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Instituto
de Relaciones Internacionales - Anuario 2002
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Departamento de Asia y el Pacífico |
Presentación Consideraciones generales El año 2001 será recordado en todo el planeta por una fecha: el 11 de septiembre. Los acontecimientos ocurridos ese día modificaron la agenda regional a partir de las acciones de represalia iniciadas por los Estados Unidos que tuvieron como escenario principal el territorio de Afganistán. Si bien tuvo un impacto muy grande en toda la región, es cierto que este conflicto nunca pudo quitar de la agenda la variada gama de otros temas que preocupan y ocupan a los gobiernos y pueblos del Pacífico. La determinación de los Estados Unidos de ir a buscar a los culpables de los atentados entre las huestes de Osama Bin Laden y sus amigos, tuvo sus repercusiones inmediatas en toda la región. En primer lugar, ningún país se opuso a los ataques directos que tropas estadounidenses realizaron en la zona, hecho impensable años atrás. Más aún, China, principal potencia militar de la región, aprobó los ataques pues indirectamente lo beneficiaban cortando los vínculos entre los talibán y los grupos musulmanes en el extremo occidental de ese país. También afectó la política interna y externa en Pakistán donde se disputan el poder un Presidente como el General Musharraf, que intenta mantener un buen vínculo con los Estados Unidos, frente a grandes grupos de militantes musulmanes que salieron a las calles a rechazar los ataques en defensa de las milicias talibán. La geografía montañosa de la zona también tuvo un importante rol en la cuestión pues, por una parte permitió que algunos líderes talibán se refugiaran en el norte de Pakistán, mientras que dificultó el intento de los Estados Unidos por controlar todo el territorio afgano. La decisión de los Estados Unidos por limitar las acciones de los talibán se extendió al resto de la región donde, por convencimiento o por necesidad, muchos gobiernos, como los de Filipinas, Malasia e Indonesia iniciaron acciones de persecución contra grupos afines a los talibán que tienen una larga presencia en la zona, como por ejemplo la guerrilla de Abu Sayaf en el sur de Filipinas. Estos hechos generaron una remilitarización de la política regional donde la variable estratégico militar ganó posiciones en la agenda de todos los países y fue motivo de discusión en los foros regionales más importantes como se puede observar en el contenido de los instrumentos compilados en la sección Documentos del presente Anuario. Claro está que esto no modificó las preocupaciones de los gobiernos asiáticos por solucionar otros asuntos, internos y externos, que son parte del debate permanente en la región. Entre ellos es posible señalar, el lento avance del diálogo en la Península Coreana, el conflicto entre China y Taiwán, los movimientos separatistas en Indonesia y el proceso de independización de Timor Oriental, la falta de crecimiento de Japón -la otrora locomotora de la región-, el conflicto de Cachemira, la situación interna en Malasia, Tailandia o Myanmar, el debate de fondo por el liderazgo regional entre China y Japón, entre otros. La existencia de las situaciones señaladas y tantas otras que no han sido mencionadas pues exceden el objetivo de esta presentación, forma parte de los desvelos y preocupaciones de los políticos, empresarios y pueblos de los países de la región. Hubo circunstancias inéditas para estos tiempos y ciertamente auspiciosas como la independencia de Timor Oriental, luego de varias décadas de sometimiento por parte del gobierno central de Indonesia. Desde un inicio muy sangriento, la participación de sus vecinos y la propia Organización de las Naciones Unidas encaminaron el proceso pacíficamente que tuvo como uno de sus puntos culminantes un proceso electoral donde el pueblo de Timor Oriental, en ejercicio de su derecho a la libre determinación, decidió ser independiente. Luego, se cerró esta etapa con la constitución del primer gobierno independiente presidido por Xanana Gusmao, uno de los líderes históricos de la resistencia. Ahora comienza una nueva era donde los timorenses deberán encarar la tarea de construir su nación y definir su inserción regional y mundial. En la cara oscura de la moneda se inscribe el largo conflicto en la zona de Cachemira entre la India y Pakistán. El mundo se está acostumbrando a que cada tanto haya un intercambio de disparos en la zona y esto es un dato negativo. Cachemira podría pasar a ser un tema más en la agenda internacional, sin embargo la existencia de armamento nuclear en ambos de la frontera hace que las preocupaciones de la comunidad internacional sean permanentes pero sin que se vislumbre una salida viable debido, principalmente, a la postura inflexible de ambos gobiernos. En una situación intermedia se encuentra la cuestión de
la Península Coreana. Luego de un auspicioso encuentro cumbre entre
los Líderes de ambos países, Corea del Norte y Corea del
Sur, en el año 2000, los diálogos bilaterales comenzaron
a detenerse y la tan mentada devolución de gentilezas por parte
de Kim Jong Il, quien viajaría a Seúl para desarrollar la
segunda Cumbre, nunca ocurrió. Las relaciones se enfriaron y volvieron
a aparecer las suspicacias tradicionales de esta tortuosa relación.
