Discurso del Señor Ministro de Justicia y Derechos humanos
de la República Argentina, Dr. Jorge Enrique De La Rua
Señora Presidenta:
Permítame felicitarla por su elección para presidir este
primer evento del nuevo milenio, cuya importancia y complejidad permiten
medir el universo que debemos mejorar. La República Argentina no
duda que su serenidad, experiencia, sensibilidad y manejo de las relaciones
internacionales nos conducirán a buenos resultados.
Agradezco también la hospitalidad de Sudáfrica, que alberga
esta importante conferencia y cuya geografía es el mudo testigo
de una historia que nuestras deliberaciones deben tener presente en el
espíritu y en la mente.
Señora Presidenta,
No caben dudas acerca del propósito esencial de esta Conferencia.
Se trata de procurar, con imaginación y realismo, un diseño
del mundo que torne posible satisfacer el ideal de la dignidad humana,
bajo la condición indiscutible de que debe formar parte de la conciencia
moral de cualquier comunidad humana. Ello es as¡ porque la discriminación
racial, la xenofobia y todas las demás formas de intolerancia,
en tanto todavía afectan masivamente la vida individual en todos
los espacios de este planeta, constituyen una frustración notoria
y permanente de ese ideal.
Decididamente, para avanzar hacia el ideal, hay que actuar para erradicar
las causas de esos fenómenos. Se trata de una enorme tarea que,
no obstante, hay que emprender de inmediato. Porque las causas de la intolerancia
son múltiples y complejas.
Son múltiples, pues el racismo y la discriminación se nutren
de frustraciones muy variadas, de reduccionismos diversos de la historia,
por la adopción de falsas doctrinas que componen los lugares comunes
de uso frecuente por pseudo intelectuales oportunistas o líderes
mesiánicos e incluso, en ocasiones, de la falta de conciencia y
de reacción de las propias victimas.
Las causas son también complejas porque el rechazo a la diferencia
racial o cultural, que caracteriza la xenofobia, se asocia ahora con la
migración de vastas poblaciones de individuos que huyen del hambre,
de la pobreza y de la persecución política o religiosa.
Ello muestra que cualquier simplificación de las medidas de defensa
del ideal de la dignidad humana es un error que debemos evitar, que no
se puede actuar obviando el dato de la desigualdad económica y
social que, lamentablemente, también caracteriza el escenario contemporáneo.
Estamos considerando violaciones a los derechos humanos que tienen lugar
en todas partes del mundo y es evidente que la responsabilidad primaria
en punto a la adopción de medidas jurídicas o de otra naturaleza
que se propongan impedir, y, en su caso, reparar las consecuencias de
los actos discriminatorios, le corresponde al gobierno de cada estado
que conforma la comunidad internacional. Ello es as¡, porque vivimos
en comunidades nacionales, en las que precisamente hay que incorporar
la cultura ilustrada que se define por la defensa del ideal de la dignidad
universal que suministra los criterios de respeto a la diversidad y que
permita comprender la riqueza de una sociedad multicultural e integrada.
Pero la acción estatal y las actitudes y comportamientos de 'los
miembros de cada sociedad civil que se propongan erradicar la intolerancia
nunca son suficientes. Las actuales vulneraciones a la dignidad humana
trascienden las fronteras y se expanden indiscriminadamente a cualquier
lugar del planeta.
También, y esto constituye una verdadera desgracia, en demasiadas
comunidades nacionales aquel ideal es desplazado y degradado con la invocación
de supuestos objetivos y políticas de estado.
Es preciso, entonces, enfatizar la importancia de la decisión internacional,
de un compromiso con el futuro de una sociedad global, definida por una
forma de vida en la que no exista la intolerancia. Una sociedad en la
que todos los seres humanos, sin distinción alguna, integren la
clase de sus ciudadanos. La formación de esta cultural universal
puede, entonces, considerarse un objetivo esencial de esta Conferencia.
Señora Presidenta,
Es claro que la conciencia de la necesidad de adoptar medidas que trasciendan
los limites estatales ha conducido en los últimos años a
acciones regionales. Hay que mencionar aquí la Conferencia Regional
de las Américas en diciembre de 2000. Y agradecer una vez mas al
Gobierno y al pueblo de Chile por su hospitalidad en esa oportunidad.
El documento de Santiago refleja fielmente nuestras inquietudes y aspiraciones.
Su equilibrado contenido sin duda será un buen aporte en la conducción
del proceso final de redacción del texto de la Declaración
y del Plan de Acción, toda vez que el enfoque orientado a la acción
expresa el espíritu constructivo que mi país y tantos otros
aquí creen que deben inspirar las negociaciones de esta Conferencia
Mundial.
Al respecto cabe decir que resulta natural que el Documento Final de esta
Conferencia haga distinciones entre las víctimas principales y
las otras víctimas indirectas.
Sin perjuicio de ello, la Argentina entiende que unas y otras merecen
protección especial del Estado. En nuestra América Latina
existen víctimas diferenciadas que tienen sus propias peculiaridades,
mas no por ello dejan de participar de las mismas frustraciones y padecer
el desprecio que el resto de las víctimas de otras partes del mundo.
Para enfrentar este escenario los Estados deben adoptar políticas
y estrategias de lucha contra cualquier forma de discriminación,
adoptando medidas punitivas que desalienten la actuación individual
o colectiva en acciones motivadas por cuestiones raciales.
