promete mucho, también muestra una región
convulsionada, que está enfrentando un abanico de desafíos
y que para poder hacer frente a los mismos la administración Bush
propone una agenda con cuatro puntos centrales: promover la democracia,
fomentar el desarrollo, alentar una gobernabilidad responsable y fortalecer
la seguridad. Todos estos objetivos se caracterizan por estar interrelacionados
y reforzarse mutuamente. (Reich, 2002).
A pesar de estas afirmaciones desde nuestro punto de vista la importancia
que Bush otorga a América Latina y la existencia de una política
activa y constructiva que ayude a la región, y por tanto a la Argentina,
a salir de la crisis está en duda. Dicha política cuando
asomó lo hizo esporádicamente y se caracterizó por
el exceso de condicionalidades. Además, fue selectiva en referencia
a los países y los temas siendo las cuestiones vinculadas a la
seguridad, esto es a la lucha contra el terrorismo internacional, las
únicas que aparecen como bastante homogéneas en cuanto a
demandas presentadas por Estados Unidos al conjunto de la región
mientras que la magnitud de la vinculación entre esa lucha y otros
temas de la agenda externa se diferencia país por país según
la gravedad de la amenaza terrorista identificada por Washington.
La política exterior americana y América Latina después
del 11 de septiembre.
Como hemos sostenido en trabajos anteriores los atentados del 11 se septiembre
conllevan cambios tanto en la política doméstica de Estados
Unidos como a nivel de la PE. Para entender el impacto que los mismos
provocaron al interior de los EE.UU resulta necesario tener en cuenta
cómo fue interpretado el ataque por el gobierno y la sociedad estadounidense.
Este fue descrito como un atentado terrorista de características
masivas, dirigido a la población civil, concretado sobre territorio
continental de los EE.UU., llevado adelante con instrumentos norteamericanos
- sus principales empresas de aviación- y ejecutado por personas
que vivían dentro de la sociedad americana. Tales características,
prácticamente inexistentes a lo largo de la historia hegemónica
de los EE.UU., habilitaron una interpretación donde los ataques
fueron clasificados como un "acto de guerra" que, como consecuencia,
produce un contraataque pensado también en términos de guerra.
Dicho estado de guerra genera múltiples cambios políticos.
Entre los cambios políticos domésticos se destaca la pérdida
de libertad para la sociedad civil en tanto el nivel de control e inteligencia
exigido para prevenir nuevos ataques va más allá de las
molestias y retrasos producto de los controles, sino que a la larga deteriora
los Derechos Humanos, las libertades fundamentales y las bases democráticas
de una sociedad. Muestra de esta tendencia son las restricciones informativas
y los recortes al derecho vía cambios en la legalidad. Esto significa
que lo que antes era ilegal ahora es legal (por ejemplo si los terroristas
son americanos serán juzgados por tribunales civiles si son extranjeros
serán juzgados por tribunales militares anulando el principio de
igualdad frente a la ley).
Esta situación será particularmente difícil para
la sociedad americana dado que la libertad es parte esencial del sistema
y de la vida cotidiana de los ciudadanos. Mientras los actos terroristas
sean vivenciados como una experiencia muy cercana los controles y los
límites a la libertad serán aceptados, sin embargo en el
largo plazo su recuperación puede constituirse en un eje de demanda
social que, de hecho, se enfrentará con un lógica opuesta
por parte del terrorismo fundamentalista para el cual esperar todo el
tiempo que sea necesario para provocar nuevos ataques no constituye un
problema, sino algo natural.
Otra repercusión doméstica se vincula con el resurgimiento
del nacionalismo basado en el "excepcionalismo norteamericano".
La idea que los valores y el sistema político americano son excepcionales
y que por lo tanto deberían ser emulados por el resto de las naciones
del mundo es un eje central de la cultura norteamericana.
En este sentido el contexto socio - cultural americano ha sido históricamente
influenciado por un mesianismo tanto religioso (Dios está de nuestro
lado) como laico (nuestros valores y nuestras instituciones son las mejores).
En una situación como la guerra contra el terrorismo esta variable
cultural resulta de gran utilidad a nivel interno porque genera consenso
doméstico en torno a las acciones de gobierno, pero puede llegar
a ser perjudicial como componente del discurso y las acciones internacionales
en tanto irrita aún más a los países y comunidades
con cultura diferente que ven en los EE.UU. a un país que avanza
sobre sus particularidades nacionales, culturales, religiosas, etc.
En el ámbito de la política exterior también encontramos
marcas generadas por el impacto de los atentados, algunas de ellas muestran
un vuelco con respecto a la forma en que Washington venía manejando
determinados asuntos desde hace tiempo y otras ponen de manifiesto un
giro dentro de la administración de George W. Bush en comparación
con sus acciones durante los primeros meses de gobierno.
