- Instituto de Relaciones Internacionales - Anuario 2002 -
Naciones Unidas: III Conferencia Mundial contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y otras formas conexas de intolerancia
Durban, Sudáfrica, 1 de septiembre de 2001

Discurso del Señor Ministro de Justicia y Derechos humanos de la República Argentina, Dr. Jorge Enrique De La Rua

Señora Presidenta:

Permítame felicitarla por su elección para presidir este primer evento del nuevo milenio, cuya importancia y complejidad permiten medir el universo que debemos mejorar. La República Argentina no duda que su serenidad, experiencia, sensibilidad y manejo de las relaciones internacionales nos conducirán a buenos resultados.

Agradezco también la hospitalidad de Sudáfrica, que alberga esta importante conferencia y cuya geografía es el mudo testigo de una historia que nuestras deliberaciones deben tener presente en el espíritu y en la mente.

Señora Presidenta,

No caben dudas acerca del propósito esencial de esta Conferencia. Se trata de procurar, con imaginación y realismo, un diseño del mundo que torne posible satisfacer el ideal de la dignidad humana, bajo la condición indiscutible de que debe formar parte de la conciencia moral de cualquier comunidad humana. Ello es as¡ porque la discriminación racial, la xenofobia y todas las demás formas de intolerancia, en tanto todavía afectan masivamente la vida individual en todos los espacios de este planeta, constituyen una frustración notoria y permanente de ese ideal.

Decididamente, para avanzar hacia el ideal, hay que actuar para erradicar las causas de esos fenómenos. Se trata de una enorme tarea que, no obstante, hay que emprender de inmediato. Porque las causas de la intolerancia son múltiples y complejas.

Son múltiples, pues el racismo y la discriminación se nutren de frustraciones muy variadas, de reduccionismos diversos de la historia, por la adopción de falsas doctrinas que componen los lugares comunes de uso frecuente por pseudo intelectuales oportunistas o líderes mesiánicos e incluso, en ocasiones, de la falta de conciencia y de reacción de las propias victimas.

Las causas son también complejas porque el rechazo a la diferencia racial o cultural, que caracteriza la xenofobia, se asocia ahora con la migración de vastas poblaciones de individuos que huyen del hambre, de la pobreza y de la persecución política o religiosa. Ello muestra que cualquier simplificación de las medidas de defensa del ideal de la dignidad humana es un error que debemos evitar, que no se puede actuar obviando el dato de la desigualdad económica y social que, lamentablemente, también caracteriza el escenario contemporáneo.

Estamos considerando violaciones a los derechos humanos que tienen lugar en todas partes del mundo y es evidente que la responsabilidad primaria en punto a la adopción de medidas jurídicas o de otra naturaleza que se propongan impedir, y, en su caso, reparar las consecuencias de los actos discriminatorios, le corresponde al gobierno de cada estado que conforma la comunidad internacional. Ello es as¡, porque vivimos en comunidades nacionales, en las que precisamente hay que incorporar la cultura ilustrada que se define por la defensa del ideal de la dignidad universal que suministra los criterios de respeto a la diversidad y que permita comprender la riqueza de una sociedad multicultural e integrada.

Pero la acción estatal y las actitudes y comportamientos de 'los miembros de cada sociedad civil que se propongan erradicar la intolerancia nunca son suficientes. Las actuales vulneraciones a la dignidad humana trascienden las fronteras y se expanden indiscriminadamente a cualquier lugar del planeta.

También, y esto constituye una verdadera desgracia, en demasiadas comunidades nacionales aquel ideal es desplazado y degradado con la invocación de supuestos objetivos y políticas de estado.

Es preciso, entonces, enfatizar la importancia de la decisión internacional, de un compromiso con el futuro de una sociedad global, definida por una forma de vida en la que no exista la intolerancia. Una sociedad en la que todos los seres humanos, sin distinción alguna, integren la clase de sus ciudadanos. La formación de esta cultural universal puede, entonces, considerarse un objetivo esencial de esta Conferencia.

Señora Presidenta,

Es claro que la conciencia de la necesidad de adoptar medidas que trasciendan los limites estatales ha conducido en los últimos años a acciones regionales. Hay que mencionar aquí la Conferencia Regional de las Américas en diciembre de 2000. Y agradecer una vez mas al Gobierno y al pueblo de Chile por su hospitalidad en esa oportunidad.

El documento de Santiago refleja fielmente nuestras inquietudes y aspiraciones. Su equilibrado contenido sin duda será un buen aporte en la conducción del proceso final de redacción del texto de la Declaración y del Plan de Acción, toda vez que el enfoque orientado a la acción expresa el espíritu constructivo que mi país y tantos otros aquí creen que deben inspirar las negociaciones de esta Conferencia Mundial.

Al respecto cabe decir que resulta natural que el Documento Final de esta Conferencia haga distinciones entre las víctimas principales y las otras víctimas indirectas.

Sin perjuicio de ello, la Argentina entiende que unas y otras merecen protección especial del Estado. En nuestra América Latina existen víctimas diferenciadas que tienen sus propias peculiaridades, mas no por ello dejan de participar de las mismas frustraciones y padecer el desprecio que el resto de las víctimas de otras partes del mundo. Para enfrentar este escenario los Estados deben adoptar políticas y estrategias de lucha contra cualquier forma de discriminación, adoptando medidas punitivas que desalienten la actuación individual o colectiva en acciones motivadas por cuestiones raciales.