No habría que negarse a tratar la historia de las injusticias,
de las violaciones de los derechos humanos que fueron nutridas por la
esclavitud, el tráfico de esclavos, la servidumbre de personas
y el colonialismo. Y no habría que hacerlo porque un reconocimiento
de los males que engendraron y engendran esas prácticas debe constituirse
en el inicio de búsqueda de alternativas de acción hacia
el futuro.
Resulta, por tanto, valioso, que aquellos que tuvieron mayores responsabilidades
por las crueldades y los sufrimientos asuman de alguna manera el pasado.
Cada país debería, entonces, tomar a su cargo la comprensión
y critica de su propia historia. Es la primera condición para evitar
incurrir en errores y circunstancias que puedan constituir verdaderas
frustraciones del ideal de la dignidad.
Nuestro país, como no podía ser de otra manera, también
tiene que recoger esa experiencia y utilizarla para construir el futuro.
La Argentina, como otros estados de Latinoamérica, es el resultado
del cambio de una sociedad colonial, caracterizada por la desigualdad
y la explotación de grupos raciales y culturales diferentes, a
una sociedad que incorporo los ideales de la ilustración y que
por ello abrió su territorio a individuos provenientes de cualquier
lugar del mundo y de cualquier cultura.
Sin embargo hay que admitir que ese proyecto de una sociedad tolerante
se frustro en múltiples ocasiones. Loes prejuicios arraigados y
las formas dictatoriales de gobierno que no asumieron el ideal de dignidad
son parte de esas frustraciones. Pero ahora, precisamente, como resultado
de ese reconocimiento de la necesidad de incorporar definitivamente nuestro
proyecto originario a la vida cotidiana, la Argentina participa con convicción
de esta Conferencia, que debería representar el punto de partida
común de toda sociedad civilizada en el diseño de herramientas
que permitan erradicar las causas del racismo, de la discriminación
y de la xenofobia.
Para ello, esta Conferencia debe adoptar una óptica global de los
fenómenos de discriminación. Durban encontrará su
sentido en la historia por inspirarse en la participación y contribución
de todos los actores. Con un método realista y exento de la tentación
del reproche, con una dimensión de derechos humanos y orientada
a la adopción sin votación de una Declaración completa
y un Programa de Acción efectivo.
En esta perspectiva, la acción de los estados en la Conferencia
debería darse en el sentido de aliviar el sufrimiento de las víctimas
y de crear condiciones mejores para el futuro. Durban debe ser una barrera
de contención a prácticas y fenómenos racistas inaceptables.
Nuestro horizonte debería concebir un mecanismo de seguimiento,
de control y análisis, de evaluación de las tendencias racistas
y su disminución como consecuencia directa de esta Conferencia.
De nosotros depende que este foro sea el punto de partida de una nueva
ruta de efectividad en la eliminación de la práctica discriminatoria
o solamente un ejercicio retórico sin resultado efectivos.
La opinión pública mundial no será indiferente a
las medidas que aquí se adopten. El escepticismo de algunos sectores
quedará neutralizado si somos capaces de proponer soluciones para
quienes son cotidianamente discriminados en todas partes del mundo por
el solo hecho de ser diferentes. Existe una marcada expectativa sobre
los resultados de la Conferencia que estamos en condiciones de satisfacer
simplemente asumiendo el compromiso de adoptar medidas eficaces, nacionales,
regionales e internacionales, que prevengan y en su caso sancionen los
actos discriminatorios.
Hay que recordar que la comunidad internacional adoptó hace años
una Convención para la eliminación de la discriminación
racial e instituyó un Comité, el CERD, que infatigablemente
ha velado por la vigencia de la convención, por la solución
de los conflictos que le han sido planteados, por el cumplimiento por
los estados partes de las obligaciones contraídas a través,
entre otras cosas, de la adopción de las medidas legislativas,
judiciales o de otro carácter necesarias para garantizar el goce
y ejercicio de los derechos humanos en igualdad. Sus recomendaciones tienen
que constituir asimismo el material sobre el que hay que avanzar.
Señora Presidenta,
Durban nos brinda la ocasión para echar luz sobre los graves problemas
de discriminación, para dejar de negar realidades moralmente inaceptables,
para afrontar un futuro plural.
Este país que tanto sabe de los temas que aquí tratamos
y que ha dado el ejemplo de afrontarlos con decisión, debe ser
el testigo de un cambio en nuestra actitud frente a la historia en los
temas de la discriminación. En todo caso una doctrina es clara
en esta Conferencia: la neutralidad no existe ante la vulneración
del ideal moral básico.
Luego de este evento, la situación internacional debería
comenzar a cambiar. El mandato de la Alta Comisionada para Derechos Humanos
debe ser fortalecido en estos temas. La cuestión del racismo debe
ser considerada en todas las instancias de las Naciones Unidas.
El tercer mileno enfrenta al ser humano ante alternativas nunca dadas
en su ¡historia. Puede, as¡, extinguir la especie humana,
por la liberación de energías al margen de todo control;
puede, también, cambiar la especie humana, por practicas genéticas
que generan vivas polémicas. Si a ello se suma una fuerte confusión
sobre el orden y el poder mundiales, pues no resulta fácil responder
que es, hoy, el poder, ni quien lo ejerce, debemos debatir vivamente para
que es el poder, que sin dudas debe orientarse al resguardo del ser humano,
de sus derechos como tal, y en particular de su no discriminación.
Muchas gracias.
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