En el primer grupo podemos mencionar:
a- la recuperación del consenso bipartidista sobre PE, hecho que
no se producía con esta magnitud desde la ruptura del mismo en
épocas de la guerra de Vietnam. En este marco el Congreso apoyó
todas las acciones emprendidas por la rama ejecutiva durante los primeros
seis meses posteriores a los atentados. Actualmente, como resultado del
descubrimiento de fallas de coordinación entre las agencias de
seguridad y el posible descuido del Ejecutivo frente a las informaciones
de inteligencia que podrían haber contribuido para prevenir los
atentado, dicho consenso está siendo discutido nuevamente.
b- el regreso del modelo de toma de decisiones centralizado en la Casa
Blanca y sus asesores más cercanos volviendo a esquemas similares
a los de la Guerra Fría (círculos concéntricos) y
dejando de lado, al menos en el corto plazo, los procesos de toma de decisiones
complejos y con participación de múltiples actores estatales
y privados que caracterizaron los primeros diez años de pos Guerra
Fría;
c- nueva legislación sobre las posibles acciones de la comunidad
de inteligencia y reemplazo de la existente desde 1976. Las limitaciones
establecidas por el Congreso a las acciones encubiertas de la CIA en los
70, como consecuencia de la apertura de los documentos secretos del Pentágono
en lo que refiere a la Guerra de Vietnam, están siendo revisadas
y se presume que este tipo de acciones serán legalizadas y expandirán
su ámbito de ejecución al extranjero con lo cual enfrentaremos
una tendencia legal con efectos de extraterritorialidad.
En cuanto a los principales giros de la PE de la administración
Bush con respecto a su diseño original podemos destacar dos cuestiones
que fueron muy significativas durante la primera etapa de lucha contra
el terrorismo pero que, aparentemente, no lograron aún convertirse
en cambios definitivos en el perfil unilateralista de la administración
Bush, sino que aparecen como modificaciones coyunturales: la revalorización
de la diplomacia y los esfuerzos multilaterales. En este sentido es importante
señalar que con anterioridad a estos acontecimientos el gobierno
republicano parecía más inclinado a los instrumentos de
fuerza y ejercicio contundente del poder propuestos por el Vice - Presidente,
el Secretario de Defensa y la Asesora de Seguridad Nacional que a privilegiar
los medios diplomáticos planteados por el Secretario de Estado.
Como consecuencia de los atentados el gobierno ha equiparado su importancia
estableciendo una campaña militar apoyada y precedida por una estrategia
diplomática muy activa. Por otra parte, para la llamada guerra
contra el terrorismo Washington no sólo necesita del consenso de
los grandes poderes, sino que también se ve apremiado por la necesidad
de contar con el apoyo concreto de algunos estados poco relevantes como
Pakistán y ha recuperado vínculos multilaterales de diversa
índole con el objetivo de revivir el principio de seguridad colectiva
vigente en organizaciones y tratados como la ONU, la OTAN, la OEA y el
Tratado Interamericano de Asistencia recíproca -TIAR-. Esta estrategia
es muy importante a los fines de mantener la coalición política
conformada para llevar adelante el contraataque al terrorismo.
Otro de los cambios dentro de la política de la administración
Bush vinculados a los acontecimientos del 11 de septiembre fue su efecto
catalizador en la discusión sobre la relación Estado - globalización
debido a que quedó en evidencia que el Estado más poderoso
del planeta no pudo garantizar la seguridad interna de sus ciudadanos.
En este sentido, es importante destacar que el acaloramiento del debate
a partir del atentado a las Torres Gemelas adquiere una nueva particularidad:
ahora el reclamo por más Estado no sólo es planteado por
algunos sectores sociales profundamente afectados por las consecuencias
negativas de la globalización, sino que es reclamado desde los
países desarrollados, específicamente desde el gobierno
de los Estados Unidos.
Como sostiene Acuña los estados también encaran problemas
internacionales y, en este contexto, el tipo de problemas que enfrentan
se relaciona directamente con el tipo de Estado que se propone. Consecuentemente
esta lucha contra el terrorismo implica, en el diseño de política
realizado por Washington, un privilegio del "aparato militar y de
inteligencia" y esto tiene influencia sobre el perfil del Estado
cuyo retorno se reclama. En concordancia con ello veremos un Estado que
profundice su participación en cuestiones económicas y que
incremente su lado represivo. Así se propondrá un mayor
gasto público para cubrir los gastos de defensa y para detener
el contexto recesivo tanto financiero como productivo el cual es también
percibido como una amenaza y una restricción de los márgenes
de libertad. Dicho en otras palabras, se reclama una labor estatal con
un fuerte incremento de las acciones de control e inteligencia. (7)
Finalmente, debemos destacar que como consecuencia de los atentados Washington
ha modificado su posición hacia la cuestión palestina reconociendo
la necesidad de crear un Estado Palestino y acotando su histórica
política de alianza unilateral con Israel; el Presidente Bush ha
denunciado el Tratado de Limitación de Armas Estratégicas
Defensivas para llevar adelante su proyecto de Defensa Nacional con Misiles,
mientras continuó avanzando en las negociaciones con el Presidente
Putin , con quien firmó un acuerdo para disminuir ojivas nucleares
a la vez que logró el primer paso para incorporar a la Federación
Rusa a la OTAN.