No habría que negarse a tratar la historia de las injusticias, de las violaciones de los derechos humanos que fueron nutridas por la esclavitud, el tráfico de esclavos, la servidumbre de personas y el colonialismo. Y no habría que hacerlo porque un reconocimiento de los males que engendraron y engendran esas prácticas debe constituirse en el inicio de búsqueda de alternativas de acción hacia el futuro.

Resulta, por tanto, valioso, que aquellos que tuvieron mayores responsabilidades por las crueldades y los sufrimientos asuman de alguna manera el pasado. Cada país debería, entonces, tomar a su cargo la comprensión y critica de su propia historia. Es la primera condición para evitar incurrir en errores y circunstancias que puedan constituir verdaderas frustraciones del ideal de la dignidad.

Nuestro país, como no podía ser de otra manera, también tiene que recoger esa experiencia y utilizarla para construir el futuro. La Argentina, como otros estados de Latinoamérica, es el resultado del cambio de una sociedad colonial, caracterizada por la desigualdad y la explotación de grupos raciales y culturales diferentes, a una sociedad que incorporo los ideales de la ilustración y que por ello abrió su territorio a individuos provenientes de cualquier lugar del mundo y de cualquier cultura.

Sin embargo hay que admitir que ese proyecto de una sociedad tolerante se frustro en múltiples ocasiones. Loes prejuicios arraigados y las formas dictatoriales de gobierno que no asumieron el ideal de dignidad son parte de esas frustraciones. Pero ahora, precisamente, como resultado de ese reconocimiento de la necesidad de incorporar definitivamente nuestro proyecto originario a la vida cotidiana, la Argentina participa con convicción de esta Conferencia, que debería representar el punto de partida común de toda sociedad civilizada en el diseño de herramientas que permitan erradicar las causas del racismo, de la discriminación y de la xenofobia.

Para ello, esta Conferencia debe adoptar una óptica global de los fenómenos de discriminación. Durban encontrará su sentido en la historia por inspirarse en la participación y contribución de todos los actores. Con un método realista y exento de la tentación del reproche, con una dimensión de derechos humanos y orientada a la adopción sin votación de una Declaración completa y un Programa de Acción efectivo.

En esta perspectiva, la acción de los estados en la Conferencia debería darse en el sentido de aliviar el sufrimiento de las víctimas y de crear condiciones mejores para el futuro. Durban debe ser una barrera de contención a prácticas y fenómenos racistas inaceptables. Nuestro horizonte debería concebir un mecanismo de seguimiento, de control y análisis, de evaluación de las tendencias racistas y su disminución como consecuencia directa de esta Conferencia.

De nosotros depende que este foro sea el punto de partida de una nueva ruta de efectividad en la eliminación de la práctica discriminatoria o solamente un ejercicio retórico sin resultado efectivos.

La opinión pública mundial no será indiferente a las medidas que aquí se adopten. El escepticismo de algunos sectores quedará neutralizado si somos capaces de proponer soluciones para quienes son cotidianamente discriminados en todas partes del mundo por el solo hecho de ser diferentes. Existe una marcada expectativa sobre los resultados de la Conferencia que estamos en condiciones de satisfacer simplemente asumiendo el compromiso de adoptar medidas eficaces, nacionales, regionales e internacionales, que prevengan y en su caso sancionen los actos discriminatorios.

Hay que recordar que la comunidad internacional adoptó hace años una Convención para la eliminación de la discriminación racial e instituyó un Comité, el CERD, que infatigablemente ha velado por la vigencia de la convención, por la solución de los conflictos que le han sido planteados, por el cumplimiento por los estados partes de las obligaciones contraídas a través, entre otras cosas, de la adopción de las medidas legislativas, judiciales o de otro carácter necesarias para garantizar el goce y ejercicio de los derechos humanos en igualdad. Sus recomendaciones tienen que constituir asimismo el material sobre el que hay que avanzar.

Señora Presidenta,

Durban nos brinda la ocasión para echar luz sobre los graves problemas de discriminación, para dejar de negar realidades moralmente inaceptables, para afrontar un futuro plural.

Este país que tanto sabe de los temas que aquí tratamos y que ha dado el ejemplo de afrontarlos con decisión, debe ser el testigo de un cambio en nuestra actitud frente a la historia en los temas de la discriminación. En todo caso una doctrina es clara en esta Conferencia: la neutralidad no existe ante la vulneración del ideal moral básico.

Luego de este evento, la situación internacional debería comenzar a cambiar. El mandato de la Alta Comisionada para Derechos Humanos debe ser fortalecido en estos temas. La cuestión del racismo debe ser considerada en todas las instancias de las Naciones Unidas.

El tercer mileno enfrenta al ser humano ante alternativas nunca dadas en su ¡historia. Puede, as¡, extinguir la especie humana, por la liberación de energías al margen de todo control; puede, también, cambiar la especie humana, por practicas genéticas que generan vivas polémicas. Si a ello se suma una fuerte confusión sobre el orden y el poder mundiales, pues no resulta fácil responder que es, hoy, el poder, ni quien lo ejerce, debemos debatir vivamente para que es el poder, que sin dudas debe orientarse al resguardo del ser humano, de sus derechos como tal, y en particular de su no discriminación.

Muchas gracias.