Con el correr del tiempo las posibilidades de avanzar fueron cada vez
más remotas y volvieron a ocurrir hechos de violencia -aunque limitada-
entre las fuerzas armadas de las dos Coreas, que llegó al máximo
de tensión durante la Copa Mundial de Fútbol, cuando se
produjo el hundimiento de un buque de Corea del Sur. La caída de la economía mundial y sus efectos en Asia La finalización del año 2001 encontró a la economía mundial en el peor momento de los últimos tiempos. Durante los dos últimos años hubo varias caídas y muchas de ellas ocurrieron en los países del Este de Asia. Apenas cuatro años después de la crisis de 1997, la región está nuevamente enfrentando una recesión y la idea generalizada es de pesimismo. Sin embargo, aún en medio de la caída hay razones para ser optimistas. La estrategia económica de tipo mercantilista prevaleciente en Asia, que se basa en las exportaciones como el principal motor del crecimiento, van a posicionar a la región en un buen lugar para aprovechar la caída global que recién está empezando a emerger. Sin embargo, la recuperación tomará algún tiempo. La explosión de la burbuja bursátil de Estados Unidos en 2000 y el consecuente colapso de la inversión corporativa en el área de la alta tecnología perjudicó el crecimiento del comercio y afectó a las economías de Asia que dependen de las exportaciones. Mientras tanto, el hecho de que Japón -la segunda economía mundial- se deslizara hacia la recesión cuando la deflación aumentó los niveles de deuda mala, hizo que se perdieran las esperanzas de que ese país actúe como motor del crecimiento. Luego, vino el shock por los ataques del 11 de septiembre que llevaron finalmente a los Estados Unidos a la recesión cerrando así el año 2001 como uno que la mayoría de las economías asiáticas querrán olvidar. De acuerdo a las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, el producto mundial se expandió en 2001 un 2.4% comparado con un 4.7% del año anterior. Las estimaciones previas al 11 de septiembre eran de un 2.6%. Estas cifras eran aún peores para Asia. Para las economías del Sudeste Asiático, Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia, el FMI determinó un 2.3% de crecimiento contra el 5% del año anterior. En el caso de las economías de Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea el dato disminuye al 0.4% en contraste con el crecimiento de 8.2% registrado el año anterior. Aún en China, cuyas exportaciones tienen una influencia menor en el PBI que los demás países el crecimiento fue del 7.3% contra el 8% del año anterior. El motivo principal de esta desaceleración se encuentra en la abrupta caída del comercio global que fue alimentada por la disminución en la demanda de bienes de alta tecnología que el Este de Asia se especializa en exportar. De acuerdo al FMI, el comercio mundial creció solamente un 1% contra el 12.4% que había crecido en 2000. Luego de la caída en el valor de las acciones del Nasdaq en abril de 2000, las compañías estadounidenses frenaron sus inversiones en nuevas tecnologías. Así, cuando las órdenes de compra de hardware desaparecieron esto tuvo un impacto hacia atrás en la cadena afectando las fábricas asiáticas que comenzaron a cerrar sus líneas de producción. Por ejemplo, el mercado mundial de semiconductores, cayó un 31% en 2001, y esta disminución de la demanda hizo caer los precios. De esta manera, aquellas empresas asiáticas que tenían un presencia mundial muy grande, sufrieron una contracción nunca vista. Este panorama negativo comenzó a modificarse parcialmente a principios del año 2002, cuando los niveles de consumo interno en Estados Unidos aumentaron, recuperándose a los que tenían antes del 11 de septiembre. De este modo, las predicciones indican que hacia la segunda mitad del año 2002 se consolidará una recuperación de los precios y de la demanda por los productos asiáticos. Las enseñanzas de estas sucesivas crisis han modificado parcialmente la visión de los dirigentes asiáticos y hay un cierto consenso, demostrado en los hechos, sobre la necesidad de mejorar el nivel de consumo interno que permita disminuir los efectos de otra crisis generalizada de la economía mundial o de la de los Estados Unidos. En consecuencia, muchos bancos han recibido indicaciones de los gobiernos para facilitar el acceso al crédito personal a través de la baja de las tasas de interés, lo cual además es un desincentivo