La discusión sobre la política hacia los países periféricos
está cruzada por varias cuestiones. Una de ella es que hay Estados
que han sido identificados como santuarios terroristas y que, por lo tanto,
serán sancionados por mecanismos muy variados que abarcan desde
el uso de la fuerza hasta las sanciones comerciales. Otra cuestión
se vincula con la redefinición de las políticas de asistencia
al exterior y las condicionalidades establecidas para los países
receptores; sin dudas, la lucha contra el terrorismo es ahora una condición
básica para cualquier tipo de asistencia. Este tema ha revivido
el debate político - conceptual sobre cuál debe ser la PE
implementada por Washington frente a los "failed state" y en
que medida los países latinoamericanos van cayendo dentro de esta
categoría. En este sentido, será importante que la administración
republicana amplíe su espectro de análisis más allá
del terrorismo porque aunque no corresponde establecer una relación
causal entre pobreza y terrorismo, la persistencia del clivaje Norte -
Sur en sus versiones más agudas siempre será generadora
de inestabilidad y si bien no se manifestará en forma terrorista,
sí se canalizará en un sentimiento antiamericano.
La pregunta que corresponde ahora es cuál o cuales son las repercusiones
más directas que estos cambios generan sobre nuestra región
y nuestro país. Desde la perspectiva del Departamento de Estado,
Otto Reich afirmó en Argentina que "a partir del 11 de septiembre,
ningún hecho capturó tan firmemente la atención de
los Estados Unidos como el tema de la seguridad...Estamos muy preocupados
por Afganistán y el Medio Oriente, pero nuestra renovada toma de
conciencia en temas de seguridad también se extiende a este hemisferio.
Si nuestro vecindario no está seguro, ninguno de nosotros lo estará".
(Reich, 2002)
Por otra parte, un análisis de la influencia de los atentados terroristas
sobre América Latina no puede desconocer la debilidad de los estados
latinoamericanos como garantes de la seguridad interna. Esta situación
se complica aún más cuando la articulamos con el diagnóstico
puntual realizado por Washington sobre las amenazas terroristas en nuestra
zona. En este marco el gobierno americano ha manifestado su preocupación
por la persistencia del terrorismo y la violencia política en nuestro
hemisferio y ha afirmado que las organizaciones terroristas operan en
Colombia, Perú y en la zona de la triple frontera entre Argentina,
Brasil y Paraguay. Además, asevera que el sistema financiero regional
es utilizado por los terroristas para lavar dinero y obtener fondos.
Como consecuencia de lo anterior el problema colombiano ya ha sido caracterizado
por los EE.UU. como una amenaza donde se articulan narcotráfico
y terrorismo y, en consecuencia, se han redefinido los objetivos del Plan
Colombia para lograr que los fondos asignados sean utilizados también
en la lucha contra la guerrilla. Esta lógica también abarca
a la Iniciativa Andina que suministra recursos a varios países
ligados a la subregión andina.
En relación con este punto se evidencia una profundización
de la subdivisión de la región en tanto la zona andina es
vista desde Washington como una amenaza real, existente y muy peligrosa
- con una clara presencia de narcotráfico, guerrilla- etc.; mientras
que el Cono Sur es clasificado como una zona de amenaza potencial, donde
situaciones como la Triple Frontera, la debilidad estructural del Estado
Paraguayo y el deterioro de las capacidades de control de las fuerzas
de seguridad de la región por situaciones presupuestarias - entre
otras- aparecen como preocupantes.
Por otra parte, la región se enfrenta el reclamo por más
Estado proveniente de Washington y, como consecuencia de ello, a la necesidad
de atender dos tipos de agendas diferentes: una agenda de seguridad vinculada
al modelo de Estado apto para luchar contra el terrorismo; y una agenda
de cambio político, social y económico reclamada por sus
sociedades nacionales. Todo ello en el marco de una profunda crisis de
debilidad de los estados nacionales. La sombra de dudas aparece, entonces,
ligada a la posibilidad real de América Latina de atender esa doble
agenda y a la disyuntiva de tener que elegir una de ellas en caso de no
poder hacerlo. En este marco la capacidad de los gobiernos regionales
para generar políticas que atiendan las necesidades internas y,
a la vez, incluyan los reclamos de Washington en torno a la seguridad
será decisiva. Inteligencia, capacidad de conducción política,
gobernabilidad, adecuado manejo de las negociaciones serán atributos
básicos para que la región aproveche la oportunidad histórica
de un contexto internacional donde, por primera vez en varios años,
la necesidad por un mayor Estado no será cuestionada, sino alentada
por el Ejecutivo estadounidense.
La Administración Bush: unipolaridad, diferencias con el sector
financiero transnacional y repercusiones sobre Argentina.
Uno de los aspectos más criticados a nivel mundial de la administración
de George W. Bush es el ejercicio de una política externa unilateral
caracterizada en la cuestiones de seguridad por el uso de la fuerza y,
en otras temas, por el incremento de las condicionalidades y, en ocasiones,
la indiferencia. Por otra parte, el gobierno americano enfrenta actualmente
un contienda con el sector financiero internacional que está afectando
fuertemente aspectos políticos y económicos del orden internacional.
