Carta del Atlántico
El Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y el Primer
Ministro, Sr. Churchill, en representación del Gobierno de Su Majestad
en el Reino Unido; habiéndose reunido, consideran acertado dar
a conocer ciertos principios comunes a la política nacional de
sus respectivos países, en los cuales cifran sus esperanzas para
un mejor porvenir del mundo.
Primero, sus países no aspiran a ningún engrandecimiento
territorial ni de otra clase;
Segundo, no desean ver cambios territoriales que no coincidan con los
deseos, libremente expresados, de los pueblos interesados;
Tercero, respetan el derecho de todos los pueblos a elegir la forma de
gobierno bajo la cual quieran vivir; y desean ver los derechos de soberanía
y de autonomía a los que han sido privados de ellos por la fuerza;
Cuarto, con el debido respeto a sus preexistentes obligaciones, tratarán
de promover el disfrute, por todos los Estados, grandes o pequeños,
vencedores o vencidos, de acceso, en iguales condiciones, al comercio
y a las materias primas del mundo que sean necesarias para su prosperidad
económica;
Quinto, desean llevar a cabo la más plena colaboración de
todas las naciones en el campo económico, a fin de conseguir mejora
para todos en las condiciones del trabajo, progreso económico y
seguridad social;
Sexto, después de la final destrucción de la tiranía
nazi, esperan ver establecida una paz que permita a todas las naciones
vivir a salvo dentro de sus fronteras, y que asegure a todos los hombres,
en todas partes, que podrán pasar su vida libres de temor y necesidad;
Séptimo, esa paz deberá permitir a todos los hombres atravesar
sin impedimento la alta mar y los océanos;
Octavo, creen que todas las naciones del mundo, por razones tanto realistas
como espirituales, tendrán que llegar a abandonar el uso de la
fuerza. Puesto que no pueden mantenerse paz alguna futura si los armamentos
terrestres, marítimos o aéreos, continúan siendo
empleados por naciones que amenazan, o pudieran amenazar, con agresión
allende sus fronteras, creen que, mientras no se establezca un sistema
más amplio y permanente de seguridad general, es esencial el desarme
de tales naciones. De igual modo, ayudarán y estimularán
cualesquiera otras medidas practicables que alivien, para los pueblos
amantes de la paz, el peso abrumador de los argumentos.
|