- Instituto de Relaciones Internacionales - Anuario 2002 -
Organización de las Naciones Unidas
 
Unidos contra el terrorismo

Los terroristas que atacaron a los Estados Unidos el 11 de septiembre tenían como objetivo a una nación pero hirieron al mundo entero. Muy pocas veces, quizás nunca, ha estado el mundo tan unido como lo estuvo en ese día terrible. Era una unidad cimentada en el horror, el miedo, la indignación y la profunda solidaridad con el pueblo de los Estados Unidos. Esa unidad también nacía del hecho de que en el World Trade Center trabajaban hombres y mujeres de todas las creencias y de más de sesenta naciones. El ataque se había dirigido realmente contra toda la humanidad, y toda la humanidad tiene interés en derrotar a las fuerzas que había detrás de él.

Cuando los Estados Unidos decidan qué medidas tomarán en defensa de sus ciudadanos y el mundo haga frente a las consecuencias mundiales de esta calamidad, se invocará y se pondrá a prueba la unidad del 11 de septiembre. He expresado al Presidente Bush y al Alcalde Giuliani -y a los neoyorquinos en los servicios religiosos celebrados en iglesias, sinagogas y mezquitas- la total solidaridad de las Naciones Unidas con los Estados Unidos y su pueblo en esta hora de dolor. En menos de 48 horas, el Consejo de Seguridad y la Asamblea General se unieron a mí para condenar los ataques y votaron en apoyo de las medidas que se adopten contra los responsables y contra los Estados que les ayudan, apoyan o protegen. Que nadie ponga en duda esa solidaridad.

Tampoco debe dudar nadie de que el mundo entero está resuelto a luchar contra ese flagelo todo el tiempo que sea necesario. De hecho, la respuesta mundial más elocuente que han recibido hasta ahora los ataques de la semana pasada ha sido el compromiso de los Estados de todas las creencias y todas las regiones a actuar con firmeza contra el terrorismo. En un momento como éste, el mundo se define no sólo afirmándose a favor de algo sino también en contra de algo. Las Naciones Unidas -y la comunidad internacional- deben tener el valor de reconocer que lo mismo que hay objetivos comunes hay enemigos comunes. Para derrotarlos, todas las naciones de buena voluntad deben aunar sus fuerzas en un esfuerzo conjunto que abarque todos los aspectos del sistema mundial abierto y libre que tan arteramente han explotado los autores de las atrocidades de la semana pasada. Las Naciones Unidas ocupan una posición singularmente propicia para promover ese esfuerzo. Ofrecen el foro necesario para formar una coalición universal y pueden dar legitimidad mundial a la reacción contra el terrorismo a largo plazo. Los convenios y convenciones de las Naciones Unidas proporcionan ya un marco jurídico para muchas de las medidas que deben adoptarse con el fin de erradicar el terrorismo, incluida la extradición y el enjuiciamiento de los perpetradores, así como la represión del blanqueo de dinero. Es preciso que estos instrumentos se apliquen plenamente.

No obstante, para esa respuesta es esencial que se fortalezca y no se rompa la unidad mundial del 11 de septiembre. Aunque el mundo debe reconocer que hay enemigos comunes a todas las sociedades, debe comprender igualmente que esos enemigos no se definen nunca por sus orígenes religiosos o nacionales. Ningún pueblo, ninguna región y ninguna religión deben ser condenados, atacados ni puestos en la picota por los actos incalificables de unos individuos. Como lo ha dicho el Alcalde Giuliani, "eso es exactamente contra lo que luchamos". Él y el Presidente Bush han demostrado un admirable liderazgo al condenar los ataques contra los musulmanes en los Estados Unidos, y otros dirigentes han hecho lo mismo en todo el mundo. Obrar de otro modo y permitir que las divisiones entre las sociedades y dentro de ellas se vean exacerbadas por esos actos sería trabajar en favor de los terroristas, y nadie puede desear ese resultado.

Hoy el terrorismo amenaza a todas las sociedades y a todos los pueblos y cuando el mundo toma medidas contra sus autores, se nos ha recordado a todos la necesidad de afrontar toda la serie de condiciones que permiten el crecimiento de ese odio y esa depravación. Tenemos que oponernos más resueltamente a la violencia, al fanatismo y al odio. Las Naciones Unidas deben continuar su labor mientras combatimos los males de nuestros tiempos -conflictos, ignorancia, pobreza y enfermedad. Con esto no se pondrá fin a todas las fuentes de odio y a todos los actos de violencia -hay quienes odiarán y matarán incluso si se han corregido todas las injusticias. Pero si el mundo puede demostrar que seguirá adelante, que perseverará para crear una comunidad internacional más fuerte, más justa, más generosa y más auténtica por encima de las diferencias de religión y de raza, el terrorismo habrá fracasado.

Kofi A. Annan
Secretario General de las Naciones Unidas