Como consecuencia de ello las turbulencias mundiales se han incrementado
a la vez que la situaciones de los países que transitan por situaciones
político - económicas críticas tienden a expandirse
y profundizarse.
A los efectos de aportar algo de claridad sobre este punto creemos conveniente
abordar algunas cuestiones conceptuales y políticas vinculadas
con las características arriba señaladas, partiendo de la
base que este es un debate propio de la era de la globalización.
Una pregunta adecuada en este contexto es por qué la unilateralidad
que encontró bases reales (8) mucho más importantes durante
la administración Clinton es más evidente y rechazada por
el resto del mundo bajo la actual administración.
Quizás una de las razones que explica esa diferencia entre Clinton
y George W. Bush puede encontrarse en las explicaciones brindadas por
Samuel Berger, Asistente Presidencial en Asuntos de Seguridad Nacional,
quien afirma que es necesario diferenciar entre el poder y la autoridad.
Según este ex funcionario los Estados Unidos "deben recordar
que hay una diferencia entre poder y autoridad. Poder es la habilidad
de obligar por la fuerza y las sanciones, hay veces en que debemos usarlo
porque siempre habrá intereses y valores por los cuales vale la
pena pelear. Autoridad es la habilidad de liderar y nosotros dependemos
de ella para casi todo lo que tratamos de alcanzar. Nuestra autoridad
está construida sobre cualidades muy diferentes a las de nuestro
poder: sobre la atracción de nuestros valores, sobre la fuerza
de nuestro ejemplo, sobre la credibilidad de nuestros compromisos y sobre
nuestro deseo de escuchar y mantenernos comprometidos con los otros. Puede
no haber una verdadera amenaza a nuestro poder hoy. Pero si nosotros usamos
nuestro poder en una forma que provoque la hostilidad de nuestros amigos
y deshonre nuestros compromisos, perderemos nuestra autoridad - y nuestro
poder significará muy poco." (Berger, 2000)
De acuerdo a Berger la administración Clinton realizó correctamente
la diferencia entre poder y autoridad y, consecuentemente, durante sus
ocho años de mandato, los Estados Unidos han revitalizado sus alianzas,
han empezado a integrar sus antiguos adversarios al sistema internacional,
trajeron paz a las regiones críticas en su seguridad, adaptaron
su estrategia global para alcanzar nuevos desafíos, y han construido
el más abierto y dinámico mundo económico en la historia,
siendo el logro fundamental del Presidente Clinton el haber conducido
a los Estados Unidos de la era de la Guerra Fría a la era de la
globalización en una forma en la que aumentó, no sólo
su poder, sino también su autoridad. Y afirma que esta es la base
sobre la cual Washington debe dirigir sus intereses en una era global.
(Berger, 2000)
Sin pretender realizar extrapolaciones forzadas de los conceptos queda
claro que el debate entre poder y autoridad involucra el debate entre
dominación y hegemonía. En línea con este razonamiento
podríamos afirmar que hasta el presente la administración
Bush ha desconocido esta lectura y/ o recomendación manifestada
por el gobierno anterior y ha privilegiado el uso de poder por el poder
mismo o, dicho de otra forma, ha elegido el modelo de la dominación
basada en la fuerza olvidando la búsqueda de consensos internacionales.
Es justamente este tipo de unipolarismo el que genera tanto rechazo a
nivel internacional y que, además, está engendrando fuertes
discrepancias al interior de la gestión las que podrían
producir en el corto plazo fuertes turbulencias en el proceso de toma
de decisiones sobre PE.
Para abordar las diferencias existentes entre las administraciones Clinton
y Bush vis a vis el sector financiero transnacional resulta útil
complementar el análisis siguiendo a Susan Strange quien señala
que la estructura de poder imperante se caracteriza también por
un proceso de difusión del poder estatal, esto es un proceso que
ha minado la autoridad del Estado (9) . En este sentido afirma que ha
habido un cambio de la autoridad tanto hacia arriba como hacia los lados
en lo vinculado a temas políticamente menos sensibles que, en nuestros
días, son tratados por los organismos intergubernamentales y organizaciones
privadas y comerciales. Por otra parte, existe un fenómeno menos
generalizado de difusión de poder hacia abajo donde la autoridad
central es reemplazada por las autoridades locales y regionales. Finalmente
destaca que como consecuencia de la integración de la economía
mundial en finanzas, transportes, comunicaciones y producción existen
algunas responsabilidades importantes de la autoridad política
que ningún Estado territorialmente definido está en posición
de ejecutar completamente. Esta última característica no
significa otra cosa que el asenso de la autoridad no estatal en el ámbito
de la economía política internacional con la creciente capacidad
decisoria de las corporaciones internacionales, el sector financiero transnacionalizado,
las entidades supranacionales, los grupos criminales trasnacionales. (Strange:
1996, 1998)
Además, este proceso de pérdida de la autoridad estatal
fue acompañado por un gran incremento en las asimetrías
de la autoridad entre los Estados. Dicho de otra forma, estos significa
que mientras el gobierno de los Estados Unidos puede haber sufrido cierta
pérdida de autoridad, la misma ha sido frente a los mercados y
no frente a los otros Estados; en tanto que para los otros Estados, su
vulnerabilidad ha crecido notablemente no sólo de cara a la fuerzas
de los mercados mundiales, sino también frente al mayor alcance
global de la autoridad de los Estados Unidos. (Strange, 1998).