para ahorrar y de ese modo promover el consumo. Por último, si se consolidara la recuperación, el próximo año será ideal para que, aprovechando las sólidas bases de las economías asiáticas, la región vuelva a brillar como lo hiciera en las últimas décadas. El debate sobre el orden internacional y el rol de las potencias regionales luego del 11 de septiembre El ingreso del Presidente Bush al gobierno en el año 2001 marcó el inicio de una política exterior estadounidense que puso como tema prioritario el establecimiento de un programa de defensa misilística que involucrara a los tradicionales socios en la región como Japón y Taiwán. Este planteo provocó un mayor acercamiento entre China y Rusia que vieron con preocupación los planteos hegemónicos de aquel país. En ese sentido se puede señalar la realización de dos encuentros de alto nivel, el primero que derivó en la ampliación del Grupo de Cooperación de Shanghai a China, Rusia, Kazakhstán, Uzbekistán, Tajikistán y Kyrgyzstán y el segundo, la Cumbre entre China y Rusia del mes de julio. Luego del 11 de septiembre la prioridad de los Estados Unidos fue puesta en el combate al terrorismo a nivel mundial. Este cambio en la política exterior produjo un rediseño de las alianzas por el cual tanto Rusia como China se sumaron a los Estados Unidos buscando también un beneficio para limitar sus conflictos internos en el caso de los separatistas de Chechenia y de Xianjiang y Tibet respectivamente. Se estima, asimismo, que Japón aprovechará la guerra contra el terrorismo para fortalecer su alianza militar con los Estados Unidos y para encauzar el debate interno sobre la ampliación de sus facultades de operar militarmente en otros escenarios, tal como lo viene haciendo dentro de las operaciones de paz de las Naciones Unidas. De este modo, puede preverse un escenario futuro donde exista una cooperación entre las grandes potencias que intente limitar la acción de aquellos estados con capacidad de producir armamento nuclear, biológico o químico como Corea del Norte o Irak, entre otros. Aunque sin dudas, esta alianza puede generar tensiones dentro de los países profundizando el enfrentamiento entre fuerzas pro y anti islámicas. Sin embargo, la circunstancial conjunción de intereses entre las potencias, puede desequilibrarse una vez más, a partir de la disputa por el control de los recursos petrolíferos de Asia Central y de los canales de transporte de dicho mineral. La cuestión proyecta los potenciales puntos de tensión hacia la costa del Océano Pacífico, sumándose así a la tradicional preocupación por asegurar las rutas de transporte de petróleo entre Medio Oriente y el Este Asiático. Todo ello puede traer una expansión de las presencia militar de Estados Unidos en Japón, Corea y Filipinas. Hay otros movimientos dentro de la región, que tendrán un impacto futuro relevante, como las iniciativas de promover acuerdos especiales de cooperación económica entre China y los países de ASEAN, entre Nueva Zelandia y Hong Kong o Japón y Singapur, que sumados a los ya existentes van diseñando una estructura de relaciones económicas preferenciales en la cual la interacción intraregional será cada vez mayor. Los procesos de cooperación regional a nivel multilateral, presentan perspectivas auspiciosas. Según se podrá leer en las declaraciones que obran en la sección Documentos de este Anuario, en la reunión del ASEAN más Tres, de noviembre de 2001, se acordó analizar las idea de crear un Area del Libre Comercio del Este de Asia, que incluya a los diez miembros de la ASEAN más China, Japón y Corea. Como ha sido tradicional en la región durante los últimos años, la idea del regionalismo abierto predomina, por lo cual se puede prever que todas las iniciativas de liberalización del comercio a nivel regional, ya sean bilaterales o multilaterales, estarán enmarcadas dentro de los compromisos de la Organización Mundial del Comercio y los compromisos adquiridos en la Agenda de Doha. Así las cosas, lo que queda claro es que la región entera ha adquirido una relevancia determinante en la conformación del sistema internacional actual y en ella se jugarán las próximas cartas del gran juego del poder mundial. Quiero destacar especialmente la tarea que han realizado Eugenia Andreasen
y Ofelia Huergo en la traducción de la sección Documentos
y Patricio Ciliberti y Akiko Doy en la Cronología. Prof. Jorge Rafael Di Masi |