Durante la administración Clinton el rol desempeñado por
el sector financiero, claramente identificado como un actor no gubernamental
con acciones típicas de grupo de presión a nivel mundial,
es, quizás, uno de los ejemplos más significativos de la
desaparición de las fronteras entre temas domésticos e internacionales
y de pérdida relativa de la autoridad del Estado americano frente
al mercado. Sin embargo, la consolidación del poder global de los
Estados Unidos frente al resto de los Estados del planeta ha sido muy
significativa también, reafirmando la existencia de los dos fenómenos
simultáneos señalados por Strange.
Como sostuvimos anteriormente la administración Bush no tiene la
misma postura y el mismo esquema de alianzas con el sector financiero
internacional que tuvo Clinton. Estas discrepancias encuentran su mejor
ejemplo en la postura del Secretario de Tesoro Paul O` Neil, quien plantea
un orden mundial basado más en la producción -nacional y
transnacional- que en el circuito financiero mundial. Esta postura involucra
también la idea de que es necesario recuperar parte de la capacidad
perdida por el Estado americano vis a vis el sector financiero para establecer
los ejes estructurantes del nuevo orden internacional, los cuales no han
sido edificados en forma definitiva desde el fin de la Guerra Fría.
Esta batalla por el poder mundial está afectando severamente a
nuestra región en general y a la Argentina en particular. Como
afirma Marini "Los principales problemas en el escenario internacional
no son generados por un solo actor individual estatal, por más
que siempre uno trate de concentrar o focalizar territorialmente todas
las cuestiones. Se escucha decir: el fundamentalismo islámico es
el enemigo radicado en Afganistán o Irak, entonces invadimos y
bombardeamos el lugar. Pero el problema no se termina porque el terrorismo
no desaparece por eso... Existen, además, otro tipo de actores
que sin impugnar el orden disputan por la conducción del proceso
político / económico mundial, o que por su propia lógica
de acumulación producen hechos que pueden ser desestabilizadores.
No pueden considerarse actores enemigos del sistema, pero poseen capacidad
de alterarlo con sus acciones. No necesariamente tienen que estar basados
en una ideología anticapitalista. Por ejemplo, la banca internacional
en el nombre del capitalismo y del libre mercado es capaz de desestabilizar
toda América Latina. Hoy estamos caminando sobre el borde del precipicio.
Todos sabemos que si la crisis Argentina degenera y se contagian Uruguay,
Brasil, esto se puede convertir en un dolor de cabeza a nivel mundial.
Una crisis en la Argentina es una cosa y otra muy distinta lo es una crisis
de toda América Latina. Estos actores tienen la capacidad de sentarse
a discutir el orden internacional y de forzar determinadas cuestiones."
(Marini, 2002)
Otro fenómeno característico de la época y que está
presente tanto en la PE americana como en el ejercicio del poder de los
actores no gubernamentales transnacionales es el de la condicionalidad.
Según Tokatlian: "La condicionalidad en la política
contemporánea expresa, de modo sintético, una situación
de dependencia: un conjunto de actores -Estados, agentes no gubernamentales,
instancias multinacionales, etc.- con grandes atributos de poder hace
depender a otro conjunto de actores estatales y societales con menores
o escasos recursos de poder de una serie de condiciones para asegurar
la integración o no exclusión de éstos últimos
a un esquema mundial hipotéticamente homogéneo en lo político
(en cuanto al Estados y la democracia) y lo económico (en cuanto
al mercado y al capitalismo). En ese contexto, la condicionalidad en los
asuntos internacionales manifiesta una regla de juego sistémica;
regla que se diseña de modo incremental y unilateral entre muy
pocos y se aplica, implícita o explícitamente, de manera
creciente a muchos... resultando funcional a la estructura de poder imperante
en el sistema planetario ..." (Tokatlian, 1997).
Como bien señala el autor en el establecimiento de las condicionalidades
participan varios actores poderosos tanto estatales como no gubernamentales.
En un escenario como el actual donde existe un disputa significativa entre
algunos de esos actores (el gobierno de los Estados Unidos versus el mundo
financiero no institucionalizado) el debate sobre el tipo e intensidad
de las mismas toma una dinámica muy acelerada y afecta claramente
a los que son -o fueron- identificados como mercados emergentes y a los
países que, además de los dilemas económicos, están
afectados por crisis integrales con componentes culturales, éticos,
políticos, económicos, etc. tal cual el caso de la República
Argentina.
Finalmente, debemos recordar que desde los 70 en adelante y con mayor
claridad a partir de Clinton se concreta la estrategia de borrar la línea
entre lo interno y lo internacional para la elaboración de la PE
americana incrementando el perfil interméstico de la misma, característica
que se trasluce en la fuerte dependencia de esta última de los
múltiples actores e intereses domésticos y sus alianzas
internacionales afectando, en ocasiones, su grado de previsibilidad.
Aquí también aparece una diferencia con capacidad de repercutir
sobre la PE estadounidense. La administración Bush, tal como lo
anticipamos en apartados anteriores, no comparte la idea de darle un rol
tan protagónico a los actores domésticos en tanto esto desarticula
la posibilidad de generar un "interés nacional" propio
del Estado americano generando, en términos de Rice (2000), un
campo fértil para quienes desean retirarse del mundo -aislacionistas-
o crea grandes vacíos para ser llenados por grupos parroquiales
y presiones transitorias.
Si bien no podemos olvidar que la caída de la frontera entre lo
interno y lo externo es una tendencia mundial muy fuerte de resistir y
que por lo tanto lo que se observa con claridad es que ambas administraciones
sustentan su poder en diferentes grupos internos, situación que
nos lleva a concluir que Bush tratará de ignorar a los sindicatos,
los grupos ambientalistas o las minorías étnicas y rescatará
a otros actores como las empresas petroleras; a los efectos de nuestro
análisis nos interesa destacar que la administración Bush
trata de limitar esa influencia porque considera que es necesario que
el gobierno conserve la capacidad para diseñar y ejecutar la PE,
más aún, en el contexto de adversidad mundial en el que
Estados Unidos trata de mantener su poder frente a los actores no gubernamentales.
A modo de aporte
La situación de crisis por la que atraviesa Argentina y su impacto
sobre las relaciones bilaterales con Washington no son sólo consecuencia
de las presiones externas. Si bien las mismas son importantes y generan
un impacto muy negativo también es necesario equilibrar el análisis
incluyendo al menos tres cuestiones vinculadas con la situación
doméstica: los errores -voluntarios e involuntarios- de la dirigencia
política local; las dificultades del país para afrontar
los aspectos negativos del proceso de globalización desde la periferia
y la carencia de una clase dirigente que respete los compromisos asumidos
durante las campañas electorales, lo cual genera un creciente deterioro
del consenso social que no sólo se traslada hacia una crisis de
representatividad, sino también hacia un descreimiento de la política
en general como el recurso más idóneo para salir de la crisis.
En forma consecuente con este razonamiento podemos afirmar que no estamos
en condiciones de influir para modificar sustancialmente los condicionantes
externos. Es poco probable que Argentina pueda modificar la PE de Washington
o alterar la conducta puramente lucrativa de parte del sector financiero
transnacional, pero deberá esforzarse para optimizar su capacidad
de diagnóstico internacional así como su capacidad de gestión
y negociación externa. En ese marco consideramos que en el manejo
de los asuntos externos nuestro país debería, entre otras,
seguir la siguientes líneas de acción. A Saber:
· En el ámbito de las relaciones internacionales Argentina
debe recuperar capacidad de negociación aunque esta deba ser construida
desde su propia debilidad. Un primer componente de la estrategia para
recuperar capacidad de negociación y credibilidad internacional
consiste en mostrar que somos capaces de organizarnos, administrarnos
y resolver nuestros problemas dentro del marco de las instituciones democráticas.
· Reconocer los errores domésticos porque no hacerlo conlleva
el riesgo de la inacción o la parálisis como consecuencia
de aquellos diagnósticos que subrayan que todas las culpas son
externas y por tanto son los otros los que deben cambiar o que, como los
condicionantes externos son de tanta magnitud, no existe ninguna otra
alternativa para diseñar políticas que la sugerida desde
afuera de nuestras fronteras.
· Marcar la necesaria articulación entre la política
y la gestión y hacerlo a través de la idoneidad. El Estado
debe adquirir -si no la tuvo- o recuperar -si la perdió- su capacidad
de gestión en los distintos ámbitos de las políticas
públicas y, entre ellas, la PE. En el actual contexto de crisis
la ausencia de gestión o la ineficiencia incrementa en forma exponencial
el descreimiento de la sociedad en la política, a la vez que aumenta
tanto la sensación de desprotección como de ingobernabilidad.
· Exhibir coherencia entre lo que el gobierno dice, lo que hace
y lo que acuerda en las negociaciones internacionales. Es una falacia
pensar que para ser serios y coherentes siempre tenemos que decir que
sí como lo es también pensar que decir que no implica patear
el tablero internacional o adoptar acciones revolucionarias. Los países
más desarrollados del mundo hacen de sus políticas de negociación
y regateo internacional una parte esencial de su acción política
externa.
· Recalcaren las negociaciones internacionales verdades que aunque
obvias muchos actores internacionales gubernamentales y no gubernamentales
parecen ignorar. En este sentido, lo que parte de las sociedades latinoamericanas,
incluida la argentina, reclaman es un rol más activo de los gobiernos
y el Estado para salir de la crisis. Esto no significa nada más
que recurrir a los ejemplos históricos y a las teorías económicas
desarrolladas por los estados centrales: queremos algo del espíritu
rooseveliano y parte del pensamiento keynesiano. Nadie habla de romper
con el capitalismo. Sólo se pretende copiar sus experiencias exitosas.
En este marco sería bueno tomar el consejo de Paul Krugman cuando
en un artículo periodístico que analizaba las propuestas
del FMI para la economías en crisis nos recomendaba como alternativa
guiarnos por un nuevo proverbio "haz lo que yo hago y no lo que yo
digo".
· Recuperar los contactos con los circuitos burocráticos,
partidarios y privados de Washington y utilizar para nuestra estrategia
de tejidos de alianzas las diferencias domésticas. Dicho de otra
manera buscar, por ejemplo, aliados en el Departamento de Estados si no
podemos encontrarlos en el Departamento de Tesoro.
· Retomar urgentemente acciones y conductas destinada a fortalecer
las alianzas regionales. Esta tarea pasa por trabajar conjuntamente para
resolver problemas comunes y no como una alternativa para enfrentarnos
a los centros de poder mundial. Podremos discutir seriamente temas en
los que no acordemos sin que esto signifique desafíos estratégicos,
sino simplemente responsabilidad de gobiernos frente a situaciones de
desarrollo absolutamente diferentes. Por otra parte, la construcción
de las alianzas regionales pasa fundamentalmente por la decisión
de los gobiernos de la región. Sería bueno que la lógica
multilateral tenga peso sobre aquella lógica individual por la
cual los países entienden que salvarse consiste en diferenciarse
y alejarse del vecino en crisis.
Como afirman algunos historiadores al analizar la situación actual
de América Latina "el grado de generalización y profundidad
de la crisis hace que debamos remontarnos al momento de constitución
de los Estados nacionales para encontrar parangones... Hay que tener en
cuenta que en el momento de la independencia había que decidir
todo. Cuáles iban a ser las naciones que se iban a crear, cuáles
iban a ser los límites territoriales, qué tipo de gobierno
iban a tener, que relación se iba a establecer entre el Estado
y la sociedad, entre los grupos dominantes y la clase dirigidas y cuál
iba a ser el vínculo de dominación social ... ". (Prieto,
2002) Haciendo entonces el parangón creo que los líderes
de la independencia jugaron un rol central y que, en nuestros días
América Latina necesita que aparezcan liderazgos democráticos
capaces de conducir a sus naciones hacia el desarrollo y el bienestar
de sus sociedades respetando las instituciones, los DD.HH y las discrepancias
domésticas. Las condiciones actuales de asimetría de poder
no sólo frente a los Estados Unidos u otros países desarrollados,
sino también frente a ciertos actores transnacionales no gubernamentales
como el sector financiero y las grandes corporaciones internacionales
dificultan esta tarea. Sin embargo, sería bueno recordarle a todos
esos actores que así como es necesario y útil que nosotros
reconozcamos nuestros errores es bueno también que ello reflexionen
sobre sus falencias y sobre la indiferencia que, en ocasiones, permite
el exceso de poder. Es muy posible que como sostienen muchas teorías
y políticas provenientes del norte la democracia y la economía
social de mercado conduzcan a sociedades más justas. Por ello mismo
hay que respetarlas en toda su extensión: esto es también
en sus componentes democráticos y sociales no sólo en los
de mercado. De ocurrir así estaríamos dando un salto cualitativo
a nivel de orden mundial ya que habríamos iniciado la búsqueda
de un valor que va más allá de la estabilidad sistémica
y que no es otra cosa que una mayor equidad y justicia global. En ese
marco la búsqueda de una solución a la crisis regional así
como el logro de una relación madura con Washington constituiría
una tarea posible y menos traumática para los habitantes del continente.
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1996.
· TOKATLIAN, Juan Gabriel, "Condicionalidad y Certificación.
El caso de Colombia", Nueva Sociedad, Nº 148, Caracas, marzo
- abril 1997.
Notas:
- Investigadora del CONICET, docente de la U.N.R y de las Maestrías
en Relaciones Internacionales del IRI y de FLACSO.
- Para el seguimiento de las relaciones bilaterales Argentina Estados
Unidos ver Busso, Anabella, (1994) Menem y EE.UU.: un nuevo rumbo en
la política exterior argentina en la edición preparada
por el CERIR, La Política Exterior del Gobierno de Menem. Seguimiento
y reflexiones al promediar su mandato. Ediciones CERIR. Rosario, Argentina;
Busso, Anabella, (1998) Las Relaciones Argentina- EE.UU. durante el
segundo gobierno de Menem: de la creación de un marco político
de alineamiento a la negociación de cuestiones puntuales en la
obra editada por CERIR, La Política Exterior Argentina 1994/1997.
Ediciones CERIR. Rosario, Argentina y Busso, Anabella, "A ocho
años de alineamiento: un análisis de la política
exterior argentina hacia los Estados Unidos" en "Cuadernos
de Política Exterior Argentina". Serie Documentos de Trabajo
Nº 10, CERIR, Rosario, diciembre de 1997.
Para los conceptos centrales sobre Realismo Periférico ver Escudé,
Carlos, "La Política Exterior de Menem y su sustento teórico
implícito" en Revista "Carta América Latina/
Internacional". Buenos Aires, enero - marzo de 1991 y la obra del
mismo autor Realismo Periférico. Fundamentos para la nueva política
exterior argentina. Editorial Planeta. Buenos Aires, 1992.
- Para este tema ver mis trabajos Las relaciones argentino - americanas
a partir del gobierno de la Alianza UCR / FREPASO: la influencia creciente
de los condicionantes internos, Anuario 2001, publicación en
CD editada por el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad
Nacional de La Plata y Las relaciones argentino - americanas a finales
del gobierno de Menem y en los inicios de la gestión De La Rúa.
Entre la continuidad y los condicionantes domésticos, en la obra
editada por el Centro de Estudios en Relaciones internacionales de Rosario
/ CERIR, La Política Exterior Argentina 1998 - 2001. El cambio
de gobierno ¿impacto o irrelevancia?, Tomo III, Rosario, noviembre
de 2001.
- Entre esos funcionarios se destacan Condoleezza Rice como Consejera
de Seguridad Nacional, el General retirado Collin Powell como Secretario
de Estado, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el Vicepresidente
Cheney . Todos ellos tienen influencia en la dirección que Washington
le impuso a la conducción de los asuntos externos a partir de
enero de 2001 a la vez que arrastran convicciones y prácticas
políticas propias de la administración Reagan.
- Me refiero a cierta homogeneidad porque con anterioridad a los atentados
del 11 de septiembre Rice, Ramsfeld y Cheney conformaban el grupo de
los duros y Powell aparecía como más blando y adicto a
la diplomacia, situación que se explica tanto por su convencimiento
sobre la necesidad de acotar el uso de la fuerza como por el desempeño
de su función. En este sentido, es difícil pensar en un
Secretario de Estado que no jerarquice la función diplomática.
Por otra parte, estos grupos simbolizaban también una típica
disputa de poder con perfil político / burocrático. Con
posterioridad a los atentados la dureza se convirtió en el elemento
homogenizador. Aunque en la actualidad (julio de 2002) vuelven a aparecer
diferencias vinculadas fundamentalmente al manejo de la crisis en oriente
medio. Como referencia de estas disputas ver los siguientes artículos
de opinión: .Jane Perlez, "Rice on Front Line in Foreign
Policy Role", The New York Times, International, Sunday, August
19, 2001 y Todd S. Purdum "Las peleas de Powell con Bush",
Diario Clarín, Sección Política Internacional,
viernes 26 de julio de 2002.
- En este contexto se puede rastrear opiniones republicanas a favor
de la asistencia a Brasil como ha manifestado en múltiples ocasiones
Henrry Kissinger; propuestas de respetar el peso político de
Brasil y de asistir económicamente a la Argentina como la de
Perry y posturas abiertamente opuestas por parte del partido demócrata
que critica la manera en que el gobierno de Bush maneja la crisis Argentina.
A modo de ejemplo de algunas de estas tensiones ver el escrito de Perry
que aparece en la bibliografía de este trabajo y el artículo
de opinión de Thomas McLarty "La crisis argentina puede
contagiar a la región", Diario Clarín, Buenos Aires,
31 de mayo de 2002.
- Estas ideas fueron tomadas de la presentación realizada por
Carlos ACUÑA en el panel "El Mundo después del 11
de septiembre", organizado en el marco del "5º Congreso
Nacional de Ciencia Política " de la Sociedad Argentina
de Análisis Político (SAAP), Río Cuarto, Argentina,
14 al 16 de noviembre de 2001.
- Nos referimos -entre otros- al crecimiento económico de Estados
Unidos, al logro del equilibrio fiscal, a su capacidad de innovación
tecnológica, a su participación activa en distintos espacios
multilaterales, a la aplicación de políticas de asistencia
humanitaria y operaciones de "peace building", todo lo que
daba como resultado una política exterior muy activa y un liderazgo
que no escondía la defensa de los intereses estadounidenses pero
que, a su vez, no generaba tanto rechazo como provocan las acciones
de Bush hijo.
- A los efectos de no generar confusión con la distinción
realizada por Berger entre poder y autoridad en el diseño y la
implementación de la política exterior de Estados Unidos
(distinción en la que subyace un debate sobre dominación
o hegemonía) y los términos utilizados por Susan Strange
en su caracterización de la decadencia del estado y la difusión
de su poder en la economía mundial, corresponde aclarar que para
esta autora no sólo se debe entender el poder como capacidad,
o en términos de relación entre estados -poder relacional-,
sino que hay que estudiarlo tomando en cuenta las relaciones entre el
Estado y la sociedad por una lado y el Estado y el mercado por el otro.
Lo importante es entender el poder como el control sobre los resultados.
La idea es "poder sobre" más que "poder para".
Su pensamiento destaca la idea de poder estructural en tanto el mismo
es entendido como el control sobre cuatro estructuras básicas:
producción, seguridad , conocimiento y crédito. En este
contexto señala que la pérdida del poder de control de
los estados en manos de los mercados sobre alguna o todas estas estructuras
se canaliza en un deterioro de la autoridad del estado sobre la sociedad
y la economía.
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